lunes, 12 de enero de 2009

La escritura.No tengo puñeteras ganas de escribir (por eso escribo con labio bitacorino). Me gana la escritura como esa cabeza muerta que desequilibra el cuerpo en los días de helada hacia el lado contrario (siempre se cae hacia el lado contrario). La cabeza es hoy colgajo, recuerdo o espíritu siamés de todas las perezas dolientes. La difunta me incita a la escritura. Escribo muertos con la esperanza secreta en la resurrección (de la carne ---- tras el juicio final Jesucristo repartirá viagra).

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La filosofía.

Hoy Miguel Boulesis habla del pequeño drama - seamos sinceros: de la comedia bufa - de hablar de eso por lo que se nos paga para que hablemos. Para ser filósofo hay que ser verdaderamente grande. Se ha tenido que salir injuriado del mundo de los poetas. Hay que ser un perro (Kan-t ó Diógenes). Las tortugas bicéfalas jamás serán buenas filósofos.

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Al iniciar el año abrí mis axilas a la esperanza:si no me había convertido en un monstruoso insecto aún podía conseguir abrir el futuro a la Gran Obra. Me miré al espejo y me dispuse a ganar en singular carrera a Aquiles.

(Jim Morrison, el rey lagarto, me bautizó lisérgico como tortuga bicéfala. Otro puto nombre)

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