lunes, 31 de enero de 2011

DOVE NON SO

Edvard Munch. Bosque (1903)


"No me ha quedado ninguno. Uno ha muerto y el otro se ha matado.  Sólo vive aquél que era necesario matar"
"¿Varýkino no es acaso un lugar perdido en el bosque, donde nunca sucede nada?"
(Doctor Zhivago, Boris Pasternak).

 - I - 

 Supongamos que, en una percepción medianamente rigurosa del amor o la amistad (dejemos la diferencia entre ambos para otro día),  no cabe que el amigo  nos niegue las palabras necesarias para pasar el mal trago o dar testimonio de nuestra presencia y estima. Digamos, por consiguiente, que si llamando a la casa del amigo encontramos su fuego apagado y nos dice que no nos esperaba, la amistad se hace por definición añicos y se fragmenta en mil cristalitos (no de los que reflejan colores sino de los que cortan). La amistad era un mal sueño y nuestra pretensión ridícula.  No creo que seamos muy rigurosos si exigimos al concepto de amistad esa prueba:  que despeje en la tiniebla un espacio en torno al fuego de hogar y compañía para pasar la noche.

 Pues bien: esta consideración de la amistad se nos muestra claramente insuficiente si tenemos en cuenta que la negación del amigo no tiene por qué destruir la amistad. A la historia sagrada me remito:  San Pedro negó tres veces a Jesús y marcó su cara por la vergüenza sólo en los postres de la última traición. Y, sin embargo, no dejó de ser el elegido, el representante del Señor en la Tierra o la piedra que erige la geología de la comunidad.

 El amor y la amistad no caben en nuestros intentos de comprensión, ni en imagen ni en palabra. La realidad muestra una vibración u oscilación característica que hace que toda conceptualización pueda ser cuestionada ("no es exactamente así") o negada ("No es eso, no es eso"). Incertidumbre del arte y la escritura....

 Este hecho nos permite concluir que:

  • la poética del silencio o del lienzo en blanco está aposentada en el origen mismo de nuestros intentos artísticos: las palabras y las imágenes son desbordadas por la vibración de las cosas (nuestra impotencia o falta de habilidad creadora viene luego, como mala excusa, como negación de una amistad por un malentendido).

  • el uso de la escritura como elemento terapéutico está condenado al fracaso porque la palabra no puede con la complejidad de las emociones y convierte  todo decir en "expresión payasa". O dicho de otra forma: el escribiente debiera olvidarse de la cura y centrarse en la búsqueda de un artefacto artístico, una ficción en la que se muestre el primado de la forma insatisfecha.

"... el arte está siempre al servicio de la belleza y la belleza es la felicidad de dominar la forma. La forma es el presupuesto orgánico de la existencia. Todo lo que está vivo debe tener, para existir, forma, y por eso el arte, incluso el arte trágico,es el relato de la felicidad, una felicidad tan trágica y llena de lágrimas que tenía la cabeza cansada y dorida" (Doctro Zhivago, B. Pasternak)
-II -

En la muerte de Yuri Andréyevich Zhivago  retorna a escena -  convirtiéndose en motor de su funeral callado - la muy amada (o amiga en la fatalidad)  Larisa Fiódorovna, separada de Yuri desde hacía más de una década y que habitaba en algún lugar al otro lado del mundo. Aparición de Lara sin duda providencial y cargada de significado... ¿O estamos ante un chapucero  deus ex machina? ¿Dónde acaba la licencia literaria y poética para forzar casualidades y encuentros providenciales? Que alguien realmente importante en nuestra vida se presente casualmente en nuestro funeral para arreglar las flores y besarnos la frente rígida (destensándola de paso) es increíble para un intelecto medianamente sano.

Sólo la Providencia divina o la ficción poética pueden mostranos este hecho sin provocar risa. O mejor: no es que la Providencia o la poética cancelen la risa de estas casualidades. Sucede que paralizan la burla en un estado de significatividad que construye una idea teológica o estética:

 "Por una idea estética entiendo aquella  representación de la imaginación que da mucho que pensar, sin que, no obstantem, pueda serle adecuado  ningún pensamiento determinado, esto es, ningún concepto" (I.Kant. Crítica del Juicio)

 Como la amistad negada que, sin embargo, se mantiene fuerte más allá de su definición, el  arte (o la religión, ya que estamos con Zhivago) siempre está al borde de la carcajada  en estas imposibilidades poéticas que tienen lugar en el borde de nuestra creencia y que convierten los hechos en significativos. Seriamente significativos: de los que dan que pensar en ... nada concreto.  Un paso más allá al forzar la narración haría que todo el artefacto se rompiera - porque se violenta la "primacía de la forma".

 ¿ Quiebra Pasternak la forma con ese hecho improbable y providencial, la presencia de Lara en el funeral de Yuri? No creo. Lo que une a Lara y Yuri Zhivago es esa amistad que no se deja atrapar en su definición y que, amarrando a ambos a una extraña fatalidad, exige la  presencia ritual de Lara justo cuando Zhivago muere. El ritualismo salva la casualidad. Bien es verdad que para llegar a esa coincidencia providencial Zhivago debió morir sin heroismo, en la calle y rodeado de lo ridículo del mundo moderno(un tranvía que se hacía cachos). El siglo exige pagar ese impuesto de humillación.  Pero Larisa tiene su puesto en el funeral de ese hombre que se deja morir sin dejar de creer - cuando todo viene mal dado - precisamente por la primacía de la forma y  la armonía del mundo.

