martes, 29 de septiembre de 2009

ZOOLOGÍA BICÉFALA. RINOCERONTE ( V y final por fractura)


¿Trato o truco?

¿Tesis o poema?

¿Unicornio o Rinoceronte?

Cierro la serie por fractura en los andamios, por desazón del ángel custodio que me llama la atención en la lentitud de la escritura. Los engranajes se oxidan al quedar expuestos; las cadenas que sujetan las patas cortitas de la bestia humillada finalmente lo ahogan. Ni el alargamiento de miembros ni la transustanciación en quimera de jirafa que Dalí provoca con su paranoia-crítica ni la conversión del cuerno en curva logarítmica perfecta, lograron salvarlo. Muere el Rinoceronte y su cadáver llega a las costas italianas. Fin del trayecto. Taxidermia. No he logrado resucitarlo (ni tampoco Dalí con toda su geometría). Queda su historia como grumo de la historia, freno imposibilitador de toda teodicea.

Yo alargo mis patas en el tiempo por medio de la ingeniería genética del alma. O me hago tortuga de buen humor. Esta mañana escribí en la blog Marienbad:

Envejecer, ser ya viejo o no tan viejo. Tener 19 y creer que el mundo se ha acabado y todo es caída, expulsión, hundimiento, fractura... y equivocarse, pasando por todas las crisis de la edad, la de los 30, los 35, los 40. Me acerco a los 50, vivo en el envejecimiento pero, curiosamente, nunca me he sentido tan caótico, monasterio derruido y claro de luna. Leo a los románticos. Adelgazo mil kilos. Escucho sin cesar a Radio Head y a Shostakovich mientras camino muy deprisa por las calles. Miro camareras simpáticas y antipáticas. No me compré la moto ni me enamoré de Lo-li-ta. ¡¡¡ Bien!!!”.

Nunca he sabido si mi escritura era tesis o poema, si su vocación se metamorfoseaba en unicornio o rinoceronte. Fusiono, me coloco en el punto místico de la inversión, allí donde mi metafísica se descubre artefacto, aborto de poema, aroma de mito, náusea de Summa Theologiae. Envejezco y cada capa de blindaje es una crisis y una humillación que se torna fantasmagoría.

Ahora dejo que Clara - no el rinoceronte sino la amiga de Nataniel en El hombre de la arena de Hoffmann – dicte su sentencia:

“En caso de que el odioso Coppola se aparezca otra vez, me he propuesto ser de nuevo tu ángel custodio. Nada conozco más eficaz que una alegre carcajada, cuando se quiere desechar los monstruos fantásticos. No le temo, ni tengo miedo de sus garras, ni como abogado ni como hombre de la arena podrá estropearme los ojos”.

Casi me siento excitado con semejante angelito en la puerta de mis sueños.

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