miércoles, 23 de septiembre de 2009

ZOOLOGÍA BICÉFALA. RINOCERONTE (II)



La bestia se construye en el grabado de Durero en una intersección de fuerzas y líneas de poder. El choque de estas fuerzas en la piel del animal, su cruzamiento en círculos y fractales, vellosidades intuidas e infección generalizada, no nos puede hacer olvidar el acuerdo último de las mismas en el proyecto de humillar al rinoceronte. Él se nos desvela como mapa o, mejor, cartografía de una época violentísima aunque los libros la pinten de Cinquecento y de Studia Humanitatis, con una Venus sensual jugando al platonismo en la playa florentina, a modo de portada de revista sólo para filósofos.


El rinoceronte es la criatura humillada, doble o triplemente humillada. Un corte letal en el lienzo de su hábitat lo traslada a la vieja (ya vieja) Europa y lo embarga de saudade lisboeta. Como Alicia, aparece en otro sitio donde las leyes de la selva han sido civilizadas y pervertidas – a partes iguales – por aquellos conquistadores que inauguran el Extremo-Douro más allá de los mares y al modo de parque temático Disney. Dibujan el plano de lo exótico. Además, el rinoceronte se traviste de guerrero medieval para ser ofertado al Papa. Su piel como de babosa necesita la armadura, el yelmo, las defensas quijotescas que ya nada dicen en el campo de batalla pues la pólvora y los mosquetes han cambiado la estética de la guerra. El rino es finalmente adoptado por la tribu de los naturalistas, los científicos que descubren formas y regularidades, que crispan la enorme variabilidad de la naturaleza buscando taxones linneanos.


Y en medio la criatura, signo en sus ojos del peso del hombre al emprender la tarea: la modernidad, la posmodernidad, la transmodernidad. El grabado de Durero está tan cargado de fricciones que hiere; refleja tan bien la enorme soledad de la criatura que alivia de los males. Ya se sabe: el arte que nos revuelve en sus infinitos vórtices, nunca ha sido senda adecuada para terapia (salvo caída en el dogmatismo escolar). Por eso los que apostamos por el arte como parte de la clínica, del diagnóstico y del pronóstico, de la cura y la resurrección, no sabemos en el jardín en el que nos metemos (o tenemos una faz masoquista no por oculta menos vergonzante.


La piel del rinoceronte asemeja mapamundi o, mejor, carta astral. Uno puede localizar su cielo y su infierno entre los pliegues, en esas formas circulares, en los trazos gruesos que marcan las patas, en los meridianos ventrales o en las extrañas protuberancias de la cara. De tan artificioso y alejado de la piel de los rinocerontes reales puede ser considerado imagen fidedigna de nuestro destino.


¡Es el rinoceronte cartografía de los cuatro elementos o de los cuatro humores! (Teorías ambas que se quiebran también en la época). Agua, agua cristal del iris, agua agria de saliva convertida en bolitas. Y, como decíamos ayer, fuego del unicornio que oculta el disfraz de guerrero vetusto y aire de las ventosidades de una digestión pesada, acumuladas las heces por el estrés o navegación diarreica para broma del marino. Sobre todo tierra de la piel rugosa, tierra cartografiada y repartida antes de definir los meridianos por los monarcas hispanos.


Yo soy el rinoceronte. Jamás el unicornio que se oculta bajo la pesada coraza recorrerá ya los campos de los sueños. La frustración es incesante aguijón que, si dignos, aceptaremos mientras somos atravesados por las máquinas médicas (¡herencia de aquello naturalistas y sus cuadernos de campo!), por las flotas del poder y por el arte de mercachifles y exposiciones que no nos podemos perder.


El rinoceronte se ahoga en las costas mediterráneas como los inmigrantes de las pateras. El rinoceronte se rellena de paja para ser presentado al Papa (y no le gusta la diabólica criatura y sólo acepta por pose cosmopolita del bendecidor urbi et orbi) como los otros se nos ofrecen como humanos portadores de derechos en la propaganda de las ONG, la Declaración de Derechos Humanos y las intervenciones humanitarias de fuerzas militares.


Me humillo ante el mundo.


Imágenes:

Copia coloreada del Rinoceronte de Durero de Ulisse Aldrovandi

Copia del Rinoceronte de Durero ( David Kandel, 1550) integrada en la Cosmographía de Sebastian Munster.

1 comentario:

Luna Miguel dijo...

a mi los rinos me dan miedo