lunes, 14 de febrero de 2011

Joven con bayoneta o espray

  Agustí Centelles

Hoy voy a ser como viejo amargado. Soldado en la reserva que mira el desfile de los muchachos que dicen buscar las trincheras en el subterráneo. 
Escupo mi viejo tabaco - calamitoso grumo protocancerígeno -  en las vías del metro.

Atrevimiento.

"Por lo menos yo he tenido cojones para hacerlo" - me dice él.

(Él me golpea el muslo contundentemente - en el modo visionario de la metáfora y en la ceguera de la piel que oculta la pequeña hemorragia. Para él atrevimiento  equivale a tomar al asalto el vagón del metro. El valor es el nombre debilitado del choque adrenalínico. Desde pequeño odié el tener cojones).

Osadía y temeridad.

No basta el valor, querido Aristóteles, esa fuerza liberada de insania que apuntalaba sabiduría y prudencia.  Hoy estamos lejos de la vida buena y nos exigimos (para mayor excitación) un disparo rápido de sexo, de violencia, un flash de lo que sea, way of life tecnocapitalista que nos hace ameba a imagen y semejanza del nuevo dios

 enfermo, morboso, megaexcitado en su propia viagra: deslocalización, despido, espuma especulativa que nos llena la próstata de rigor deconstructivo e inconsciente: es un cualquiera en el otro lado el que muere para que yo retoce con "velinas" ---- o, como su doble barriobajero, pandilleros o pijos de suburbio vomitando su propio esperma empaquetado en aerosoles de colorín diverso y formas previsibles que ciegan ventanas y llenan las calles de monotonía

 No caben esas costumbres que definían un estilo de vida filosófico.  No cabe vivir al margen de la insania. Se nos exige, al menos, ser un poco extravagantes, lunáticos, marcianos, raritos, bichín de individualidad homogénea. Hoy el peligro que nos salva  oscurece previamente la razón para que no se noten sus piezas, su vulgaridad de hembra en celo que dice amar o de chavalote que compra orquídeas  para su chorba con perro peligroso en la cadera y marijuana en los pulmones... precisamente el día de San Valentín.

Lo idiota no quita lo imbécil. Y así día tras día .....Lo importante es que se cierre todo acceso a una salida elevada y exigente.

Golpe químico de una pulsión llena de ira que se enreda en espiral de pegamento inhalado. Mucha ira tan ciega y tan falsa, como de plástico barato, adquirida al por mayor en tienda china de Lavapiés. No basta un odio - que dé lugar a la indignación - sino que se exige abundancia de envoltorios, de pinturas. No se reconoce el alma sino en el marcaje de un único signo, un nombre, una firma, una muesca repetida hasta el hastio, provocando un vómito del alma, el vómito de la cultura que se trastorna y reitera y reitera y reitera como un anuncio, como un mensaje electoral, la puta tabla de multiplicar o las series en las mil cadenas, las caras intercambiables de Berlusconi y Mubarak . Repetir sólo un gesto. Eso es la ira. Eso es la indignación. Destrozar el vagón del metro es el único acceso hacia la realidad.

- Ser respetado es mi objetivo - me dice.





Soy el soldado que retrata Agustí. No me dirijo, en la extraña angulación que me muestra en la foto, a ninguna parte. Sin embargo pronto se abrirá la escena del combate y me convertiré en el sudor que fusiona la piel y el tejido, el aliento ahogado, la sequedad en la garganta y la certeza de que entre la punta de de mi bayoneta y mi corazón se mide exactamente el fusil armado con la cuchilla mortal del enemigo. Podríamos ensartarnos mutuamente pero sé que seré yo el que penetre, que la bayoneta del otro sólo rozará mi guerrera.

Soy sudor, el soldado del atrevimiento. Esa es la osadía del que choca brutal contra la muerte.

"Por lo menos yo he tenido cojones para hacerlo"- me dijo como si fuera el soldado con su bayoneta. Me golpeó el muslo y comprendí por qué, desde mi infancia, había odiado el "tener cojones". Una anticipación siniestra.

Rezo por la desaparición del macho.

No hay comentarios: