sábado, 31 de octubre de 2009

Viernes. Ayer.

La literatura y el arte nos muestran la enorme aventura del viaje y nos incita provocadoramente al mismo. Don Quijote salió a dar una vuelta por una tierra llena de princesitas encantadas y abencerrajes para dar envidia al más sendentario Alonso Quijano y a sus amigos, evidentemente apalancados en tertulias de botica y partidas de naipes.

La literatura y el arte nos enseña que todo viaje es tontería pues las más grandes aventuras tienen lugar en habitaciones cerradas (Samsa), subiendo o bajando una escalera (Cortazar) o mirando a la bendita Alicia en algún parquecillo de la primavera londinense. Con los cronopios aprendimos a ser cosmopolitas en la provincia y alcanzar las más altas cumbres del exotismo en el patio trasero de una vivienda sin ascensor ni vistas.



Viernes. Ayer.

Visito una exposición en la que muestran las Tablas Hispanoflamencas de la Iglesia de San Esteban de los Balbases. Me cuentan, en bonitos carteles anexos, cómo han procedido a la restauración de estas obras --------- y me entusiasmo con la explicación; pienso que me gustaría mancharme las manos limpiando tablas hispanoflamencas y defendiendo este legado del ataque de los xilófagos (¡Muerte al xilófago!) "combinando microproyección e inyeccion de insecticida". Una vez resuelta la batalla, cansado, me sentaría en una esquina - con un té o un vino - y dejaría que una bella (aunque madura) mujer siguiera el proceso de restauración. Allí sentado, quizás con música de fondo, mi hermosa restauradora procedería a la "reintegración cromática de las pérdidas de la película pictórica mediante técnica impresionista de tratteggio (realización de una red de trazos de color yuxtapuestos que permite la visualización de las zonas reintegradas a corta distancia, integrándose totalmente en el conjunto)". Ser capaz de aplicar la técnica de tratteggio me parece más erotizante que toda la imaginería de Newton (Helmut, claro, no Isaac). De lejos.

Embelesado por estas imágenes de restauración, sigo la senda de las tablas y me divierto con la Leyenda Áurea de Santiago de la Vorágine - eso sí es un viaje - y las tablas deliciosamente restauradas. Hago fotos con el móvil a algunos demonios. Reflexiono sobre lo que significa ser artista hispanoflamenco en los Balbases. Es decir, ser artista de pueblo. Del maestro que realiza estas obras se dice parece evidente que posee una formación nórdica - por eso de ser hispanoblamenco, marca registrada, y que o es "un artista extranjero radicado en Castilla o bien un pintor español buen conocedor de la pintura flamenca". Flipo con la conclusión (o es o no es español) y pienso que se les olvida la posibilidad de que fuera un lugareño sin más estudios que los del mortero y el adobe y que por inspiración de las musas o dios - como el zapatero Böhme - desarrollara un estilo hispanoflamenco en la meseta (es decir, en la nada que nadea). Nadie cree ya en la magia. Una pena.

Pienso en lo que significa ser escritor de pueblo. O mejor: escritor posmoderno de pueblo. Y siento una profunda simpatía por el maestro de los Balbases y me identifico con él en los largos veranos de la meseta. Siento que viajo. Concluyo que, en virtud del multicentralismo posmoderno y la glocalización, no tiene sentido hablar de posmoderno de pueblo. Soy tan provinciano como un chico de Nueva York

Día de los difuntos. Recorro un mercado de flores. Me detengo en los puestos y veo criaturas tan hermosas que estoy en un tris-tras de ser infiel a mi orquídea. Sobre todo cuando me llega su perfume. La tentación es grande. Doy gracias a los que se acuerdan de los muertos y todas las flores, al maravilloso otoño y... caigo en la tentación con un centro de a veinticinco euros (y sigo sin saber el nombre de esas flores).

miércoles, 28 de octubre de 2009

NÚMEROS AMARILLOS Y SERPIENTES NOSTÁLGICAS



No soy supersticioso. Lo mismo me da el 7 que el trece. Tengo cierta debilidad por la clave de mi tarjeta pero creo que no es por su estructura numérica sino porque me aporta dinero. Soy un chico material (como Madonna).

Ayer yo, que no soy supersticioso, recibí un mensaje en el correo. Procedía de la Casa del Libro, lugar que –como pueden suponer – me pone. Soy un chico excitable (como San Antonio, el de las tentaciones).


El mensaje me ofrecía una revelación que pretendía, sin duda, elevar mi nivel de autoconciencia. Soy un chico preocupado por la autoconciencia (como Platón).


La revelación tiene forma de libro y, aunque no supersticioso, material y excitable, me estoy volviendo un poco escéptico con los libros (aunque no puedo parar de comprarlos). Soy un chico compulsivo (como Compulsa, la loca de las fotocopias).


El libro que me ofrecen es

NUMERATI: LO SABEN TODO DE TI
de BARKER, STEPHEN


Y dicen:


Una lectura imprescindible sobre la tendencia cultural más sorprendente de hoy: el aumento de una élite de matemáticos que saben cómo manipular nuestra información”.


Oh!


Y dicen:


Estamos siendo vigilados. Una llamada con el móvil, un pago con tarjeta de crédito, un clic en Internet… y cada uno de nuestros pasos queda registrado en monumentales bases de datos. Toda esta información resulta insignificante por separado, pero agrupada revela incluso nuestros secretos más inconfesables. ¿Quién examina estos datos y con qué propósito? La respuesta es tan sorprendente como desconcertante. Una nueva mafia matemática, los Numerati, trabaja sin tregua para empresas, gobiernos y partidos políticos. Su meta es analizar nuestros actos: qué compramos, a quién votamos, e incluso a quién amamos. Los resultados son funestos: manipulan nuestra conducta, nuestra privacidad se evapora”.


Oh, oh, oh!!!

En la página de la Casa del Libro en la que anuncian el objeto-revelación, se añade:


Otros libros del autor:


BEBE CEBRA Y SU MAMA


BEBE ELEFANTE Y SU MAMA (LIBROS DE TELA)


Oh, Oh, Oh, Oh !!!!

Dios en una porrada de años, omnisciente como es, no logró con su santa Providencia enmendar el mundo y someterlo a sus designios. La élite de los numerati nadie duda que es capaz de correlacionar mi afición a teclear en el buscador lo-li-ta, pagar con la tarjeta cuajadas de marca blanca y sacar del banco el dinero de 200 en 200 euros. Pero ¿ podrá convertirme en marioneta o en lector de Bebé cebra y su mamá ? No creo. Que lo intente (digo más chulo que un 8).




