martes, 25 de enero de 2011

Cuando estalló la guerra, yo tenía
catorce años y dos meses. Al principio
no me afectó demasiado. Tenía la cabeza
llena de otra cosa que todavía hoy
creo más importante. Descubrí
Les Fleurs du mal, y eso quería decir
la poesía, ciertamente; pero
hay algo más que no sé  cómo llamar,
y que es lo que cuenta. ¿La rebeldía? No.
Así la llamaba entonces. Tumbado
en un avellano, en el corazón
de una rosa de hojas mustias y muy verdes,
como pieles de oruga desollada, allí
tendido en la entrepierna del mundo,
me esperaba en feliz rebeldía
mientras el país estallaba en revolución
y contrarrevolución, no sé si feliz
pero más revolucionado que yo. ¿La vida
moral? Tal vez, pero me parece ambiguo.
Quizás la palabra más exacta es egoísmo,
y es mejor recordar que  a los catorce
hay que mudar de primera persona:
ya nos oprime el plural, y el ejercicio
del estilita singular, la náusea
del encaramado sobre sí mismo,
parece un buen programa para el futuro.
Después vienen los años y, felizmente,
se alejan también, y se nos va cansando
la mano que acaricia la frente obstinada
el cordero íntimo, y entonces adoptamos
este plural, no sé si de modestia,
que renuncia al singular, nos abandona
pero agradeciéndolo y premiándolo.Basta"

(Gabriel Ferrater: In Memoriam,Traducción Mª Àngels Cabré)

(Completo, en catalán)

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