lunes, 28 de junio de 2010

Haciendo hueco.Oteiza (4)


Par espacial ingrávido/par móvil (Oteiza, 1956)

"Abrir la esfera es corregir su ceguera" (Jorge Oteiza)




Esféricos son los átomos del alma (según Epicuro y su cuadrilla).


La esfera y el fractal permiten la construcción de todas las formas vivas (incluido el caparazón que porta la Tortuga Bicéfala, todo él colcha de hexágonos pavimentadores).


El ser inmóvil de Parménides es una esfera. La Gran Esfera Indiferente y Cerrada sobre Sí.


En un universo isotrópico en el que no actuaran las fuerzas que todo lo fragmentan y deforman, los cuerpos serían esferas sostenidas sobre un único punto (y, carentes de toda tentación, no oscilarían porque nada les incitaría a ello ----- como le sucedía al asno de Buridán. La esfera no desea, no sufre y no exige el camino de la liberación).


¿Puedo yo llegar a ser una esfera?¿Es ese el consejo del estoico o del Buda? La glaciación del alma ¿es indiferencia? En el interior de su coraza, la Tortuga Bicéfala disfruta la alucinación de la autosuficiencia esférica.... ¡pero ella no es esfera sino ovoide!

El sosiego del alma esférica, ¿supone la soledad en el espacio?. Epicuro bendecía la armonía con el don (o la virtud) de la amistad. Quebrar la esfera, quebrar la soledad del alma para que penetre el espacio y la luz (la escultura)


La amistad como "par espacial ingrávido/par móvil". Apertura de la esfera, incitación al movimiento a través de la desocupación de sí. Ahora la presencia del amigo conduce a la movilidad (una movilidad sobre dos puntos) y ya no todo es indiferente (él no debiera serlo). Gira la esfera sobre dos puntos y el espacio caracolea entre los planos construyendo arcos y espirales.


La esfera se pela como naranja y genera espirales.


La amistad como terapia posibilita la desocupación neurótica del espacio existencial. Ahora sí lo repetimos:




" Abrir la esfera es corregir su ceguera"

Desocupación de la esfera(1958)

La esfera es el Gran Ojo cerrado que la amistad logra abrir. Abierto el párpado, se inicia el conocimiento y el arte, la desocupación del todo cerrado sobre sí e impenetrable. La esfera se desocupa para dejar que el espacio (el vacío) juegue con sus huesos y nazca el alma.




*****



Empédocles: Junto a la fuerza de la amistad habita, en su doble fondo, la del odio. La edad de la destrucción (Oteiza - ver vídeo - enerva su geometría porque han muerto los hombres de la tierra y del cielo, del miedo y de la esperanza. Tiempo de destrucción....

"El artista es cazador" - dice. ¿De qué? De las huellas que quedan en esta época de bombardeo . Todo muy lleno de óxido, pintura cuarteada y rostros pulidos por el frío. Memoria-fragmento.


¿Cómo reconstruirnos y alcanzar la anhelada salud si persiste el tiempo del ataque inclemente del enemigo? ¿Cabe geometría? ¿Acarreamos fragmentos como "los traperos del ser"? Eso es lo que proponen sus amigos a la Bicéfala que, no obstante, añora a veces la indiferencia del ojo cerrado. Ser "trapero del ser" es salvar los mundos traicionados(Kundera) y dejar que el volumen y el espacio jueguen en precario.







sábado, 26 de junio de 2010

Haciendo Hueco. Oteiza (3)

Jorge Oteiza: Monasterio de Arantzazu, Apóstoles


"Espacio es lugar, sitio, y este sitio en el que nos desenvolvemos y en el que tratamos de realizar nuestra escultura puede estar ocupado o sin ocupar. Pero ese sitio sin ocupar no es el vacío. El vacío es la respuesta más difícil y última en el tratamiento y transformación del espacio. El vacío se obtiene, es el resultado de una desocupación espacial, ésta es su energía creada por el escultor, es la presencia de una ausencia formal." (Jorge Oteiza)


"(Hugh)Hefner hace visible el interior de su propia casa a través de la construcción teatral de una autoficción doméstica. Lo que aquí se nos propone es un striptease de la vida doméstica heterosexual norteamericana. Pero no se trata de un desvelamiento de una verdad escondida, sino de un proceso de producción teatral y de construcción narrativa en el que cada detalle ha sido técnicamente orquestado" (Beatriz Preciado: Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en Play Boy durante la guerra fría")

El problema en la reconstrucción de sí es que el bombardeo no cesa y los escuadrones de la muerte hacen incursiones violentas todas las noches. Así, nunca hay un solar desde el que poder iniciar la jugada. Los aviones lanzan sus llamaradas vespertinas y, por la mañana, nuevos pecios aparecen en lo que fueron calles y jardines y casas y vidas. De repente uno deja de oír la voz de la girl next door y comprende que una ficción, otra ficción, ha perdido la gramática. En el otro lado de la puerta espera el fragmento, la letra suelta, el polvo sobre la sangre y unos ojos convertidos en bolas. No hay quien encuentre la inmemorial silueta de la garza en el amanecer (por poner un ejemplo)

¿Cuál es el papel del escultor - o, mejor, del arquitecto de sí - en el tiempo de bombardeo? Los peones acarrean escombros, llevan los cadáveres a la morgue y los utensilios a sus cajitas de saqueo. Lo pueden hacer solos o con la inestimable ayuda del látigo del capataz. Pero ¿y el arquitecto, ese hombre que está presente en la tierra sin estar ausente del éter? ¿Por dónde iniciar en plena guerra el vacío del que habla Oteiza - un vacío energético y significativo, huella de algún tipo de evocación, incitación a la meditación que nos transforma, altura y profundidad, ancla de los viejos zapatos del campesino (Heidegger/Van Gogh)? ¿Para qué poetas de sí cuando aún nadie ha cerrado el tiempo de guerra?.