Yo sí sé una cosa.


Que esta tarde he visto un amarillo hoja otoñal del que brotaban pinceladas verdes como de primavera.


Y el agua del río era lienzo del volar del buitre, pincel siniestro de la Providencia carroñera.


Y he casi pisado una culebra larga larga larga que no me ha tentado con manzanas pero en cuyos ojos he sentido el temblor de Eva en la primera noche de amor humano y un cierto aire de nostalgia.


Y he vuelto a ver el amarillo con tantos tonos de luz – del resplandor que ciega al espectro que asusta– que creo que me voy a quedar tonto una buena temporada.


Y he visto ocas y un perro, sin duda fiero, me ha ladrado sin yo verlo (lo que no me da miedo porque últimamente estoy por no tener miedo de las cosas que dan miedo y sí sentir susto por los colores espectrales, los que brotan cuando la noche va ganando la partida y se mete toda la luz por la nariz como si fuera coca).


Sentencio: sólo son relevantes la belleza y la muerte. Para ellas inventamos el amor, la amistad y la conversación. Pero no sé que significa todo esto. Por eso soy medio filósofo, es decir, pseudoartista.


(Si los Numerati computan este mensaje, ¿me enviarán mañana el diccionario de los colores y una cajita de pinturas Alpino?)


(Hermana: no digas, por favor, que últimamente todo parece que te cansa. Es feo y los colores no han empezado aún a abrir su paleta de miradas dulces, dulces, dulces)


Imagen: Paul Klee Casa giratoria

lunes, 26 de octubre de 2009

Conversar ( o no). Caridad ( o no)

William-Adolphe Bouguereau: Caridad
(VER MUY GRANDE)



La caridad es virtud que me desborda porque en su entrega absoluta - sin contrato ni documento de compra-venta ( a tanto el litro de leche y en oferta de dos por uno, un 35% menos) - siempre me pareció que con su pecho a algunos niños ahoga. Quizás a los blasfemos o a los ateos. O a los que dudan de Ella.

Te pregunto:

- Mujer, si mientras me amamantaras por un momento turbara mi vista la belleza de tus senos, si beber quisiera no por hambre sino por placer o vicio, ¿ un chorro de infierno brotaría de tus pezones y me abrasía por dentro, arrancándome los ojos y la lengua?

Callas. No sé si tus ojos entornados en mí se fijan. Quizás sea irrelevante mi voz que desea hablar.¿Por qué no levantas la vista como la Olimpia de Manet si lo tuyo no es placer oscuro sino luz de luz y amor prístino?. Hablo demasiado y no está bien comparar tus ojos con los de la hetaira.


Me asustan tus ojos porque no sé qué miran ni hacia dónde moverán tus labios con su rápido parpadeo. Apostaría que hablar no quieres. Las tías como tú no conversan con extraños y sólo levantan la vista de su tarea cuando detectan peligro o duda. No dudo (o, aunque dude, no deseo tu mal y te dejo seguir amantando a la tribu, a la jauría, a la comunidad entera, al cosmos lácteo).

Ella es mujer ajena a toda palabra, la afonía en todo su esplendor. Divina por todo ello. Quizás el que recibe su leche se convierte en talibán, en guerrero de la causa, en brazo mudo y sordo del fuego de amor que abrasa. Así el niño que, desde sus muslos nos mira, parece que - sombrío - pretende cortarme el cuello por extraña amistad con mi alma. No sé; quizás sólo esté paranoico porque el amor incondicional me supera.



Me asustas, mujer. No tengo la fuerza del niño que presiona tu pecho y consigue mantener la mirada en tu rostro. Tensáis la escena y se convierte el espectador en un don nadie. Entre los dos parece que cerráis el círculo y sólo me queda la sombra del pequeño talibán recién amamantado. En todo caso, creo que el niño que te sostiene la mirada a la altura del pecho no espera respuesta ni palabra. Tal vez es diablo que sabe descubierto y afronta el desgarro próximo con entereza y serenidad heideggeriana. Quizás el niño sea yo en la cima de mi temeridad. A veces me arriesgo contigo, mujer. Más allá de la civilización y en apuesta por el salvajismo ("Es el horror, es el horror") . Mi estómago y mi alma cuentan por cientos sus cicatrices.


Me asusta la caridad porque en el auxilio mata (como cierto tipo de amor).










domingo, 25 de octubre de 2009

Conversar (o no).

"Las aportaciones al debate constituían un verdadero castigo, a pesar de que en realidad implicaban un gran honor. A nadie le apetecía hacerlo. Todos se escaqueaban. Pero ese escaqueo debía dar la impresión de que en realidad uno deseaba hacerlo, aunque, por desgracia, se lo impedían las circunstancias adversas.
- Me siento cohibido ante tanta gente.

- Seguro que hay personas que lo harán mejor que yo.
-No se me ocurre nada lo bastante digno.
-No soy buen orador.

-No tengo tiempo de prepararme, mi madres está enferma. -Ya tuve el honor de hacerlo el año pasado.
- Estoy ronco
."
(Thomas Brussig: La Avenida del Sol)




En mi altar de divinidades postmodernas, la conversación ocupa una posición de privilegio. Como Afrodita, hija del Supremo ( ese/eso al que no consigo hincarle el diente descriptivo-redescriptivo), la conversación es mi diosa de del amor, la lujuria, la belleza y la reproducción. Amante y esposa. Toda mi escritura es retazo de conversación futura o metadona sustitutiva de su ausencia. No se me ocurre nada más excelente que la conversación - y poco importa el medio (la charla mirándose a los ojos o el intercambio de correos, el Twitter y sus 140 caracteres o el reflejo de gestos en el metro). Con permiso de Rorty - y perdón por traicionar su espíritu - podría decir que la conversación sí es algo profundo. Lo profundo de la peculiaridad humana. El Espíritu cuyas aventuras narra el tal Hegel seguro que era un conversador frustrado y el célebre paseo del en sí al para sí, sin duda, es un ingreso en el club de los conversadores.

