Un importante banco español regala a los niños que abran una cuenta de ahorros un paquete de 300 cromos de la Liga de Fútbol Profesional que edita Panini. “La promoción incorpora una oferta financiera y no financiera para los clientes más pequeños de BBVA, los denominados Miniblue –de hasta 14 años -. Los que abran una ‘Cuenta Miniblue’ recibirán, además de una rentabilidad del 3% por sus ahorros, el regalo de 300 cromos de la Liga BBVA. Con esta campaña, el Banco prevé vincular a 300.000 clientes jóvenes de menor edad”. En la imagen publicitaria vemos un niño con montones de cromos a su lado, un poco en la posición del gángster que, después del atraco, se cubre y duerme sobre una cama de billetes. O el tío Gilito.
La posibilidad de acceder a la colección por la vía bancaria rompe con ciertos modos o costumbres asociados – al menos en mi memoria – a la idea de “colección”. Para empezar, no es preciso acudir al kiosko a comprar sobres de cromos ni entablar una relación de intercambio con los otros niños del colegio. De hecho la colección se inicia antes (y fuera) del colegio. El talante del coleccionista - inmerso en un proceso (lento y esforzado) en el tiempo - se quiebra. Ser coleccionista – la base del orden social según decía Mustafá Mond en el Mundo feliz de Huxley- deja de ser tarea paciente en la que cada individualidad tiene su esfuerzo. Para el niño del Banco no hay combate por el cromo y desaparece el mítico “cromo difícil”, aquel que se debe intercambiar por muchos otros y hasta por favores personales. El coleccionismo infantil se incorpora al marco del “pelotazo” y, el día del inicio de las clases, algunos niños llegarán al cole con la colección finalizada – digna ya de exhibición – o, en su caso, con un desbordante montón de cromos repetidos que apabullan al nene menos favorecido. Por otro lado, las primeras cartas que se envíen con la palabra f-ú- t- b- o- l (o algo por el estilo) formada con las letras que aparecen en la parte de atrás de los cromos recibirán un regalo estrella (un balón o una camiseta). El niño del Banco, desde luego, tiene la posibilidad casi inmediata de formar la palabra con su ingente carga de cromos y sin esfuerzo ni mérito ni suerte. El niño del banco – el coleccionista a la antigua – que acude al kiosko y cambia cromos con los amigos, nunca accederá al premio.... por un problema de tiempo.
La escuela, en su configuración clásica, tiene algo de coleccionismo al modo antiguo. El alumno debe hacerse con las papeletas del aprobado en un proceso lento en el que cada cromo – o asignatura – exige un esfuerzo y un tiempo en el que, en principio, todos se ubican en una posición de relativa igualdad. Ahora bien: ¿existe una paralelo escolar del Banco que ofrece cromos? La familia y sus recursos, el tipo de escuelas y centros educativos, suponen elementos de ventaja para algunos que no niegan una ruptura – quizás in justa – de la igualdad predicada por el sistema. También en el pasado los niños con recursos podían comprar los cromos de diez en diez sobres. Pero cabe pensar si puede ofrecerse –por un precio – un curriculum garantizado, algo así como la colección de cromos completa. En estos días vemos en los centros educativos como los alumnos cambian su matrícula para matricularse “lugares más fáciles”. ¿Cuánto de más fácil?
La posibilidad de acceder a la colección por la vía bancaria rompe con ciertos modos o costumbres asociados – al menos en mi memoria – a la idea de “colección”. Para empezar, no es preciso acudir al kiosko a comprar sobres de cromos ni entablar una relación de intercambio con los otros niños del colegio. De hecho la colección se inicia antes (y fuera) del colegio. El talante del coleccionista - inmerso en un proceso (lento y esforzado) en el tiempo - se quiebra. Ser coleccionista – la base del orden social según decía Mustafá Mond en el Mundo feliz de Huxley- deja de ser tarea paciente en la que cada individualidad tiene su esfuerzo. Para el niño del Banco no hay combate por el cromo y desaparece el mítico “cromo difícil”, aquel que se debe intercambiar por muchos otros y hasta por favores personales. El coleccionismo infantil se incorpora al marco del “pelotazo” y, el día del inicio de las clases, algunos niños llegarán al cole con la colección finalizada – digna ya de exhibición – o, en su caso, con un desbordante montón de cromos repetidos que apabullan al nene menos favorecido. Por otro lado, las primeras cartas que se envíen con la palabra f-ú- t- b- o- l (o algo por el estilo) formada con las letras que aparecen en la parte de atrás de los cromos recibirán un regalo estrella (un balón o una camiseta). El niño del Banco, desde luego, tiene la posibilidad casi inmediata de formar la palabra con su ingente carga de cromos y sin esfuerzo ni mérito ni suerte. El niño del banco – el coleccionista a la antigua – que acude al kiosko y cambia cromos con los amigos, nunca accederá al premio.... por un problema de tiempo.
La escuela, en su configuración clásica, tiene algo de coleccionismo al modo antiguo. El alumno debe hacerse con las papeletas del aprobado en un proceso lento en el que cada cromo – o asignatura – exige un esfuerzo y un tiempo en el que, en principio, todos se ubican en una posición de relativa igualdad. Ahora bien: ¿existe una paralelo escolar del Banco que ofrece cromos? La familia y sus recursos, el tipo de escuelas y centros educativos, suponen elementos de ventaja para algunos que no niegan una ruptura – quizás in justa – de la igualdad predicada por el sistema. También en el pasado los niños con recursos podían comprar los cromos de diez en diez sobres. Pero cabe pensar si puede ofrecerse –por un precio – un curriculum garantizado, algo así como la colección de cromos completa. En estos días vemos en los centros educativos como los alumnos cambian su matrícula para matricularse “lugares más fáciles”. ¿Cuánto de más fácil?
¿Garantiza alguien la totalidad de la colección escolar por un precio? ¿Cabe un Mefistófeles al que vender el alma de los niños o sus padres a cambio de una garantía de éxito – al menos en cuanto al papel o título?
1 comentario:
buen artículo.
Así, trabajan los hábitos, las costumbres de la gente todas estas empresas; manipulando, escondiendo, "hacienod fácil y accesible el servicio", insuflando "valores" de egoísmo, de acumulación, de hiperindividualidad, valores financieros en vez valores humanos, sociales.
Denunciar es imprescindible.
Salu2
Publicar un comentario