- Resistiremos, hermana; es lo que nos toca... Por eso olvidemos el Gran Proyecto. Durmamos bajo las chapas de un camión destripado y bebamos el agua de los charcos. Por la noche recordemos los tiempos sin guerra, teatralicemos para reír y pasar sin náusea por la garganta la ginebra destilada.

- Olvido y geometría, necesitamos, para perforar la materia, trepanar vértices o aligerar la esfera en línea espiral.... - insiste Bicéfala.

Pero ¡un nuevo ataque quema los bosquejos! En la guerra no parece haber espacio para la escultura y sólo queda las pequeñas autoficciones, el juego al que nos dejamos arrastrar en los periodos sin explosiones y en los que imitamos los gestos del pasado (los grandes Gestos: Amor, Amistad, Fraternidad, Grandeza, Honestidad, Lealtad....) . En el juego de la recreación simulada de la propia existencia se ofrecen maclas azarosas(no geométricas), instintivamente anexadas las partes en una narración precaria, cuatro ideas mientras se toma una cerveza o un vago deseo de ser fiel a no se sabe qué.

Y estalla una nueva bomba cerca de la cara y nos levanta la piel del rostro mostrando una malla de tendones, nervios y capilares grasientos sobre los que se desliza el ojo, la última encarnación de la esfera...la esfera que Oteiza abre para que recupere la visión.

Por eso, porque estamos en medio de la cosa destructora la arquitectura de la vida se deja arrastrar por la fantasía del teatrillo de maravillas, la autoficción en el que nos dibujamos como triunfadores felices o jubilados llenos de proyectos, enfermos que esperan la carta que anuncia el inicio (del fin o de la recuperación) o que llenan cajitas con lápices de labios que roban en grandes almacenes berlineses (ver Pájaro de China).

(Sólo queda, de momento, la cajita. Pero que no nos oiga la Tortuga. Que no se disguste).

jueves, 24 de junio de 2010

Haciendo hueco. Oteiza (2)

Jorge Oteiza: Adán y Eva (Tangente S = E/A). 1931

Cemento



"Entiendo por escultura la que se hace por vía del quitar;

la que se hace por vía de poner es semejante a la pintura"

(Miguel Ángel, Carta a Varchi)



La reconstrucción de sí: Viaje de estío (que llegará, por imperativo de Schubert, hasta el invierno). Paisaje de desolación; un asquito de alma.


- Amigos, iniciemos ya la tarea. "Te fijarás tu naturaleza según tu arbitrio" .


- ¡Qué rollo aburrido! - contesta la sombra- . ¿No podemos vivir entre las ruinas con lo poco ya que nos queda? ¡¡Vive arruinada, tortuguita!!


- No, perra, mantén un poco de dignidad. Recuerda lo que dijo el maestro Ficino: "el hombre está presente en la tierra sin estar ausente del éter". Nos debemos al éter invisible y a las pequeñas cosas que lo sustentan. Así que coge pala y escoba, adelgázate un poco más en el esfuerzo. Sólo te queda el trabajo para poder salir de la espiral siniestra que te define, so pendón.


Arbait macht frei!


- No vamos bien, tortuga, no vamos bien...

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Soy ciudad bombardeada por artefactos de muy diverso pelaje. Se impone éticamente el vaciado del escombro, la materia ya muerta sin función ni utilidad que se apila sobre columnas y muros . Debemos sacar la forma, el esqueleto que ha resistido en la catástrofe. Dicen que Miguel Ángel "veía" la escultura mientras los canteros extraían el bloque bruto de la montaña. Y Oteiza hace presente el vacío como desocupación espacial que refleja (o encarna o evoca) una plenitud espiritual.

- Amiga: ¿Cabe la imagen del escultor cuando el trabajo es de desescombro? No nacimos ayer, hermana Bicéfala, y no somos cemento tierno (vive el cemento en el temblor hasta que cuaja y solidifica formando a Adán y Eva como proceso irreversible).

- El desescombro, hermana Tortuga, es muy cruel pues te exige el olvido de lo que fueron nuestros enseres: aquella puerta que abrías con cuidado al llegar por la noche borracho o el carrito del bebé convertido en un amasijo de hierros. Vas a borrar mucho y lo que aguante la tarea del acarreo te va a resultar irreconocible. ¿Crees que esa columna y aquel muro que han aguantado son tu vieja casa? Sacarás geometría, sí, pero ¿es eso lo que quieres? ¿Buscas el hiperboloide o el triedro como Oteiza? Si eliminas el escombro, si te lanzas a la danza lotófaga del olvido... ¿qué quedará? Vivamos, Bicefalina, en el fragmento aunque duela. Un poquito de morfina y hasta que dure.... Perdonemos a los que las bombas lanzaron y extinguieron la flor azul que creció en el pliego como promesa de una nueva amistad entre los humanos. Perdonemos las traiciones de los fuegos fatuos....