 "Nunca , ni en los momentos de más libre y olvidada felicidad, les había abandonado lo más alto y apasionante: la satisfacción por la armonía del mundo, la sensación de estar en relación con él, de participar en la belleza de todo el espectáculo, del universo.
  Vivían de esa participación. Y por eso el dominio del hombre sobre la naturaleza, el culto y la idolatría del hombre no los atrajeron jamás. Los principios del falso culto social transformado en política, les parecieron una cosa bien miserable y ninguno los comprendió" (Pasternak, Doctor Zhivago)
¿No nos provoca risa la creencia de Zhivago y Lara, en ellos precisamente que han caído con toda la escoria que dejaba el tren blindado de la historia? ¿No es ridículo que el poeta haga aparecer a la mujer en el punto final? ¿No es idiota que el amor y la amistad se extiendan más allá de sus rupturas, a la otra orilla de las tres negaciones de San Pedro, más allá de todo lo que la escritura pueda convenir en mencionar y decir? En el suspenso de la carcajada habita poéticamente... nuestra esperanza.

  Ríamos

 Digamos - con Lara y Zhivago - que gana la amistad y el amor a la Historia.




Rita Pavone - Dove non so (tema di Lara) (1967)

sábado, 29 de enero de 2011

Enamorado de la luz artificial se le fuerza al trabajo diurno....

 A las seis, en invierno ( 1912), de John Sloan

 " Y sin embargo, se adelantan unos a otros apresuradamente, como si no tuvieran nada en común , nada que hacer entre ellos; la única convención que les une, tácita, es la de que cada cual mantenga la derecha al marchar por la calle, a fin de que las dos corrientes, que marchan en direcciones opuestas no se choquen entre si" (Engels, citado por Benjamin, sobre Londres y en significativa página - quizás plagada de errores de juicio -, en La situación de la clase obrera en Inglaterra ).

Dice Sloan que son las seis, en  invierno, y he de confesar que en un principio pensé que se refería a las seis de la mañana. Luego comprendí que a las seis de la mañana, en invierno, es de noche. Me joroba no caer en esas cosas tan  simples y a veces justifico mi tontuna diciendo que no soy un niño de campo sino que me crie en una fábrica de hilatura y seda artificial. Veo el mundo entrando a trabajar a las seis, en la noche impasible.




 Creo que el tren se dirige hacia la izquierda. Un grupo apelotonado y gris congestiona el alma del mundo en hora punta mientras sube a los vagones. Los viandantes  que se nos enfrentan, empujados desde la izquierda del cuadro, sonríen. El tipo del puro y el sombrero hongo, acompañado de la risueña señorita, no parece que busque medio de transporte  y se muestra perfectamente colocado en el trasiego urbano de la tarde. Le encanta sentir la cercanía de miles de individuos y sentirse único. Es, quizás, una criatura de la noche, un noctámbulo de music hall.  Me fastidia que el hombre del sombrero hongo y su acompañante sean más significativos - histórica y vitalmente significativos, cromáticamente significativos para el caso - que, por ejemplo, los cientos que se dirigen en el tren hacia sus casas en el suburbio, después de un día de trabajo y a la espera del tedio que precede al sueño. Puestos a fusilar en el rencor de una revuelta incontrolada, los tipos iluminados por el color, destinados  al espectáculo de variedades o al teatro, a la larga noche de sexo y drogas -  quizás sexo mercenario y drogas adulteradas, pero sexo y drogas al fin y al cabo - merecen la descarga de la fusilería porque si X se aburre o todos se aburren o perezca el mundo.  Y X no es ni más ni menos que yo. Un yo que intenta subir al tren para ir a su casa.

Todo una exageración, claro. Éticamente no dejaré que mi posible o previsible - anciano o juvenil -  tedio egocéntrico se convierta en bala desgarradora del óleo de Sloan. No creo que el pintor haya proyectado mala leche ni burla contra los que se oscurecen en el andén y se dirigen a sus casas sin posibilidad de ver el último espectáculo o deleitarse con el más novedoso cóctel . Simplemente Sloan ha significado con el color y el trazo risueño lo interesante del momento de los de abajo, los que vienen por la calle con caras puestas, en oposición a los que arriba esperan subir al tren con la cara desdibujada en la grisalla del atardecer urbano. Ha marcado la relevancia de unos sobre otros sin odio ni desprecio aristocrático. 

De la izquierda viene la noche, tiñendo suavemente lo que queda del día (con ese sin querer del anochecer en la gran ciudad, envuelto en la lejanía del cielo y la aventura de la luz artificial). De aquel horizonte llegan también las caras sonrientes que sustituyen a los trabajadores en las calles. Se marca la bidireccionalidad y la ruptura cielo/suelo. El color de la noche, que empapa la saliva de humo y deseo, borra las horas de trabajo en talleres y oficinas.



El cielo ocupa una buena parte del cuadro y, sin embargo, no define su atmósfera. Es la luz de las calles y los locales la que marca el ritmo mientras el cielo se entretiene, ajeno a todos, tiñendo de diversas tonalidades del extraño azul lo que fue día.

La disposición del cuadro, esa casi  diagonal que divide la escena entre el   cielo apático y el  bullicio urbano, me incita a pensar en un cambio en la flecha del tiempo, una alteración de la bidireccionalidad derecha-izquierda (los que se van y los que llegan). Es perfectamente imaginable, gracias a la diagonal,  el tren derivándose de nuevo hacia la derecha y los transeúntes caminando hacia atrás, hasta el punto en el que se enciende el puro y el tipo del sombrero fantasea con una noche de juego y luz o  los hombres y mujeres del andén retornan a la calle diurna mostrando sus caras.

