sábado, 5 de abril de 2008


LA VERGÜENZA Y LA PEREZA

Un alumno que lleva unas semanas sin hacer acto de presencia en el aula, es preguntado por sus intenciones escolares por una compañera. Él responde que no tiene claro qué quiere hacer pero que, en cualquier caso, sentiría una tremenda vergüenza si reapareciera por clase. ¿ Lo llama vergüenza pero es pereza? ¿Un joven perezoso o una víctima de la vergüenza?.

La vergüenza es una reacción de incomodo de la mirada(propia) por la mirada (de otro). El vergonzoso baja los ojos (o los cierra) y culpabiliza en ese acto a su alma porque se está dejando arrastrar por esa otra mirada ---- el alma vergonzosa se enrolla en las mantas del no-querer- ver -sabiéndose –ya- en- movimiento.

La pereza es una cifra del malestar encapsulado en inconsciencia ( la pereza es un poderoso narcótico) frente al imperativo de la acción y la certeza impuesta por las cosas de que “hay que hacer algo” y que, de hecho, ya se está en ello sin uno haberlo solicitado.

Ambas tienen, más allá de la connotación negativa, su momento de verdad: la vergüenza desvela el escándalo de que somos cosas maleables por los ojos ajenos; la pereza cifra la determinación de nuestra vida hacia una acción no deseada sino provocada y exigida por fuerzas terribles (demoníacas) que nos mueven como marionetas. Ambas toman conciencia de que el alma está ya en un paisaje y representa un papel.

ESCUELA Y VIOLENCIA DEL RECITADO

El alumno ausente refleja el espectáculo de tedio que acompaña a la escuela, como una de sus raíces, para un gran número de personas. La escuela es el ejercicio violento que nos lleva a recitar palabras de otros. Las imágenes de las escuelas coránicas con niños cantando versículos es más adecuada para definir la “esencia” de la escuela que el aula democrática que oculta sus versículos bajo disfraces más o menos políticamente correctos.

Verdaderamente sólo unos pocos consiguen llegar a comprender la excitación morbosa que nace del mostrarse como artefacto parlante ante los ojos ajenos. Esa morbosidad es el inmenso placer del profesor cantando su (de otro) lección y del alumno replicándola por escrito o ( mejor, más gozosa la perversión) en voz alta.

Una obviedad: la escuela es la violencia que conduce a la aceptación placentera de aquello que, en un estado no violentado, sería eco de pereza y vergüenza.

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