- ¡No olvido! ¡Sois débiles y cobardes! Limpieza y restitución. Necesitamos un futuro reconstruido del que podamos sentirnos orgullosas.

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La vía del quitar... ¿cómo borrar los espejismos?



A una profunda grieta

me atrajo un fuego fatuo.

Encontrar la salida

no importa demasiado.


Suelo errar; los caminos

conducen a su término.

Las dichas y las penas

¡fuegos fatuos, un juego!


Sigo el árido cauce

y nada me perturba.

Cada río da al mar

cada pena a la tumba

Wilhelm Müller: Winterreise (viaje de invierno)

Schubert:Irrlich (fuego fatuo)




martes, 22 de junio de 2010

Haciendo hueco. Oteiza (1)


Jorge Oteiza: Caja metafísica (1958)


Si mis heridas fuesen escritas en clave de gramática universal - Dios, Patria, Amor, Gol - se convertirían en estigmas.





Pero yo no soy el mensaje de ninguna estrella. Por eso prefiero ser una caja que busca su propia oquedad y se va recortando desde dentro.





Poco a poco me sumerjo en el ir y venir de las sentimentalidades que actúan como tijeras porque no tienen nombre ni destino. Corroen dulces o amargas desde dentro como cuchillas químicas. Generan quimeras o tonterías, traiciones y sandeces. A veces, geometría.





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Ser menos que nada ¿Es posible metafísicamente la experiencia? Oteiza horada la materia para encontrar el hueco. Habitamos en los huecos que barrenamos en la realidad. La geometría del ingeniero y el arquitecto quizás sean siempre ilusión --- o puede que yo sea un negado para las formas en el espacio.





Nunca hemos dejado de ser un poco cavernícolas (sea, según etimología, grotescos). Habito en mi hueco y mi hueco es como la sepultura arañada a la piedra de los antiguos asentamientos.



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El alma es polvo que se viene a vivir a un hueco. Todo lo que somos nos lo dan los otros: carne, huesos, piel, saliva, sudor de amante o lágrima de herido, bandera e himnos, el velo y todo el porno que esconde. Todo me lo dan menos el polvo en el hueco que sólo la luz transversal nos permite ver. Polvo en suspensión que signa la paz que se escapa.


Escucha cómo el hueso se rompe y se quiebran las columnas de lo que hasta ayer parecía Templo, Amistad, Honor... ¿Lo oyes?

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Me niego a que mis heridas se conviertan en estigmas porque quiero provocar a las fuerzas que me invaden. Amenzan con dolor, con humillación. Muerte, muerte.

Que le den a la muerte.

Me niego al estigma (todos para el Cristo). Yo sólo soy un alma que se regocija en el combate entre la disolución y el espejismo que rasga la gran pantalla de la conciencia.

*****


Nunca ofendí la fe con la esperanza;
vivo presente en olvidada ausencia;
después de eternidades de paciencia
no merezco quejarme de tardanza.


Soy sacrificio que arde en tu alabanza
(fuera morir no arder sin resistencia);
¡oh puro amor, oh nueva quintaesencia!,
de infierno sacas bienaventuranza.


Cerca de visto y lejos de mirado,
ni de agravios me vi favorecido,
ni tu olvido alcanzó de qué olvidarse;


tu descuido encarece mi cuidado;
quererte más no puedo, ni he podido,
que esto es amarte y lo demás amarse.
(Diego de Silva y Mendoza, 1564-1630)

martes, 15 de junio de 2010

Sin título (Mirando hacia atrás sin ira)


"Y si yo me estrellase y perdiese, ¿qué se rompería y perdería? Un cero. Yo, individuo aislado, no soy más que un cero a la izquierda. Y ahora al traste con la pluma ¡Al traste con las ideas! Me voy al desierto con Herr Benjamenta. Quiero ver si en medio del páramo es también posible vivir, respirar, ser, desear y hacer sinceramente el bien y dormir por la noche y soñar. ¡Bah! Ahora no quiero pensar en nada más ¿Tampoco en Dios? ¡No! Dios estará conmigo. ¿Qué necesidad tengo de pensar en Él? Dios está con los que no piensan" (Robert Walser: Jakob von Guten)

Algún día podré narrar el tránsito de la perplejidad a la burla. No me faltan datos sino fuerza. Mis días en la ciudad me han agotado y me aburro en la extenuación. Mal filósofo: carezco de un mínimo de soberbia. Quizás he experimentado demasiado con mi alma y, entregada a los buitres del desapego y la crueldad, me la han devuelto esqueleto sin masa muscular. Conservo, eso sí, la dignidad ética (¡fíjate como mola!) y estética (¡qué monada sentimental!). Soy fácil objeto de burla. ¿Qué es burla? El silencio que habla para pronunciar más silencio. El cosmos como espectáculo burlesco para nuestras emociones y mi alma que refleja en su pequeña vida sentimental el macrocosmos.

Huyo al desierto con Jakob y Herr Benjamenta para comprobar si fuera de la ciudad por la que se pasean las muchachas berlinesas se puede respirar y vivir sin opio. No pienso y me entrego a los zorros de Franz Marc con ganas de suavidad salvaje. Siempre retorno a Marc. Es lo ganado en la temporada. El color es más grande que la burla.