Y aquel azul extraño del cielo se hunde en las líneas de la firma de John Sloan, allá  en el extremo superior izquierdo.

martes, 25 de enero de 2011

Cuando estalló la guerra, yo tenía
catorce años y dos meses. Al principio
no me afectó demasiado. Tenía la cabeza
llena de otra cosa que todavía hoy
creo más importante. Descubrí
Les Fleurs du mal, y eso quería decir
la poesía, ciertamente; pero
hay algo más que no sé  cómo llamar,
y que es lo que cuenta. ¿La rebeldía? No.
Así la llamaba entonces. Tumbado
en un avellano, en el corazón
de una rosa de hojas mustias y muy verdes,
como pieles de oruga desollada, allí
tendido en la entrepierna del mundo,
me esperaba en feliz rebeldía
mientras el país estallaba en revolución
y contrarrevolución, no sé si feliz
pero más revolucionado que yo. ¿La vida
moral? Tal vez, pero me parece ambiguo.
Quizás la palabra más exacta es egoísmo,
y es mejor recordar que  a los catorce
hay que mudar de primera persona:
ya nos oprime el plural, y el ejercicio
del estilita singular, la náusea
del encaramado sobre sí mismo,
parece un buen programa para el futuro.
Después vienen los años y, felizmente,
se alejan también, y se nos va cansando
la mano que acaricia la frente obstinada
el cordero íntimo, y entonces adoptamos
este plural, no sé si de modestia,
que renuncia al singular, nos abandona
pero agradeciéndolo y premiándolo.Basta"

(Gabriel Ferrater: In Memoriam,Traducción Mª Àngels Cabré)

(Completo, en catalán)

viernes, 21 de enero de 2011

DE UNA LIEBRE Y UNA TOALLA BORDADA


Leo Doctor Zhivago:

    “Antonina Aleksándrovna pasaba revista a las vendedoras, con la toalla sobre el hombro, como si se dispusiera a lavarse con nieve.

    Al final de la fila había una mujer con un pañuelo negro bordado en rojo. Vio la toalla bordada y se le encendieron los ojos. Miró a su alrededor, se aseguró de que no había peligro, y acercóse rápidamente a Antonina Aleksándrovna. Descubrió su mercancía y susurró apresuradamente y con calor:
       - Mira ¿Viste algo parecido?¿No te gustaría tenerlo? Bueno no lo pienses más, o me lo quitarán. Te cambio la toalla por esto.
  
   Antonina Aleksándrovna no comprendió al principio. Creyó que la campesina se refería al chal y preguntó:
       - ¿Qué estás diciendo, mujer?
Pero la aldeana había aludido a media liebre, abierta en canal y asada, que tenía en la mano. Efectivamente repitió:

       - Te digo que me des la toalla por esto. ¿Qué estás mirando? No creas que es gato. Mi marido es cazador. Es liebre, una hermosa liebre.

Se realizó el trato. A las dos les pareció que habían hecho un gran negocio y que la otra había perdido en el cambio. Antonina Aleksándrovna se avergonzó de engañar tan deshonestamente a una pobre aldeana y ésta, contenta con el negocio, se apresuró a alejarse rápidamente del lugar del delito” (Boris Pasternak: Doctor Zhivago, VII, 9 ).

****** 

Lo significativo. Cuando se deja la Rusia Central y se avanza hacia el oriente comienzan los imprevistos.  Si invierno, la nieve; si primavera, el deshielo. Los mosquitos en verano y la caballería roja recorriendo el camino de la jauría blanca que lleva cuchillos en la boca. Disparos en la tarde para ahuyentar al lobo y bandas de cornejillas implementando secuencias abstractas en el cielo de la taiga antes de que se cierre el rojo del atardecer. Las inclemencias dibujan el paisaje que, ahora mismo, me queda tan lejos de casa – aunque hace frío aquí y hay también pájaros  que imponen vuelos autistas, ajenos a la Historia  -  como si fuera otro mundo, la cuña roja de El Lissitzky  o el maldito GULAG envuelto en papel Stalin.

La huida hacia la naturaleza, el recogimiento en el pasado que se sabe ya no está y sólo se husmea en su hueco. Husmeo como un perro en la literatura, en el arte y en una terrible ausencia

*****

 Lo significativo. Que una toalla bordada y “media liebre, abierta en canal y asada” se definan como  medida de equivalencia, asoladas las cosas en sus brillos y diferencias por los mercados, la inflación, el hambre y la voluntad de engaño entre los pobres (que Aristóteles decía malicia), la revolución y la contra, todo eso  es el discurrir habitual de los caballistas, cosa como de siempre, algo que al Ángel de Klee-Benjamin sólo le eriza el vello de la mano.  Que Pasternak complemente la secuencia antropológica con la  instintiva camaradería  del que aún se sonroja en el engaño inocente y casi naif  ( trampeo y sisa  que nadie ve ahora porque una toalla bordada es equivalente de un modo exacto a media liebre abierta en canal y asada), esto es significativo y moralmente hermoso. Aún sin final feliz y en un horizonte precristiano, no del todo del gusto del buen ruso, pinto  mi ojo de lágrimas.

Antonina Aleksándrovna pasea por la vieja estación, rodeada de estraperlistas y campesinas maliciosas, con su toalla posada en el hombro “como si se dispusiera a lavarse con nieve”.  Eso, sinceramente, es erótico y es la fuerza que nos lleva a creer en la humanidad cuando el tiempo se paraliza. ¿Quién se negaría a ese baño de nieve para recuperar el placer de un tiempo pasado? La revolución esperaría una horas encerrada en su tren blindado para que yo aprendiera de los vicios burgueses.

 Mi tristeza cobra sentido en esa injusticia.