Sin embargo mi altar politeísta tiene doble fondo y aparece en un cajoncillo cerrado con llave sencilla la negativa comunicacional como sombra de la diosa conversadora. Quiero decir: en ocasiones me fundo en negro y considero que el derecho a no querer participar en conversación alguna se convierte en el derecho inalienable de toda alma (siempre borrascosa como toda cumbre que se precie). Callar, amolarse con la palabra y todo signo. Cerrar. Uno puede negarse a la conversación por los más diversos motivos ---- porque, como en la novela de Brussig, el sistema en una farsa y los dispositivos de comunicación están no viciados sino corruptos; o porque uno está harto de la loca de Camille Claudel - Rodin dixit - y sus exigencias de ser la única que le muerda la boca; o porque, sencillamente, hay momentos en los que la conversación es un escándalo como alternativa y lo que se impone es la humillación, el ataque directo a la cuerdas fonadoras, la demolición de la dignidad propia. Cuando el odio o la tristeza o el amor están tan espesos y reconcentrados sobre sus núcleos permitir que salgan a la luz es imposible además de cruel (o cruel además de imposible). En todo caso el buen conversador - salvo que sea un alma lela o un psicoterapeuta - sabe que en su corazón existe la línea negra del silencio negador .

Aún arriesgándome a ofender a la diosa conversacional, creo que el derecho al silencio es más importante que el propio derecho a la comunicación. Digo eso porque el NO siempre me ha parecido, en el mundo amenazante, más digna posesión que el SÍ. En todo caso, con el arma de mi fundido en negro, mi humillación o mi afonía, pongo velas de escritura a la diosa y me propongo no callar aún a riesgo de caer en la exhibición y la espectacularidad. Inmerso en el mundo del arte - que pierde aceite tanto como límites -, mi vida es una instalación conversacional( técnica mixta), en la que lo primero que hago al recibir mirada es besar el atrevimiento, advertir de mi derecho al fundido en negro y después, con una sonrisa, afirmar:

- Bien, conversemos hasta el alba, hasta que las botellas de vino dejen de rodar por el suelo o las tumoraciones nos castren ... la legua.


( Querida Camille: lo que he dicho antes no pretende ofenderte ni ampliar la geografía de tu sufrimiento. Me siento tremendamente dolido en tu dolor y pienso que Rodin era un poco cabrón no por su poligamia (informal) sino por engatusarte. Pero hasta los cabrones tienen derecho a callar, a negar toda conversación, a no salir a la ventana cuando Camille tira piedras o escupe palabras. Eres una buena sacerdotisa de la diosa conversacional y las dos imágenes que he traido a mi humilde morada lo atestiguan en positivo - la delicadeza de tus cotillas - y en negativo - el trágico dolor de la abandonada. Me encomiendo a ti y a tu juvenil belleza. Pero, amiga, hay que asumir que en toda conversación todos tenemos en la manga el As negro del NO que cierra partidas y no exige mayores argumentaciones. Camille, un beso de vivo a muerta)

Camille Claudel:Les causeuses -- avec paravent(1895).
Camille Claudel, l'âge mûr (1902)
La pasión de Camille Claudel (1988), de Bruno Nuytten,


miércoles, 21 de octubre de 2009

Itinerarios (VI). ¡No quiero cortarme el pelo! (Una niña de Renoir sobre fondo de MG Pereda)

"Para mí, un cuadro debe ser algo amable, alegre y bonito, sí, bonito.
Ya hay en la vida suficientes cosas molestas como para
que fabriquemos todavía más"
(Renoir)


Llueve. No perdono el paseo. No entiendo la expresión "no perdono el paseo" pero tiene un sentido claro y nítido para mis piernas. Camino espesándome y como en acto de sacrificio. La lágrima en el ojo simula lluvia. No estoy de humor aunque quizás sea más exacto decir que no tengo ningún humor. Sólo la huella pringosa de la bilis negra en algún rincón de mi cara. El vago deseo que me mueve normalmente a la caminata - encontrame con algo o alguien que haga la existencia luminosa - se apaga como mi cigarrillo en la lluvia. Asumo. Respiro el trasiego de las fuerzas que empujan mi nave encallada.

En una calle veo a una niña pequeña (sin regadera). Mientras camina a buen paso llora y grita desconsolada que no quiere cortarse el pelo. Unos pequeños rizos se dejan ver debajo de la capuchita de su anorak. Entiendo que son los cabellos que ella no quiere cortarse. No para en su cantinela - ¡No quiero cortarme el pelo! ¡No quiero cortarme el pelo! - mientras sigue una trayectoria que estimo ordenada; el itinerario de alguien que va a algún sitio aunque sea al matadero. No hay nadie detrás - ni madre ni madrastra. Acabo deduciendo - aun sin pruebas, siemplemente suponiendo que sus pasos llorosos y jaculatorios no pueden seguir una trayectoria tan clara si no tienen un faro adulto que los guía - que un individuo que va como veinte metros delante de la niña es quien va a ordenar el afeitado del infantil cráneo. Se van por una calle que yo me niego a transitar. El llanto me ha generado un extraño estado estético (y me he acordado de la niña de Renoir).

La maravilla de la caminata es que puede provocar movimientos del alma. Estoy igual de apagado que al principio pero en un estado estético. Adecuado para el decadentismo. Sin embargo no se me ocurren escenarios apropiados para la decadencia en este sitio en el que vivo (o se me ocurren pero exigirían mágicos encuentros). Así que entro en una exposición de MG Pereda. No conozco a MG pero la chica de la entrada - una antigua alumna - me dice que es una mujer. Arte abstracto y cultura del vino (flipo la originalidad). Expresionismo y espiritualidad (flipo más). El primer impacto de lo cuadros - de gran tamaño y colorido fuerte (sangre, uva, mosto, fermentación) - es negativo. La purpurina que usa MG me desborda. La purpurina es artefacto complejo. Abandono la mirada, me sumerjo en mi espesura y en el impresionismo de la niña. Me rebelo contra la injusticia y grito: ¡No quiero cortarme el pelo!.

Hojeo unos catálogos de obras anteriores de MG. Me gusta lo que veo. Recupero la mirada gracias a los libros y al impacto de la niña (yo tampoco quiero cortarme el pelo aunque el pelo largo me deprime.... Mi estado natural sería el pelo rapado. Perolo hago por solidaridad con la niña). Retorno a la mirada y los cuadros comienzan a llenarme. Acepto el azul oscuro y, luego, un ambar cálido. Finalmente entro en el rojo de la uva y en la mística gracias a un par de hombres mayores que recorren la exposición con respeto (aunque insisten en que ese arte es para los que lo entienden). No entienden pero respetan. La artista entra en la sala y se sienta. Ella y yo, desde la entrada, miramos a los dos hombres. Sonreimos al unísono sin conocernos - como en armonía de mónadas leibnizianas - mientras miramos a los dos hombres. Sus figuras sobre el fondo rojo o azul oscuro de los grandes lienzos me llenan de placer estético ¡y ético!. Contemplo largo rato. No digo nada a la artista pero, si superase mi cobardía, podría comentarle que finalmente me ha gustado la purpurina. Y su obra. MG Pereda es María Gómez Pereda. Le rogaría, quizás, que no se cortara el pelo. Y en un mundo luminoso le invitaría a una cerveza para hablar de la niña de Renoir.