Ahora quiero recuperar la tranquilidad y volver pronto a jugar una partida con el cosmos (la próxima vez seré menos sensible a sus burlas).

Mi vida refleja el devenir de la meditación y eso, supongo, es bueno si la filosofía es un estilo de vida. Me vuelvo a ofrecer a posibles burladores - ¡aquí mi pecho, clavad el puñal!. Pero tengo que reponerme un poquito pues es cansada la carrera. Por eso salgo al desierto y no medito. Sólo respiro.

La meditación es un camino del lenguaje que debe saberse en el riesgo de la tristeza, la crueldad y la burla de lo real-real. Ofrece modelos posibles que, como se sabe, no sólo no funcionan sino que incitan a los burladores. A pesar de todo, uno apuesta por que el cosmos se refleje en mi modesta alma. Evidentemente, ahora mi universo está en los huesos en solidaridad con ella.

(Nota: Quizás está notita pueda ser complementada con el comentario a la expresión "unión con el universo" de Russell que he dejado en el blog de Miguel Boulesis)



Imagen: Franz Marc:Zorros

domingo, 13 de junio de 2010

Trilogía para un fin de semana con lluvia (y 3)



"Tal vez los hombres de hoy seamos todos una especie de esclavos, dominados por una concepción del hombre enojosa, innoble, fustigante" (...) "Tienen en común cierta afabilidad fugaz y evanescente, y es el desasosiego, creo yo, lo que domina a esa gente. Se desentienden rápidamente de las cosas y personas conocidas, sólo para poder atender, al minuto siguiente, aquellas novedades que también parecen exigir su atención"


"Y cogí una campanilla y llamé. Un anciano entró... perdón, se introdujo arrastras - era la sabiduría de la vida -, y arrastras se llegó hasta mis botas, para besármelas. Y yo se lo permití a ese ser degradadado. Pensad un poco: la experiencia, principio bueno y noble entre todos, lamiéndome los pies. Es lo que yo llamo ser rico"

(Robert Walser: Jakob von Gunten)
Si la sinceridad se impusiera como ley del alma - allí donde no llegan los decretos de la república que nos impiden ser esclavos y buscar amos, tutores o amigas - debiera dejar que fluyera la callada por respuesta, el silencio cómplice de Su silencio, la aceptación amable del abandono, de la traición incívica, del salvajismo de esas palabras que fluyen como si nada pasara.

Si la sinceridad se impusiera... pero parece que tampoco quiere ella marcar ritmo. Nadie quiere dirigir la orquesta ni dar órdenes a mis miembros perezosos. No hay musas ni inspiración. Sólo hay mi tristeza, esa vieja zorra que me acompaña desde el cigotismo.

Por eso no sé que hacer con mi carta de despido y mi maleta-museo. Me encuentro en la puerta de su casa y quisiera presentir un ligero movimiento en los visillos que significara su pena. Pero el ama está en otra cosa y ya no quiere esclavos. Yo soy libre en la calle que circuncidan los transeúntes y manchan de sangre fétida. Seré santo o criminal, piojo en oficina, notario de falsedad.

La sabiduría vital se descompone mientras se arrastra. Quisiera ser rico en sueños.


Imagen: Theda Bara (1916-7)

sábado, 12 de junio de 2010

Trilogía para un fin de semana con lluvia (2)

"Hay un punto en el que nosotros, los alumnos, nos parecemos todos: el de nuestra pobreza y dependencia absoluta".

"Todos los alumnos tenemos espejitos de bolsillo, aunque no sepamos qué significa realmente la vanidad" .

"Por eso Klaus se aplica ungüentos sobre las innobles llagas que le defiguran. A menudo recurre también al espejo, aunque no por fatua vanidad sino para observar los progresos de la cura"
Robert Walser: Jakob von Gunten

(Sueño epistolar del bandido añorando su condición de esclavo)

Por no complicar al lector me digo yo. Sabe usted que si no me importara tanto la búsqueda de la inteligibilidad diría y, a continuación, añadiría una primera persona del singular (Tú soy, tú deseo). Pero uno se debe al público, sobre todo en la condición de esclavo. Por eso digo que yo era una estructura mineral resquebrajada y usted, mi ama, entró como agua sacra rellenando los huecos, las fallas y toda grieta visible e invisible. Me sentí pleno, consolidado. Más tarde, al congelarse ese fluido hermoso, entraron en juego la fuerzas de la dilatación convirtiendo la materia de mi alma en polvo, ese polvo que manchó sus botines y ya nadie podrá limpiar porque lo impiden las feroces leyes de la república.

Por eso puedo decir que no es bueno mirarse en el espejo aunque uno, criado al fin y al cabo, atento a la etiqueta y la necesidad de una imagen adecuada para cada ocasión, se vea forzado a tener siempre uno a mano. Porque usted, mi ama, era la imagen del espejo y al optar por el silencio - ¡malditos afanes democratizadores, odiosa costumbre de negar el mando y la tutela! - usted rompió mi ya precaria identidad.

