miércoles, 28 de febrero de 2007

EL SEXO Y LA REBELIÓN POLÍTICA. BIOPOLÍTICA ORWELLIANA (ii)

Odio la pureza, odio la bondad. No quiero que exista ninguna virtud en ninguna parte. Quiero que todo el mundo esté corrompido hasta los huesos”(...) “En los viejos tiempos, pensó, un hombre miraba el cuerpo de una muchacha y veía que era deseable y ahí se acaba la historial. Pero ahora no se podía sentir amor puro o deseo puro Ninguna emoción era pura porque todo estaba mezclado con el miedo y el odio. Su abrazo había sido una batalla, el clímax de una victoria. Era un golpe contra el Partido. Era un acto político” (Orwell: 1984)

Siempre he sospechado que el sexo genera gran cantidad de esfuerzos y presentaciones – trágicas y cómicas – porque es muy difícil delimitar su espacio. Dicho de otro modo: es más que probable que el sexo se encuentre imbricado en un inmenso catálogo de actividades humanas pero, a la vez, es también posible que asignemos al sexo lubricaciones(sic) y otros efectos tal vez causados por otro tipo de instancias. Concepto abismalmente multívoco, su significado y sentido se pliega sobre sí de un modo incesante - ¿no han reflexionado Derrida y Deleuze entre otros sobre el pliegue y la propia topología del sexo femenino? – y seguramente de la cifra de esos pliegues conceptuales y vivenciales (anhelos, olvidos, retenciones, diseminaciones) se genere un número personal e intransferible que define parte de nuestras vidas .La experiencia plegada del sexo es el password de nuestro destino.

Julia, la joven amante de Winston en 1984, convierte la actividad sexual en un acto de rebeldía política (¿ la Sex-Pol Wilhelm Reich?). La sexualidad de Julia es sublevación contra un sistema que predica la virtud del puritanismo y la castidad – las juventudes del partido forman la Liga AntiSex – pero no tiene reparos en utilizar la pornografía como “opio de los proles”. La represión sexual extrema es el arma contra toda tentación individualista – el peor individualismo para el sistema: el de “a dos” o “a pocos pero con cara” - que podría minar la confianza en el Gran hermano al crear otras fidelidades intensas: Romeo renuncia a su nombre y a su casa para mayor gloria de su nuevo horizonte de sentido, Julieta. Por otro lado, Julia considera que la negación del placer sexual evita el desahogo de las energías que así pueden proyectarse –como frustración – hacia un objetivo político – v.g. las ceremonias del Odio, tan importantes en el ecosistema de 1984 (Por cierto, en el número de abril-mayo de Foreign Policy Edición Española nos hablaban de una geopolítica de la frustración sexual y aludían a la manipulación de corte nacionalista que podría canalizar las energías no satisfechas de “demasiados varones que no encuentra esposa” en China).

No deja de ser curioso que en Mundo feliz de Huxley el sexo sea promovido orgiásticamente como elemento clave de control social. Se me plantea la duda: ¿cómo será el amenazante futuro totalitario? ¿ Un paisaje de castidad y represión o de promiscuidad superlativa? Vuelvo al inicio. El sexo es un elemento clave y omnipresente en el des-pliegue de nuestra vida individual y colectiva, pero quizás muchas de las efectividades reivindicadas en nombre del sexo no se deban él sino a otras instancias no sexuales.¿Cuáles? Pregúntale a Winston Smith cuando asume que lo que él busca no está sólo en esa Julia que despereza su cuerpo brillante con salvaje lujuria. Hay algo que acaba por llevarle a la boca del lobo, a las fauces del sistema que lo destrozará ... ¿Impulso Tanathos? No creo, quizás otro eros no sexuado ...

lunes, 26 de febrero de 2007

ORWELL: 1984 (i)

Leemos, en la asignatura CTS, 1984 de George Orwell.

TOTALITARISMO, COMUNITARISMO, LIBERALISMO

"El agente que busca significación a la vida, tratando de definirla, dándole un sentido, ha de existir en un horizonte de cuestiones importantes. Es esto lo que resulta contraproducente en las formas de la cultura contemporánea que se concentran en la autorrealización por oposición a las exigencias de la sociedad, o de la naturaleza, que se cierran a la historia o a los lazos de la solidaridad” (Charles Taylor: Horizontes ineludibles)

¿Es el totalitarismo una radicalización del comunitarismo y, como tal, sólo evitable desde una no menos exigente profundización en el espíritu individualista - liberal - libertario?

