jueves, 22 de septiembre de 2005


La cuestión más difícil es mirar. Para mirar las manos ordenaron que se hicieran crecer los ojos y los ojos articularon extremidades y las extremidades instrumentos de navegación. Después la cantidad de instrumentos, extremidades articuladas y ojos de visión extendida fue tal que las manos comprendieron la necesidad de ver esos ojos articulados, esas extremidades navegantes y los propios instrumentos de visión que nos permitían mirar.

Las manos se quedaron quietas sobre el paisaje. Reflexionaban sobre su objeto y su tarea pendiente:

¿qué mirar?

¿aquello que la mano palpaba en la lejana jornada en la que decidió que le crecieran los ojos y las extremidades articuladas?

¿O los propios ojos, las propias extremidades, aquello que media entre el deseo de ver y lo que merece ser visto?

Corremos perplejos con la vista puesta en el vacío de los mundos habitados.Los números signan las piedras. El té reposa en la mano y conservamos un pez boquiabierto como recordatorio de algo(¿qué?). No hemos aún asimilado las inmensas utilidades que la tecnología y la ciencia nos ofrecen. Tampoco sus riesgos ni sus pánicos. Las manos articuladas nos traen algo que no sabemos si coger con nuestros débiles y carnosos dedos. Pero sin duda lo más difícil será asumir la enorme cantidad de belleza que estamos desvelando en esos huecos de la eficacia y el conocimiento. Belleza o dolor o monstruosidad, que todo cabe.

Buen viaje navegante




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