miércoles, 30 de septiembre de 2009

ITINERARIOS (I). CAMINO DE PIEDRA




Robert Smithson - Spiral Jetty (1970)

Cruzábamos el río por un camino de piedras que surgía del agua. El puente quedaba lejos y las gentes de la barriada construían este improvisado paso en los meses de verano. Mi madre llamaba al artefacto ingenieril “las Piedras” y, en mi alma de niño, la mayúscula de ese objeto signaba no sólo su presencia frágil – a penas el espacio de un pie y con el agua corriendo amenazadora en sus límites – sino también el miedo que me producía pasar al otro lado por ellas. En cualquier caso creo que puedo decir que las Piedras se convertían en instalación artística que se aparecía sólo para mí, para mi caída, mi pesadilla ---- mi ocasión de hacer público el infinito miedo íntimo. Soy un hijo raro de la clase obrera. Nunca dispuse de la habilidad de los otros chicos ni su violencia ni su capacidad de convertir un salto en hazaña viril. Las Piedras eran suplicio, avatar que desvelaba mi esencia rara, mi ubicación en un sitio en el que no tenía posibilidad de ser de ese sitio. Desplazamiento y extrañamiento.

Las Piedras definían una recta que unía las dos orillas y poseían esa misteriosa cualidad de generar una espiral a mi paso. Las Piedras me llevaban en sus giros fantasmagóricos al centro del alma, allí donde se revelaba en toda mi debilidad. Sin embargo, en el centro de la miseria, si lograba escapar un instante de la tortura de mi egocentrismo – presente y pasado – comprendía que esa fragilidad (mía) era la vibración de la piedra misma, de cada uno de los islotes que el agua lamía y rodeaba con sus dedos como un amante fatal. El río torcía la línea de puntos con vocación de camino. Buscaba romper la recta, inundar el paso obrero, arquear la distancia más corta en volutas caprichosas. Creaba un mandala inconsciente que refleja el cosmos y la lucha de clases.

Y el invierno arrastraba ingeniería, arte y misticismo con absoluta indiferencia.




El land-art, con su subrayado de la intervención humana en la supuesta neutralidad de la naturaleza, muestra que la mayúscula del Arte y las Piedras es apariencia, hinchazón, apenas un espejismo en el que los principios del orden salen del mar oscuro como delfines para volver a hundirse en las aguas.

Yo lo vi en el ojo de la espiral, espectáculo sólo para mí y mi apuesta por la precariedad.

martes, 29 de septiembre de 2009

ZOOLOGÍA BICÉFALA. RINOCERONTE ( V y final por fractura)


¿Trato o truco?

¿Tesis o poema?

¿Unicornio o Rinoceronte?

Cierro la serie por fractura en los andamios, por desazón del ángel custodio que me llama la atención en la lentitud de la escritura. Los engranajes se oxidan al quedar expuestos; las cadenas que sujetan las patas cortitas de la bestia humillada finalmente lo ahogan. Ni el alargamiento de miembros ni la transustanciación en quimera de jirafa que Dalí provoca con su paranoia-crítica ni la conversión del cuerno en curva logarítmica perfecta, lograron salvarlo. Muere el Rinoceronte y su cadáver llega a las costas italianas. Fin del trayecto. Taxidermia. No he logrado resucitarlo (ni tampoco Dalí con toda su geometría). Queda su historia como grumo de la historia, freno imposibilitador de toda teodicea.

Yo alargo mis patas en el tiempo por medio de la ingeniería genética del alma. O me hago tortuga de buen humor. Esta mañana escribí en la blog Marienbad:

Envejecer, ser ya viejo o no tan viejo. Tener 19 y creer que el mundo se ha acabado y todo es caída, expulsión, hundimiento, fractura... y equivocarse, pasando por todas las crisis de la edad, la de los 30, los 35, los 40. Me acerco a los 50, vivo en el envejecimiento pero, curiosamente, nunca me he sentido tan caótico, monasterio derruido y claro de luna. Leo a los románticos. Adelgazo mil kilos. Escucho sin cesar a Radio Head y a Shostakovich mientras camino muy deprisa por las calles. Miro camareras simpáticas y antipáticas. No me compré la moto ni me enamoré de Lo-li-ta. ¡¡¡ Bien!!!”.

Nunca he sabido si mi escritura era tesis o poema, si su vocación se metamorfoseaba en unicornio o rinoceronte. Fusiono, me coloco en el punto místico de la inversión, allí donde mi metafísica se descubre artefacto, aborto de poema, aroma de mito, náusea de Summa Theologiae. Envejezco y cada capa de blindaje es una crisis y una humillación que se torna fantasmagoría.

Ahora dejo que Clara - no el rinoceronte sino la amiga de Nataniel en El hombre de la arena de Hoffmann – dicte su sentencia:

“En caso de que el odioso Coppola se aparezca otra vez, me he propuesto ser de nuevo tu ángel custodio. Nada conozco más eficaz que una alegre carcajada, cuando se quiere desechar los monstruos fantásticos. No le temo, ni tengo miedo de sus garras, ni como abogado ni como hombre de la arena podrá estropearme los ojos”.

Casi me siento excitado con semejante angelito en la puerta de mis sueños.

domingo, 27 de septiembre de 2009

ZOOLOGÍA BICÉFALA. RINOCERONTE (IV)


Dejemos en aquella esquina el duro expediente. Mañana hablaremos de nuevos signos y cifras. El cuerno, la inversión y el unicornio. Hoy habla La Rabia y la Rabia dice:

El abuelo leía a la abuela panfletos y periódicos revolucionarios que decían que la tierra era para el que la trabaja. Mujer, esas tierras son nuestras. Nosotros las trabajamos al menos hasta donde alcanza la vista, si no más. En la Guerra, desnudo y sin blindaje, ajeno al mauser y a la metralleta, a más de doscientos kilómetros del tiznao más cercano, el abuelo fue señalado con el dedo y el pelotón llamó a su casa y pronunció su nombre. Pero la muerte frustró su ímpetu. A este hombre no le toca nadie - dijo el Amo. Y el abuelo salvó la vida. El Amo certificó su bonhomía y acorazó su debilitado cuerpo, sus manos campesinas, su sexo destinado a fecundar a la hembra y llenar el campo de nuevos brazos. Así blindado por la fuerza telúrica de la Voz de su Amo, las protecciones que lo salvaron de la zanja se convirtieron en él en miedo que perduraría al menos diez generaciones.

El abuelo no volvió a decir a su mujer que aquella tierra sería suya. Olvidó y bebió. Fornicaron en la guerra para que se parieran nuevas almas de soldadesca. El abuelo se hizo peón y albañil, agujereó la tierra para plantar cimientos duros de compleja estructura férrea, líneas de metal que se cruzaban y se llenaban de arena, piedras, cemento. Nunca entendió el arte de la arquitectura porque hacía mucho frío en la meseta. Luego el abuelo dijo: Mujer, nos vamos a ir al Perú. Allí tendrás que aprender a montar a caballo y a disparar la pistola para matar a las serpientes. Pero no fueron más allá de cien kilómetros de su cuna a sembrar sepulturas.

El abuelo sabía de su coraza, la coraza que el Amo le había puesto y que le salvó de quedar enterrado en una cuneta. El abuelo era Rinoceronte humillado por aquello que le devolvió a la vida. No sé si agradeció al Amo la acción. Al fin y al cabo el Señor podría haber dejado que la cosa siguiera su curso. No hacía falta un jornalero más y sobraban muchos lectores de panfletos. El Amo le salvó porque el abuelo era un buen hombre a sus ojos, es decir, obediente y trabajador. Gracias a la coraza del abuelo nacieron nuevos hijos y de estos hijos nuevos rinocerontes más. Yo ocupo un puesto. Yo me salvé de quedar en la fosa común por la palabra potente del Amo ante el pelotón de fusilamiento. Fascinante.

El Rinoceronte de Durero se salvó de alguna matanza salvaje y, gracias a un sultán, un rey y un Papa, pasó a la historia de la pintura y de las ciencias naturales. Doscientos años después, el rinoceronte Clara recorrió Europa con exito de crítica y público. Clara parece que no tenía ya la coraza de guerrero medieval de su antecesor. Vivía en la civilizada europa del XVIII. Clara tuvo una entrevista con Buffon aunque no sabemos de qué hablaron. No se sabe si preguntó alguna vez por el destino del Rinoceronte de Durero que, como la Criatura del Dr Frankesntein, no tiene nombre, sólo mayúscula. Sabemos que Clara perdió el cuerno en Italia y que murió a los veinte años lo que, para un rinoceronte, no está nada mal. Yo también recorro el mundo protegido por mis derechos ciudadanos. No necesito que el blindaje del Amo me salve. Soy como Clara; llevamos el yugo y las cadenas metidas dentro y nos exhibimos como progreso de las clases trabajadoras en el orden de la cultura. ¡Jo!


Imagen: Jan Wandelaar Clara, el rinoceronte 1742 1747

jueves, 24 de septiembre de 2009

ZOOLOGÍA BICÉFALA. RINOCERONTE (III)



El Rinoceronte de Durero me lleva a los tiznados, aquellos vehículos de blindaje artesanal y escaso valor estratégico que se usaron en la Guerra Civil. Inútiles para el combate en campo abierto frente a los blindados militares, sólo en el contexto urbano poseían un cierto valor simbólico. De ahí su aspecto, en ocasiones, orgánico, simulación de animales o criaturas propias de bestiario medieval (o postindustrial). Héroes metálicos que ocultan en su interior el movimiento orgánico de la Revolución de modo similar a como el Rinoceronte acorazado ocultaba exotismo de las tierras de conquista.


Ejercicio de voluntarismo, el tiznado, como el Rinoceronte del siglo XVI, habita en el desamparo. Si el Rinoceronte se subraya como criatura llegada del pasado (los otros continentes son el pasado en su salvajismo), el tiznado marca su estilo como vehículo de utopía muerta antes de emprender la faena. Ambos asustan en proporción inversa a la posición del espectador en la pirámide del poder. Los tiznados son bestiario de estética industrial que se constituyen como instalación artística digna de atención (“interesante” al decir de los románticos) en la distancia melancólica. Si después de una guerra de destrucción total, en un mundo poblado por niños, éstos intentaran reconstruir los tanques que habían visto en los combates, diseñarían un tiznado. Por eso, su cartografía mecánica nos habla de la época de la tecnología de modo similar a como el Rinoceronte nos hablaba de la época del dominio imperial europeo a través de una reconstrucción naturalista.



La ciencia natural a partir del siglo XVI construye su estatuto en la línea de tensión entre el dibujo de campo del observador pasmado ante la variabilidad de la naturaleza “descubierta” y el cartesianismo que veía en los animales máquinas.


«Deseo que sean consideradas todas estas funciones [vitales] solo como consecuencia natural de la disposición de los órganos en esta máquina; sucede lo mismo, ni más ni menos, que con los movimientos de un reloj de pared u otro autómata, pues todo acontece en virtud de la disposición de sus contrapesos y de sus ruedas. Por ello no debemos concebir en esta máquina alma vegetativa o sensitiva alguna, ni otro principio de movimiento y de vida..» Descartes, Tratado del hombre.


La tecnociencia, vista desde el rino-tiznado, se nos cartografía en esta nuestra estética del desamparo, en la línea de tensión entre el artefacto mecánico y la tentación de la construcción orgánica ( Digo: los tiznados no sólo me recuerdan al Rinoceronte; también a la querida tortuga).


Tiznado y Rinoceronte son mensajes de futuro, premoniciones.



Leemos en su costado: “Hermanos no tirar” y no acabamos de comprender el mensaje. ¡Extraña debilidad en un blindado que, por definición, debiera incitarnos al disparo para probar su poder!. La misma debilidad que veíamos en la coraza que cubre al Rinoceronte de Durero. Resultará difícil hacer el tránsito desde este desamparo y la percepción daliniana del rinoceronte como criatura poderosa ----- el salto, claro, en el Rinoceronte de Dalí lo proporciona el cuerno, el mega falo ( y, puestos, en nuestro tiznado, la ametralladora que escupe hierro incandescente).

miércoles, 23 de septiembre de 2009

ZOOLOGÍA BICÉFALA. RINOCERONTE (II)



La bestia se construye en el grabado de Durero en una intersección de fuerzas y líneas de poder. El choque de estas fuerzas en la piel del animal, su cruzamiento en círculos y fractales, vellosidades intuidas e infección generalizada, no nos puede hacer olvidar el acuerdo último de las mismas en el proyecto de humillar al rinoceronte. Él se nos desvela como mapa o, mejor, cartografía de una época violentísima aunque los libros la pinten de Cinquecento y de Studia Humanitatis, con una Venus sensual jugando al platonismo en la playa florentina, a modo de portada de revista sólo para filósofos.


