martes, 16 de septiembre de 2008

FIESTAS PATRONALES.
Peto rojo o amarillo chillón.

El espacio de tela se tizna de signos, firmas y otras dedicatorias que se conservarán por los siglos de los siglos - esa es la creencia. Amistades para toda la vida, eternidad oculta detrás de la contingencia y el éxtasis bien medido.

Los chicas desfilan, a la puerta del concierto, con sus uniformes de fiesta, peto rojo o amarillo o verde. En la mano izquierda, la botella de coca cola hasta arriba - bien arriba, hasta el derrame - de calimocho; en la derecha, el vaso, el cachi o kachi. Austa la uniformidad de petos y botellas. Todas los chicos y chicas decorados por el color plano, la misma cara sucia, el golpeteo de la charanga y el atronador sonido del r´n´r . Me acordé de las manifestaciones de Julia, en 1984 de Orwell, y la Liga Antisex, aunque, desde luego, no hay oposición al acoplamiento en este caso sino fruición y apego al beso con mal aliento y olor a vómito. Rituales.

En plena semana de fiestas y mañana comienza el curso. Acudirán vestidos de anarquía lúdica creyendo ir al establo, forzados a ser un ratito borregos ante tutores y jefesdeestudio. ¿Cómo les digo que el aula puede ser un espacio de libertad y placer mayor que los desfiles de las niñas del peto rojo con calimocho en la cintura ? (¿qué fue de : "y los nardos apoyaos en la cadera?")Pero no es cierta mi creencia. Me equivoco, lo sé. Yo también fui un capitán de quince años.



Gana la calle, como siempre, a la escuela. Veinte - cero. Empezamos curso como los guerreros que desembarcan en el amanecer posando los pìes en las playas de su infancia, tras la derrota acaecida en otros lugares. Sin armas. Con un viejo escudo marcado por la herrumbre. Teniendo que explicar a los que despiertan tras la fiesta que no fue cobardía. Que hay heroismo en sus cuentos sucios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De que el aula es un espacio de libertad y placer [neuronal] se darán cuenta, como les ha pasado a muchos, cuando ya sea tarde.
Otros tuvimos la fortuna de disfrutar de tus clases en el momento. Y de las de muchos otros después; así, podemos recordarlas con cariño y dulce añoranza, en lugar de maldecir el tiempo desperdiciado que pasamos en clase mandando mensajes con el móvil a escondidas antes de empezar a engrosar las largas colas del paro.
Lo que es seguro es que alguien ahí fuera seguirá disfrutando de lo que enseñas.