El COMUNITARISTA concibe el sentido y la construcción de la propia identidad desde un ineludible horizonte de relevancias (lo valioso y lo no valioso) que se adquiere en el seno de una comunidad, en un diálogo con otros en el contexto de unas costumbres, un lenguaje etc Vivimos el mundo y lo dotamos de sentido al adoptar un vocabulario comunitario que sirve para resaltar lo significativo y lo irrelevante. El comunitarismo siempre será sospechoso de etnocentrismo.

Por otra parte, el modelo LIBERAL insiste en la autorrealización del hombre que es que capaz de abrir-se un hueco en la trama de la sociedad, liberándose de la misma y de la red de sus prejuicios una vez que supera la ineludible etapa de minoría de edad ("mama" y acaba renunciando a su "mamá"). El santo patrón de esta actitud podría ser un cierto Kant que acusó a los hombres de perezosos por no atreverse a pensar por sí mismos sin la ayuda de otros. Los liberales son tildados de desagradecidos con aquellos que les dieron a la luz. Como dijo un crítico de Kant: muy malos deben ser los tutores si uno desea liberarse de ellos con las primeras luces.

Pues en esas estábamos, sospechando que el totalitarismo era una inflamación del comunitarismo cuando, leemos en Orwell ( 1984):


“Lo que ahora se disponía Winston a hacer era abrir su Diario. Esto no se
consideraba ilegal (en realidad nada era ilegal, ya que no existían leyes)
pero si lo detenían podía estar seguro de que lo condenarían a muerte...”
El sistema orwelliano es una espacio sin legalidad, sin prejuicio alguno previo. Un espacio de lujo para los anticomunitaristas. De hecho el Ministerio de la Verdad no comulga con tradición alguna ni sistema de pensamiento. Ni siquiera los hechos (que, claro, no existen como algo opuesto a su descripción) limitan la inmensa capacidad de autorrealización que posee el Partido y su hipóstasis el Gran Hermano. El Gran Hermano va más allá de Dios mismo. Si , como decía Ockham, Dios puede hacer todo aquello que no implica contradicción, el Big Brother hace de la contradicción su espacio. Y es que el Gran hermano no aspira a que la criatura edifique una teología o asuma una revelación o se salve. Es exposición pura de Poder. El paraíso anticomunitarista sin tradición se convierte en corral para un solo gallo que no crea tradición alguna . El Gran hermano se deleita en el constante cambio de una legalidad que, por permanentemente mutada, no existe (como ese Dios caprichoso que, omnipotente, cambia su obra porque se atreve a pensar-crear sin la ayuda de otro, ni siquiera su propia obra)

LA TRADICIÓN EN LA HISTORIA, LA AUTORREALIZACIÓN EN LA MUTACIÓN

La ley y la tradición delimitan un horizonte de sentido posible, diferencian y discriminan entre lo relevante y lo irrelevante; prohíben, sí, pero también posibilitan. La ley y la tradición crean una barrera a la imposición de un nuevo orden de cosas - que brota desde la oscuridad del no ser – e impide su dominio si previamente no se justifica según el lenguaje anterior, llevándolo hasta sus límites, estirándolo hasta crear un nuevo marco al modo evolutivo (con continuidad). El horizonte utópico se encuentra ya en el presente.

En la situación sin ley de 1984 las afirmaciones que el partido lanza desde el Ministerio de Propaganda – el Ministerio de la Verdad – no se justifican con ninguna continuidad. Funcionan como mutaciones absolutas---- Por ejemplo no sólo Oceanía no está ahora en guerra con Eurasia sino que nunca lo ha estado ( y no hay memoria que lo rectifique, aunque el lector de 1984 sabe que Eurasia es el gran enemigo la mayor parte del tiempo de la novela).

El totalitarismo no es, pues, radicalización del comunitarismo. Quizás sí lo sea de un cierto individualismo que reclama la autorrealización al margen de todo horizonte compartido, de toda tradición de preferencia, en la amnesia total. Si la identidad la obtenemos a golpe de decisión libre – al elegir justificamos la elección en el hecho mismo de ser elegida -, si no importa qué se elija, si lo que seremos puede nacer del fondo oscuro del no ser ¿qué impide a una Gran Hermano hacer real todo deseo o capricho convirtiendo a los otros individuos en espejos?.

