martes, 12 de octubre de 2010

De bestiarios

Leonardo da Vinci: Códice del vuelo de los pájaros


"Se ha escrito del milano que cuando ve que sus crías comienzan a engordar demasiado en su nido picotea sus costillas llevado por la envidia y se niega a alimentarlas"(Leonardo da Vinci)


"La cercanía de las palabras es poética, su separación como aparato técnico, como lenguaje, es literatura" (Félix de Azúa: Autobiografía sin vida)

"En esos momentos, serenos instantes en los que una palmada en el lomo de un amigo equivale a gritar un rotundo SÍ dirigido a la tierra cuyos minerales y vegetales están llamando con canto de sirena a los míos, me digo que por fortuna todo instante en la tierra es eterno, a pesar de nuestros esfuerzos de los últimos treinta mil años por darles una consistencia a la medida de nuestra temporalidad. Son eternos y lo seguirán siendo, siempre que no me dé por inmortalizarlos" (Félix de Azúa: Autobiografía sin vida)

Leonardo: Codex Atlanticus

Creo que se me da mejor mirar que actuar. No nací para soldado. Ni para Don Juan. Quizás tampoco para ser tutor ni maestro de escuela que muta almas en espíritu de su época. Por eso camino por ahí en clave de intermitencia, desvaneciéndome de vez en cuando, dejando que los aires y las fuerzas de las cosas me hinchen a su capricho y simule vuelo o consistencia de adulto, simulacro de hombre de acción demediado.

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En un hospital podemos ver la serie completa de las actuaciones humanas. En este sentido, es mejor campo de operaciones que, por ejemplo, una escuel, para dibujar en cuaderno leonardino apuntes de mirador ético y estético. Y allí vemos la piedad y la crueldad emergiendo a borbotones en unos mismos ojos. Y en aquel curioso nido, como el milano, los humanos se complacen en picotear el costado de sus crias y de aquellas carnalidades que hasta hace un segundo cuidaban poniendo en riesgo su propia vida, extramuros de toda prudencia.

Nacen la envidia y su cuerpo de ejército en la beneficencia del que dice sí a la entrega amorosa, al espectáculo de la sangre que cuida de la sangre, las heces que limpian las heces, el sudor morboso que habitamos poéticamente (amorosamente). Génesis en lo opuesto, autotraición o culminación. Rareza o misterio o lascosassonasí.

Nace la envida en el amor como la literatura en el pálpito poético. Lo inevitable y terrible. Quizás la poética del silencio sea esa hija de la envidia que, dicen, tanto gusta a los filósofos: la soberbia.

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La madre de Blancanieves picotea el pecho naciente y duro de su hijita, tornándola hijastra, zorra de los bosques, malvada calienta hielos... Deja ella de alimentarla, como el milano, como aquél que movido por no sé queímpetus entra en la borrachera del que quiere traducir el pálpito poético en tecnología literaria. O en color y forma o edificio o sinfonía... O ese otro que hace cálculo y cuenta, después de la entrega, sobre su tarea amorosa de cuidado:

- "¿Cuánto me pierdo - me he perdido - en los años del cuidado para que ella pueda no perderse?" - medita en la envida la madrastra.

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Miro. Escucho a Mozart (Così fan tutte o así hacen todas). Leo a Azúa y sobre Leonardo. Escribo como quien, en medio del bosque, escupe al vacío suponiendo que el viento llevará el esputo a alguna mejilla que repose en el valle (o lanza un beso al aire inaugurando así amistad). Me sigue intrigando la esencia de la amistad y el borbotón de la poética rozadura con las cosas y el tránsito extraño del milano de cuidador a malvado envidioso, del espíritu lírico al mecánico. Me gusta mirar más que actuar. No soy soldado ni Don Juan. Muerdo los labios que me besan. Extravagante sacrificio con el que convivo. Como todos. Como Tú.





Ah, questo core a ragione condanni
o giusto amore! Io ardo
e l’ardor mio non è più effetto di un amor virtuoso;
è smania, affanno, rimorso,
pentimento, leggerezza,
e tradimento!

¡Ah! Este corazón, con razón, me condena...
¡Oh, justo Amor!
Esta pasión mía no es ya el efecto
de un amor virtuoso;
¡es ansiedad, deseo, remordimiento
perfidia arrepentimiento, ligereza, perfidia
y traición!

3 comentarios:

Stalker dijo...

Brillante, LUG;

eso sí, no te hacía leyendo a Azúa, (no parece un autor proclive a alimentar bicefalia alguna).

Brillante el apunte sobre la poética del silencio. Quizá esa poética es hija de una forma de fascismo velado: la del andro-etno-logocentrismo, la Altura, lo Abierto, la Univocidad, la Luminosidad y Visibilidad a cualquier precio,

cuánta vida en los márgenes, cuánto balbuceo han impedido los constructores de murallas de la poética del silencio,

ya sabes, esas cosas

un abrazo uni(por hora)céfalo

Luis González dijo...

Querido Stalker:

¿Por qué no me ves en clave Azúa, es decir, en su lectura? Curioso porque siempre me he sentido en cierta cercanía (al menos en su reflexión sobre las artes y la poética). Me interesa tu reflexión. De hecho andaba dando vueltas a una anotación titulada "cómo ser Félix de Azúa" (en paralelo al Cómo ser John Malkovich).

Sobre la poética del silencio poco que decir. Dado que mi trabajo es tarea de zapa frente a a la desidia y la pereza, la poética de silencio me atrae como espejismo aunque la rechazo (escupiendo) en si me da por usar la inteligenzia. Cosa de impotentes, me parece.

Un abrazo con todas la cabezas, hermano

Stalker dijo...

LUG:

es una cuestión personal. No te creas: me gustan muchas cosas de Azúa, su "Diccionario de las artes", por ejemplo. También he leído "Autobiografía sin vida". Pero se me hace un autor-autopista de un único sentido, quizá porque estoy acostumbrado a otras sutilezas, a cosas que ocurren en varios estratos simultáneamente. Manías mías.

También ocurre que lo considero un tipo muy inteligente al que se le oyen decir enormes barbaridades y que desdeña fácilmente lo que no comprende.

Leeré con sumo interés tu "Cómo ser Félix de Azúa" e intentaré que mi única cabeza sea múltiple, sólo para esa ocasión...

resiste, hermano...

y un abrazo