Cae la noche y el arte, una vez más, me salva.

Imagen: Pierre Auguste Renoir: Niña con regadera (1876)

PD: Me gusta el vídeo de Lidia Toga para Christina Rosenvinge

martes, 20 de octubre de 2009

Itinerarios (V) Vehículo de otro (Anti-todo)



Me convierto en vehículo de transmisión. No fijo el itinerario; sólo pongo el caucho de los neumáticos y el olor a gasolina. Lo que se quema.

Soy la limusina del gen egoísta o de la cultura dominante, el deportivo del complejo de Edipo y del amor, tal vez el utilitario de la lucha de clases. Me recorre las venas el despliegue del Espíritu o la expresión del genio patrio. El Arte, oh hermana, me devora. Grande y poderoso, soy el carromato del que manda, la calabaza reconvertida de la Cenicienta (ella también criada).

Alguien habita en mi

y me coloca en el punto de salida como barcaza de lujo para sus invitados. Un taxi que espera pasajero. Miro pero no logro reconocer al que llega. Sólo su voz de mando. Me rasco como los monos y arranco. Veo pasar a las chicas y chiflo porque nunca he sabido silbar. Me recriminan la vulgaridad. Callo mientras sueño el beso largo.

Me aburro . Mucho. Las esperas son largas. Tan largas como una vida o los meses de invierno de una princesa exiliada.

Bostezo mientras me miro - sin moverme del sitio y con el pantalón manchado con los restos de la comida - hacer no sé cuantas cosas en el espejo retrovisor: atropello gatos, giro peligrosamente en las curvas y adelanto en los cambios de rasante. Soy yo el que actúa, sí. De hecho no paro de actuar mientras me aburro en la inactividad del chófer, sentado en el volante de mi buga, esperando la voz del pasajero, el que me dice izquierda, derecha, todo recto.

Sólo soy la frenada en el asfalto y la chapa abollada por un atropello mortal.

¿Soy responsable de mi tedio? Sea el tedio el que firme mis papeles.

Quisiera matar al que me habita de una forma tan soez que algunos llaman solemne. Matar el alma.

(Dejo caer la filosofía en las cloacas de la literatura y la cochambre como para demostrarme que no es posible la belleza, el amor, la conversación o el olvido)


Imagen: Joseph Mallord William Turner:El temerario remolcado a dique seco (1839)
Video: Parálisis Permanente: Tengo pasajeros



Siento algo dentro de mi cuerpo
una extraña sensación
siento algo que se mueve dentro
no se bien lo que siento
Tengo un pasajero
dentro de mi cuerpo
La sangre me esta ardiendo
algo se me mueve dentro
tengo ganas de vomitar
creo que lo voy a echar
Tengo un pasajero
dentro de mi cuerpo
No puedo mas
ya me estoy cansando
no aguanto mas
tengo que matarlo.

lunes, 19 de octubre de 2009

Itinerarios (IV) Navegante


" Los filósofos siempre fueron notables ineptos para la natación"
(Hans Blumenberg:La inquietud atraviesa el río)


No sé navegar. De hecho, nunca he montado en barco. La travesía del más pequeño de los mares o lagos me parece una imprudencia imperdonable para un hombre de orden. El movimiento de las olas no sólo marea a los mortales sino que rompe nuestros siempre precarios sentimientos humanitarios. Además me acuerdo de Descartes y Leibniz que se salvaron de morir acuchillados en una barcaza sólo por sus conocimientos de idiomas bárbaros y germanías. Yo no sé de lenguas, así que me expondría doblemente al peligro en un viaje por mar. Ni el aire ni el agua me parecen seguros. Por eso prefiero la tierra y sus senderos. No llegaré lejos pero estaré siempre cerca de una patria. Antes de embarcarme creo que incluso prefería cruzar el fuego.

Por eso soy un tipo limitado. Creo que la crueldad es imperdonable y que debemos evitar arruinar la vida de los otros. No llegaré lejos, lo sé. La gente de mar sabe que eso son tonterías. El mar nos traslada a otros mundos en los que los nativos tiene la cabeza en los pies y las mujeres miran con ojos vidriosos la entrepierna como miraba Carpanta los escaparates de las pastelerías. En la tierra todo es más pausado. Claro que a veces los bárbaros rompen las fronteras del imperio pero, en el trayecto, necesariamente lento, terminan por civilizarse. Aprenden idiomas cultos y se ordenan a las costumbres del país. En el océano no. En el océano, nada más perder de vista la costa, aparecen Leviatanes y Serpientes. Los pájaros simulan ser B´52 y todo es oscura galerna. Asusta la imposibilidad de una filosofía razonable en medio de los mares.

El navegante de Klee parece un funambulista que quiere mantener la dignidad y las viejas normas. Pero, perdido en las infinitas aguas, olvida las enseñanzas de los padres y acaba matando serpientes y monstruos marinos, niños y vírgenes. Eructa en la mesa después de comerse la mano de un salvaje y canta canciones en lengua extraña.

La crueldad no está limitada allende los mares. Todo es posible y por eso los marinos se hacen tatuajes.



Paul Klee: Escena de l ópera cómico-fantástica El navegante (1923)

viernes, 16 de octubre de 2009

ITINERARIOS (III). DEL VIAJE A LA CAVERNA (3)


TRES. EL REGRESO.

La tercer parte del mito se inicia con nuestro protagonista más o menos instalado en la Gran Ciudad de la Ideas, las Artes Plásticas y el Progreso. Su afición a los tríos había pasado a la historia porque comprendió que no había mujer alguna que superase en pasión, ternura e inteligencia a su Mary Jane.

- Una mujer basta, se decía, siempre que sea un amor verdadero, para nada fingidor y que el sentimiento erótico unifique cuerpos y almas en lo profundo. Hay que enamorarse de las fuentes de una persona y allí descubrir que ella es una y a la vez las tres (la 1, la 2 y la 3).

Por lo demás, el buen hombre había abandonado el campo de la matemática especulativa y ahora se dedicaba a la creación artística de objetos inteligibles (quiero decir, no perceptibles). Las tardes de los lunes, miércoles y viernes apoyaba a distintas asociaciones de asistencia a ex - inductivistas, ex - fenomenólogos sin vocación trascendental y ex - neopragmatistas. Atendía a estas causas sociales por exigencia del deber y por conmiseración hacia los débiles y engañados. Comprendió que, en el fondo, sus años en la caverna, siendo actor involuntario en un reality show, le habían servido para disfrutar mejor de la realidad de su nuevo estado de conciencia renacida. Era feliz; profundamente feliz, claro. Leía a Osho y se balanceaba en su Yo.

