sábado, 26 de junio de 2010

Haciendo Hueco. Oteiza (3)

Jorge Oteiza: Monasterio de Arantzazu, Apóstoles


"Espacio es lugar, sitio, y este sitio en el que nos desenvolvemos y en el que tratamos de realizar nuestra escultura puede estar ocupado o sin ocupar. Pero ese sitio sin ocupar no es el vacío. El vacío es la respuesta más difícil y última en el tratamiento y transformación del espacio. El vacío se obtiene, es el resultado de una desocupación espacial, ésta es su energía creada por el escultor, es la presencia de una ausencia formal." (Jorge Oteiza)


"(Hugh)Hefner hace visible el interior de su propia casa a través de la construcción teatral de una autoficción doméstica. Lo que aquí se nos propone es un striptease de la vida doméstica heterosexual norteamericana. Pero no se trata de un desvelamiento de una verdad escondida, sino de un proceso de producción teatral y de construcción narrativa en el que cada detalle ha sido técnicamente orquestado" (Beatriz Preciado: Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en Play Boy durante la guerra fría")

El problema en la reconstrucción de sí es que el bombardeo no cesa y los escuadrones de la muerte hacen incursiones violentas todas las noches. Así, nunca hay un solar desde el que poder iniciar la jugada. Los aviones lanzan sus llamaradas vespertinas y, por la mañana, nuevos pecios aparecen en lo que fueron calles y jardines y casas y vidas. De repente uno deja de oír la voz de la girl next door y comprende que una ficción, otra ficción, ha perdido la gramática. En el otro lado de la puerta espera el fragmento, la letra suelta, el polvo sobre la sangre y unos ojos convertidos en bolas. No hay quien encuentre la inmemorial silueta de la garza en el amanecer (por poner un ejemplo)

¿Cuál es el papel del escultor - o, mejor, del arquitecto de sí - en el tiempo de bombardeo? Los peones acarrean escombros, llevan los cadáveres a la morgue y los utensilios a sus cajitas de saqueo. Lo pueden hacer solos o con la inestimable ayuda del látigo del capataz. Pero ¿y el arquitecto, ese hombre que está presente en la tierra sin estar ausente del éter? ¿Por dónde iniciar en plena guerra el vacío del que habla Oteiza - un vacío energético y significativo, huella de algún tipo de evocación, incitación a la meditación que nos transforma, altura y profundidad, ancla de los viejos zapatos del campesino (Heidegger/Van Gogh)? ¿Para qué poetas de sí cuando aún nadie ha cerrado el tiempo de guerra?.

- Resistiremos, hermana; es lo que nos toca... Por eso olvidemos el Gran Proyecto. Durmamos bajo las chapas de un camión destripado y bebamos el agua de los charcos. Por la noche recordemos los tiempos sin guerra, teatralicemos para reír y pasar sin náusea por la garganta la ginebra destilada.

- Olvido y geometría, necesitamos, para perforar la materia, trepanar vértices o aligerar la esfera en línea espiral.... - insiste Bicéfala.

Pero ¡un nuevo ataque quema los bosquejos! En la guerra no parece haber espacio para la escultura y sólo queda las pequeñas autoficciones, el juego al que nos dejamos arrastrar en los periodos sin explosiones y en los que imitamos los gestos del pasado (los grandes Gestos: Amor, Amistad, Fraternidad, Grandeza, Honestidad, Lealtad....) . En el juego de la recreación simulada de la propia existencia se ofrecen maclas azarosas(no geométricas), instintivamente anexadas las partes en una narración precaria, cuatro ideas mientras se toma una cerveza o un vago deseo de ser fiel a no se sabe qué.

Y estalla una nueva bomba cerca de la cara y nos levanta la piel del rostro mostrando una malla de tendones, nervios y capilares grasientos sobre los que se desliza el ojo, la última encarnación de la esfera...la esfera que Oteiza abre para que recupere la visión.

Por eso, porque estamos en medio de la cosa destructora la arquitectura de la vida se deja arrastrar por la fantasía del teatrillo de maravillas, la autoficción en el que nos dibujamos como triunfadores felices o jubilados llenos de proyectos, enfermos que esperan la carta que anuncia el inicio (del fin o de la recuperación) o que llenan cajitas con lápices de labios que roban en grandes almacenes berlineses (ver Pájaro de China).

(Sólo queda, de momento, la cajita. Pero que no nos oiga la Tortuga. Que no se disguste).

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