sábado, 6 de octubre de 2007

La altamente estúpida, indigna y babosa polémica de la Educación para la Ciudadanía (así, con mayúscula o en siglas EpC) seguramente tendrá la ventaja de que conducirá de nuevo a las almas puras hacia el camino del espíritu (sic, con minúscula de precariedad). No todo va a ser jodienda: gente que habla porque tiene boca (algo se desalojó de ella en instante nefasto), desveladores de Mediterráneos o asignaturas menguadas. Los profesores de ética, condenados a la impotencia causal (al menos en las comunidades populares – jó – que dejan la cosa a una hora que no al mes pero sí a la semana), están, por lo tanto, a un paso de neutralizar el karma y a dos de alcanzar algún tipo de iluminación portátil ---- y mala pintó la cosa, queridos camaradas, en otras vidas pues en el presente nos azotan los residuos kármicos con tanta insistencia.

Así que eso, ¡ al espíritu y a las cosas mismas!. Mantra a mantra.


Se me inició la temporada con trabajos intempestivos novedosos que me apartaron del hábito de la bitácora – es decir, de la lectura de lo que dicen por ahí los lugares hermanos y de la escritura. Quizá esto signifique que el silencio ha pasado (aunque ¿a quién le importa?)

Los seres vacíos inician el trayecto con una devoción renovada hacia Campanilla. Se dice de ella que es tan pequeña en su espíritu que sólo admite un estado de conciencia: o es endiabladamente buena y fiel a sus amigos o, con igual pasión, se entrega a la traición y la maldad. Su amor a Peter, por un asuntillo de celos vía Wendy (esa arpía infanta), conduce a la alianza perversa con Garfio. ¿Un error? No porque no cabe la doblez reflexiva. Tocaba eso, la traición, como luego toca la expiación y la algún día la muerte.

Los seres vacíos, como cuevas en el mar, absorben y vomitan cuanto pecio trae la marea. La espiritualidad que roza extravíos o el espectáculo burlesco se movilizan en la superficie de sus menguados corazones. No en vano solo aceptan una dimensión, sin profundidad alguna.

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