Una tarde, a la salida de la reunión de inductivistas anónimos, los dos marineros fortachones que le sacaron de la caverna le cortaron el paso.

- Debes regresar - le dijeron- y no tienes elección. Entrarás de nuevo en el programa y contarás a todos los que allí habitan que están viviendo una existencia falsa dentro de un programa de TV. Los actores infiltrados al principio se resistirán pero tú debes convencerles para que se unan a tu causa. Mary Jane estará allí y seguro que será tu fiel apoyo desde el principio.

Nuestro protagonista no encontraba ni gracia ni sentido en las palabras de los dos marineros fortachones (¡Ahora que era feliz y tenía Obra y tenía Amor!) pero comprendió muy pronto que los empujones eran realidades en sí, que no cabía resistencia y que, puestos a interpretar, le parecía más aconsejable suponer que él volvía voluntario al fondo de la caverna porque era su deber. La fuerza bruta era real y todo lo demás, bueno, podía ser tratado con adecuada hermenéutica, transmutando el poder en amor (Power of Love).

Hizo suyo el destino (Amor fati! –susurró) y se dejó envolver, como un objeto de Christo and Jeanne-Claude , por la vocación política-trascendental.

Cuando llegó a su hogar cavernario, reconoció a sus vecinos y fue recíprocamente reconocido. Éstos, que le creían muerto, no daban crédito a sus ojos pero habituados como estaban al cambio de papel de los actores (que ellos no sabían actores), supusieron que era una bella coincidencia. Así los actores infiltrados le guiñaban un ojo porque le creían de los suyos y los que vivían en la profundidad del engaño percibieron un similitud a la que no dieron más importancia porque para ellos las similitudes, lo que parece común e idéntico era simple declinación de lo diferente, de lo plural y cambiante que gobernaba su vida y les hacía felices. En el mundo de la caverna no hay similitudes ni reiteraciones de lo mismo sino sólo bellas coincidencias

Nuestro protagonista, en fin, pudo integrarse sin mayores problemas en su antigua vida cambiando de barrio y de amante (Mary Jane era ahora la mujer del primer ministro y hacía triplete interpretativo como camarera simpatiquísima en un club de Jazz y homeless en la inmediaciones del palacio presidencial). Fue ella la que le convenció – en su faz de camarera – de que debía hacer vida normal en este mundo, es decir, que debía acostarse con su nueva amante porque ella era del grupo de las actrices infiltradas y, recién salida del circuito porno, la pobre tenía que conseguir un cierto prestigio a través de erotismo más suave de la serie. Mary Jane, desde luego, mientras estuvieran allí, no podía ser nada para él (salvo camarera). No podía interpretar más papeles porque a punto estaba del colapso identitario.

Abandonado por Mary Jane en los procelosos bancales de la lujuria de la actriz porno reciclada al erotismo, trató de encontrar apoyo para su tarea emancipadora (¡comunicar al mundo la falsedad de sus vidas!) en algunos actores que tenía localizados a través del sistema guiño-cómplice. Pero ninguno estaba por cambiar de registro ni vocabulario. No había pescadores que desearan abandonar sus redes para hacerse pescadores de hombres. Estaba sólo y, pronto, enemistado con muchos. Mientras tanto, en el exterior, comprendían que la introducción de este personaje no conseguía elevar las audiencias. No había interés ni dentro ni fuera por la liberación. El nerviosismo de los directores del programa era el doble de la angustia de nuestro protagonista por no conseguir avanzar en una tarea en la que ya sólo creía él.

Una noche, en una cafetería del centro, después de una tarde de sexo exhibicionista con su nueva amante (sólo en esos momentos se elevaba la cuota de pantalla), nuestro sabio y desconsolado amigo entabló conversación con un extraño. Achispados, hablaron de cosas triviales hasta que, finalmente, le contó el secreto de su misión y todo su trayecto en los mundos exteriores.

- No se preocupe – le contestó el extraño. En este mismo bar yo ya he hablado con al menos doce individuos que me han contado historias similares. Como soy psiquiatra estoy trabajando desde hace tiempo en ello y tengo hasta nombre para lo que les sucede. Padecen, mi amigo, el síndrome del marinero fortachón. Cuando nos encontramos en situaciones de estrés – y su triángulo amoroso debía ser complejo de sobrellevar - a veces nuestra mente se disloca e imaginamos que somos rescatados de las aguas turbulentas por un marinero fortachón (o varios, como en su caso) que nos lleva a lugares donde las cosas son más sencillas. Me reconocerá que es muchísimo más fácil tener una única amante que tres (sobre todo cuando uno puede hacer juegos eróticos en los que se la imagina en tres papeles) y que su teoría sobre la contingencia de todo par en un sistema e-emocional era endiabladamente menos satisfactoria que su arte inteligible-no perceptible. No me compare. Ahora usted ha roto el ensueño (pero lo ha hecho traumáticamente y, por ello, tiene esa necesidad proselitista de divulgar su fantasía. No se preocupe. Esta es mi tarjeta; venga el lunes a mi consulta e iniciaremos la terapia. Le reorientaré en la vida. Entre los dos conseguiremos que olvide ese vago deseo de ser Sócrates o Cristo. Verá, tras el tratamiento, como usted será capaz de integrar en un esquema armónico sus momentos salvajes y disfrutará del sexo como un jabato con esa mujercita encantadora que, por lo que me dice, no debe usted perder. Hágame caso. Confíe.

Y allí quedó nuestro amigo, tirado en un banco del parque y con la tarjeta de un psiquiatra como única baliza. Ya dije que me toca siempre contar historias tristes y frustrantes. Y el mito de la caverna siempre me pareció una historia desgraciada por mucho que Occidente encontrará en ella la verdad y el sentido. El mito de la caverna es un itinerario, una camino marcado en la hierba que nunca he sabido realmente a dónde nos lleva. Quizás hacia la maleza que oculta a los zorritos o a los excepcionales claros del bosque. En fin.


Richard Long: A line Made by Walking (1967).

miércoles, 14 de octubre de 2009

ITINERARIOS (III). DEL VIAJE A LA CAVERNA (2)


SEGUNDA PARTE. LA FARÁNDULA.

La segunda parte de la trilogía platónica comienza con la caída del hombre feliz en una especie de vórtice absorbente que aparece después de que la número 3 (ver capítulo anterior) le descerrajara dos tiros en la base del cráneo. Algunos cambios sólo se producen, al parecer, con medidas drásticas.