En la cultura popular de la sociedad que vivimos podemos ser aquello que deseemos y decidamos. Basta con comprar X o Z y vestir como R o S. La Tendencia lo define todo cambiando de opinión cada Temporada. Las Tendencias son los atributos de un Gran hermano que mira taimado desde el omnipresente monitor.

domingo, 25 de febrero de 2007

El diálogo desnuda bajo la luna plena / y el fragor del solsticio (Anibal Núñez)

Me borro ayer ( o de ayer o hace unos días, cuando caí en la tentación del nombre).
Soy la cabeza borradora. Soy la tentación solipsista; el hundimiento en la precariedad y la quiebra de todos los puentes que unían la ciudadela asediada con los fantasmas reales.Tengo el privilegio de la metafísica
Vivo en el mundo.
Que a nadie importe.


(Imagen: Zamarrón: Cabeza borradora)

jueves, 22 de febrero de 2007

QUÉ COSAS ME PIDES!!!!


Por cortesía hacia Miguel Boulesis – que tanto nos da y que tan poco pide -, movido él por extraña petición o “meme”(?) emanada de la blog inmanencia, hago un pequeño esfuerzo por hablar de mi itinerario intelectual o lector. Creo que habría que diferenciar entre el itinerario personal – sujeto a la locura de las lecturas erráticas – y el itinerario intelectual o lógico que configura un cierto estilo de pensar ( de interés, por ejemplo, para los que participan en un diálogo). Esta casta distinción la considero apropiada pero no la puedo ejecutar por mi propia deficiencia. Aún no he encontrado el estilo y, por ello, no puedo reconstruirme lógica y estilísticamente. Por otro lado lo errante de las lecturas me parece tan carente de interés que no debiera ni comentarlo. En fin , casi pornografía se me pide – cuando menos exhibicionismo – y por ello accedo a escribir esta nota. Por vicio.

Creo que, en el fondo, nunca he sido un gran lector, ni he hecho grandes empeños por escribir (y digo esto porque la lectura y la escritura me parecen los dos atributos cognoscibles de “algo” que podemos llamar “vida espiritual” o intelectual). Sí que he sido fetichista de los libros y de la escritura. Lo seguiría siendo si tuviera más dinero y espacio para los primeros y un poco de fuerza de voluntad para la segunda.

Desde pequeño sentí fascinación por las enciclopedias y eso quizás explique mi tendencia confesable a la diseminación. Siento la llamada de todo y no doy respuesta plena a nada.¿Falta de compromiso o hiperconciencia de la precariedad y vanidad de toda especialización? No sé. Mis primeras lecturas supongo que son típicas y sólo citaré aquella que aún me hacen temblar melancólicamente: las Rimas y leyendas de Bécquer en mi edición de piel roja. Más tarde mi desarrollo mental ( precario ) me llevó al rock´n ´roll y, en especial, a las canciones de Lou Reed y, sobre todo, Jim Morrison, de The Doors. De Morrison – leía hasta el desgaste una colección de textos titulada Señores y Nuevas Criaturas - pasé, por su influjo, a Arthur Rimbaud y, desde él, a Antonin Artaud y, un poco menos apasionado, hacia Bertoldo Brecht . Y desde todos a la filosofía. Años locos, cabeza de chorlito como John Isidore, el personaje de P.K.Dick (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?) que se convirtió en santo patrón y hombre en la sombra de esta blog en sus inicios. Siguiendo un poco más con la literatura desde hace años leo con cierta afición a Paul Auster – aunque, curiosamente, no sabría narrar los argumentos de casi ninguna de sus novelas. También me he enamorado en más de una ocasión de Albert Camus – quizás por desprecio (sin sentido) a Sartre (salvo por A puerta cerrada) y sobre todo por su amor a la pobreza y al glamour parisino. Hace poco he descubierto a Joseph Roth – el austrohúngaro más decadente desde Sisí. También estoy degustando a Orwell en sus artículos.