El rinoceronte es la criatura humillada, doble o triplemente humillada. Un corte letal en el lienzo de su hábitat lo traslada a la vieja (ya vieja) Europa y lo embarga de saudade lisboeta. Como Alicia, aparece en otro sitio donde las leyes de la selva han sido civilizadas y pervertidas – a partes iguales – por aquellos conquistadores que inauguran el Extremo-Douro más allá de los mares y al modo de parque temático Disney. Dibujan el plano de lo exótico. Además, el rinoceronte se traviste de guerrero medieval para ser ofertado al Papa. Su piel como de babosa necesita la armadura, el yelmo, las defensas quijotescas que ya nada dicen en el campo de batalla pues la pólvora y los mosquetes han cambiado la estética de la guerra. El rino es finalmente adoptado por la tribu de los naturalistas, los científicos que descubren formas y regularidades, que crispan la enorme variabilidad de la naturaleza buscando taxones linneanos.


Y en medio la criatura, signo en sus ojos del peso del hombre al emprender la tarea: la modernidad, la posmodernidad, la transmodernidad. El grabado de Durero está tan cargado de fricciones que hiere; refleja tan bien la enorme soledad de la criatura que alivia de los males. Ya se sabe: el arte que nos revuelve en sus infinitos vórtices, nunca ha sido senda adecuada para terapia (salvo caída en el dogmatismo escolar). Por eso los que apostamos por el arte como parte de la clínica, del diagnóstico y del pronóstico, de la cura y la resurrección, no sabemos en el jardín en el que nos metemos (o tenemos una faz masoquista no por oculta menos vergonzante.


La piel del rinoceronte asemeja mapamundi o, mejor, carta astral. Uno puede localizar su cielo y su infierno entre los pliegues, en esas formas circulares, en los trazos gruesos que marcan las patas, en los meridianos ventrales o en las extrañas protuberancias de la cara. De tan artificioso y alejado de la piel de los rinocerontes reales puede ser considerado imagen fidedigna de nuestro destino.


¡Es el rinoceronte cartografía de los cuatro elementos o de los cuatro humores! (Teorías ambas que se quiebran también en la época). Agua, agua cristal del iris, agua agria de saliva convertida en bolitas. Y, como decíamos ayer, fuego del unicornio que oculta el disfraz de guerrero vetusto y aire de las ventosidades de una digestión pesada, acumuladas las heces por el estrés o navegación diarreica para broma del marino. Sobre todo tierra de la piel rugosa, tierra cartografiada y repartida antes de definir los meridianos por los monarcas hispanos.


Yo soy el rinoceronte. Jamás el unicornio que se oculta bajo la pesada coraza recorrerá ya los campos de los sueños. La frustración es incesante aguijón que, si dignos, aceptaremos mientras somos atravesados por las máquinas médicas (¡herencia de aquello naturalistas y sus cuadernos de campo!), por las flotas del poder y por el arte de mercachifles y exposiciones que no nos podemos perder.


El rinoceronte se ahoga en las costas mediterráneas como los inmigrantes de las pateras. El rinoceronte se rellena de paja para ser presentado al Papa (y no le gusta la diabólica criatura y sólo acepta por pose cosmopolita del bendecidor urbi et orbi) como los otros se nos ofrecen como humanos portadores de derechos en la propaganda de las ONG, la Declaración de Derechos Humanos y las intervenciones humanitarias de fuerzas militares.


Me humillo ante el mundo.


Imágenes:

Copia coloreada del Rinoceronte de Durero de Ulisse Aldrovandi

Copia del Rinoceronte de Durero ( David Kandel, 1550) integrada en la Cosmographía de Sebastian Munster.

lunes, 21 de septiembre de 2009

ZOOLOGÍA BICÉFALA. RINOCERONTE (I)


Triste historia de la bestia. Triste imagen la del grabado de Durero. Me fuerzo para elegir entre las dos angustias que, me dicen, ya debieran estar debilitadas por la distancia temporal. La historia política (no puede ser de otro modo) del rinoceronte que muere ahogado frente a las costas italianas o la belleza del dibujo de Durero. Me encuentro ante un aut-aut kierkegardiano en el que no se pude buscar la gama del gris, el arco orgánico que recorre el sendero del blanco al negro. O lo uno o lo otro, o la historia o el grabado, o el poder humillante o la belleza que eleva.

Me desvío para escapar de la alternativa por la vía de la provocación o la salvajada: ¿cuál es el tamaño de un pene rinoceronte? ¿Proporcional al cuerno? ¿Y la vagina rinoceronte? Reímos en el siglo XVI imaginando la cópula de los dos animalitos, animalazos, bestias, exóticas criaturas. Pero no escapo. Me puede la mirada política de los imperios disecando alteridades. Me derriba la bella tristeza del grabado. Yo soy el rinoceronte y, cansado, me dejo taxonomizar por naturalistas que me dibujan como reliquia prehistórica, por los geo-estrategas que venden en mi piel la apertura de nuevos mercados, colonias, paganos a los que convertir o empalar o ambas cosas. Como Saatchi me declaro art-oholic. Voy a la imagen y entierro la historia Quién quiera saber del animal que mire en la Wikipedia. Quien quiera hacer política en el siglo XVI que se apunte a las guerrillas maoístas. Dios – sin duda animal – me perdone.
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Rinoceronte de Durero. Mapa ensimismado del mundo sublunar, hogar pútrido de los cuatro elementos encrespados en la bodega de un navío portugués. Tierra como blindaje o protuberancia, fuego en la potencia del unicornio ocultado por la armadura, aire en la inmensa ventosidad de sus pesadas digestiones, agua en la lágrima de su infinitamente pequeño ojo. En su piel navegan células locas y parásitos microscópicos que incitarán a inventar Micrographia de Leeuwenhoek . A la bestia le pica el lomo y a los científicos la curiosidad. A los políticos la entrepierna.

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Rinoceronte. Blindado de la milicia popular (vestido con mono azul y alpargatas). Tiznado inútil que, en la borrachera revolucionaria, se creía competidor de las brigadas panzer y terror de la milicia moruna.

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Coraza del último guerrero feudal, el que no cree en su Señor y sólo se aferra a la causa por debilidad y cansancio (ha perdido en el periplo la nostalgia).

Rinoceronte. Criatura inmovilizada en la cripta del imperio como los Guerreros de Terracota. Claro que aquí no resucitará para defender en feroz combate a su monarca sino que la bestia exótica es vestida con guirnaldas y hasta tu-tú rosa como en un largometraje Disney del mil quinientos, para la risa y la sorpresita del señor embajador. En Lisboa se le hace luchar con el elefante (rosa) de Saramago.

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Yo soy el rinoceronte. Esa identificación tardía nos redime en el plano de los dibujos animados.