Ahora bien: nuestro amigo no se hunde en el vacío del Hades sino que, entre sueños, siente como lo arrastran por una senda de montaña unos marineros corpulentos que no se cansan nunca. Deduce que no está muerto porque es verdad que todos los ángeles tienen alas y estos marinos no.

Al día siguiente, cegado por un incremento de la luminosidad que él no consideraba posible, se encuentra con un grupo de guionistas en un estudio de realización. Muy amables tratan de explicarle que su vida es una de las narraciones que construyen el argumento de una serie de ficción-realidad.

La cosa es sencilla: en una comunidad cerrada y vigilada por más de mil cámaras de alta definición, un grupo de actores infiltrados tratan de provocar situaciones dignas de formar parte de la narrativa cinematográfica, en clave de comedia o de tragedia. Los nativos, por así llamarlos, no pueden salir de ciertos dominios y es esencial que no conozcan la situación para dar un aire de espontaneidad a la serie. Por otra parte, es evidente que la trama narrativa es impuesta por los guionistas. El mundo cavernario no puede revelar por sí solo una historia dejando simplemente a las cámaras abiertas en distintos puntos. Sería caótico. Son los ellos quienes finalmente redescriben las tramas argumentales (Desde luego no insisten en hacer público este extremo ni entre los espectadores que se deja llevar por la ficción de la realidad genuina de la serie ni, claro, en la comunidad nativa que siente que su vida es cosa suya).

Los montadores de historias llaman a este proceso narrativo Providencia Inversa o Determinación del Destino a posteriori. Creen que de todo el cúmulo de imágenes grabadas pueden surgir infinitas historias de sentidos opuestos, complementarios o reiterativos. Por eso hay que elegir, por consenso, la Narración que se hace realidad en la pantalla amiga.

Todo el mundo comprenderá que explicar el asunto a nuestro amigo no es tarea fácil. Por eso a alguien se le ha ocurrido que lo mejor es traer a Mary Jane. Cuando el pobre liberado - ¿es correcto el uso aquí de la palabra? – ve a Mary Jane contempla en ella algo extraño y a la vez familiar. Mary Jane, sonriendo, le explica que las tres mujeres de su vida son en realidad una y la misma actriz que entra y sale simulando a la perfección los papeles de la fría controladora, la loca rockera y la oscura politoxicómana (esa era la número 3). Y la actriz es Ella, sea, Mary Jane.

- Lo siento – dijo Mary Jane - pero tu papel se hacía cada vez más tedioso y, por el contrario, yo rompo las encuestas de popularidad. Tenías que desaparecer. A lo mejor es bueno para tu carrera.

Y ella dice estas palabras no con mal talante sino creyendo que él es también actor. Ella cree que todo el mundo es actor. Parece que son muy pocos los que saben que en el fondo de la caverna los actores infiltrados son los menos y que la mayoría es gente normal que cree estar viviendo su vida sin pantalla ni escenario. Nuestro amigo comprende ahora el sentido de la expresión “vivir como si fuera realidad” pero de una forma aún confusa. En verdad no entiende la trama y una cierta náusea le invade según se van revelando los detalles, pero la amabilidad de sus anfitriones es tan intensa que es fácil el olvido de las afrentas pasadas.

La actriz que interpreta a las tres amantes de nuestro amigo termina acostándose realmente ella con él después de una noche de vino y rosas. Él aprecia el detalle en toda la extensión de su inocencia y es capaz de reconocer signos y peculiaridades de cada una de mujeres del mundo cavernario – la forma de tocarle el cuello de la número 1 o de bajar la lengua de la oreja al omoplato de 3. Ahora es consciente de que las tres son realmente sólo una. Y no le disgusta el experimento.

Al final de esta segunda parte, los marineros forzudos le agarraron por las axilas (él estaba borrachito y gozoso) y, montándole en una limusina blanca, se lo llevan a través de las calles bien iluminadas por farolas y las luces de amanecer al exterior, a la Gran Ciudad.

(Le gustará la Gran Ciudad, las luces de neón apagándose con los primeros rayos del sol y la piel real-real de Mary Jane. Tardará más de cuatro meses en salir a la calle en el mediodía, pero recorriendo plazas y avenidas desde el atardecer hasta el alba poco a poco comprenderá no ya sólo la importancia de la pantalla en la vida de la gente sino todos los entresijos de la vida humana exterior. Verá ricos y pobres, criaturas felices que vomitan amargura a los dos tragos de vino y millones de personas sonriendo o llorando frente a los avatares de los hombres del subterráneo. La gente celebra su suerte porque ellos no son esclavos de la caverna. Él da gracias a los dioses porque puede ver la enorme belleza de la Urbe y sus contrastes. Reza por Mary Jane que, para nuestro protagonista, es ahora el Eterno Femenino).

Image: Hans Baldung : Las tres edades y la muerte (1540-3)

lunes, 12 de octubre de 2009

ITINERARIOS (III). DEL VIAJE A LA CAVERNA (1)


No era mal plan glosar el itinerario de Caperucita la Roja hacia la casa del Lobo Hobbesiano pero, mira tú por donde, me sale al encuentro el viejo Platón con su trilogía cavernaria y parece que me obliga a narrar algunos pasajes desconocidos de aquel viaje iniciático de la cultura occidental. En algún sentido me debo a la Tradición. No obstante confieso mi afinidad emocional con Caperucita y puedo prometer que acometeré la tarea de revelar algunas travesías más bien ocultas de la niña (niña, por cierto, no por inocente y solidaria menos perversilla). Parece que me toca aguantar siempre las aventuras y avatares que no salen bien, las frustraciones y las rupturas, los fracasos y las vergüenzas. Hay cosas que tienen que ser como son y no pueden ser de otro modo porque, en el intento de variación o en la huida del deber, perdemos brújulas y sextantes, y eso sí que es malo y doloroso.




