jueves, 1 de julio de 2010

Cuaderno de verano (1)




Llego al verano como quien llega a un jardín de Pissarro.

Eso es bueno, supongo.

Oigo el verano como orgía de zetas y emes.

Noto gusanos en mis venas y articulaciones. Son las fuerzas. Vibran. Me cuesta controlarlas ahora que estoy tan débil. Por eso me entrego al verano como otros se entregan a Dios o la Revolución.

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He suspendido casi todo y me esperan los exámenes de septiembre. Me exijo firmeza(¡ jó!). Exigirme firmeza sabiendo que soy un tipo débil y tenue tiene algo de masoquista. Pero así son las cosas. Me siento como un boxeador que, golpeado fuerte en el hígado, chupa el polvo del camino hasta que el ahogo le fuerza a levantar la cabeza. Intento, pues, estirar el morro y jurar y maldecir. Mecahis - digo aunque sigo debilitado. Blasfemar de vez en cuando y lanzar al aire palabras violentas ayuda a levantar el culo del suelo. ¡Mecahis, mecahis!.

No espero nada de septiembre (así que, realista, me llevaré por la rutina y dejaré las pruebas definitivas para febrero. No logro ver más allá de febrero . No lo juno - decía mi padre. Ceguera temporal por obstrucción del oído izquierdo).


Imagen: Camille Pissarro: Jardín de Pontoise (1877)

1 comentario:

PÁJARO DE CHINA dijo...

Esto sí que es pura sincronía. Creo que estábamos leyéndonos mutuamente (en sentido literal y simbólico).

Mientras recorría (deslumbrada, confieso) tu serie sobre el hueco, vos te congestionabas con la chatarrería de Telephone.

Y mientras leía cada capítulo de la serie, pensaba y sentía lo que estaba escrito en el posterior.

Anoté en mi libretita con tapa con fotos de perros, mientras te leía:

"Las sentimentalidades como cuchillas químicas: la melancolía también es una cuchilla de esa estirpe; corroe lentamente y va cobrándose sus libras de carne. La geometría de la melancolía es una caja (¿una cajita en Berlín?) que busca su hueco para reclinarse en él. Lug cambió el fondo de su casa: es una geometría matemática prendiéndose fuego (su bicefalía ...).

Hay dos tipos de huecos: el que nos toca al ser arrojados al mundo y el que construimos como topos, para sobrevivir serenamente en lo mínimo (el casi grado cero de Walser).

Todo nos lo dan pero es el cuerpo (el de las endoscopías, el de las TAC) el que toma las armas, cómo y dónde puede, como un guerrero, para lamerse y cicatrizar los estigmas.

El trabajo nos hace esclavos, excepto el elegido, claro (la estrategia walseriana de elegir modestos oficios para ser dueño de su tiempo y salir a pasear).

Vaciar los escombros: me recuerda intensamente Sobre la historia natural de la destrucción, de Sebald. La limpieza después del bombardeo aéreo. Es necesario olvidar las ruinas para sobrevivir y recordarlas para redimirlas (la redención de la que habla Benjamin).

Negocio con mis propios escombros: pactamos una convivencia pacífica, intento entender por qué las bombas caen sobre mi cabeza (bendito psicoanálisis). Cuando las bombas me roban lo que amo, el botín persiste en mí como un miembro fantasma.

En el vacío está la plenitud (como en "Vacío y plenitud", de Cheng, acerca de la gramática de la pintura china). En el vacío del no-deseo, el Gran Ojo Cerrado, sí, la esfera no deseante. Se medita a ojos cerrados, olvidándose de sí mismo, disolviendo el "yo". El amigo nos impulsa a movernos. Cada vez me resulta más difícil salir de casa, en casa estoy más cerca de la esfera, del fractal.

Y también existe la ausencia que se hace presente (en forma de aura, otra vez Benjamin, "el recuerdo que relampaguea en un instante de peligro").

Nuestros "teatritos de maravillas" - qué hermosa definición - pueden ser la mansión Playboy y su puesta en escena, o nuestros modestos instrumentos de resistencia al bombardeo (nuestras cajitas). La caja abierta de Oteiza como cajita berlinesa, posarse en el vacío - ¿la abstracción de lo lúdico? - para resistir lo insoportable.

Seamos traperos de la historia (mostrame tus "acompañamientos", Lug, los que están encima de los estantes de tu biblioteca)".

Entregarse al verano ... yo huyo del verano, ensayo un infierno de ficción bajando las persianas y refugiándome en las últimas mesas de los bares. Huyo del calor, de las playas sudorosas, de los florecimientos orgiásticos de Pisarro. Tantas flores me ahogan.

Esto es un ring y hay que sentarse en el banquito y escupir, maldecir catárticamente y para no besar la lona, sí, y después acomodarse el protector bucal. Boxear como Ringo Bonavena. Armarse un invierno mental y reírse hasta de uno mismo. Somos gatitos (Marramiau).

Besos, muchos, desde el nocturno frío austral.