Querer hablar. O mejor no hacerlo. No encontrar el qué ni el tono. Sobre todo no definir un dónde. Callar y seguir adelante. Como si. Eso, supongo, es fortaleza.
O callar encerrado en una ciudadela interior. Amasando todas las neuras en el fuego de lo arbitrario. Siendo filósofo pascaliano. Un quebradizo junco, un alma en los huesos, una imaginería del concepto que se desborda sin ofrecer sentido.
Salir a la calle en blanco y negro (ella, no yo; un no-yo femenino plural) con un peinado de mujer de los años cincuenta, como dispuesta a asesinar al marido por el capricho de un amante (de ella o de él, da igual). Mientras, a la vez, en el espacio intermedio y articulado hablo del codo y lo hago para que dejen de quererme y respetarme. Y ella llama por teléfono desde una cabina de los años ochenta: la hora. Y el asesino dice: vale.
Esperando al asesino, todos a la escucha, como heideggerianos, como artistas, como cuadros de Rothko, telas que escuchan como si fuesen tímpanos vibrantes para los ojos. Ella descambia los libros de texto porque él no se atreve. No se atreve a hablar (¿debiera pedir perdón?¿fue realmente tan melodramático?). Cosas cotidianas - cambiar los libros de texto. Lo que él no se atreve a hacer (tampoco repone bombillas fundidas). Es lastre. Buey filosófico en el portal de belén postmodernista. Hace vaho estercolado y ocupa espacio en la casa.
querer hablar; decir... qué. nada que decir. llegar a una situación en la que nada hay que decir. sólo mirar. mirarse. melancólicos en la cercanía. llegará el distanciamiento. él seguirá en el mapa el trayecto que enlaza sus nuevas casas. el que pisen un mismo paralelo no les une. habría algo que decir. decir que no hay nada.
Mientras, el asesino recibe la llamada. Es la hora, llegó tu hora: la hora veinticinco. Leo la hora veinticinco.Ella descambia los libros en coartada y el ejecutor marca mi garganta con sus labios. Al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto. Exploto de corazón pa´rriba. Como un coche bomba de la sentimentalidad.
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No necesitaba del artificio explosivo. Soy trasparente. La gente que quiero sabe que la quiero aunque no me atreva a cambiar los libros de texto ni mucho menos a hablar cuando nada hay que decir. Espero fundido en Rothko la llegada del asesino.
Ya me encuentro bastante mejor, gracias. Espero el alta.
Oigo la llaves en la puerta. Es ella - todas las ellas. Me disculparé por aparecer tan asesinado. Las besaré con los labios que las besen.
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