PRIMERA PARTE. SOMBRAS Y MATEMÁTICAS FINITAS

Relata el maestro la historia de un grupo de individuos que vivían felices en el subsuelo porque nunca habían conocido otra cosa y no consideraban que se pudiera vivir sin la molestia de las cadenas, malestar que ellos atribuían al porque sí de la naturaleza, como el empacho cuando se come en exceso o el llanto al partir cebolla. En esa cueva vivía un individuo que no era ni el mejor ni el peor de sus iguales en cuanto a la discriminación de las cosas y los afectos. Como todos los habitantes de aquel mundo se enamoraba de una mujer y luego de otra y luego se acostaba con otra sin mayores contratiempos numéricos, quiero decir, que discernía a la número 1, de la 2 y de la 3 y sabía (o creía saber) que eran en total tres, dos consecutivas mediada ruptura(la 1 y la 2) y dos simultáneas en la dualidad amor de esposa/ amorío adúltero(la 2 y la 3), siendo que la suma de los dos pares es cuatro aunque ellas fueran tres porque, sencillamente, la 2 estaba en el primer tándem como segunda esposa y en el segundo como cornuda, siendo y no siendo a la vez lo uno y lo otro. Pensándolo bien nuestro protagonista no era del todo idiota y podemos considerar que formaba parte de la élite cavernaria.

La primera parte de la trilogía platónica, en clave de comedia, nos narra los enredos que sirven a nuestro amigo para mantener el equilibrio afectivo y sexual con las tres mujeres. La cosa acaba más o menos bien, retornando a una relación no del todo apagada con la número 1 y formando una estructura triangular alrededor de los intereses individualísimos del protagonista, básicamente mantener la tripleta sexo-emocional y lograr ascender en la jerarquía de los sabios cavernarios con su teoría sobre la contingencia de todo par en un sistema e-emocional.

Al final de la película le ofrecen un nuevo despacho de la pseudoacademia pseudoplatónica.

Imagen: Hans Baldung-Grien (1484-1545), «Las tres gracias» (1539) [Museo del Prado, Madrid]

martes, 6 de octubre de 2009

INTERMEDIO. DE VITRINA S Y ARMARIOS SOLIPSISTAS



Nunca tengo claro si las puertas del armario deben estar abiertas o cerradas, si conviene más salir de él o encerrarse. Creo que, por carácter, tiendo más a la ocultación dentro del mismo, a la cancelación en su cómoda umbría. El mundo en este siglo XVII seguirá rugiendo ahí afuera, claro; el armario no cambia nada ni revoluciona ni se solidariza. Cierra la conversación, genera un lenguaje sin interlocutor o incita a extravagancias místicas. Un armario es una estancia blindada dentro de esa habitación en la que, según Pascal o Montaigne, los discursos dejan de encontrarse con refutaciones y la buena voluntad con tentaciones insalvables. Una sociedad de seres-armarios reconozco que pudiera ser triste y, si me insisten, maligna. Pero no es menos cierto que la tortuga se cierra en su caparazón- armario para evitar que el peso del cosmos la aplaste. Y es que el mundo pesa.

En todo caso, en la Vitrina de Domenico Kemps, la doble puerta - trasparente en el interior, opaca en el cierre - permite la ocultación tanto como la exhibición. Como si fuera un alma. Hoy su dueño, convencido de la afinidad y el buen talante de sus invitados, nos ha abierto el espacio, mostrándonos toda su riqueza y la arquitectura fantástica que la define. Me gusta esa falta de contradicción que en el siglo XVII se evidencia entre las fantasías más disparatadas y el afán de construcción racionalista de sistemas, taxonomías y ciencias mecánicas. Barroco total; moderno. Pero no hagamos esperar a nuestro anfitrión y recordemos que somos invitados afines, para nada sospechosos de ser agentes secretos del Tribunal Inquisitorial o de las cortes corruptas. Atendamos al armario con curiosidad mientras disfrutamos de un buen vino. Describamos con la mirada el alma de nuestro amigo que para eso nos muestra sus tesoros.

Abajo me llama la atención la pistola - para nada amenazante, convertida en ornamento y casi pieza exótica - y los escarabajos rinocerontes; en la estancia media las esferas horadadas me intrigan, sobre todo la de la derecha con esas estacas o espinas que brotan del interior. No comprendo su función pero imagino problemas geométricos combinados con derivaciones extravagantes hacia el ocultismo. Quien sabe si nuestro amable guía nos relatará su sentido al final de la velada. En fin, arriba los cristales, los espejos convexos y la calavera. Aunque, bien pensado, más que la calavera me intriga la forma fractal que nace de su frente - un coral - y que encontramos también en las dos puertas exteriores y en cada una de las tres estanterías. Formas exóticas, sí, pero también protectoras. El coral es el árbol del océano, la raíz abismal del mundo nacido de la sangre de la Medusa Gorgona, aquella que convertía a quien miraba en mineral. El coral es la vida endurecida, cerrada, acristalada, pero amenazando resurrección. El Gorgoneion era una amuleto protector que reflejaba la faz terrorífica de la Gorgona. Esos fractales de geometría imposible creo que nos protegen por pacto con fuerzas que no conviene nombrar(al menos esta noche).

No cabe conjeturar orden en la vitrina que nos desvele a su dueño o creador. El vino también ha hecho su efecto y podemos perdernos en hipótesis que rozarían la mala educación. Si nuestro amigo ya nos pareció extraño en los primeros encuentros, la apertura de su alma-armario, lo cubre de un halo de misterio y complejidad. Quizás es lo que busca y más tarde nos proponga participar en ritos oscuros o introducirnos en la Hermandad de los Rosacruces. Al alma y a la vitrina le pasa como al mundo: es una colección de rarezas, algunas estampas bellas y mucho capricho. Todo ello rodeado de un aire de horror que nos incita a cerrar los ojos y meternos en el armario con esas piezas que sólo nuestro genio ordena en gramática privada.

No sé como acabará la noche. Consejo: Busquemos un buen armario para pasar el siglo (Descartes se inventó el solipsismo. Hay, pues, precedentes y no le negaremos el buen gusto).


Imagen:
Domenico Remps ( 1620-1699): Vitrina de Estudio(L'Opificio delle Pietre Dure, Florencia)

lunes, 5 de octubre de 2009

ITINERARIOS ( III ). EL SALTO


Mis pies dibujan mapas cuando recorro - rápido - las calles y los senderos del bosque. Los pies se alían con los ojos en la conquista del territorio ignoto de pieles brillantes y fulares al viento. Los ojos son dedos disfrazados de asepsia, detectives que hurgan invisibles en todos los rincones de las piel -- la piel de la mujer, sí, pero también la de sus vestidos, los tejidos de las plantas y las flores, el vestuario alta costura del mineral. Camino y miro en mi paseo.Trazo el mapa, defino el itinerario: un arado sutil establece el limes, allí donde he llegado y que escinde el espacio en un mundo civilizado y una foresta bárbara. Yo me siento cada vez más bárbaro porque cambiaría todo el imperio por los reflejos luminosos de los abalorios de cristal. Pero resisto como soldado.

