viernes, 30 de marzo de 2007

PRINCIPIOS DE BIOÉTICA Y LA POSIBILIDAD DE LA AUTONOMÍA


Esta semana hemos finalizado en CTS el tema dedicado a los principios generales de la bioética y nos disponemos, después de estas vacaciones, a abordar el análisis de algunas cuestiones concretas dentro de este campo que pueden resultar de interés (la eugenesia, la eutanasia, la reproducción técnicamente asistida etc.). Como colofón hemos comentado los cuatro principios básicos de la ética biomédica que propone Diego Gracia : Nivel 1: No maleficencia y Justicia. Nivel 2: Beneficencia y Autonomía.

La autonomía es una noción clave en la práctica médica contemporánea de igual modo que lo es en todo el orden socio-cultural. En nuestra época la libertad y el derecho a la autodeterminación personal – el derecho a la diferencia – están presentes tanto en las discusiones filosóficas como en toda la retórica del mundo de la moda, la publicidad y los mass media, pasando por la reflexión política. Recordemos aquí a Foucault:

“Para practicar como es debido la libertad es preciso ocuparse de sí, cuidarse de sí, tanto para conocerse... como para formarse, para superase a sí mismo, para dominar los apetitos que corren el riesgo de arrastrarnos”

En el orden de la ética médica el derecho a la autodeterminación se manifiesta detrás del llamado “consentimiento informado”, la polémica de la eutanasia o las nuevas propuestas eugenésicas. Se supone que el sujeto tiene capacidad para cuidar de sí y establecer el tipo de persona que desea ser. Este derecho a la autonomía puede radicalizarse hasta el extremo de la modificación casi completa de la identidad – como en algunas propuestas transhumanistas, cyberpunk, transexuales etc.

Ahora bien: de igual modo que el derecho a la autodeterminación política es clarísimo en la teoría – “Navarra será lo que los navarros quieran” – pero mucho más complejo en la práctica, la autonomía del paciente en el orden de la medicina se encuentra en un estado de inestabilidad funcional. En efecto, la autodeterminación se ve limitada por la propia situación “desencajada” del enfermo como tal. No en vano se le denominó “paciente”. En la enfermedad la presión generada por el dolor, el miedo y la esperanza (además de los efectos colaterales de las propias terapias), ¿imposibilita la autodeterminación? Más aún: si el conocimiento es componente básico para una correcta decisión libre – la prudencia es la virtud que domina en esto casos - la propia complejidad del conocimiento médico nos encierra en un horizonte de dificultad enorme. De hecho, un “ligero movimiento de muñeca legislativo” –que los propios profesionales de la sanidad pudieran solicitar para efectivizar su trabajo – podría convertir la autodeterminación en algo que se deja en la entrada del sistema de la salud como se meten las ropas dignas en una bolsa de plástico y se sustituyen por el indigno camisón abierto por la espalda y que permite enseñar el culo sin mayor matización.

La reflexión y la toma de decisiones previas a los momentos de quiebra de la salud y una actitud del médico que realmente apueste militantemente por el derecho a la autonomía del paciente se convierten en dos medidas imprescindibles. El experto – en este campo médico y en tantos otros – debe redefinir sus funciones. La ilustración y la autodeterminación no implican negarse a aceptar la acción formadora del tutor si el tutor es consciente que su tutorado está destinado a la decisión final que no debe temer. El experto debe saber de lo relevante de su posición y su consejo a la par que el sujeto de la decisión toma conciencia de lo inevitable de la decisión.
ENLACES DE BIOÉTICA:

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