****

La sacralización de la liebre en el canje por la toalla es un hecho significativo que tiene lugar en un punto indefinido, pasada la Rusia central y cuando el camino hacia el oriente se llena de imprevistos. De momento no veo más hechos significativos.Seguiré atento.


lunes, 17 de enero de 2011

HOSPITAL DEL ESTADO (EN LA ERA DEL GRAN ANARKA). EPÍLOGO MORAL O ENVITE AL NO SER, LO SEGURO

Edward Kienholz: Blue Boy and Pinkie 1979


Y cuál es la diferencia entre ser tú o ser yo
en ser el principio o en llegar al fin
en ser infeliz o en ser muy feliz
entre decir no, no, no... o entre decir sí. sí, sí...
y cuál es la diferencia entre ser de aquí, o entre ser de allí
entre el blanco y el negro siempre está el gris
entre Dios y el diablo, entre el cielo, el infierno,
entre ser muy bueno, o ser muy ruin
y cuál es la diferencia, hermao, entre el bien y el mal,
cuál es la diferencia al fin, si todo es tan afín.

       ¿ y cuál es la diferencia......

                  entre tres canciones que se cantan en la misma letra y quieren  narrar tres latidos distintos(como si el latido pretendiese ser lo relevante )?

  El latido....









¿y cuál es la diferencia .....

                                    entre sufrir yo y sufrir tú? La vida nos va en el pequeño detalle.




¿y cuál es la diferencia ....


          entre una canción de odio que exige interposición divina para hacerse de veras lo que desea  y un amor que se canta en el odio?




¿y cuál es la diferencia....

       entre el poema de Fonollosa
Kennamore Street

Yo quiero que tú sufras lo que sufro:
aprenderé a rezar para lograrlo.

Yo quiero que te sientas tan inútil
como un vaso sin whisky entre las manos;
que sientas en el pecho el corazón
como si fuera el de otro y te doliese.

Yo quiero que te asomes a cada hora
como un preso aferrado a su ventana
y que sean las piedras de la calle
el único paisaje de tus ojos.

Yo deseo tu muerte donde estés.
Aprenderé a rezar para lograrlo


y la canción que hace sombra a la señorita que se dice mambaroja  y se anota (para no olvidar)

El lado triste de mambaroja. este video se asemeja a mi realidad... o no. yo no odio tanto...o si?no,no odio. la cancion no tiene nada q ver con mi realidad(lo aclaro)

******


¿Desea el hombre de la litera de abajo  - ver anterior anotación - que el de arriba sufra como sufre él y sienta que su existencia muestre el mismo sin sentido? ¿Socializar el dolor? ¿La esencia de la vida y, por qué no, su chispa?


 ¿Cuántas huellas de rencor ennegrecido por el silencio habita en el te quiero?

 ¿No es vivir en la parte baja de la depresión la única dignidad posible para el amante?

No a la transmigración en otra especie.
No a la post vida, ni en cielo ni en infierno.
No a que me absorba cualquier divinidad.
No a un más allá, ni aun siendo el paraíso
reservado a islamitas, con beldades
que un libro garantiza siempre vírgenes.
Porque esos son los juegos para ingenuos
en que mi agnosticismo nunca apuesta.
Mi envite es al no ser. A lo seguro.
Rechaza otro existir, tras consumida
mi ración de este guiso indigerible.
Otra vez, no. Una vez ya es demasiado.
(José María Fonollosa, 1922 - 1991)

viernes, 14 de enero de 2011

Hospital del Estado (en la era del gran Anarka). Y DOS



Edward Kienholz: El Hospital Estatal. Interior (1966)





"...  acerca de un viejo que es paciente en un hospital 
mental. 
Él está en  cama,  amarrado con cinturones 
y desnudo.

Lastimado. 

Ha sido lastimado en el estómago 
con una barra 
de jabón 


(envuelta en una toalla.)


Su cabeza es una pecera iluminada con dos peces vivos
negros. 

Está muy quieto y no hay ruido
en la habitación. 


Arriba del viejo está su duplicado 
exacto, 
incluyendo la cama,

(la cual estará colocada
como una litera)

El cuerpo de arriba también tiene la pecera 
y los peces, etcétera. 

 encerrado en una burbuja de neón
representando los pensamientos del viejo.


Su mente no puede pensar
en nada no puede ir más allá
del presente. Atrapado
ahí 
por 
el
resto 
de
su
vida.”


                (O algo así decía Edward  Kienholz)


FILOSOFÍA DE LA (mi) MENTE.

   Quería comenzar anunciando  que

yo soy la caja Ward19 
 y que, como dije en el anterior capítulo, mi estado de ánimo es

la conciencia de que el mundo se divide  en dos categorías de relieve : los que saben qué hay dentro de la caja  y aquellos otros que lo ignoran. 

Yo espero, sentimentalmente acampado en la incertidumbre, la pronta aparición estelar de alguno de los miembros de cualquier grupo. Soy un cualquiera que espera a que cualquiera se presente y le diga: "Hey tío, sé lo que hay dentro de ti" o, por contra, "Jópeta, chaval, no tengo la más remota idea de qué escondes".  Quién llegue es irrelevante. Lo importante es acortar la espera; y ampliar la conversación. Sólo la conversación es Dios.

