domingo, 4 de noviembre de 2007

La Escuela y el Mercader ( 5 )

El profesor mercader. Sabe el mercader que todo se reduce a viajes para conocer las necesidades – presentes y futuras – de los hombres que acuden a la feria y entrar en el ritmo (gozoso) de las transacciones. Buscando cifra o icono para hacer comprensible la categoría podemos decir que si el Emilio fuere el equivalente de los Oscar en el orden pedagógico, sin duda el inestimable HANNIBAL LECTER podría mostrarse como un claro candidato a la mejor intervención pedagógica en la categoría de mercader. Quizá el lector no acepte este icono – bien porque odia a Lecter (¡ insano ejemplo ético-pedagógico!) bien porque lo idolatra ubicándolo en la sagrada orden de los caballeros antipedagógicos ---- o quizás tan solo porque no concibe la intromisión de la cultura pop en el debate. Sin embargo, quisiera persistir en el error colocando a este célebre sociópata como ejemplo, bien que extremado, de la casta de los profesores mercaderes. Desde luego este profesor no culmina su tarea comiéndose el hígado de sus víctimas (al menos materialmente; simbólicamente cabría un estudio más detallado)

Quid pro quod

La enseñanza no es entrega alguna o rendición - actitudes que sí veíamos en el profesor brahmán y en el guerrero. El comerciante sabe que sólo por algún tipo de intercambio entre iguales – reconociendo la personalidad del alumno y sus intereses por erróneos que nos parezcan -logrará vender su mercancía y entregar su mensaje. Por ello está atento al mundo del patio y a los deseos de los alumnos. Sabe de la necesidad del engaño en el inicio; es un claro hombre de la pedagogía y la retórica.

El mercader en la clase ofrece a sus alumnos aquellas fruslerías que al parecer buscan – alusiones a sus pequeñas vidas y sus sentidos momentáneos, cultura pop y lentejuela, deporte y líquido seminal – y, a cambio, les obliga a adquirir su ganga (o GANGA, Maa Ganga el Ganges sagrado como madre). El profesor sabe que lo esencial es que el alumno acabe conociéndose a sí mismo – y para ello debe conocer su mundo y el espíritu que sobrevuela la época – y publicita lo que es en sí irrelevante pero aparenta atractivo para el mundo de ignorancia(aún) del pupilo.

Juega con destreza profesional con la espuma de los días para intentar que el alumno se golpee con las rocas que se ocultan bajo las olas.


El mercader socrático vs los héroes guerreros

El mercader cree en las posibilidades del alumno para, desde sí, llegar al objetivo. Su estructura de emplazamiento se halla ubicada en el periodo socrático. Por el contrario, el guerrero y el brahmán son modelos de una época heroica y consideran necesaria la conversión a lo Otro y la humillación de lo propio. El sacerdote del Sagrado Esquema exigía a sus discípulos recorrer el camino de la devoción como entrega al ejemplo (la ortodoxia de lo que debe ser sabido) sin atender jamás al patio, con absoluta indiferencia, en la más pura ecuanimidad aristocrática. El guerrero sólo estratégicamente atendía a los intereses del aula o del patio, para acumular la fuerza que llevaría a la derrota y la conversión del neófito al orden desvelado por el maestro.

El beneficio del mercader pedagógico – sana o perversamente(¿ es esto relevante?) – se cifra en la contemplación de cómo el alumno invierte el orden de sus preferencias y descubre que lo que buscaba en el inicio era sólo espuma y que hay otra cosa ---- que se fundamenta en su participación como individuo lúcido y responsable en los diversos juegos sociales (y, en espacial, en el de la ciudadanía).

Desde luego el mercader puede degenerar y no ir más allá del engaño y conformarse con ofrecer meras zarandajas para así satisfacer a su auditorio y obtener el aplauso (¡jo, qué profe más majete!).Pero todas las castas profesorales que aquí analizamos pueden degenerar.

Lecter como pedagogo

Hannibal intercambiaba –sin ocultar, por cierto, su perverso gozo – la información sobre el asesino buscado por las confidencias biográficas de la agente Clarice. Lecter sabe que la clave en la formación de la futura agente del FBI está en que sepa deglutir racionalmente o desvelar su mundo interior opaco y que el caso del asesino que nos ocupa – el tal Búfalo Bill - es sólo circunstancial, lo que ella parece desear en este momento, su interés de patio de colegio. El gozo de Lecter por las confidencias autobiográficas es efecto colateral.Lo esencial en el proceso formativo de Clarice era precisamente desnudar su alma y comprender las estrategias de sus recuerdos. Analizado su pasado Clarice ya puede ser una agente del FBI. Una ciudadana.

(Imagen 2ª: La Perla del mercader de Alfredo Valenzuela (Chile, 1856 –Paris, 1909)
Ejercicio: ¿Cabe calificar a Mary Poppins como profesora mercader?


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