Pero eso ahora no me importa. Mañana, quizás, siga la reflexión poetizadora del caminar rápido . Ahora me centraré en otro itinerario, aquel que se dibuja como un mero movimiento arriba-abajo. Quiero decir: el salto. Matizando: mis saltos como baile en un concierto de rock. No tengo edad para el salto porque mis pies se han acostumbrado al tacto de la tierra y ella me ha seducido más que el aire. Pero allí estoy dejando que la música me penetre las meninges y deje inhibida toda red de conceptos. Ni miro ni camino. No vendo mi reino por unos cristales y sus reflejos porque he cerrado los ojos y estoy tremendamente concentrado en la pérdida del control. Salto, me elevo como un masai, como Nijinski en catástrofe caótica, como un sputnik soviético que sale a destiempo - caída ya la bandera roja - , como un misil que lanzara la hormiga atómica desde el subsuelo telúrico, como un punk, como Patti Smith, como yo mismo a los dieciséis adquiriendo la vocación filosófica en medio del desenfreno móvil (y alcohólico). Salto.

Salto para abrir grietas en el cielo, para rasgar el lienzo de las estrellas fijas que han marcado mi destino convirtiendo-me en rinoceronte o tortuga. Rompo la sobredeterminación y todas las heteronomías. Escupo al universo por el agujero que ha producido mi cabeza en el aire. Beso a las estrellas... pero todo es sueño.


Y es sueño porque, civilizado, evito en mis bailes espasmódicos pisar a nadie o tirarles la cerveza encima. No choqué con otros cuerpos con violencia de génesis. Egoísta - ¿alguien sale de su ego a partir de cierta edad? - evité el contacto con cuerpos ajenos y sangrantes borrando del vocabulario básico de mi danza el movimiento transversal, la curva truncada, el giro a la derecha o la izquierda (el fracaso de la erección). Arriba y abajo, luchando sólo con mis fantasmas. Gozando del engaño, sí, pero con mil fondos amargos de frustración por haber perdido el coraje de pelear, de fundir mis huesos con ellos a través de la fractura.

Estuvo bien. Civilizado. Los bárbaros quedan al otro lado del limes y se dejaran engañar con los reflejos de los cristales de colores. En su ímpetu no piensan en el valor ni en el precio. Agarran la chatarra y dejan en paz la ciudad de las relaciones civilizadas. Pueden volver. Lo sabemos. Y mientras bailamos en nuestro rincón.

Estuvo muy divertido el concierto de Tequila del otro día, chaval. Me lo pasé de fábula(!) bailando como no lo hacía desde hace, quizás, viente años. La civilización me pone. No pisé a nadie. A ninguna tía le mordí el labio. Progreso.

Imágenes: George Barbier(1882 - 1932): Dibujos sobre los bailes de Vaslav Nijinsky

viernes, 2 de octubre de 2009

ITINERARIOS (II). ANITA NO BESA A RORTY PERO LE DEVUELVE LA DIFERENCIA ( INSTALACIÓN PERFORMATIVA Y PROLETARIA EN ÁMBAR)


Arte. Saber hacer. Mis pinceles son mis dedos y mis pies. Los primeros me llevan a la piel. Cuando los dedos no pueden (o no deben) tocar la piel hacia la que se encaminan dejan paso a los ojos. De igual modo la escritura se presenta como metadona de la acción. Los pies me llevan a recorrer calles y plazas generalmente en obras. Mis pies dibujan los mapas del tesoro que conducen a la flor azul de Novalis. Arte. Color.

Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no!

Abro una cuenta en Twitter (http://twitter.com/Rorty_R) para participar en un juego. No comprendo las reglas del juego ni las del artefacto Twitter. ¿Necesitamos conocer las reglas del juego para participar en la conversación? No sé que opinaría Rorty. En todo caso soy más romántico que el ironista que amaba las orquídeas. Me lanzo sin armas hacia la colina que ocupa el enemigo – la muerte, el aburrimiento, las corazas del rinoceronte. Hoplita sin lanza ni escudo.

Cito a Rorty en Twitter:

Aceptar que aquello que nos importa especialmente puede ser algo por lo que otras personas tal vez nunca se entusiasmarán particularmente” (rOquídeas silvestres y Trotski).

Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no!

Saco de la biblioteca un libro sobre el Land-art. Leo que Land art es apócope de Landscape art, el arte del paisaje. Como no sé nada del Land Art puedo decir que no acepto la premisa. ¿Cabe decir que el noble arte de la jardinería o la revelación de los jardines zen son un ejemplo del land art? No, no y no. Para ese viaje no hace faltan alforjas. Más lejos, más lejos, más lejitos por favor, amor, por favor, que no sea eso, que encuentre lo que busco como la vibración de Dover me lleva a un espacio libre de marcadores y protegido por el angel custodio.

Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no!

Escucho Dover algunos años después y me acuerdo de aquella jovencita que se levantaba de su pupitre como la hermana de Samsa en el final de la Metamorfosis. Yo explicaba Platón y ella contestaba, con la acción de su cuerpo, citando a Kafka. Torpeza de la palabra y de la escritura, triunfo de un estiramiento de brazos en medio del tedio escolar.

Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no! Oh,no!

Mis pies – mis pinceles – me llevan al supermercado. Allí el joven que está delante de mi deja sobre la cinta de la caja número dos su compra ------ la cajera se llama Anita, lo juro, y tengo el ticket que lo atestigua. Al llegar al final de la cinta los tres objetos adquiridos ( 5, 60 euros) se colocan en paralelo. En medio una litrona de cerveza con la etiqueta hacia abajo. Veo la espuma en el lomo de la botella inclinada. Me gusta el ámbar y el brillo rubio. Me dejo arrastrar por los reflejos de las cosas como si fuera un salvaje. A su izquierda un frasco de cristal que contiene alubias blancas simplemente cocidas. A la derecha un pollo asado envasado al vacío, envuelto en plástico como un objeto de Christo and Jeanne-Claude. Las tres entidades conforman una pequeña y armónica instalación al final de la cinta móvil. Anita bendice los alimentos al pasarlos por lector láser. Pienso en términos económicos: con esos tres alimentos quizás podría comer un día. Calculo: 5,60 x 30 = 168 euros al mes. Dibujo los grafismos del importe en la cinta con el spray de mis ojos. Anita coge con sus manos morenas las alubias, el pollo y la cerveza. Siento pasión proletaria y amor por los inmigrantes. Doy gracias a dios por mis ojos, por mis dedos, por mis pies , por Anita y por el pollo envasado.

Bendigo la extrema contingencia rortyana y me convierto, de nuevo, en el ángel custodio del vídeo de Dover.


Imágenes: Rothko. Dover: serenade