"El alma del hombre es justamente el hombre presente en los otros hombres. Esto es lo que es, esto es lo que ha respirado, de lo que se ha alimentado y embriagado durante toda su vida la consciencia. De su alma,  de su inmortalidad, de su  vida en los demás.¿Y qué? Ha vivido en los otros y en los otros se quedará" (Boris Parternak: Doctor Zhivago)


Bien. Abierta la máquina cúbica,  se disuelve el estado de animo: nadie alegue ignorancia o falta de información. Todo el mundo sabe qué hay dentro de mí.  Banalizo mis entrañas como Mishima para conocimiento público, como si fuera

un don nadie,


  E.Kienholz: John Doe (1959)

Si hay huellas de colateral insatisfacción en eso, no me responsabilicen. Nunca fui el hombre del año.

 Nosotros – yo con vosotros -  vemos la caja Ward 19  habitada por  un fantasma y su doble lingüístico. Dos hombres tendidos en sus míseros lechos,  sedados hasta una cuarta de la muerte  y con hematomas en el vientre, las nalgas y los brazos. El de arriba (B)  es dicho por el de abajo (A) un poco al modo queja inaudible.

   Dice el subhumano A:

-  " Mi estado de ánimo X puede describirse como  el de un subhumano B dotado de la propiedad Y ,  siendo Y  “humillado porque alguien me ha  tratado con mucha crueldad”.

Si somos sinceros - yo y vosotros -  la traducción al lenguaje humano del diagnóstico introspectivo del caso - lo dicho por el de abajo (A)  mostrando al de arriba (B) -  ha sido obra de nuestra compasión: la mirada estética.

Llamaré DISTANCIA a esta posibilidad de traducción a lenguaje humano normalizado de la gramática de los enclasutrados subhumanos . La distancia es huída  del dolor y del golpe (dejar que el golpe caíga en otro, más justo que nosotros,desde luego, porque a nadie interpone para salvar el culo). La Distancia  es interposición masiva  del dolor del otro, alejamiento del quejido inhumano que nos  habita para salvación de una percepción de conjunto: poemas, tesis, cuadro...

Todo el arte está manchado por la baba interpuesta para evitar el golpe que ciega y enmudece. Todo el arte se construye en la distancia. 

La palabra de la Distancia define a un tercer habitante  que se humilla contemplando con ojos de frío pez negro eso que no está bien: lo que sucede en la caja. Grito morboso sin esperanza terapéutica ni profética.

El sujeto-frase  de arriba (B) no parece estar para luces. Vive preso de su subhumanidad, subhumanidad  que es signada  en el  balloon que lo contienen como texto del tipo de abajo (A), otro subhumano para más señas,  mutado éste en sujeto- dibujo de comic,  comic-paciente por efecto de la intervención del estado (legajos, informes, consentimientos  informados, tutela judicial, actuación resocializadora etc.) y de la acción profesional de los celadores, psiquiatras, terapeutas, malos amantes, farmacopea, enfermeros e internos amistosos atesoradores de licores caseros de libre apaciguamiento.

El tipo de abajo dice al tipo de arriba delirando la explosión onírica  de un bubón.

 
******

.....  os digo que yo soy ambos hombres ahora dominados y, por otra parte, no soy ninguno de ellos dado que me elevo y describo - en la distancia - la triste penuria de mis dos avatares institucionalizados.

Me doy pena y soy autocompasivo (siendo Distancia me escabullo del golpe sinuoso del jabón y la toalla).

Yo, confieso, soy el alma de la Distancia de sí, la del rostro inteligente que una vez sedujo al hombre del año

Yo  he atacado a las otras dos figuras y atado sus brazos a los barrotes para fortalecer su subhumanidad;

he dejado que se meen (y se corran) encima.

no he necesitado cómplices

excúlpese a toda institución y compañía

excúlpese a la familia, a los amores despechados y a los que decepcionaron , a los que nos violaron antes de tiempo y a los que se nos murieron con la conversación a medias o nos dejaron con la palabra a medias porque iniciaban el viajes.


En la distancia con la que miro he  golpeado con una pieza de jabón envuelta en una toalla a los otros hasta dejarles la memoria galvanizada. Imposible pensar después de la lluvia de hostias. Yo me golpeo y me institucionalizo en presente

Soñar en sí , en el propio dolor que la violencia de la correa y el apaleamiento bautizan

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Mi cabeza es el contendor que encierra a  ese viejo lastimado en el estomago con una barra de jabón envuelta en una toalla. Quisiera liofilizar su miseria y los olores que desprenden. Pero no hay salida. Estoy en la caja con toda su mierda, con ese ronquido de axfisia que me  llega. Morirán ellos algún día y, duraré yo un rato como seña objetiva de la muerte. El Yo glorioso y Distanciado de sí será convulsión del viejo y su doble.


Edward Kienhold (and Nancy Reddin Kienholz): Sollie 17 (1981)
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METADISCURSOHablo y me  viene a la cabeza la idea de que esta instalación de Kienholz es, realmente, muy poco actual. Supongo que la imagen que muestra la alienación del hombre institucionalizado en su cura/condena queda atrapada en el espíritu de los años setenta como un genio en la lámpara. Y no hay Aladino que aplique masaje al artefacto.  Todo vibra  en Kienholz y en mi texto glosador de un  modo muy similar a los espacios de Joseph Beuys. Mugrientas instalaciones de los setenta.  Un viejo con sus bolsas urinaria y colónica colgando como hilacha cyborg. Como esos objetos que percibimos pasados aunque no tengan escritura que testifique su caducidad. Mis ojos hoy, lejos de llenarse de ira, tiemblan como en la cocina de la  abuela cuando la luz era a 125 y  hervían las cosas en un amarillo polvo o grasa.  En Kienholz y en Beuys hay una extravagancia ética o una épica que los malpensantes consideraban que sólo servían para seducir de manera rápida a jóvenes estudiantes de bellas artes de hace treinta años. Hoy, todos viejos, vemos demasiada épica de barriada obrera. Me viene a la cabeza la Barriada. 

