domingo, 13 de abril de 2008





JOSEPH ROTH: JUDÍOS ERRANTES
Acantilado. Barcelona 2008



“El oficio más extraño de todos lo tiene el batlen judeo-oriental, un gracioso, un bufón, un filósofo, un narrador de historias. En cada pequeña ciudad vive al menos un batlen, que divierte a los invitados en las bodas y en los bautizos, duerme en el oratorio, se inventa historias, escucha disputar a los hombres y se rompe la cabeza a propósito de cosas inútiles. Nadie los toma en serio. Y, sin embargo, es el más serio de los hombres. Bien podía haber sido tratante en plumas y corales, igual que el ricachón que lo invita a la boda para que los demás se rían a su costa, pero no lo es. Le resulta difícil llevar un negocio, casarse, engendrar hijos y ser un miembro respetable de la sociedad. A veces deambula de aldea en aldea, de ciudad en ciudad. No se muere de hambre, pero vive siempre al borde del hambre. No muere, sólo vive en medio de privaciones, y así es como quiere vivir. Sus historias probablemente causarían sensación en Europa si aparecieran en letra impresa. Muchas de ellas tratan de temas conocidos de la literatura yiddish y de la literatura rusa. El célebre Sholem Aíejem(sic) fue un típico batlen, sólo que más conciente, más ambicioso y convencido de su misión cultural.

Por lo común, en el Este son frecuentes las dotes épicas. En cada familia hay uno que sabe contar historias. En su mayoría son poetas silenciosos, que preparan sus historias o, mientras las narran, las inventan o modifican.

Las noches de invierno son frías y largas, y los narradores de historias, que habitualmente no tienen suficiente leña para la lumbre, cuentan sus relatos de buena gana a cambio de una taza de té o de un poco de calor de estufa. Son tratados de un modo diferente y mejor a como lo son los bufones profesionales, pues aquellos intentan al menos ejercer un oficio práctico y son lo suficientemente astutos como para ocultar ante el judío medio, cuya mentalidad es absolutamente práctica, la hermosa locura que los bufones van pregonando. Estos son revolucionarios. Los narradores de historias por afición están, en cambio, comprometidos con el mundo burgués y se ha quedado en diletantes. El judío medio aprecia el arte y la filosofía, en tanto no son religiosas, sólo como “entretenimiento”. Pero es lo bastante sincero como para admitirlo, y no ambiciona hablar de música y de arte” ( pág. 63-4)



La bondad y excelencia de los libros son indiferentes del tema que tocan. Esto es quizá un signo de la relevancia espiritual de la forma frente a la precariedad de todo contenido. Seleccionamos contenidos y verdades absortos como estamos en la tarea de evitar el desmoronamiento de nuestro pensamiento en las cloacas de lo frívolo o lo inestable. Así no hay quien acierte. Sin embargo el modo y manera, el estilo y la forma se mantienen como últimas esperanzas de nuestra salvación

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