¿Y la filosofía? Confieso que he leído ----- pero no me he especializado. Me gustan los libros de filosofía , aunque sean difíciles y no sabe uno si merecen la pena el dolor que pueden provocar (y si alguien me pide recomendaciones de lectura le conduzco todavía hoy hacia la literatura. Así soy de desalmado y desagradecido con la Señora que me da de comer). La lectura de la filosofía es una experiencia que ni recomiendo ni abomino. Salí de la facultad con un extraño interés por la obra de Eugenio D´Ors que me cayó del cielo. Su relectura me sigue desde entonces sin saber por qué. Un misterio. Tal vez por considerar aceptable la retórica católica aún en el ateísmo. Más tarde descubrí a Richard Rorty que, en la actualidad, me sigue dando satisfacción con sus planteamientos. En tiempos me gustó mucho Eugenio Trías pero cuando comenzó su deriva hacia “Las edades del Espíritu” lo abandoné (sin causa). Su ensayo “Lo bello y lo siniestro” me encantó en el primer año de estudios universitarios.

En cualquier caso hay algunos textos cuya lectura recuerdo – oh melancolía – con placer y a los que podría volver para reconocerme en ellos, para notar las huellas de mi lectura: Gorgias de Platón, La consolación de la filosofía de Boecio, el Discurso del Método y las Meditaciones del Cartesio – leí el Discurso una Noche Vieja de hace mil años, Nochevieja no celebrada por la muerte el día anterior de mi abuela, con un Descartes lejos de toda fuerza dogmática y tremendamente precario en su meditación -, la Apología de Raimundo Sabunde de Montaigne, los Prolegómenos a toda metafísica de Kant, Ecce Homo de Nietzsche, Temor y Temblor de Kierkegaard , El fuste torcido de la humanidad de Isaiah Berlin, Contingencia, ironía y solidaridad de Rorty, Tras la virtud de MacIntyre .... y no es esto selección recomendable sino pura biografía parcial o para el combate con las sombras (o, si se quiere ser más vulgar, las manchas que placeres lejanos han ido dejando en mi memoria como Bill Clinton en el vestido de Mónica Lewinski).

Quizá otro día analice la lógica de las lecturas. Más porno del alma y exhibicionismo, que estoy en edad de pequeñas y tranquilas perversiones.

lunes, 19 de febrero de 2007

GEORGE ORWELL: ¿QUÉ ES LA CIENCIA?(1945)

Leyendo algunos escritos de George Orwell me topo con un artículo publicado en Tribune el 26 de octubre de 1945 y titulado ¿Qué es la ciencia?. Año 1945: el 30 de abril de ese mismo año Hitler se había suicidado en Berlín y el 4 de mayo Alemania aceptó su derrota. Por otro lado, los días 6 y 9 de agosto dos bombas atómicas fueron explosionadas en Hiroshima y Nagasaki. Un contexto caliente, sin duda, para la reflexión. Suele decirse que estos “calentones” de las circunstancias no son apropiados para una lúcida meditación (ésta precisaría de la consabida distancia) pero, en el caso que nos ocupa, podemos afirmar la excepción. Ese mismo año Orwell publica Rebelión en la Granja y, una año después, comienza la redacción de 1984. Dos obras preclaras, maduras y con oportuna distancia crítica. En lo que sigue voy a tratar de comentar el contenido de esta artículo sobre la ciencia.

LA NECESIDAD DE LA EDUACIÓN CIENTÍFICA Y DE LA PARTICIPACIÓN DE LOS CIENTÍFICOS EN LA VIDA PÚBLICA

El punto de partida del artículo de Orwell es una carta de un tal Mr J. Stewart Cook acerca de la necesidad de solventar un grave problema de la educación en Inglaterra. Al parecer ésta tiende “ a descuidar los estudios científicos y favorecer los temas literarios, económicos y sociales”. Para Mr Cook la educación científica debe conseguir evitar el peligro de una “jerarquía científica” (se entiende: la división de la sociedad nacional e internacional en una minoría científicamente formada y una minoría tecno-analfabeta; o entre países desarrollados en la ciencia y países dependientes ). A la vez, se debe forzar a los científicos para que salgan de su aislamiento y se animen a participar de los asuntos de “la política y la administración”. Sin duda podemos decir que la famosa tesis de CP Snow sobre las dos culturas ( la científica y la humanística) y sobre lo nefasto del el exilio de los científicos de la vida pública era ya una “emoción común ” al menos una década antes. Por otro lado, las reflexiones de Cook me recuerdan a aquellas otras de un diputado español tras la derrota ante los americanos en 1898: no nos han ganado los yanquis – dijo aquel patriota - en valor ni en el campo del coraje sino en sus talleres y laboratorios. En 1945 se era consciente de que la aportación tecnológica del gigante del otro lado del Atlántico fue decisiva para rubricar la guerra, sin menospreciar (aunque haciéndolo) toda la mitología de aquel “sangre, sudor y lágrimas” de Churchill pero colocando cada cosa en su sitio.