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Si mi cabeza  es la caja Ward19 y digo que la instalación me parece un trasto aparcado por el tiempo, eso quiere decir que yo también estoy fuera del flujo actual de las cosas. “X es Ward 19” significa que (y sólo que) X está incapacitado para definir un habitar poético para sus contemporáneos”. No soy oráculo; no abro el futuro a mis hijos. Ellos se tendrán que buscar la vida. Matando al padre  para edificar y obtener cédulas de habitabilidad ético-estética.  Bien. Acepto que no puedo construir el hogar del futuro. Bien.

Certifico la muerte del gatito marramiau.

Se proyectan los signos del Gran Anarka en la sombra del lorazepam




lunes, 10 de enero de 2011

Hospital del Estado (en la era del gran Anarka). UNO

Edward Kienholz: El Hospital Estatal. Exterior (1966)
 

DIVISORIA . El mundo se divide en dos grandes grupos humanos y esta partición es hoy mi estado de ánimo. Por un lado están aquellos que saben qué se oculta al otro lado de esa puerta (en el contendor Ward 19) y, por otro, los que lo desconocen. A su vez, el primer grupo  lo conforman al menos dos familias: los que cerrarían este estado de ánimo inestable  con una frase del tipo “En ese contenedor Ward 19 hay un X describible como Y”, y aquellos que no podrían traducir a palabras ni a signos ni a ideas lo que saben que hay ( y lo saben en tanto lo han visto). Muchos de estos muditos callan por soberbia de experto o por no confundir a la audiencia en hora de protección infantil (En realidad no creo que lo que oculte la caja sea nada especialmente horroroso ni que debamos proteger a los niños en este caso). Tengo la impresión – y también la esperanza – de que existe al menos un millar de individuos que callan porque alguien (o algo) les ha dicho que tener una idea es tarea muy difícil y que narrar lo visto – ut pictura poiesis - , exige la lentitud del paso que se arrastra en el atardecer agitando las sombras y los colores.

CAJA. La caja o la maleta. La maleta de Duchamp o las cajas de Joseph Cornell. Abiertas ambas, mostrando un pequeño museo, un despliegue del espíritu hegeliano después de que al caer en las bilis de la materia, se resquebrajara en millón y medio de cristalitos.




¿Será Ward 19 una prima de L´Egypte de Mme Cléo de Mérode:Cours elementaire d´Histoire Naturelle ejecutada por Cornell?



¿Será Ward 19 una cajita de música de la que sale una bella bailarina y ejecuta su danza circular para enamorar (o poner cachondo) a un soldadito de plomo cojo, antiguo derviche - heliotropo - reclutado violentamente en un acto de injusticia que en nada incrementa la maldad del más pérfido de los sultanes?

¿Soñamos con la bailarina que nos sonríe y nos dedica unos pocos pasos con los pies erizados sobre el suelo?

¿Será Ward 19 un contenedor portuario herido por el óxido que todo lo corroe en la cercanía del mar? ¿Qué oculta el almacén portátil? ¿Gatitos chinos que no saben del marramiau? ¿Inmigrantes ilegales de asfixiados y gelatinosos cuerpos? ¿Productos I+ D + i?.

Estética de puerto solitario, cuando ya se han ido los estibadores y los curiosos que buscaban  gangas y misterios con olor a ron y sexo. Estética de fábrica solitaria  – mi niñez – pero con la contundencia del mar en sus espaldas.

Un contenedor asolado como un estado de ánimo en medio de la alegría comunitaria.

HOSPITAL ESTATAL. ¿Sospechamos del nombre o nos sentimos protegidos en la fonación trisílaba? Acepto el  Estado del mismo modo y por similares razones que las que esgrimiría en mi defensa de la Iglesia si fuera monje: no confío en mi heterodoxia ni en el alcance de mis arrebatos de piedad y visión. Sin embargo, reconozco que la redescripción de Ward 19 como “hospital estatal” puede levantar suspicacias. A mucha gente le cuesta creer que en la caja Ward 19 se habite poéticamente o se edifique un hogar. Comprender esta posibilidad es el peligro en el que ahora me arrojo sabiendo que quizás en su seno habite la salvación como quería el poeta. Y firmo la orden de exculpación por este mi acto de desmesura y temeridad: soy consciente de que lo que abunda allí donde habita el peligro es la duplicación del dolor.

NOTA: En el grupo de aquellos que no saben lo qué hay al otro lado de la puerta de Kienholz se encuentran los que resuelven su aparente ignorancia entregándose a la borrachera wiki , a esa biblioteca sin moho que todo lo sabe. Para estas personas el conocimiento es sólo sexo. Irónicos, hacen burla de la tribu romántica y del soldadito de plomo que se embelesa ante la bailarina striper.

miércoles, 5 de enero de 2011

CÉSAR MARTÍN ORTIZ. LA TERNURA DE LAS COSAS

 Toyo Sesshu: Dos cuervos

Lo blanco es el dibujo.
La garza es blanco
salpìcado de garza;
es una temerosa sugerencia
que en su torno organiza bellamente
el silencio y la pérdida.

Que el pincel no dibuje.
 Que sólo ayude a ver el fondo intacto:
el dolor de la no manchada seda
donde no está la garza

César  Martín Ortiz : Toyo Sesshu en Toques de Tránsito



"No creo que la niña japonesa pensara ni por un momento que la elaboración de las pajaritas pudiera ser la causa de la curación. No en el sentido que nosotros damos a la palabra causa. Las grullas eran otro modo de jugar las mismas cartas, un intento de dar con las posibles leyes secretas del universo inverso (...) Hacer grullas de papel para no morirse, sacar disciplinadas formas de lo informe, en un número tan grande que no cupiera otra cosa en el pensamiento ni otra actividad en la vida diaria, podía ser una de las leyes perdidas; una ley con la que los sabios que intentaban curarla, hermanos de los que intentaron matarla, nunca podrían dar.

