Franz Marc Los lobos (Guerra de los Balcanes), pintada en 1913.
Óleo sobre lienzo, 70,8 x 139,7 cm ( Albright-Knox Art Gallery, Buffalo, Nueva York)
Óleo sobre lienzo, 70,8 x 139,7 cm ( Albright-Knox Art Gallery, Buffalo, Nueva York)
“Lo que hay que buscar en la pintura es la sugestión, no la descripción”
( Paul Gaugin).
( Paul Gaugin).
1913: El pintor busca el alma de las cosas – no sólo, como a veces de dice de los expresionistas, “su alma” y sus inquietudes obsesivas. El artista se encara con el Alma del Mundo, el principio de los tiempos que ordena la historia – el presente y el porvenir – estableciendo la base de una conexión entre todos los hechos. Esta afirmación tiene mucho de creencia y hasta de locura, claro está, pero parece que, al menos en el ámbito artístico, cabe esta redescripción del mundo. Es lo sublime sustituyendo como núcleo de la estética a lo bello; la verdad de la ciencia se trueca por la verdad del arte. El artista se mira en los ojos del chamán.
Franz Marc habla de la pintura como “segunda visión” y considera que el arte es vehículo de conocimiento. El conocimiento artístico se incluiría, tal vez, en el último grado del saber platónico – la intuición intelectual – aunque se fraguaría no como concepto (esa es pretensión de filósofos) sino por la vía de una sobresignificación desvelada en la intuición sensible. La materia concreta – en nuestro caso los lobos y los colores y las formas - muestra enlaces significativos con la realidad histórica (la preguerra, en 1913) y con el alma del observador. El artista los trascribe.
Esta “ciencia del arte” es alternativa a la ciencia – en la tradición de la Naturphilosophie alemana – y a la técnica – porque también pretende transformar el mundo. Frente al espíritu materialista y positivista del mundo burgués de final del siglo, el expresionista reclama un retorno al espíritu. Como dice el crítico de arte Paul Fechter: “ (Es) el viejo espíritu gótico que, a pesar del racionalismo y el materialismo, levanta la cabeza una y otra vez”.
De algún modo, nos plantea el artista, como el hombre parece ser incapaz de comprender su mundo – al borde de la guerra – y de transformar su alma para hacerla mejor (¿dónde quedan los ideales de perfeccionamiento y esfuerzo en la sociedad de las masas, del consumo y de la información?); en definitiva, como lo humano se ha tornado mísero y la única salida es la superación (en la línea de Nietzsche) del hombre, cabe mirar desde otra perspectiva no-humana o inhumana para tratar de comprender y salvar:
“El hombre impío que me rodeaba (sobre todo el masculino) no estimulaba mis verdaderos sentimientos, mientras que el sentimiento vital virginal del animal hacia despertar todo lo bueno que hay en mí… ya muy temprano el ser humano me pareció ‘feo’; el animal me parecía más bello, más puro(...) Y del animal me separó un instinto hacia lo abstracto, que me excitaba aún más” (...)Yo… intento sentir de modo panteísta el temblor y el bullir de l a sangre en la naturaleza, en los árboles, en los animales, en el aire… Para mí no existe ningún medio más feliz para la ‘animalización del arte’ que el cuadro de animales. (Marc)
El pintor nos descubre la incapacidad del hombre para nada superior ni excelente. La segunda visión nos conduce al Apocalipsis. Marc- según nos comenta su amigo Paul Klee – se ve feliz en la guerra. Pareciera como si en 1915, dos años después de la realización del cuadro, Marc hubiera radicalizado aún más su posición: la fealdad del mundo exige un cataclismo. La ruptura de las formas para liberar el espíritu – la tarea de su arte cada vez más cercano a la abstracción – parece que tiene su consecuencia lógica en la necesidad de asumir la muerte como paso final de liberación del alma.
2008: Los lobos de Marc se convierten en especies protegidas. Personajes de Disney. El animal humillado es otra vez signo, sombra o doble del hombre. El puente hacia el superhombre que vieron Nietzsche y Marc se hundió por el peso del bailarín o del dibujante. Al fin y al cabo, el artista era hombre, demasiado gordo, para el liviano puente. Olvidaron Nieztsche y los expresionista el consejo de Montaigne:
«que pretender hacer el puñado más grande que el puño; la brazada mayor que los brazos, y esperar dar una zancada mayor de lo que la longitud de nuestras piernas consienten es imposible y monstruoso. El hombre se elevará si milagrosamente Dios le tiende sus manos, renunciando y abandonando sus propios medios, dejándose alzar y realzar por los que son puramente celestes”.
Sin Dios la fealdad que Marc encontraba en los humanos se extiende al orden de lo bestial. Un efecto colateral de la conciencia ecológica.
Pero asumamos una nueva metamorfosis irónica. El lobo se ha transformado en El Perro Semihundido o El Perro en la Arena (1820 / 21. Museo del Prado) de Francisco de Goya. Pero abrámonos a la esperanza - ahora postmoderna - en homenaje a Marc. El cuadro de Goya mantiene uno de los elementos del cuadro de Marc: el color amarillo, ese amarillo que protege la loba dormida del segundo plano y que aludía al elemento “femenino, alegre, sensual”.
¿Será el perro hundido en la arena la cría parida por la loba desde los tiempos heroicos y captada por Goya un siglo antes? ¿Somos nosotros los perros goyescos, contingentes y anhelantes de la solidaridad que no llega? ¿Es hoy nuestro alma y nuestra utopía femenina, alegre, sensual?
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