martes, 22 de junio de 2010

Haciendo hueco. Oteiza (1)


Jorge Oteiza: Caja metafísica (1958)


Si mis heridas fuesen escritas en clave de gramática universal - Dios, Patria, Amor, Gol - se convertirían en estigmas.





Pero yo no soy el mensaje de ninguna estrella. Por eso prefiero ser una caja que busca su propia oquedad y se va recortando desde dentro.





Poco a poco me sumerjo en el ir y venir de las sentimentalidades que actúan como tijeras porque no tienen nombre ni destino. Corroen dulces o amargas desde dentro como cuchillas químicas. Generan quimeras o tonterías, traiciones y sandeces. A veces, geometría.





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Ser menos que nada ¿Es posible metafísicamente la experiencia? Oteiza horada la materia para encontrar el hueco. Habitamos en los huecos que barrenamos en la realidad. La geometría del ingeniero y el arquitecto quizás sean siempre ilusión --- o puede que yo sea un negado para las formas en el espacio.





Nunca hemos dejado de ser un poco cavernícolas (sea, según etimología, grotescos). Habito en mi hueco y mi hueco es como la sepultura arañada a la piedra de los antiguos asentamientos.



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El alma es polvo que se viene a vivir a un hueco. Todo lo que somos nos lo dan los otros: carne, huesos, piel, saliva, sudor de amante o lágrima de herido, bandera e himnos, el velo y todo el porno que esconde. Todo me lo dan menos el polvo en el hueco que sólo la luz transversal nos permite ver. Polvo en suspensión que signa la paz que se escapa.


Escucha cómo el hueso se rompe y se quiebran las columnas de lo que hasta ayer parecía Templo, Amistad, Honor... ¿Lo oyes?

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Me niego a que mis heridas se conviertan en estigmas porque quiero provocar a las fuerzas que me invaden. Amenzan con dolor, con humillación. Muerte, muerte.

Que le den a la muerte.

Me niego al estigma (todos para el Cristo). Yo sólo soy un alma que se regocija en el combate entre la disolución y el espejismo que rasga la gran pantalla de la conciencia.

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Nunca ofendí la fe con la esperanza;
vivo presente en olvidada ausencia;
después de eternidades de paciencia
no merezco quejarme de tardanza.


Soy sacrificio que arde en tu alabanza
(fuera morir no arder sin resistencia);
¡oh puro amor, oh nueva quintaesencia!,
de infierno sacas bienaventuranza.


Cerca de visto y lejos de mirado,
ni de agravios me vi favorecido,
ni tu olvido alcanzó de qué olvidarse;


tu descuido encarece mi cuidado;
quererte más no puedo, ni he podido,
que esto es amarte y lo demás amarse.
(Diego de Silva y Mendoza, 1564-1630)

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