Texto del Grabado de Durero:

"En el primero de mayo del año 1513 [sic], el poderoso Rey de Portugal, Manuel de Lisboa, trajo semejante animal vivo desde la India, llamado rinoceronte. Esta es una representación fiel. Tiene el color de una tortuga moteada, y está casi completamente cubierto de gruesas escamas. Es del tamaño de un elefante, pero tiene las patas más cortas y es casi invulnerable. Tiene un poderoso y puntiagudo cuerno en la punta de su nariz, que afila en las rocas. Es el enemigo mortal del elefante. El elefante se asusta del rinoceronte, pues, cuando se encuentran, el rinoceronte carga con la cabeza entre sus patas delanteras y desgarra el estómago del elefante, contra lo que el elefante es incapaz de defenderse. El rinoceronte está tan bien acorazado que el elefante no puede herirle. Se dice que el rinoceronte es rápido, impetuoso y astuto"

domingo, 20 de septiembre de 2009

EL ÁNGEL CUSTODIO MECIDO POR EL ANIMAL


(CERO) El ángel custodio se ofrece doblemente dañado. Hacia fuera y hacia dentro dañado. Imposibilitado para el mandamiento del amor (
"Ama al prójimo como a ti mismo"), convierte este doble vínculo en marcas deontológicas y cortesía. "Cumple"; quiero decir, el ángel custodio vigila y atiende a su target con eficacia funcionarial . Gestiona tecnológicamente su colesterol y lee marcadores tumorales en los análisis propios y ajenos. Acompaña al otro al servicio sanitario o a la reunión de vecinos. Está ahí. Él sabe de su función y paga los impuestos pero siente nostalgia de la custodia del amor.

(UNO) Un larga cicatriz y, en paralelo, una herida. Me envuelvo en la manta de fieltro de Beuys. Cubro mi piel con grasa tártara. Me cuido para cuidar y para abrime al mundo me encierro.

(DOS) Cuando el ángel custodio piensa en su ángel custodio aparece la abuela. Y ahora se recuerda en la cama con ella, mecidos por mantas que poco calentaban y sobre el colchón de lana. Ella cantaba a primera hora de la mañana, antes de prepararle para ir al colegio, viejas canciones que exorcizaban el frío espeso del invierno. En su casa no había calefacción y por eso se cubrían con capas y capas de mantas. No había grasa tártara. Y dormían juntos en el cuarto pequeño. Y antes de levantarse le aconsejaba no ser bueno para evitar que los cuervos le arrancaran los ojos. La abuela entonaba las canciones de sabiduría ininteligible para un niño en un ritmo que venía de abajo, del pasado anterior a la guerra y de las sombras de la pobreza, de los jornaleros que abandonan el campo para acudir a las fábricas, esos a los que - decía la abuela - les habían prometido fuego de hogar y pan ("Ni un hogar sin lumbre; ni un hogar sin pan") y les dieron trabajo y miseria ... el trabajo infinito de conjugar en todos los tiempos la miseria.

Pero eso era pasado y el hoy ángel custodio era ya niño blando de bienestar obrero. Y sólo comprendía las cosas por el tacto, por el ritmo de las canciones. Sabiduría de tribu sin nombre.

(TRES) Y la abuela murió. Consumida. La vida no pudo matarla en combate y acabó derrotándola por agotamiento. Ella, pequeña y delgada, decía en los últimos años que no quería dormirse para que la muerte no la pillara en el sueño. La muerte volvería más tarde, claro, pero de momento huía. Sus últimos años no fueron buenos. No se dio compensación final por todos los años de penuria. Creo que sólo mueren felices los ricos y los cabrones. A veces los santos, claro, pero ¿tenemos derecho a pedir santidad a la abuela?.

(CUATRO) Ella se convierte en perro o zorro. Yo me envuelvo en mi daño, en mi escritura de capricho y exigencia y la abuela me envuelve con su movimiento, con su no parar o parar sólo para acurrucarme en la cama, darme calor en aquella habitación y cantarme viejas canciones. "No seas bueno, hijo". Me hundo en el fieltro como Beuys. El ángel custodio observa la extensión de su identidad dañada y quiebra su largo cuello de cisne hacia el hombro.


Imagen: Joseph Beuys Coyote, 1974. Galería René Block, Nueva York.

jueves, 17 de septiembre de 2009

AUTOBIOGRAFÍA DEL ANGEL CUSTODIO ( PIEDAD)

"Cómo explicar los cuadros a una liebre muerta". Joseph Beuys. 1965.


Miguel Ángel: Pietà (1499)


DISCURSO:

Joseph es el ángel custodio de la liebre muerta. Explica cubierto de miel un cuadro - ¡el arte todo! - a la bestia.

La Virgen Piadosa en silencio y haciéndose cargo del hijo muerto, susurra su fracaso.

En ambos casos nuestra mirada es perversa y la exhibición impostura; ese puede ser el secreto del arte. La participación simulada de un tercero (el espectador) en un acto íntimo, en la conversación cerrada en la que sólo dos caben: la manzana sobre el plato, el líquido en la botella, los labios sobre los labios. Ni el chamán-Beuys con su liebre y ni la Virgen con su hijo admiten tercero: Ni ojo, ni oído, ni mano. Pero aquí estamos metiendo la lengua en el hueco de la piedad y el cuidado de la "naturaleza muerta".

El ángel custodio abandona la vigilia; se duerme. Y despierta con la liebre muerta entre sus brazos.

Fracaso.

Duelo.

No caben explicaciones de última hora ni el recurso a la Naturaleza que siempre nos saca de entuertos con su constelación de leyes físicas, fenómenos genéticos, anomalías fisiológicas, designios y filosofía de la historia.

Imito a Beuys y cubro mi cuerpo de miel o de grasa. Pero el que necesita explicación y resurrección soy yo. Ahora el par es sólo uno, el yo dañado que (se) incita y (se) excita en la autognosis. Como un coche ahogado que no arranca. El yo dañado se ha de sentir muerto para poder iniciar el proceso. La escritura es la miel y el polvo de oro que cubre el cuerpo de Beuys; la escritura es la mano de la virgen piadosa. Nada más difícil que la autobiografía. Ninguna apuesta más arriesgada que asumir que uno es el ángel custodio de sí mismo. Mística ilustrada.

EXPLICACIÓN:

Renuncio a la reflexión y al argumentario. Arrojo el algoritmo a la turbulencia de las fuerzas. Me dejo arrastrar por las palabras y todos sus azares. Se abren claros; se cierran los cielos con nubes negras. Me gusta porque me salva en esta noche. He cumplido como un machote con mi frustración frente a la letra impresa.

Tengo piedad de mí por lo mucho que tengo prohibido. No puedo resucitar liebres ni enamorar princesas - ¿quién puede amar al hombre cubierto de miel y polvo de oro?. No puedo elaborar la gran Tesis. Me dejo arrastrar por el capricho.