PERO ¿QUÉ ES LA CIENCIA?

Orwell acepta la importancia de la formación científica en los tiempos que se inician pero señala con maestría un “ambigüedad lingüística ” que tiende a cometerse ( ¿o no es error ni confusión semántica sino estrategia de la neolengua que impera y que denuncia en 1984?). A saber: “En general, se entiende por ciencia a) las ciencias exactas como la química, la física, etc o b) un método de pensamiento que obtiene resultados comprobables de un modo lógico desde el hecho comprobado”.

Si se pregunta a un científico o a cualquier persona culta qué ciencia es la que se vindica o, simplemente, qué es la ciencia, se responderá lo dicho en b) . Sin embargo en la vida cotidiana “ciencia” se refiere a a) --- los estudios sociales son ciencias, sí, pero con apellidos, ya sociales ya humanas (¡glorioso que el término humano aluda a un debilidad de carácter!) o meramente humanidades, unidas así a ese otro campo, casi lo innombrable, en el que se encuentran – señala Orwell – “ un estadista, un poeta, un periodista o un filósofo” (Nota: ¡Deliciosa época en la que el periodista se asociaba al poeta y no al publicista o al hedor escatológico!). Por todo ello cuando se reclama “más ciencia” en la escuela no se insiste en la necesidad de formar en el método del escepticismo metodológico sino en ofrecer más datos sobre “radiactividad, las estrellas o la fisiología de los cuerpos y no precisamente a que aprendan a pensar con mayor exactitud”.

La trasfusión de connotaciones de un sentido a otro del término ciencia nos parece claro. Casi nadie cuestionaría que para desenvolverse en política y en los asuntos públicos poseer una actitud (un talante) como el recogido en la segunda acepción de ciencia es importante y positivo. Sin embargo, ¿es tan evidente que “un químico o un físico, como tal, es políticamente más inteligente que un poeta o un abogado, también como tal”?. Para Orwell millones de personas así lo consideran. El experto en “ciencias duras” y “hechos” físicos o el ingeniero que todo lo transforma se ofrece como nueva élite del buen gobierno de los asuntos públicos.

DE LOS LÍMITES DE LA CIENCIA EN LA COSA PÚBLICA

Ahora bien: ¿es cierto que el científico está más capacitado?. Orwell reflexiona sobre varias situaciones. Por un lado, los científicos no han sido menos afectados por el virus del “nacionalismo”. Sin duda fueron más los hombres de letras que acabaron en el exilio con la llegada de los nazis al poder que los de ciencia. Hitler contó con un importante aparato tecnocientífico para investigar “sobre petróleo sintético, reactores, proyectiles cohetes y la bomba atómica”. Más aún: no pocos científicos asumieron sin rubor las descabelladas tesis de una “ciencia racial”. Por otro lado, tampoco encontramos en los científicos una sensibilidad social crítica con el capitalismo. Antes bien, han asumido sin mayor rubor “los títulos nobiliarios” del sistema . Sólo hay una excepción: los científicos británicos comunistas no han aceptado las prebendas del status quo, aunque, claro, su opción política a Orwell no le hace sino confirmar su tesis: existe en el científico positivo una cierta tendencia al dogmatismo, lejos del más sano escepticismo. En fin, la creación de la bomba atómica sin demasiados tapujos morales es otra situación que debe hacernos pensar.

Por lo tanto, ¿educación científica?. Si, por supuesto, pero “implantación de un hábito mental racional, escéptico y experimental”. Sin embargo la idea de que la ciencia es más “una manera de mirar al mundo y no simplemente un cuerpo de conocimientos, encuentra gran resistencia”. Hemos pasado, considera Orwell, de una época en la que Charles Kingsley hace cien años definía la ciencia como “producir malos olores en una laboratorio” a una situación en la que un joven químico industrial le informaba a nuestro autor de que “no podía comprender para qué servía la poesía”.

