Ceux qui font les révolutions à moitié ne font que se creuser un tombeau.
-- La revuelta de la imaginación (contra tradiciones podridas y callejones sin salida) o es total o terminas reflejándote en el espejo como tu enemigo. Los que hacen las revoluciones a medias no hacen más que cavar sus propias tumbas – decía ella, sentada en la mesa ( no en la silla; quiero decir, con el trasero apoyado en el mármol sucio) y envuelta en el humo del combate.
¿Quiénes hacen las revoluciones a medias? Aquellos que, como yo, queríamos meter a la imaginación en medida o cintura. Aquellos que – nos llamaron miedosos - frenan su capacidad para generar posibilidades infinitas en el deseo de que algo no sea sólo deseo. Los que ajusticiamos a la imaginación y sus imposibles en la plaza del recuerdo no vivido: las noches felices del verano, las playas donde el niño pobre juega a fútbol o los escaparates que reflejan al joven provinciano que desea comprar esa chaqueta de espiguilla que tan bien le ha de quedar. El recuerdo no vivido, vivido en él – en este caso, Albert Camus - pero no por ello mismo menos real ------él, él, él : Albert Camus, muerto antes del colapso del 68; él que paso del Calígula Nihilista a la vindicación del rebelde, la revolución moderada por el humanismo mediterráneo, cálido, carne y hueso alejados de lo que se aleja (las Ideas y los transmundanos, todas las posibles Ideas que genera la imaginación debocada).
-- Camus cavó su propia tumba – dice ella mientras me prohíbe el último beso. Era un pobre pied-noir acomplejado. Utilizó la fuerza del nihilismo para medrar en la sociedad burguesa. Por eso acabó tan cerca del catolicismo, la tumba más profunda.
Frenar la imaginación: el despligue de las noticias de última hora, el juego biotecnológico, el incesante devenir de las modas, las crisis cíclicas, la conversión de toda casa en ciudad, Paris Hilton, el ironismo público(quizás también el privado), Madonna, los proyectos legislativos, las neopedagogías y las antipedagogías, la sucesión de amantes, el descubrimiento del Mediterráneo. Diez años sin estrenos, sin noticias, sin novedades ni transgénicos.
Acelerar la memoria, si fuera posible, evitando su descomposición en quarks espirituales. Leer a los maestros.
(Y, sin embargo, nos sentimos encantados con la loca. Al fin y al acabo ella es la única que se dejó meter mano. Fuimos para ella, en nuestra precaria incapacidad y fealdad, una posibilidad amorosa. Para ella todos somos grandes pensadores. Y este blog es equivalente al Bhagavad Gita. Por eso nos encanta
-- La revuelta de la imaginación (contra tradiciones podridas y callejones sin salida) o es total o terminas reflejándote en el espejo como tu enemigo. Los que hacen las revoluciones a medias no hacen más que cavar sus propias tumbas – decía ella, sentada en la mesa ( no en la silla; quiero decir, con el trasero apoyado en el mármol sucio) y envuelta en el humo del combate.
¿Quiénes hacen las revoluciones a medias? Aquellos que, como yo, queríamos meter a la imaginación en medida o cintura. Aquellos que – nos llamaron miedosos - frenan su capacidad para generar posibilidades infinitas en el deseo de que algo no sea sólo deseo. Los que ajusticiamos a la imaginación y sus imposibles en la plaza del recuerdo no vivido: las noches felices del verano, las playas donde el niño pobre juega a fútbol o los escaparates que reflejan al joven provinciano que desea comprar esa chaqueta de espiguilla que tan bien le ha de quedar. El recuerdo no vivido, vivido en él – en este caso, Albert Camus - pero no por ello mismo menos real ------él, él, él : Albert Camus, muerto antes del colapso del 68; él que paso del Calígula Nihilista a la vindicación del rebelde, la revolución moderada por el humanismo mediterráneo, cálido, carne y hueso alejados de lo que se aleja (las Ideas y los transmundanos, todas las posibles Ideas que genera la imaginación debocada).
-- Camus cavó su propia tumba – dice ella mientras me prohíbe el último beso. Era un pobre pied-noir acomplejado. Utilizó la fuerza del nihilismo para medrar en la sociedad burguesa. Por eso acabó tan cerca del catolicismo, la tumba más profunda.
Frenar la imaginación: el despligue de las noticias de última hora, el juego biotecnológico, el incesante devenir de las modas, las crisis cíclicas, la conversión de toda casa en ciudad, Paris Hilton, el ironismo público(quizás también el privado), Madonna, los proyectos legislativos, las neopedagogías y las antipedagogías, la sucesión de amantes, el descubrimiento del Mediterráneo. Diez años sin estrenos, sin noticias, sin novedades ni transgénicos.
Acelerar la memoria, si fuera posible, evitando su descomposición en quarks espirituales. Leer a los maestros.
(Y, sin embargo, nos sentimos encantados con la loca. Al fin y al acabo ella es la única que se dejó meter mano. Fuimos para ella, en nuestra precaria incapacidad y fealdad, una posibilidad amorosa. Para ella todos somos grandes pensadores. Y este blog es equivalente al Bhagavad Gita. Por eso nos encanta
la falange de los ironistas.
Ella desencadenó la trampa: no llegar hasta el final es hacer más honda la tumba. Pero es imposible llegar al final del imposible y de la imaginación que trabaja desde el cero. Luego la condena es eterna).
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