miércoles, 20 de junio de 2007

Considerando que el tiempo está revuelto(Segunda jornada)


(Saludos, Miguel)


Vicisitudes e ironías del corrector de selectividad:Un ser lleno responde al ser vacío (con ironía que éste no entiende en su vacuidad simplona): la respuesta es la buena fe.


Si la buena fe es la respuesta, ¿cuál era la pregunta? ¿Explique el "sentido" del texto? ¿El sentido del texto es la buena(o mala) fe no del que comenta ni del autor del texto sino del que supervisa la lectura? El corrector crea el sentido. El notario de la disputatio (¿no eso lo que debe ser la prueba?)se impone al autor y a la lectura propia a través de la lectura impropia del censor-represor.


Aunque todo esto parece un juego de palabras "prescindible", el caso es que el corrector debe optar entre la vía dictatorial (El Yo de Stirner) y la vía poética, entre imponer un pentagrama de límites (contenidos) o intuir el alma del examinando (y de su contexto académico ). Esto último se ajusta más a la buena fe. A veces a medio camino - ¡Idiota, siempre a medio camino, que no hay otra! -, el pequeño dictador se deja sedudir por la imaginación.... al fin y al cabo, ¿no ha sido todos estos comentadores aprobados en filosofía y son bachilleres in pectore?


Por cierto uno: ¿es adecuado asignar la tesis del materialismo dialéctico - y todo su galimatías de leyes - al propio Karl Marx? ¿Y responsabilizar al finado de los desastres del socialismo chino?¿Es ello un 1,5 o un 0,25?.¿


Por cierto dos: la prueba de filosofía - como todas - tiene un amplio plantel de criterios de corrección que los responsables de cada tribunal se encargan de exponer y publicitar nada más acabar la prueba. Y un mecanismo de revisión. No se crean (¡cómo mola si hacemos abstracción de la minoría que sufrirá al ver su nota!)

martes, 19 de junio de 2007

Considerando que el tiempo está revuelto (Primera jornada)

(I)

Un ser vacío dice:

No se escribe por falta de fuerza; o por no tener nada que decir. Esterilidad o impotencia. La escritura es el último acto viril.

El ser vacío no tiene voluntad, se deja llevar – o llenar – por los diversos aires que pueblan el espacio. No copia ni replica: hace hueco a una vibración, a un suspiro o a una cadena de signos. A nada se niega: es el relativista perfecto. Un demócrata inesencial. Un falso pensador más que un vergonzoso lírico (que también). Una extravagancia meditante.

(II)

Murió Richard Rorty.

Sigamos cuidando la libertad.

Que la conversación no se cierre: abiertos ya a los consejos de un muerto, como siempre gustó a la filosofía.

(III)

El ser vacío dice:

¿Qué significa ser corrector de un examen (de Selectividad) en el que nadie ha definido la extensión de sus contenidos y los criterios son vagas y piadosas oraciones? Ser corrector significa ser un poeta de la corrección ---- o un dictador.

Al modo Stirner, el Yo impone sus credenciales legislativas en la intimidad del cuarto de corrección y, por sana fidelidad a su libertad, opta por mantener EL criterio. Podría no hacerlo –digamos que en los números impares a partir del 25 y hasta el 36 (si opción A). El poeta de la corrección, por el contrario, imagina el contexto de aprendizaje del anónimo autor, sueña con el alumno y su profesor intentando delimitar lo que aprendió en las duras jornadas. Y con esos criterios imaginativos valora si el desconocido llegó a los límites de aquello que debió aprender (según su profesor). Este corrector es piadoso y trata de sentenciar desde el saber o la ignorancia del anónimo autor (¿se puede ser piadoso en el anonimato? Sí, imaginando rostros) pero ya sabemos que la lírica es muy traicionera. El corrector stirniano es frío como el pedernal (sic)y justo en su esquema pero, ¡ay! ¡es tan poco sensible a la diferencia de contextos!.

¡Ser vacío y necio! ¿Cómo va a darse ese examen sin criterios ni límites de contenidos? Tonto – muy tonto – es el ser vacío.

Pregunta: ¿es el materialismo dialéctico una buena respuesta a la pregunta sobre la teoría de la historia de Marx?

miércoles, 6 de junio de 2007


Tres citas contrapuestas (o no tanto):

Cada uno de nosotros perdurará en el recuerdo, pero siempre en relación a la grandeza de su expectativa: uno alcanzará la grandeza porque esperó lo posible y otro porque esperó lo eterno, pero quien esperó lo imposible, ese es el más grande de todos
Soren Kierkegaard: Panegírico de Abraham, en Temor y temblor

Amamos lo perecedero precisamente porque va a perecer; no amamos lo eterno, lo invulnerable, nadie ama el universo, todos sabemos que el universo se pasa muy bien sin nuestros cariños. Amamos a aquellas personas que quisiéramos perpetuar y no podemos; es su fragilidad lo que suscita nuestro amor. Y claro, Dios es lo contrario: la idea de amor a Dios, por ejemplo en el planteamiento tan hermoso de Spinoza, en su Ética, él habla del amor a Dios, que sólo puede ser un amor intelectual, no podemos esperar que Dios nos ame. Esa vinculación afectiva que introduce el cristianismo necesitaba que Dios hiciera una concesión a la carne, a la muerte, a la fragilidad, al temor, al abandono... (Fernando Savater, El País 2-6-2007)


“Los delirios de unos y otros producen monstruos condenados a enfrentarse bíblicamente, cada uno luchando por su Bien frente al Mal que representa la otra facción. Este íntimo convencimiento de la posesión permanente de la verdad, adopta ribetes metafísicos. No se valora lo que se ve, sino la Verdad en la que se comulga. Estas posturas no aceptan relativismo alguno. O se está en el credo propio, o se milita en el rival. ¿Estamos condenados a tener que elegir siempre, dramáticamente, entre esas dos Españas machadianas? ¿Pueden existir posturas intermedias que luchen desde la sensatez por mejorar la convivencia y por impulsar proyectos compartidos, sin renunciar por ello a las propias ideas? Creo que sí. Y esas fuerzas "centristas" a buen seguro que habitan en el seno de los grandes partidos, acusadas de tibias, acomplejadas y relativistas, y aplastadas por los halcones de la confrontación. Kelsen ya escribía en 1920 en su ensayo Esencia y valor de la democracia: "La concepción filosófica que presupone la democracia es el relativismo". ¿Quién se atrevería hoy a afirmarlo en público? (Manuel Pimentel: El centro siempre necesario. El País 3 de junio de 2007)


Pensar en precario: vivo creyendo que los contextos (palabra, verso y versículo, tesis, onomatopeya, además de sangre, jugo, semen, sudor y sal) nos insuflan el aire de ese globo que llamamos nuestro mundo - con sus expectativas y todas las neuras. Vivo viendo que los vocabularios (tantos como los dioses del Panteón hindú) nos dicen casi de todo aunque apenas entendamos uno y sospechemos de un puñado ---- y por todo ello la acción es inevitable, hay como que elegir (si acaso) en el contexto un decir de un modo u otro, casi siempre porque así lo dijeron papá y mamá o, quién sabe, tal vez, soñando un particularísimo decir que no por tal es más profundo ni nos da un sitio en la historia.

El contexto nos tortura con su inmediatez no desvelada ni consciente.

¿La imposibilidad de hacer una filosofía original –La Filosofía- nos hace más dignos pensadores? No lo creo.

El pensar – nada tan privado en la obscenidad de lo público – se me ofrece como narcótico y como extraño instrumento para reparar mesas con herramientas de fontanero.