  No creo que las grullas, como tales, sean rigurosamente necesarias. Bastará poner junto a un fenómeno - la enfermedad que devora a Elvira - otro fenómeno que participe de lo obsesivo, de lo acuciante y de lo doloroso, que tenga una simetría evidente,que se resuelva en un orden cerrado en sí mismo. Yo no puedo pedirle a Elvira que se ponga a hacer grullas, y yo tampoco sé cómo se hacen, pero puedo poner estos recuerdos en, digamos, diez mil palabras, y añadirlas al repertorio de las cosas existentes, y esperar que este fenómeno recién nacido, con el que el mundo no contaba hasta ahora, sepa oprimir un resorte en la ignorada esfera donde realmente se deciden las cosas"
(César Martín Ortiz: Un reflejo en la ventana o diez mil grullas de papel)

Me dice Juan Manuel que César se nos ha muerto. Ya no puedo pedirle que se ponga a hacer cien mil grullas para escapar de los cien mil sabios de la estupidez y la tontuna. Del todo imposible porque yo tampoco sé hacer grullas de papel. Pero, como César, creo  en los reflejos de las ventanas y en los colorines que brotan en los vasos; creo en la conversación  que levanta la ternura de las cosas. No sé cuantos fieles soporta el templo de los reflejos. Quizás en la intimidad todos hablemos ese mágico lenguaje secreto de los brillos capturados. Pero realmente no son muchas las personas con las que he podido conversar de ellos con el aliento jadeante, como chutados por esa belleza que nace al mundo y que presentimos capaz de "oprimir un resorte en la ignorada esfera donde realmente se deciden las cosas".

 Ha muerto César el día 18. La verdad es que hace dieciséis años que César salió de mi vida. Nuestra amistad - ¿qué es tal cosa, hermano?¿qué define a lo único que nos une más allá del terror y el pánico? ¿Cómo signar sin hacer daño a la delicada grulla  salvífica que con crueldad pasmosa se rompe o, peor, nos hace creer que fue sueño?- ; nuestra amistad, digo,  fue circunstancia sin demasiada pompa en  Jaraíz. Tertulia y lecturas compartidas, complicidad esbozada y, quizás, ahora  paraíso de esa maldita nostalgia. Creo que César estaría conmigo en que la nostalgia y la tristeza, combinadas, ciegan a la ternura. Y esa convicción de estraperlistas nos une en camaredería.

Dieciséis años sin saber de César. Ahora Juan Manuel me dice que "se nos ha muerto" y que " me parece que te hubiera gustado, si se puede decir, saberlo". Que Juan Manuel crea eso redime mis dieciséis años de silencio (y lo hace  gracias a la lumbre que permanece en el otro no por mis méritos). César jugó un papel importante en mi relación con la escritura. Como algunos otros - pocos: caben en una mano - compañeros de reflejos que, también, tengo perdidos en el pasado. Es mi destino destruir-me en el abandono(que no olvido) del camino que me lleva a la ternura de las cosas. Será culpa del papá y de la mamá freudianos.Tal vez el mal abunde más de lo que estamos destinados, César,  a creer.

Hace dieciséis años quemé todos los cuadernos y escritos que llevaba almacenando desde los catorce. Los primeros poemas y los diarios adolescentes. Mis torpezas de juventud. Cuando se lo comenté a César, con esa  flema siempre a medio camino entre el gentleman cosmopolita y el hidalgo de provincias, me dijo "seguro que había alguna cosa interesante". Nada más. Respetó mi decisión en la distancia y mostró -  convertido él en signo de un mensaje, en reflejo de una ventana - la inutilidad de los gestos en la escritura, la revelación de que sólo la escritura es gesto.

No es fácil encontrar sintonía fina entre almas que buscan la futilidad de la ternura de las cosas. Con dieciséis años de lejanía, ahora en la hora de su muerte, supongo que es preciso devolver el quiebro,mostrar

"otro fenómeno que participe de lo obsesivo, de lo acuciante y de lo doloroso, que tenga una simetría evidente,que se resuelva en un orden cerrado en sí mismo".

La muerte y la escritura
La amistad en la ternura y los reflejos.
Las sonrisas y los sonrojos que dejamos perder por cualquier tontería, algunas distancias y el miedo a los malentendidos.

Acabo con la dedicatoria que me escribió César a sus Toques de Tránsito; sean estas palabras reflejo inverso de las secretas geometrías:

" Para Luis/ Para César, estos torpes intentos de aproximación a la ternura de las cosas"
(Abril 1995- Enero 2011)




César

lunes, 3 de enero de 2011

Sueño 2.0. De laberintos, pistolas y teléfonos



Primer sueño
Año 2011


 Soy un mono y estoy acompañado por una mona. Nos une algún tipo de lazo emocional que no puede nombrarse como erotismo, pasión o amistad. Es un  sentimiento extraño que nos encadena de modo intenso e incierto. El miedo nos  ha ido guiando por este laberinto de habitaciones que recorremos y que describen un itinerario en el cual yo soy como un maestro que desvela secretos a su discípulo nada más conocerlos, sin meditación ni sobria distancia, balbuceadas las ideas con el resuello partido por el esfuerzo. Por esta  precariedad de mi pericia, nuestra relación sea más igualitaria y compasiva  que jerárquica.  Podríamos decir que somos dos monos existencialistas que huyen de algún peligro terrible y, en esta situación, a mi me ha tocado ir delante, mostrar mi ignorancia y torpeza  bajo la forma de sapiencia. Soy un mono responsable de sus deberes. No me pregunten cómo se puede ser responsable en el universo del sueño, mundo que sólo con grandes esfuerzos admite una interpretación. Pero el caso es que me vivo en el sueño como mono cargado de responsabilidad hacia la mona.