Educación científica para todos y formación no científica para los científicos. Orwell, al final de su artículo, piensa en ese grupo de investigadores que se negaron a trabajar en el ingenio nuclear al comprender sus objetivos: “he ahí un grupo de hombres cuerdos en medio de un mundo de locos. Y aunque no se publicaron sus nombres, creo que hay que suponerlos personas de un fondo de cultura amplio, con alguna preparación en historia, literatura o las artes; en resumen, personas cuyos intereses no eran, en el sentido corriente de la palabra, puramente científicos”.

jueves, 8 de febrero de 2007

AÑO DE LA CIENCIA PARA LOS CIUDADANOS

Un año más de celebraciones. Nada en contra de celebrar, festejar o sonreír amablemente – incluso un punto piripi – en una época tan agria como la que en ocasiones parece que vivimos. Éste toca el Año de la Ciencia. Con el corazoncito triste sabiendo que nunca habrá un año de la Filosofía, aplaudimos la iniciativa porque apostamos por la ciencia. Somos modernos (o casi) a pesar de todo.

Un antiguo profesor de mi época en la Universidad del Salamanca Miguel Ángel Quintanilla – al que asocio con el álgebra de Boole entre el humo del tabaco –, hoy Secretario de Estado de Universidades e Investigación, comenta los objetivos del proyecto(El País, 7 de febrero de 2007):

1.- El Año de la Ciencia quiere acercar la ciencia a los ciudadanos, especialmente los jóvenes, superando el profundo (y tradicional) desconocimiento del mundo de la ciencia. “Es el año de la ciencia para el público, no el año de la ciencia para la ciencia”. El desconocimiento de la ciencia no importaba en la época de la Verbena de la Paloma pero hoy la ciencia “precisa apoyo social, prestigio social, que los ciudadanos participen en el desarrollo científico”.

* El Año de la Ciencia nos debe hacer tomar conciencia de que los contenidos de
la ciencia y la tecnología lo son también de la “cultura general”. Y entiendo que cultura general es la que nos permite, no sólo jugar al Trivial sino comprender la vida propia en el mundo.

* El Año de la Ciencia intentará subrayar la importancia de la investigación en el desarrollo de la economía.

2,.- Por otro lado, no se trata sólo de festejar. Debemos crear “estructuras estables” para prolongar el Año de la Ciencia --- Algunos ejemplos: desarrollo de un servicio nacional de divulgación científica (el OTRI: Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación), de una Red de Museos de Ciencia y Tecnología que apoye las exposiciones más interesantes y las haga circular por el territorio. También se botará un nuevo buque oceanográfico ( llamado Sarmiento de Gamboa).



Nada de objetar a las buenas intenciones siempre que se apoyen en decisiones políticas sabias y poderosas. No está de más que se asocie con el año del centenario de la Junta de Ampliación de Estudios – el instituto de apoyo a la investigación antecedente del CSIC y que fue demolido por Franco nada más finalizar la Guerra Civil.

El proyecto se enfrenta con la aparente desgana de la gente respecto a la ciencia (Ver informe sobre la percepción de la ciencia ), actitud derivada tanto de una tradición histórica nacional como de la dificultad intrínseca de todo saber.


En cualquier caso seamos optimistas: existen magníficos ejemplos de divulgación - desde libros a museos - y grandes “comunicadores”. Por otro lado, la asociación de ciencia y desarrollo económico (o bienestar) creo que ha calado con más energía que el contenido de la ciencia. De otro modo: el “mito” – en el mejor sentido – de la ciencia ha prendido nuestros corazones más que el contenido del mismo. Esto explica el prestigio del investigador y de la ciencia entre la gente del común pero el poco interés por la ciencia como tal. Desde luego, si no se materializa una masa crítica de individuos – sobre todo jóvenes – interesados por la ciencia – quizás no se genere un cuerpo de investigadorespara dinamizar el sistema español de ciencia (a los que, paradójicamente y cruelmente, luego se malvenderá al extranjero. Esperemos que no, claro.).

La ciencia – ya hemos asumido a Snow y su idea de Tercera Cultura - es parte de la cultura general, de la “alta cultura” que suponemos nos acerca a la verdad, la belleza y la justicia (o el bien), tanto como Cervantes o Shakespeare. Deseamos desde aquí que el año de las ciencias no implique la reducción de los saberes no científicos al jardín de los animales exóticos y decorativos. La reflexión extrínseca a la ciencia es tan necesaria como lo es la ciencia para la reflexión o meditación “transcientífica”.