sábado, 17 de diciembre de 2005

CIENCIA, TECNOLOGÍA Y PODER MILITAR

La ciencia y la tecnología son instrumentos de la expansión humana por el planeta, dos de los productos más destacados de la inteligencia y derivados privilegiados del proceso evolutivo de la especie. Por otro lado, leyendo la historia, comprobamos que la inteligencia humana ha creado la institución de la guerra (o la agresión de grupo) como mecanismo de resolución de problemas. Aunque suene extraño – y hasta inmoral – asociar guerra e inteligencia, no nos tiene que sorprender. La guerra ha sido y es uno de los despliegues más destacados de la inteligencia humana. Por ello, la ciencia y la tecnología han jugado siempre un papel muy destacado en ella. La historia de las armas son un episodio más de la historia de la técnica.

En esta bitácora (en la anotación del 5 de noviembre de 2005) ya hablamos de Arquímedes como ingeniero militar del siglo III a.C. El sistema de espejos que destruyó las naves enemigas puede considerase una auténtica arma de destrucción masiva. En la época moderna suele hablarse de Galileo o de Leonardo da Vinci como científicos que dedicaron muchos de sus esfuerzos a la tecnología militar. Los célebres dibujos de Leonardo, diseñando armas, acorazados o tanques son ejemplo de esta unión de ciencia, tecnología y poder militar.

El gran desarrollo de la ciencia y la tecnología en los siglos XIX y XX, el empuje de la revolución industrial ( o las revoluciones industriales) y la expansión colonial de Europa contribuyeron sin duda al auge y la profundización de la asociación del poder militar y la tecnociencia. En este sentido la Iª Guerra Mundial fue un toque de atención a los estados sobre la importancia estratégica de la ciencia y la tecnología en la futura historia de la guerra.



EL PROYECTO MANHATTAN

En la Segunda Guerra Mundial dos fueron los proyectos científico-tecnológicos estrella: la creación del radar y la construcción de la bomba atómica.

El radar (RAdio Detection And Ranging-detección y localización por radio ) desempeñó, en la estrategia militar del conflicto, un papel fundamental. Así se dice que si la bomba atómica terminó la guerra, el radar la ganó. Las inversiones norteamericanas en el RadLab (Radiation Laboratory) del Instituto Tecnológico de Massachusetts (M.I.T.) dan noticia de la toma de conciencia de los políticos y militares respecto al poder de la ciencia y la tecnología. En 1943 se invertían poco más de un millón de dólares mensuales en el proyecto que agrupaba a más de 2000 trabajadores. Al final de la guerra el RadLab empleaba a 3.897 personas de las cuales 1.189 eran científicos y tenían un presupuesto anual de más de 80 millones de dólares.

El proyecto Manhattan es quizás el proyecto científico-militar más (tristemente) conocido de la historia de la ciencia. La construcción de las bombas atómicas que explosionarían en Japón en 1945 fue desarrollada en un tiempo record gracias a una inversión decidida por parte del gobierno americano y la colaboración de miles de científicos y técnicos al mando de Enrico Fermi y Leo Szilard. Aunque a veces se asocia este proyecto con la figura de Einstein, la verdad es que el padre de la teoría de la relatividad contribuyó casi exclusivamente con una célebre carta que envió al presidente Roossevelt apoyando el proyecto.



El 16 de julio de 1945, en las desiertas tierras de Nuevo México, cerca de Álamogordo, estalló la primera bomba atómica. Menos de un mes después, el 6 de agosto, un B-29 estadounidense - el Enola Gay - dejaría caer sobre Hiroshima a Little Boy, un artefacto nuclear de un 4.500 kilogramos de peso. Al final de 1945 habían perecido ya 145.000 personas. Cinco años más tarde, las víctimas de la explosión se elevaban a 200.000. El 9 de agosto fue lanzado sobre Nagassaki el segundo artefacto nuclear, Fat Man, una bomba de plutonio. Las víctimas, por un error en el lanzamiento, 70.000 personas.

El lanzamiento de las dos bombas atómicas finalizó la Segunda Guerra Mundial e inició la llamada Guerra Fría y la era del terror nuclear. Los efectos de la explosión nuclear y el horizonte de una destrucción de la humanidad se convirtieron en un tema recurrente.

TECNOCIENCIA MILITAR TRAS LA GUERRA MUNDIAL

El trágico fin de la guerra mundial no fue una traba en la fructífera asociación del poder militar y la tecnociencia. Un porcentaje importante del presupuesto de los estados – sobre todo los EE UU – fue destinado al I+D militar. En los Estados Unidos se crearon grandes instituciones de investigación científica con presupuesto militar(ver). Destaquemos la Oficina de Investigación Naval (ONR) y la NASA. Simultáneamente se propusieron diversos tratados de no proliferación de armas nucleares con resultados diversos o más bien pobres.

En España, el Ministerio de Defensa tiene sus propio organigrama de I+D militar (Ver Ministerio de Defensa ---- dirección general de armamento y material --- I+D. Ver también aquí).



La polémica sobre la energía nuclear, en sus usos militar y civil, pasó por diversas fases a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Hoy el conflicto entre la retórica pronuclear y antinuclear continúa (No vamos a detenernos más en este asunto. En cualquier caso, otros enlaces de interés pueden ser: Consejo de Seguridad Nuclear español; Sociedad Española de Medicina Nuclear).

En fin, las campañas favor de una investigación científica no militarizada, que se separe de la industria de la destrucción no han cesado. Las demandas de un control de las armas auspiciadas por diversas organizaciones no gubernamentales o las apuestas por una investigación para la paz, son un buen ejemplo.

La inteligencia creó la ciencia y la guerra y también el deseo de una ciencia sin la guerra. Quizás algún día pueda completarse el sueño del matemático Niccolò Fontana Tartaglia (1499-1557) que en una de sus obras nos relata:

Un día, meditando sobre mí mismo, me pareció que era un poco censurable,
vergonzoso e inhumano y merecedor de castigos ante Dios y los hombres, aspirar a la perfección en un arte peligroso para nuestros vecinos y destructivo de la
raza humana .(...) En consecuencia, no sólo desprecié el estudio de esos
asuntos, sino que incluso destruí y quemé cuanto
había escrito

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