Así que eso, ¡ al espíritu y a las cosas mismas!. Mantra a mantra.
Se me inició la temporada con trabajos intempestivos novedosos que me apartaron del hábito de la bitácora – es decir, de la lectura de lo que dicen por ahí los lugares hermanos y de la escritura. Quizá esto signifique que el silencio ha pasado (aunque ¿a quién le importa?)
Los seres vacíos inician el trayecto con una devoción renovada hacia Campanilla. Se dice de ella que es tan pequeña en su espíritu que sólo admite un estado de conciencia: o es endiabladamente buena y fiel a sus amigos o, con igual pasión, se entrega a la traición y la maldad. Su amor a Peter, por un asuntillo de celos vía Wendy (esa arpía infanta), conduce a la alianza perversa con Garfio. ¿Un error? No porque no cabe la doblez reflexiva. Tocaba eso, la traición, como luego toca la expiación y la algún día la muerte.
Los seres vacíos, como cuevas en el mar, absorben y vomitan cuanto pecio trae la marea. La espiritualidad que roza extravíos o el espectáculo burlesco se movilizan en la superficie de sus menguados corazones. No en vano solo aceptan una dimensión, sin profundidad alguna.
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