Cancel my subscription to the resurrection

martes, 15 de septiembre de 2009

AUTOBIOGRAFÍA DEL ÁNGEL CUSTODIO (DEATH OR GLORY)


UNO. El ángel custodio abandona el cuidado de su pupilo y decide sobrevolar la ciudad que creyó suya no hace tantos años. Llega allí y recorre todas las calles que cartografían su alma y hace fotos a los portales que abrieron sus casas como si fueran tumbas funerarias egipcias. Piensa en Hörderlin y aquel "poéticamente habita el hombre en esta tierra" y, tras navegar en el lago las emociones iniciales y las lagrimitas a pie de página, concluye geómetra que otros pies han volteado esas que fueron sus calles, que se han perdido muchos de aquellos versos hechos esquina en aquel tiempo que él tinta de mito y gloria. (Ejemplo: aquella casa tan absolutamente cutre en la que vivió el tercer año había sido pintada y la calle estaba en obras civilizatorias. ¡Oh hermanos! ¿Qué fue de aquellas cucarachas que aparecían muertas por manadas? ¿ Y de las paredes desconchadas, del olor a berza cocida, de los muebles descomunales como de Alicia?

¿Qué se hizieron las damas,
sus tocados e vestidos,
sus olores?
¿Qué se hizieron las llamas
de los fuegos encendidos
d'amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel dançar,
aquellas ropas chapadas
que traían?

DOS. La memoria es zorra. No zorra de animal sino zorra de puta. No puta de mujer que vende su cuerpo sino puta de joputa, de malarraza, de engañadora cruel, de látigo mentiroso o pluma que acaricia con los filamentos cubiertos de alambres y navajas. La memoria es la peor de las hermanas Ficcionadoras porque en sus polvos y ungüentos pretende ser huella de presencias, de realidades reales, de alguien al otro lado, de versos hechos carne y otras sutilezas platónicas. Por eso la autobiografía del ángel custodio quiere colocar la espalda de la memoria en posición de plano inclinado, con la cara apoyada en la alfombra o en el frío terrazo y el trasero elevado en pompa y ceremonia, y pedirle así - tan cruelmente posicionada (o ex-posicionada) para nuestras civilizadas almas - que diga lo que tiene que decir, que insinúe ahora la verdad de su relato, la credibilidad del así fueron las cosas y así te las cuento.

Sólo cabe una autobiografía en la Ficción, desgarrando las telas charlanas, dejando que la fantasía desmonte y luche contra los gigantes que ella - la memoria - dice que son molinos o las ovejas que nos hace creer que son ejércitos. La memoria es la mentira y la escritura la sirvienta ---- criada de Genet que se prueba los trajes, sí, y ofrece el té y las pastas y se deja humillar por el así fueron las cosas que yo lo vi, y así lo digo y tu lo redactas tal cual, pero que también traiciona, y rompe el lienzo - como los cuadros de Lucio Fontana - para que de la figura surja la sombra, las sombras, todas las gelatinosas y oscuras excrecencias. Autobiografía ficcionada. Terapia, ejercicio espiritual, violencia ascética.

TRES. El ángel custodio llegó a la ciudad que creyó propia con afán de leer sus juveniles versos en las esquinas. Llegó a esa ciudad huyendo del Cuervo Negro de la ciudad que sólo se llamaba Ciudad. Pero en el sobrevuelo de la edad comprende que ya otros pisaron los charcos en los que la luna de su poética se batía. Y los bares han cambiado de nombre. Y las chicas no son sus chicas ni las camareras su camareras. Retorna al cuidado, localiza feliz a su target. Sabe que debe volver a la ciudad del Cuervo Negro y allí, fuerte como el ángel caído, iniciar combate que le lleve a la muerte o a la gloria. Esa es la tarea. El proyecto que es sólo hacer balance.

Imagen: Juan Muñoz, Escultura

Video: The Clash: Dead or glory

domingo, 13 de septiembre de 2009

ÉL y SU ÁNGEL

TÚ. Tú estás allí, en ese concierto de música pop para jóvenes nostálgicos y personas de toda edad. Llegas demasiado pronto y miras a los técnicos, al público fanático que se agolpa junto al escenario o a algunas familias con niños. Porque temes larga la espera acabas por sentarte en el suelo, junto a la pared, en un bordillo granítico para el que ni tu espalda ni tus rodillas están ya preparadas. Estás solo, bebes una cerveza y fumas un cigarrillo como podría hacerlo cualquier ciudadano moderadamente tóxico. Unos minutos después a tu alrededor empiezan a sentarse mujeres jóvenes de singular belleza, maqueadas para la ocasión. Ni un solo hombre. Sólo tú. Guauuuu. Ves a esa cajera tan simpática contando confidencias al oído de la reponedora que amablemente te acompañó esta mañana desde la sección de lácteos a la de plásticos y ahora coge del brazo a la camarera de tu cafetería favorita. Bonito, oh. Las mujeres jóvenes que te rodean fuman y se muestran hermosas. Estás bien. Fantasearías un rato con las pieles morenas si no fuera porque esta mañana has escuchado una rueda de prensa de Silvio Berlusconi. Silvio ha mirado a su público y ha dicho: “¿a qué hombre no le gusta sentirse rodeado de bellas y jóvenes mujeres?”. Ha dicho esto delante del jefe de gobierno de tu país y tú te indignas patrióticamente por la pérdida de la cortesía y la diplomacia pero lo que te preocupa de verdad es que las declaraciones de Silvio te han hecho sentir culpable de pensar guarrerías, y te das cuenta que esos productos libidinosos de tu imaginación tienen una vertiente política, que no hay esteticismo puro y que, como en un rito hindú, podrías decir “eso soy yo”, “yo soy Silvio Berlusconi, patético en la imaginación, flácido de carnes y voluntad”. Lo que menos comprendes de tu función terrenal es esta identificación con todos los humanos, con aquellos indignos que te afean la conducta aunque tú te esfuerces por mantenerte en la virtud. No comprendes este lazo cuasimatrimonial (para lo bueno y lo malo, para la salud y la enfermedad) con la totalidad de los otros. En fin, menos mal que, alma de cántaro, luego te olvidas de Silvio y tarareas la canción de la Verbena de la Paloma que viene al caso

Una morena y una rubia,

hijas del pueblo de Madrid

me dan el opio con tal gracia,

que no las puedo resistir

Y es que las dos, ja ja ja já.

Y es que las dos se deshacen por verme contento,

esperando que llegue el momento

en que yo decida cuál de las dos me gusta más,

cuál - de - las - dos - me - gusta - más.