Pero soy yo el culpable porque insistí en mirarme con vanidad sientiéndome orgulloso de aquella que me reprendía por una huella en el cristal o una sopa ligeramente salada. Walser dice que el esclavo acaba pareciénsose al amo, como buen perro. Pero esto es vanidad de espejo, espejo que fluye en el río y nos hace sordos a la llamada enamorada de Eco. Eco nos salvaría con la única condición de que miremos a las voces del afuera. ¡Maldito espejito-espejito! Presos del reflejo especular somos sordos y Eco, anómalía del lenguaje, muere de tristeza, se disuelve en el aire. Ahora sé que sus gritos son los crujidos de la piedra al hacerse añicos por el efecto de la helada, la glaciación, el silencio que se niega a explicar el final del episodio.

Mirarse en el espejo, fortalecer el yo sentimental , viviendo el espejismo del Tú, del Usted, del Ama que en el pasado mandaba como señora de su casa y ahora, demócrata, calla porque no quiere humillarnos haciéndonos sentir esclavos... El esclavo sólo puede mirarse en el espejo de su ama terapéuticamente, para comprobar la evolución de sus costras y llagas, los estigmas de su condición servil. Si lo que había de servir de contraste en el TAC de la servidumbre - nuestra dueña en el acto de forzar la voluntad - nos lleva sentir vanidad y hasta orgullo, el espectáculo de la sumisión se cancela y nos encontramos en la puerta de la casa con la carta de despido y la libertad recuperada.

En las calles donde la república no acepta servidumbre y levanta su bandera la dignidad, uno sólo puede convertirse en triste místico o impenitente asesino.



Imagen: John William Waterhouse: Eco y Narciso (1903)

viernes, 11 de junio de 2010

Trilogía para un fin de semana con lluvia (1)


"El día de mañana seré un encantador cero a la izquierda, redondo como una bola. De viejo me veré obligado a servir a jóvenes palurdos jactanciosos y maleducados, o bien pediré limosna , o sucumbiré" (Robert Walser: Jakob von Gunten)

Soy un desastre a la hora de hacer balances. Por eso me construyo una gigantesca máquina para hacer cuentas vitales que donaré tras mi muerte al Municipio. Es chulísima y espaciosa: un Centro Pompidou con la funcionalidad lógica del Ars Magna de Ramón Llull. Sin embargo sus resultados son caóticos. Si resto de los momentos de gozo que mi ama me ha ofrecido en el pasado los suplicios generados por su silencio - ahora me niega toda orden imperativa - el resultado unas veces es cero y otras no. Mi máquina tiembla impresionista y reivindica el gozo ganado o, por el contrario, se desgarra a lo Munch resaltando lo doloroso que es no poder sufrir el dolor sus caprichosos imperativos. En fin, últimamente el artefacto se posmoderniza y me incita a gozar como un perro trans-queer del dolor de su silencio. Su silencio me pone y, sano como soy en el fondo, me asusta mi perversión ahora que se deja ayudar por la tecnología.

Y me digo que no sé hacer balances y, por eso, soy criado fiel y obediente pero no administrador de existencias. En posición zen-sado-maso repito los aforismos de Heráclito: todo deviene en su contrario. Las sintonías finas del amo y el esclavo culminan en silencios de respeto civilizado. ¡Así no hay quien sufra honrada y sencillamente como un campesino!

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Imagen: " Actrices del Phibada Opera Troupe, de Korea del Norte, llegan al municipio de Chongqiong (China), donde van a interpretar la versión coreana del clásico Sueño en el pabellón rojo " .

Huérfano de ama, miro a las actrices en el vagón de tren. No sabía que en Corea del Norte hubiese cantantes de ópera. Si lo hubiera hecho sí que es verdad que me las imaginaría serias como aparecen en la foto. Molan. Fantaseo con un tren que se para en medio de mi habitación. Durante un buen rato sus viajeras me miran fijamente y yo, esclavo vacante, me entusiasmo. Hago volatines y monerías para que descubran mi carácter bufón, mi cualidad esclava. Podría limpiar los cristales. Nada: callan y miran. Será porque son comunistas y creen en la dignidad de todo ser humano.

Mi mente torturada supone un largo pasaje subterráneo desde Pyongyang y Chongqiong que llega justo hasta los sótanos del teatro. Allí las mujeres simulan una sonrisa y, al finalizar el espectáculo, retornan a su seriedad silenciosa recorriendo miles de kilómetros sin ver la luz del sol chino.

Miro pasar el metro y es el metro, gusano de luz subterránea que une mi habitación con Pyongyang, el que me mira. Llamo a esto mística.

Imagen: Reuters

miércoles, 9 de junio de 2010

CRUELDAD


"Esta identificación de la crueldad con los suplicios es sólo un aspecto limitado de la cuestión. En el ejercicio de la crueldad hay una especie de determinismo superior, a la que el mismo verdugo supliciador se somete, y que está dispuesto a soportar llegado el momento. La crueldad es ante todo lúcida,es una especie de dirección rígida, de sumisión a la necesidad. No hay crueldad sin conciencia. La conciencia es la que otorga al ejercicio de todo acto de vida su color sangre, su matiz cruel, pues se sobrentiende que la vida es siempre la muerte de alguien" (Antonin Artaud:Cartas sobre la crueldad, Paris 13 de septiembre de 1932)


Lo que hay y toca - siempre en precario -, la vida, además de atravesarnos con agujas como si fuésemos fakires, se nos mete dentro y construye cuevas en nuestros pulmones. Coagulada en esas cavernas, se escupe desde las bocas calladas de otros. Ellos escupen para evitar su ahogamiento - dicen - pero no estoy seguro de que sean conscientes del asunto. A lo mejor creen que lanzan besos. En todo caso nosotros les entendemos (¡qué piadosos somos con los verdugos!) porque también nos vemos impelidos al escupitajo ----- la sociabilidad humana como lluvia de salivas enrojecidas y maceradas en el interior de las almas que vivifica.

