miércoles, 30 de septiembre de 2009

ITINERARIOS (I). CAMINO DE PIEDRA




Robert Smithson - Spiral Jetty (1970)

Cruzábamos el río por un camino de piedras que surgía del agua. El puente quedaba lejos y las gentes de la barriada construían este improvisado paso en los meses de verano. Mi madre llamaba al artefacto ingenieril “las Piedras” y, en mi alma de niño, la mayúscula de ese objeto signaba no sólo su presencia frágil – a penas el espacio de un pie y con el agua corriendo amenazadora en sus límites – sino también el miedo que me producía pasar al otro lado por ellas. En cualquier caso creo que puedo decir que las Piedras se convertían en instalación artística que se aparecía sólo para mí, para mi caída, mi pesadilla ---- mi ocasión de hacer público el infinito miedo íntimo. Soy un hijo raro de la clase obrera. Nunca dispuse de la habilidad de los otros chicos ni su violencia ni su capacidad de convertir un salto en hazaña viril. Las Piedras eran suplicio, avatar que desvelaba mi esencia rara, mi ubicación en un sitio en el que no tenía posibilidad de ser de ese sitio. Desplazamiento y extrañamiento.

Las Piedras definían una recta que unía las dos orillas y poseían esa misteriosa cualidad de generar una espiral a mi paso. Las Piedras me llevaban en sus giros fantasmagóricos al centro del alma, allí donde se revelaba en toda mi debilidad. Sin embargo, en el centro de la miseria, si lograba escapar un instante de la tortura de mi egocentrismo – presente y pasado – comprendía que esa fragilidad (mía) era la vibración de la piedra misma, de cada uno de los islotes que el agua lamía y rodeaba con sus dedos como un amante fatal. El río torcía la línea de puntos con vocación de camino. Buscaba romper la recta, inundar el paso obrero, arquear la distancia más corta en volutas caprichosas. Creaba un mandala inconsciente que refleja el cosmos y la lucha de clases.

Y el invierno arrastraba ingeniería, arte y misticismo con absoluta indiferencia.




El land-art, con su subrayado de la intervención humana en la supuesta neutralidad de la naturaleza, muestra que la mayúscula del Arte y las Piedras es apariencia, hinchazón, apenas un espejismo en el que los principios del orden salen del mar oscuro como delfines para volver a hundirse en las aguas.

Yo lo vi en el ojo de la espiral, espectáculo sólo para mí y mi apuesta por la precariedad.

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