Es lo que tienen la gente como tú: en seguida se os pasan los ataques de dignidad y sustituís la ira patriótica o santa venganza por un poquito de chascarrillo y una pizca de sonrisa. Eso si no os deprimís, claro.

Anda, ve y pide otra cerveza.


ÉL. Estás mareando la perdiz con estos prolegómenos. Va siendo hora de que digas a estas personas que tu desvarío berlusconiano es irrelevante porque en esta historia no eres el eje de simetría. El centro de la gran esfera que forma la noche estrellada está metido en el barullo, lejos de ti y ahora es invisible en la marea humana. Sin embargo tú eres su ángel custodio y sabes que debes matar o morir por preservar su seguridad. Él es el sentido. Él que está allí, solo entre gente para la que es casi invisible, que no intercambiará palabras porque nadie le pasará un botella o un porro; él es tu target. Eres el ángel de la guarda de un ser que mira feliz el escenario y esa esfera de estrellas que, casi idéntica, desató la imaginación de los sabios babilonios y los físicos presocráticos. Por eso, aunque los humanos sólo le presten una atención tangencial (él es anormal, dicen; discapacitado, diagnostican; minusválido psíquico, sentencian) y se considere un logro civilizatorio que no le tiren piedras, tú crees que el cielo te ha encargado una misión difícil pero de primer nivel. Podías haber sido el ángel de Silvio B. y disfrutar con la visión de las bellas mujeres en la mesa del poder pero eres el cuidador de ÉL, él que lleva nervioso toda la semana por el concierto, hoy no ha comido y cuando regrese a casa sin duda vomitará de la excitación. Él que, a pesar de los rechazos y el silencio al que le someten los demás, sigue siendo el tipo más sociable que conoces. Él te ha convertido en ángel custodio y tú le esperarás a la salida, un poquito borracho como los mejores vigías, viendo pasar gente feliz pero anónima en su belleza. Sólo él se destaca como un tú. No añoras ahora la piel morena y tersa, ni la conversación amena de las simpáticas mujeres en la mesa de los poderosos o de los seducidos. Le coges de la mano y le preguntas:

- ¿Te lo has pasado bien?.¿Cómo te encuentras?.

Imágenes:

Mujer con Máscara de Gato (Wanda Wulz)

Ángel Caído ( Ricardo Bellver)

miércoles, 9 de septiembre de 2009

BORRAR, BORRAR, BORRAR, BORRAR


La cotidianidad se come la escritura o convierte su fuerza en eficacia burocrática.

La eficacia burocrática tapona lo último que escribí aquí y todo lo que de siniestro latía allí.

Todo lo siniestro que latía allí me mira con carita de niñitino.

La carita del niñitino es la repugnancia del condenado al comerse su vómito.

La repugnancia del condenado al comerse su vómito redacta un acta, firma un cheque, crea un horario, genera protocolos.

La redacción de un acta, la firma de un cheque, la creación de un horario, la generación de un protocolo me hace tan feliz que a punto estaría del climax existencial si no fuera porque el demonio tiene la cola muy larga y me golpea en los muslos. No sé por qué la desolación no puede conmigo.

- Joder - dice él - no soporto que me salgan hematomas en los muslos porque me gano la vida con mi cuerpo en este maldito tugurio de carretera en el que me travisto todas la noches y con el nombre de La Rabia entretengo lo ocios de los marinos y las sirenitas.

el día ha sido feliz y quien no lo entienda es que confunde todo



Imagen:
Roger van der Weyden El descendimiento (detalle)
Vídeo : Lou Reed, Perfect Day

(Nota: El ángel de Weyden ayuda en el descendimiento del hombre muerto. Pareciera que nada sabe de los planes de resurreción. Mira abajo, como todos. En realidad, ninguno mira a nada o todos miran a la nada - o todos la mirarían si supiesen donde se ubica. Parece que han olvidado en algún rincón de estas jornadas de tortura la necesidad de conservar un poco de esperanza. Al fin y al cabo, el Gran Hombre está frío como un pajarito. Y parece que no sopla viento de la historia porque si Él muere ¿tiene sentido hablar de historia? Si Él muere no hay un antes ni un después. Sólo el abajo, el dolor sentido y el presentido, el del olvido que llegará mañana cuando ellos, María y Juan, Nicodemo y José de Arimatea, vuelvan a comer y dormir, orinen y recuerden al difunto. Quizás retornen al judaísmo. El Loco del Padre celestial se guarda la jugada. Ni el ángel lo sabe. Viernes de silencio. Vacío. Y sólo porque La Rabia sigue con el espectáculo, preguntando a los marineros "¿cómo te encuentras, morenazo?" alguna sonrisa nos llega en eco desde el gran abajo profundo. Si esa sonrisa te llega, compañera, puedes decir que el día ha sido finalmente feliz).

( Y sobre otro ángel, el Pájaro de China nos habla en temblor no escrito y origina, al menos al 50%, esta entrada)

lunes, 7 de septiembre de 2009

AUTOFICCIONES. DOS IMÁGENES Y MÁS DE MIL MÁSCARAS

“Ven y no pienses – dice Rachel –. No te pongas filosófico. Porque filosóficamente es aburrido. Para los dos”(P.K. Dick: ¿Sueñas los androides con ovejas eléctricas?)

Cena. No es la última cena salvo que algún dios caprichoso defina así el destino. En ésta se reúnen tres generaciones de un mismo linaje; el mismo veneno corre por las arterias de los tres individuos queriendo conformar, orgánica e históricamente, un mismo ente. Pero ahora son diversos y se enfrentan. Quizás también por eso, el individuo que es a la vez padre e hijo siente la tremenda exigencia moral de generar un antídoto para que el más joven pueda liberarse de la maldición. El viejo no tiene ya arreglo. Es ya casi lastre biológico. La crueldad es definidora de los movimientos de este conciliábulo. Biología y temporalidad.


(Nota: Mi gran temor es no conseguir mantener un mínimo de dignidad moral al llegar a la vejez. Creo, sinceramente, que la mayoría no lo logra. Me aterra no poder ser, cuando llegue a viejo, liviano).