Este escupitajo vivificador es la crueldad que Artaud reivindica y redescribe en clave metafísica asociándola a una "dirección o determinación superior". Yo no soy metafísico porque no encuentro ni el arriba ni el abajo. Por eso me duele. Por eso desearía salir de la batalla, olvidar el daño de los silencios y perder la memoria nacionalizándome lotófago. No lo consigo, ¡lástima de generación criada con estricnina en los biberones!.

La conciencia debilitada en la tristeza y la decepción recibe el cruel golpe esputado y quisiera encontrar un sentido. El sentido del silencio - muy zen - travestido en salivazo de crueldad. Como una imagen de Cindy Sherman. ¿No es la conciencia débil precisamente porque busca un sentido más allá de la desnuda verdad de que no hay vida sin muerte y no cabe reconstruirse sin matarse y matar al otro que hasta hace bien poco nos entretuvo?.

¿Cuánto tiempo puede aguantarse en la crueldad sin ser Antonin Artaud? Personalmente vivir en la "sumisión a la necesidad" - así son ahora las cosas - de puro dolor acaba aburriendo. No soy héroe trágico y creo que vendería la justicia del cosmos por una dosis de olvido. Reconocer eso convierte mi existencia en prescindible, lo sé, pero hasta las conciencias prescindibles tenemos derecho a la meditación. Platón nos expulsaba de su república, vale, pero la tontería de Blogger nos entrega un espacio de nada ...

No deseo ser víctima ni verdugo y cierro los ojos mientras repito que no quiero que la vida sea siempre la muerte de alguien. ¡Patético!

Imagen: Artaud como Savonarola en Lucrecia Borgia (1936) de Abel Gance.

lunes, 7 de junio de 2010

LA FÁBULA DE LA LIEBRE Y LA TORTUGA ( y 4)


El Gatito Marramiau, el Perro Amarillo de Marc y la Tortuga Bicéfala recorren su particular desierto nocturno, cerca de la costa, buscando el mar en la inconsciencia. Adelantados unos centenares de metros, Marramiau y el Amarillo, como pinceladas gruesas en el mapa visual de la Tortuga, dialogan y disfrutan de la tormenta que, aún sin aparecer, se siente en los huesos como la gran ausente.

- Me comentaron una vez los galgos - dice el Perro - que en unas célebres carreras a ellos dedicadas, solía presentarse la Liebre en la lejanía. Desde luego su endiablada velocidad incitaba a los más rápidos. Sin embargo, nunca se supo de atleta alguno que lograra alcanzarla. No son pocos los galgos que consideran que la Liebre no es sino espejismo o engaño de humanos. Luz de Luna, reflejo de los propios deseos de correr hasta los límites del corazón. Tal vez en este caso...

- Pudiera ser - contestó Marramiau; desde luego la Tortuga ha intentado ir más allá de su fuerzas en todas las etapas de esta carrera. Hasta diría que hoy la veo como más rápida que en semanas pasadas. Si lográramos frenar nuestros pasos un poquito más ¡ seguro que los tres podríamos ajustar los ritmos!. Sin embargo, en nuestro caso, la Tortuga dice haber caminado junto a la Liebre e, incluso, dialogado con ella sobre variados asuntos. Por lo demás, el pacto del que habla nuestra amiga, ese alcanzar la meta juntos el animal más rápido y el más lento y echar a cara o cruz quién cruza primero la raya, no parece producto de sueño... ¡¡ Hermoso sueño de fraternidad donde los haya!! O, quizás, sí, todo sea engaño. Creo, sin embargo, que no es buena estrategia condenar a nadie.

- ¡Muy considerado te veo con la Liebre! - replicó sarcástico el Perro de Marc. ¿No será que los gatos encontráis de suma utilidad a las liebres porque ellas son objeto del interés culinario de los humanos y, entretenidos, os dejan en paz a vosotros? Sólo en épocas de miseria dicen que nos dan gato por liebre...

- No desconfíes de la rectitud y neutralidad de mis meditaciones por ese coyuntural aprovechamiento gatuno. ¿ No es perfectamente natural que la Liebre saliera corriendo para llegar a la meta? ¿No forma parte de su naturaleza el correr? Creo que si fuera verdad - y no sueño - que nuestra Tortuga hubiera disfrutado en tramos del camino de la experiencia corredora de la Liebre, buen servicio le hubieran hecho. ¡Que aprenda y deje sus tristes perplejidades en el fondo de su memoria!

- No es mal consuelo... Creo que el episodio mercería un diccionario - concluyó el Perro convirtiéndose en mancha amarilla.

Los dos amigos- perro y gato desclasados - se detuvieron en unas rocas que convergían en bucles de sombras. No tuvieron que esperar mucho a la Tortuga porque las consejos liebriescos recibidos la habían convertido en una Tortuga super veloz.... para ser tortuga.