Ser un maestro mono y existencialista significa que me percibo más como un hueco de ignorancia tartaja que como una fuente pericial. Una vasija del tao resquebrajada, con lascas que son las  sílabas de un crucigrama dadaísta. Es raro sentirse mono perdido aunque sea en un sueño y tener que simular seguridad y magisterio porque el otro te necesita. No estoy aún espiritualmente preparado para semejante metamorfosis ética. Un mono esteta enfrentado a una epopeya ética sin haber leído a Kierkegaard.



 He dicho que soy un mono pero sería más exacto decir que en mi sueño me veo como un hombre atrapado en el cuerpo y en el alma de un mono.  Me percibo  como uno de los comandantes gorila  de la película El Planeta de los Simios pero sin su inteligencia ni su capacidad lingüística. O aún no ha brotado o, quizás, ya se ha perdido en la sombra. Cubierto de pelo como un Gregorio Samsa que en lugar de despertarse insecto lo hiciera mono y poco a poco hubiese ido perdiendo  los rasgos humanizantes. Una Guerrilla girl que, castigada por algún dios-curator  o marchante -macho, fuera incapaz de quitarse la careta, quedando condenada a ser figura freak circense. De humano sólo nos quedan los ojos y una trémula piedad asustada reflejada en ellos. Y el miedo.




 En esas estamos, pues, dos monos huyendo de nosotros mismos o de otros, de nuestra bestialidad o de lo monstruoso que habita en el corazón  de algún  dios o cruel hombre.  Ella y yo nos movemos dentro de un laberinto cerrado formado por habitaciones que se comunican por pequeñas ventanas y por otros pasajes a modo de gateras o claraboyas. Abandonamos una habitación para llegar a otra muy semejante trepando paredes ajadas que  alguien pintó o empapeló hace muchos años. Todo la construcción designa ruina y amenaza derrumbe. Pasamos de un habitáculo a otro temiendo que se hunda el suelo o nos atrape el  crujido que sigue a nuestros movimientos. Y lo hacemos obsesivamente - como suceden las cosas en los sueños - y hasta el agotamiento. No somos monos habilidosos y recorrer el laberinto de habitaciones nos cansa y acentúa nuestros temores.

Debemos parar  porque mi acompañante no puede dar un paso más.  Aprovecho el descanso para mostrarle dos objetos que guardo en mi regazo: un revólver y un teléfono inalámbrico. Creo que no puedo hablar en sentido humano y mis explicaciones atropelladas discurren por una vía intermedia entre la telepatía y la gestualidad (¡¡ Extraña sintonía, más cercana al espejismo que a otra cosa, que se produce cuando dos miradas asustadas se cruzan!!). Le digo a mi compañera-discípulo que nunca se sabe si al apretar el gatillo el revólver disparará una bala. En ocasiones sólo se oye el gatillazo del percutor en el vacío. En otros casos estalla la pólvora y nosotros, como monos que somos, debemos gritar asustados tirando la pistola al suelo haciendo exhibición de nuestra naturaleza simiesca. Hago varios intentos y, efectivamente, al cuarto o quinto golpe de gatillo se dispara el revólver y mi compañera y yo gritamos como monos. Es una experiencia humillante tener que hacer este ritual porque, en nuestro fondo humano, comprendemos vagamente que no hay nada de lo que asustarse.

 Algo parecido sucede con el teléfono. A veces, al presionar en una de las teclas, aparece la voz de algún ser  articulador de palabras. Sin embargo, no entendemos su mensaje - si es que lo ofrece - ni tenemos ninguna posibilidad de comprender si el interlocutor nos da órdenes dictatoriales o consejos democráticos por nuestro bien.  No entendemos su lenguaje aunque sentimos, con lágrimas en los ojos, que ese lenguaje fue nuestro en el pasado o podría llegar a serlo en el futuro. Esta nostalgia y el miedo a ser descubiertos nos lleva a permanecer callados cuando la voz surge del auricular, cosa que, como ya he dicho, no sucede siempre.

Mi  compañera está muy cansada. Algo me dice que se ha rendido y que no va  salir de esta habitación.  Miro la pistola y el teléfono. Pienso que en un laberinto como éste la pistola debiera servir para matar Minotauros o descerrajar puertas. Sin embargo, nunca tendré la seguridad de que el próximo disparo será en el vacío o hará estallar una bala. Ni siquiera sé si hay más balas. El teléfono, por otro lado, nos debería permitir pedir auxilio. Pero la vergüenza me impide hablar; no soportaría la humillación de que mi interlocutor creyera que al otro lado del teléfono hay un mono.

El sudor nos hace feos. Sé que debo abandonar a mi compañera. No me atrevo a darle un beso. No quisiera recordarle que en el  pasado fuimos humanos o que, con suerte, lo podríamos ser en el futuro. Es más compasivo dispararle en la cabeza. Incluso gritar o abusar sexualmente de su debilidad antes de escapar hacia otras habitaciones. Para relajarme y eyacular un poco de miedo antes de seguir, en solitario, la marcha.

 Y en esas me despierto con una extraña sensación en la boca.




King Kong Love (John Barry, 1976)