El profesor guerrero ( kshatriya). Enérgico, sin duda, en su recorrido por las aulas observa el guerrero la situación, anota cada detalle con precisión linneana. Prepara la violencia, el golpe seco que debe dar en el grupo para conducirlo a su meta. Parece tener tan claro su objetivo como el brahmán tenía sus patrones y dictados. Como buen luchador sabe que gran parte de su fuerza la genera el oponente en su ciego ataque y que está en sus manos expertas volverla contra el instinto. Por todo ello, el guerrero se diferencia del brahmán por la atención que pone en el Patio, al que reconoce como el enemigo pero al que intentará subyugar como masa de esclavos (si se recuerda el brahmán abolía de su esquema la existencia de ese más allá de “la clase”). El guerrero utilizará las nuevas tecnologías y el rock and roll, recordará la canción de moda o introducirá chistes de doble-lectura. Seducirá a niños o niñas (o a ambos). El guerrero es eficaz y suele gustar a sus alumnos a pesar de la violencia que les aplica. Es capaz de crear en ellos una adicción sadomasoquista que el brahmán, templado en el ritual, nunca podrá vivenciar.
El profesor guerrero se muestra en su mayor puridad en los primeros años de profesión. Aunque el guerrero de casta muere ejecutando su dharma. Soberbio, no es ingenua su confianza: de hecho tiene poderes y conoce las técnicas de dominio en el momento en que la virilidad juvenil acompaña la ética y la estética. Además, no ignora que la educación siempre es una institucionalización de la violencia – y no teme la perspectiva. Su opuesto es el pusilánime, categoría de la que no merece la pena ni hablar. Cuando pienso en el profesor guerrero me viene a la mente Savonarola, aquel predicador dominico que incendiaba conciencias e inmuebles, y también Antonin Artaud - que, por cierto, hizo de Savonarola en una película de Abel Gance. Hablaba Artaud de la necesaria crueldad del teatro y el profesor guerrero sabe que su pedagogía es 99 % pura teatralidad artaudiana:
“El teatro, como la peste, es una crisis que se resuelve en la muerte o la curación (...)la acción del teatro como la de la peste, es beneficiosa pues al impulsar a los hombres a que se vean tal como son, hace caer la máscara, descubre la mentira, la debilidad, la bajeza, la hipocresía del mundo, sacude la inercia asfixiante de la materia que invade hasta los testimonios más claros de los sentidos”( Artaud: El teatro y su doble)
Yo me he sentido guerrero y sé del gozo de la conquista y del rigor del deber que la acompaña. Sin embargo....
Quizá el profesor guerrero quiere ejecutar una tarea que no es apropiada para el recinto escolar. ¿Es la escuela el nicho adecuado para la violenta ironía que hace caer las máscaras, ofrece la crueldad de la crítica y rompe el virgo del prejuicio materno? Es posible que existan mejores espacios. Por otro lado, el gran peligro del profesor guerrero es que acaba por embriagarse de su poder destructor y in –pro - vocador. El movimiento, la oscilación de los alumnos y sus conciencias acaba por convertirse en un fin en sí. En ocasiones, como consecuencia de lo anterior, el guerrero acaba por fijar su objetivo en una única idea –pierde la complejidad de las “ideas” que pareció abrazar en algún momento – y , a diferencia del brahmán, se niega a convertirla en esquema por miedo a que se muestre su vacuidad (“el rey está desnudo”), creando desconcierto entre sus súbditos. El profesor guerrero, que parecía incovocar al gran Shiva, puede terminar siendo un mero siervo de la oscura
.
(CONTINUARÁ)
El profesor guerrero se muestra en su mayor puridad en los primeros años de profesión. Aunque el guerrero de casta muere ejecutando su dharma. Soberbio, no es ingenua su confianza: de hecho tiene poderes y conoce las técnicas de dominio en el momento en que la virilidad juvenil acompaña la ética y la estética. Además, no ignora que la educación siempre es una institucionalización de la violencia – y no teme la perspectiva. Su opuesto es el pusilánime, categoría de la que no merece la pena ni hablar. Cuando pienso en el profesor guerrero me viene a la mente Savonarola, aquel predicador dominico que incendiaba conciencias e inmuebles, y también Antonin Artaud - que, por cierto, hizo de Savonarola en una película de Abel Gance. Hablaba Artaud de la necesaria crueldad del teatro y el profesor guerrero sabe que su pedagogía es 99 % pura teatralidad artaudiana:
“El teatro, como la peste, es una crisis que se resuelve en la muerte o la curación (...)la acción del teatro como la de la peste, es beneficiosa pues al impulsar a los hombres a que se vean tal como son, hace caer la máscara, descubre la mentira, la debilidad, la bajeza, la hipocresía del mundo, sacude la inercia asfixiante de la materia que invade hasta los testimonios más claros de los sentidos”( Artaud: El teatro y su doble)
Yo me he sentido guerrero y sé del gozo de la conquista y del rigor del deber que la acompaña. Sin embargo....
Quizá el profesor guerrero quiere ejecutar una tarea que no es apropiada para el recinto escolar. ¿Es la escuela el nicho adecuado para la violenta ironía que hace caer las máscaras, ofrece la crueldad de la crítica y rompe el virgo del prejuicio materno? Es posible que existan mejores espacios. Por otro lado, el gran peligro del profesor guerrero es que acaba por embriagarse de su poder destructor y in –pro - vocador. El movimiento, la oscilación de los alumnos y sus conciencias acaba por convertirse en un fin en sí. En ocasiones, como consecuencia de lo anterior, el guerrero acaba por fijar su objetivo en una única idea –pierde la complejidad de las “ideas” que pareció abrazar en algún momento – y , a diferencia del brahmán, se niega a convertirla en esquema por miedo a que se muestre su vacuidad (“el rey está desnudo”), creando desconcierto entre sus súbditos. El profesor guerrero, que parecía incovocar al gran Shiva, puede terminar siendo un mero siervo de la oscura
.
(CONTINUARÁ)
3 comentarios:
Sigo con interés y devoción sus tipologías con el afán de cumplir el imperativo de Narciso "conócete a ti mismo" en la imágenes, en las sombras, en los reflejos y en los ecos.
Espero fervientemente la próxima entrega.
Saludos
PD.Advierto cierto desencanto en usted este nuevo curso.. tal vez es
sólo una impresión mía.
¿Desencanto? Sí, creo que es adecuada la palabra. La cuestión importante es: ¿afecta esta emoción a la meditación misma? O dicho de otro modo: ¿Importa - es deir, es variable oculta que deba ser desenterrada y puesta negro sobre blanco - algo mi "vida" y sus emociones? ¿No tiene la palabra un mínimo de autonomía?
La emoción encamina a ciertas meditaciones.
Que como combinaciones de signos ya están en la Biblioteca de Babel de donde son rescatadas por el impulso de la emoción.
http://antesdelascenizas.blogspot.com/2007/10/la-biblioteca-de-babel.html
Publicar un comentario