Pensaba la Tortuga que, a pesar de la confusión sufrida al llegar a la meta y comprobar que todo había acabado hacía días (con triunfo de una tal Liebre), el episodio había merecido la pena. Y deseaba nuevas carreras.

En fin, sólo desde un punto de vista lógico la Tortuga puede ganar a la Liebre. Si la Tortuga es además bicéfala y confunde a veces el trayecto porque cada una de las cabezas le incita a ir hacia un lado, entonces la posibilidad lógica no disminuye nada aunque el sentido común nos dice que todo está perdido... No es malo agarrarse a la lógica y la posibilidad -que todos se empeñan en llamar imposible - de que una Tortuga pueda correr con una Liebre y ganar finalmente la carrera. Siempre he pensado que la lógica nos hace libres aunque sea a costa de ser un poquito idiotas.

Y digo esto sentimentalmente hundido en los paisajes de Constable que ha servido de fondo a esta vieja y previsible historia de la Liebre y la Tortuga.

Imagen: John Constable: Old Sarum (1834)

domingo, 6 de junio de 2010

La fábula de la Liebre y la Tortuga (3)


Cabe suponer que, en el devenir de la extraña camaradería dibujada en todo este episodio, la Tortuga se sintió en algunas ocasiones liebre. Si estábamos en medio de una carrera, ¿no es lógico desear las cualidades del mejor corredor?


- Sí, creo que desee ser liebre – confesó la Tortuga a un periodista. Sin embargo, no puedo precisar el sentido exacto de esa experiencia de desear ser otro. Todo, ahora, se me ofrece como sueño de sueño de sueño….Desde luego (se ríe), siempre retornaba a mi conciencia galápago.

- Pero esos momentos en los que deseaba el cambio de género y especie, ¿tenían lugar con ocasión de sus conversaciones con la Liebre o cuando ésta le abandonaba para avanzar en el recorrido y retornaba usted a la soledad del corredor?

- No sabría… Quizás cuando estaba con la Liebre me sentía liebre y en los largos momentos de separación deseaba ser liebre para avanzar un poco más rápido, llegar antes de lo esperado al próximo punto de encuentro con ella, sorprenderla y despertarla de la siesta cuando no imaginara mi cercanía. Tal vez sólo deseaba que se sintiera orgullosa de su apuesta por una carrera civilizada en la que al final nos jugaríamos el triunfo al azar del cara o cruz.

El lento andar de la Tortuga incita al cambio de especie. Los distintos “yo” afloran a la conciencia cuando el polvo del camino está tan cerca de la boca y se suda en abundancia incrementando las posibilidades del ensueño y los deseos de otro tipo de vida. El estilo de corredora de la Tortuga tiene algo de continuo trance o de éxtasis mesurado por el sentido del deber (que exige no desesperar en la tarea y no reducir velocidad). El paso lento y la anomalía bicéfala convierten el camino en espejismo de sí. La senda es larga y la meditación se pierde en ella. Si además nos inscribimos en una carrera en la que definimos aliados y contrincantes, la conciencia se desborda en romanticismos sentimentales de todo tipo. Una profundidad competitiva que destroza la identidad (aunque abre la vida a nuevas personalidades).


Como bien sabe el corredor de fondo, uno mismo es siempre el rival más importante. Y la Tortuga se esforzó con entusiasmo y luchó ferozmente consigo misma intentando llegar cuanto antes a los puntos de encuentro, conseguir que la Liebre se sintiera orgullosa de sus progresos y accediera a contarle nuevos secretos de carrera.

Hasta que un día cuando llegó la Tortuga a un punto de encuentro, la Liebre no estaba allí.


Imagen: Constable: Molino de Flatford (1818-9)

sábado, 5 de junio de 2010

LA FÁBULA DE LA LIEBRE Y LA TORTUGA (2)

Caminaba la Tortuga pensando que para la tristeza y el sentimentalismo siempre hay motivos siendo del todo idiota apenarse y entristecerse por ello. Medita la Tortuga a paso lento y se dice que todos caminamos poquito a poco o rápido y que, de vez en cuando, echamos carreras buscando amigos y enemigos, quizás algo de amor y orgullo. Por eso la Tortuga nunca ha temido inscribirse en las competiciones organizadas por las más diversas instancias zoológicas aunque sabe que sólo desde un punto de vista lógico es posible la victoria. La mayoría de las veces su pesado cuerpo compite contra su sombra como el boxeador que se entrena mirando la pared en una oscura película de cine negro.

Cuando la Liebre apareció en el horizonte, la Tortuga tuvo por seguro que habría carrera. Bien – se dijo.

La Liebre redujo con habilidad su larga zancada y se colocó a la altura de la Tortuga.

- La verdad, dijo, estoy un poco harta de esta locura de la velocidad. Más aún, creo que tengo una de mis patitas herida de veras. ¡Qué pesado ser tan rápida como una centella!

- ¡Oh, cómo lo siento! – replicó la Tortuga. He de confesar que, en mi lamentable situación, siempre he admirado y envidiado a los animales que muestran velocidad en su caminar. Admiro a los campeones porque yo, que tanto deseo ganar, nunca lo consigo. ¡Sería un placer que me contaras tus andanzas y, si cabe, algún secreto! En todo caso, si tu deseo es abandonar momentáneamente el glamuroso mundo de la rapidez, aquí a mi lado siempre encontrarás un hueco. A mi ritmo no se suele ganar la carrera pero quizás sí podemos entretenernos con las pequeñas cosas que nos salen al encuentro.