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En la cama lloro. No suelo hacerlo (esto es un hecho no un valor). Lloro y, espasmódico, me río de mi mismo por llorar. Y todo es muy gestual, con grandes muecas, aunque esté sólo en la cama, debajo de las sábanas y con la luz apagada. Quiero decir: la extravagancia de los gestos sólo me tiene a mí como espectador (aunque, evidentemente, no me veo). Me siento como una máscara carnavalesca que ríe-llora de manera ridícula. O el personaje del condenado en los bestiarios medievales. Me digo: “Eres patético, tío”, pero quiero eyacular lágrimas para obtener un cierto placer del dolor profundo que me embarga. Lloro, sí, pero al llorar comienzo a descojonarme porque considero que en todo esto hay una teatralidad imperdonable – como en un mal melodrama donde se notan las costuras de la historia. ¡Me veo como un loquito que llora y a la vez se ríe a carcajadas de sí mismo porque todo es un simulacro! Perdido en el laberinto de mis emociones, al final no sé establecer una gestión política del asunto. En la anarquía, vivo una noche hobbesiana del tipo homo homini lupus. Guerrean la teatralidad y la profundidad, el simulacro y lo auténtico, la risa sardónica del infectado de tétanos y la lágrima que recorre la cara con placer. Todos mueren porque no hay Estado (o soy un Estado "fracasado", “fallido” o “gamberro” por seguir cierta terminología al uso).


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Transfiguración. Poco a poco se me hace visible en el fondo del alma la adolescente de Edvard Munch, esa púber que tanto emocionaba a la androide Luba Luft en la novela de Dick (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?). Así estoy yo: desolado y como atraído por un fondo de oscuridad (o luz) que no sé si rechazar o acatar. Me siento en la cama, como la joven del lienzo, y las diferencias entre ella y yo desaparecen. Soy capaz de oír la destrucción de los años pasados. Los instrumentos de maduración quiebran como las piezas mal encajadas de una máquina renqueante. Soy ella y, a la vez, la androide Nexus 6 que la contempla sabiendo que su hora final está muy cerca. Creo que me duermo siendo ellas.


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Soy ruina. Y la ruina que aparece en mi memoria es la del Monasterio de San Pedro de Arlanza. Cuando era un adolescente romántico visitaba ese lugar y alcanzaba estadios de sublimidad que puedo llamar primigenios. El Arlanza es mi Ganges y mi Jordán. Me recuerdo, a los dieciséis años, tumbado en una colchoneta y dejándome llevar por paraísos artificiales, promesas de felicidad siempre futura y arropado por una amistad que parecía eterna. Esos tres elementos son cifras de mi ser-como-soy. Tomo nota.


Imágenes: Pubertad (1894-5) de Edvard Munch

San Pedro de Arlanza

viernes, 4 de septiembre de 2009

SISTEMA Y ANTICRISTO (L.v.T.).


Sistema.
Soy pieza. Quizás brazo ejecutor del arriba y del abajo. La esfera gira y los polos se invierten ajenos a nuestra concienci
a que, perdida, siempre juega con planos diseñados por la más que discutible maestría de antiguos exploradores. Si la Lechuza de Minerva emprende su viaje al atardecer llega muerto su mensaje. Por eso estamos tan acostumbrados a tratar con el olor putrefacto de los sistemas muertos.

Anticristo de Lars von Trier. Nosotros, como los protagonistas de la película, intentamos dibujar el mapa de nuestras emociones, la pirámide de nuestros miedos. Cartografía condenada al fracaso ----- ¿Fracaso? ¿O es el éxito de las fuerzas que nos circundan, trazan sus ángulos y finalmente se deshacen de nosotros? La apatía
del cosmos; la apatía del mundo sublunar y del bosque; la apatía de los libros de poemas cuando no conseguimos hincarles el diente (casi siempre); la apatía de los grandes edificios que nos cansan al subir y bajar sus escaleras aunque sean joyas de la arquitectura internacional; la apatía de las camareras... sobre todo, la apatía de las camareras.

Queda un cierto juego y el temblor de la criatura. Unos ojos que brillan cuando la conversación, al calor de la cerveza, nos mece.



Alma.

Soy alma. Soy cartesiano. Mi alma se me manifiesta con evidencia y el cuerpo es su temblor. El temblor de la corza y del zorro en la madriguera, dentro del bosque, postrados en su miedo ante la gran tormenta. Vibración oscilante de los animales y las plantas que es el doble en el arriba del temblor microscópico de los átomos. Pero mi alma no vibra. No insufla aire en mis velas (ni en mis venas) la Causa. La Gran Causa. No se genera Trombo que descarrile el tráfico de nadería. Ni una jodida mayúscula. Toda la inmensa vida de mi espíritu no es, en el fondo, sino una red de pequeños grumos, pasta de variada textura y componente que circula por pequeños canales a ritmo de monotonía: te odio, te deseo, te amo, te necesito, no me abandones...


Escribir.
Escribo para escapar del ruido – ahora, real- real, el salvaje pitido de una excavadora de mi calle anunciando su trabajo. Escribo para “tener el valor de estar en una situación que me asusta” ( Imagínate que llegas a Edén a través del bosque). Escribir para no marearme en la oscilación de las esferas y simular que encuentro un arriba y un abajo. Un momento de amor, por favor, sin patetismo.

Escribir para acariciar (a un –te). El tú como misterio y máxima ganancia. ¡Qué pobres somos! (Era tan miserable – decía Chinaski/Bukowski – que no podía ser desgraciado)

Escribir desde las heridas. Para que sangren y expulsen el pus. A veces para lamer- me. Escribir para dejar el hacha con la que voy podando en la vida mis grumos de sin sentido y tomar, con la mano firme de un alcohólico, el bisturí. Escribir para ser delicado (¿amaneramiento?); escribir para ser verdugo de mí (¿crueldad?). Escribir contra-vida (falsa vida). El hacha no sirve en algunos bosques – aunque nos empeñemos en usar salvajemente la caja de herramientas. En el bosque sirve el bisturí que debe cortar sí pero, sobre todo, indagar como cirujano forense (que ya el muerto no importa).

Escribir para el que pase por aquí (o allí) y deje caparazón de tortuga o púa de erizo en el umbral del bosque y camine descalzo por las sendas que abro y que, quizás, él pueda cartografiar.

Estrategias: la frialdad del cirujano o la ira del profeta.

Imágenes:
Franz Marc. Corzos Rojos (1912)
Charlotte Gainsbourg en Anticristo de L.v.T



miércoles, 2 de septiembre de 2009

La Joya en el Loto vs la Flor en el estercolero


WHEN THERE´S NO FUTURE
HOW CAN THERE BE SIN?
WE´RE THE FLOWERS IN THE DUSTBIN
WE´RE THE POISON IN YOUR HUMAN MACHINE
WE´RE THE FUTURE, YOUR FUTURE

(God Save the queen, Sex Pistols)


Sistema.
No me desagrada la palabra. Claro que esto es una percepción subjetiva, deriva de aprendizajes y árboles genealógicos ------ Agrado/desagrado; decir que algo me agrada ¿no es, bien pensado, una postura" inmunda", lo más bajo en la escala del esteta? Carece de la fuerza de "
me pone(burro)" o "me excita" y es más suave y civilizado: burgués ( Se aleja de la apatía psicópata ---- pero sólo está un escalón más arriba en la economía del placer). Decir que algo me agrada es como enseñar el tobillo o la rodilla, insinuar volúmenes incandescentes junto al cubo de agua fría.

Sistema.
No me desagrada la palabra.
Las piezas se unen y forman un dibujo que puede ser visto ... ¡desde el aire! (como las líneas de Nasca, pista de aterrizaje para OVNIS o capillitas sólo para dioses).

Ella dice: "El sistema lo diseña aquellos que no lo van a sufrir". Y nos cuenta su caso, sus dilemas laborales y la jerga de los contratos. A ella no le desagrada el sistema porque es un ente espiritual, casi un teólogo. Pero el sistema jode(- le, a ella), pincha, erosiona la piel y desgarra sus pretensiones vírgenes y decentes. Sus pretensiones. El sistema sólo se ve bello desde el aire y desde su piel es pieza, grasa, válvulas y tensores, inhibidores de frecuencia para evitar los ataques terroristas. Sus pretensiones se pierden en los huecos de esa hipoteca que no va a poder pagar o las minivacaciones en el puente de los Santos que la dejaran en casa a dieta de ajo y agua. ¡Es bello el sistema en el puente de Todos los Santos!.

Sistema.
No me desagrada la palabra.
Los matemáticos llevan flipando con los sistemas desde Euclides, desde Platón...antes: desde los poemas sumerios y las canciones africanas. El cerebro que se siente agradado o incomprendido se piensa sistema y la red de sinapsis consideran que ese sistema que ciega sus pretensiones es injusto porque no permite aquí y ahora la descarga colectiva, el ataque epiléptico generalizado que incita a la visión mística y a todo tipo de sinestesias. El sistema lo impide, cierra la percepción que los poetas drogados buscan. El sistema mata, desgarra, condona.

Sistema.
No me desagrada la palabra.
El caos forma sus sistemas aunque, quizás, esas formas que se traslucen complejas sólo caben en la mente absolutamente sistematizada del maestro satori, visión zen --- encanto, maravilla. Los niños acuden al colegio por sistema y por sistema encontramos "convocatorias extraordinarias de septiembre", perversiones que el sistema genera para amortiguar las pulsaciones brutales del sistema. Engaño que es la verdad del sistema que sólo se ve desde el aire. Un pobre punk sólo puede tener fe.

Sistema.
No me desagrada la palabra.
Un Hegel- Punk fragmenta y rompe banderas. Y en los trozos comienza a brillar la posibilidad de nuevas formas, nuevas asociaciones jerarquizadas, la violencia que la pieza que encaja en el puzzle ejerce sobre las otras, las piezas freak, las que perdieron la oportunidad de colocarse ahora y se enervan a la espera del día de su enlace. Brota el sistema en los jirones de la bandera y en los brazos acuchillados de Sid Vicius.

Sistema. Él me incita hoy a hablar en su nombre y no me sale sino salmodia. Todo sin sentido. Como un canto tibetano.

Om mani padme hum (sánscrito ॐ मणि पद्मे हूँ, oṃ maṇi padme hūṃ)



WIKIPEDIA: El XIV Dalái Lama escribe así sobre el mantra:
"Es muy bueno recitar el mantra Om mani padme hum, pero mientras lo haces, debes pensar en su significado, porque el significado de sus seis sílabas es grande y extenso... La primera, Om [...] simboliza el cuerpo, habla y mente impura del practicante; también simbolizan el cuerpo, habla y menta pura y exaltada de un Buddha[...]"
"El camino lo indican las próximas cuatro sílabas. Mani, que significa "joya", simboliza los factores del método -- la intención altruista de lograr la claridad de mente, compasión y amor.[...]"
"Las dos sílabas, padme, que significan "loto", simbolizan la sabiduría[...]"
"La pureza debe ser lograda por la unidad invisible del método y la sabiduría, simbolizada por la sílaba final hum, la cual indica la indivisibilidad[...]"
"De esa manera las seis sílabas, om mani padme hum, significan que en la dependencia de la práctica de un camino que es la unión indivisible del método y la sabiduría, tú puedes transformar tu cuerpo, habla y mente impura al cuerpo, habla y mente pura y exaltada de un Buddha[...]"


martes, 1 de septiembre de 2009

FRAGMENTOS CALMADOS


La semana pasada él escribió sobre él (sic) y lo convirtió en …. de una historia que acabó en muerte. Puedo asegurar que no tenía planificado el desenlace y que se ha dejado llevar por las condiciones atmosféricas y por ...
.... se ha trabajado en el límite de la ...., ganándose el jornal (…) Puedo asegurar que Calma Total se ha ido fraguando en la cabeza de él sin plan detallado y abriéndose a la alteración …. él parece tranquilo pero es un tipo alterado hacia dentro1

Nota 1: ¿Qué es eso de estar alterado hacia dentro? ¿No es un contrasentido? La alteración debiera sacarnos fuera, hacia lo otro y distinto…

¿Cabe simular profundidad en el cuadro sin pintar en él, sin el engaño de la perspectiva, la superposición de planos o los tamaños relativos? Sí, rasgando el lienzo. Al cortar la superficie introducimos otra dimensión, alteramos el plano sin intervención pictórica, sin salir del lienzo . De igual modo cabe alterarse sin salir de la casa del sí mismo.

Para conseguirlo te rompes la piel, te arañas y abres heridas por las cuales el adentro se hace receptivo al afuera y el afuera entra salvaje y creativo en el interior como sólo saben hacerlo las infecciones. No sé si la imagen te gustará o es insoportablemente pasiva para un alma bella. No sé. En todo caso me parece que esa rasgadura se perpetra con toda la fuerza del inconsciente en tu estómago – ulceraciones y cicatrices que algún día debes analizar para descubrir sus secretos – y a través de las emociones impostadas (enamoramientos, ataques de ira y de pánico, depresiones y entusiasmos) que son producto evolutivo de tu árbol genealógico. De un modo más reflexivo – porque tú dice que lo controlas y gritas que puedes dejar el método cuando quieras - rasgas el alma al quebrar los textos y romper las ideas cuando comienzan a proporcionarte ese gustillo que provoca la sensación de verdad y hasta de sabiduría o belleza. Llamas a esto bicefalia y es un procedimiento peligroso para la salud psíquica y el futuro intelectual de cualquier humano.


TAREA: Gestionar la adicción a las rasgaduras como se gestionan las amistades prohibidas. Sin tener ni puta idea de cómo hacerlo.

Imagen: Lucio Fontana