Y así, como quien no quiere la cosa, se fraguó la amistad de la Liebre y la Tortuga. Se inscribieron en la carrera del Bosque y comenzaron la andadura.


Ni que decir tiene que la Liebre no podía aguantar mucho rato junto a la Tortuga porque se le resentían los muslos por efecto del paso lento. Por eso la Liebre, tras las más bien breves conversaciones sobre el amor y la belleza, se lanzaba en frenética carrera hacia la meta. No pretendía cruzar la línea final porque encontraba entretenida su rara amistad con el galápago. Muchas veces incluso retrocedía hacia los antiguos desiertos que trataba de civilizar con su paso rápido. Por eso, la Liebre se fijaba una etapa con precisión geométrica y allí esperaba a la Tortuga sesteando o enérgicamente ocupada en las distintas tareas de habilitación y balance.

- Cuando lleguemos a la meta, le dijo la Liebre a la Tortuga, echaremos a cara o cruz quién cruza primero. No puedo negar mis deseos de ganar pero entiendo que tú también sueñes con el triunfo. Dejar al azar la decisión no deja de ser excitante. Y debo reconocer que gozo con tu compañía.

La Tortuga aceptó la propuesta de la Liebre. Nunca se había sentido más cerca de la victoria y le gustaba oír las historias que sobre sus triunfos y viajes le narraba la Liebre. La Tortuga envidiaba a la Liebre aunque, curiosamente, aprendió con ella a valorar la lentitud de su propio estilo.


Imagen: John Constable: Molino de Gillinghen (1829)

jueves, 3 de junio de 2010

LA FÁBULA DE LA LIEBRE Y LA TORTUGA (1)


Cuando la Tortuga llegó a la meta la carrera hacía días que había concluido. El viento, encargado de la recogida escrupulosa de latas y envases de pizza - lluvia dorada con la que eso que ha dado en llamarse el público se apodera de lo real - se había retirado al Septentrión y en aquella explanada sólo quedaban el Gatito Marramiau y el Perro Amarillo de Marc. Por supuesto, la Liebre había ganado la prueba.

La Tortuga miró con sus cabezas el horizonte y pudo contemplar el desierto:

- ¿Dónde está la Liebre? - preguntó.

Y se interrogaba en monólogo morboso y como descabezada:

- ¿No dijo que no correría y que, al llegar a la meta, pactaríamos un final civilizado y racional del tipo cara o cruz? ¿No me aseguró que se echaría siestas consecutivas o plancharía pilas de ropa para templar nuestros pasos? ¿Qué espanto indujo a la espantada? ¿Quizás he corrido demasiado?

Según el dictamen de Marramiau, analista de reconocido prestigio y autor de diccionarios, la Tortuga padecía de:

(i) Perplejidad.

(ii) Tristeza.

(iii) Patetismo introvertido (Nacido de la humillación y un cierto sentido del ridículo).

- En cualquier caso - comentó Marramiau al Perro Amarillo - , lo que más me preocupa es la aparición de una protuberancia de origen desconocido entre las dos cabezas y con forma inequívoca de testa de sierpe. Neoplasia viperina.
Como el atardecer lanzaba sus colores y los tres amigos eran firmes partidarios de las apariencias, caminaron arrastrando los pies y cerrando los ojitos.

Y todos se pusieron a meditar a medio camino entre la melancolía y la desolación sonriente.

Imagen: John Constable Bahía de Weymouth (1816)

martes, 1 de junio de 2010

Sin título (con Louise Bourgeois)



Mi alma en los huesos, huesos de fresa salivados por mujeres que usan colutorios de aguardiente para mejorar la salud de sus encías (y así reírse mejor en el baile).

Mi alma se refugia en la araña de Louise - "Mamá" se dice. Louise en su féretro neoyorquino y mi alma envuelta en sus telas, en el raso black and white o, quizás más apropiado, en una tela de grisalla que transmute en volumen la geografía del cuerpo muerto. La araña como hogar eleva sus patas de arquitectura para crearme un hueco desde el que poder reconstruir el tejido nervioso de un modo más sano, ni excitable ni romántico; más adecuado a la inteligenZia siglo XXI.


El alma histérica se enreda en vórtices y espirales hasta el hartazgo de sí, la náusea y todos los conceptos y motivos existenciales de la cultura occidental. En los huesos, el alma, como la vieja arrugada que recibía en su casa de nueva york, se llama hoy Louise Bourgeois sin saber muy bien por qué. El alma-Luis, harta del trasiego, busca arañas gigantes que cubran arquitectónicas con sus estructuras los vacíos de la decepción, el abandono, la inútil y gratuita humillación,la falta de orgullo. Esas pequeñas cosas que hacen de la vida un lugar encantador.

Me encuentro bajo la protección de la araña: mantitas de colorín arcoiris en el horizonte, un atardecer. Inspiro el pegajoso sentimiento de que voy a ser devorados por el animal hasta dejarme en los huesos. Qué alivio.

Imágenes: Louise Bourgeois: Mama; Arco de la Histeria