miércoles, 1 de octubre de 2008

EL MITO DE LA CAVERNA Y LA MÁQUINA DEL TIEMPO




"Diosa celestial para unos;
y para otros una vaca aplicada
que les da mantequilla
"
(Goethe: Ciencia)



La potencia del mito de la caverna de Platón creo que está fuera de toda duda. El relato posee fecundidad teórica y especulativa tanto como pedagógica, razón por la cual pudiera ser considerado uno de los textos fundacionales de cualquier simulacro de reconstrucción de la historia del pensamiento en horario escolar. Cuando imagino cambios en la estructura del bachillerato cuestionaría (o podría cuestionar) la mayor parte de los textos y hasta de los autores que actualmente están en liza. Sólo el platónico mito se salva.

Más allá de lo acertado de estas palabras – y no niego que la exageración me ha ganado la mano – me llama la atención cómo el mito ha sido reiterado en formas diversas a lo largo de la historia (recordemos aquí la popular película Matrix). Sin embargo hoy quisiera llamar la atención sobre otro relato emparentado con el de Platón de un modo más perverso: el que nos cuenta Herbert George Wells en La máquina del tiempo. “El viajero a través del tiempo”, protagonista de la novela, se traslada con su artilugio a un futuro muy lejano( el año 802.701). Allí encuentra un raza humana , los eloi – bellos y pacíficos en su conducta, vestidos con túnicas ligeras (como hermosos griegos de una Arcadia feliz) y vegetarianos – que parecen haber logrado el sueño de la sociabilidad y el triunfo del espíritu y la poesía. Sin embargo, pronto se descubre que hay un mundo subterráneo, una caverna, en la que habita la raza de los Morlocks, seres brutales que utilizan a los eloi como alimento. Los eloi temen las sombras y nunca se atreven a adentrase en ellas porque saben que allí se oculta su destino, ajeno a toda lírica (y al vegetarianismo).



El relato de Wells parece una inversión del mito platónico. No sólo, desde luego, porque se inicie en el exterior luminoso y espiritual para culminar en el subterráneo sombrío y cárnico, siendo este mundo más real que el primero. Además Wells rompe la posibilidad de cualquier esperanza porque la situación sólo podría cancelarse con una acto de autoinmolación voluntaria de los pacíficos eloi – una resistencia al modo Gandhi – que matara de hambre a los salvajes morlocks. Pero, sinceramente, el desarrollo filosófico de los eloi no parece que vaya en esa dirección heroica. Más cercanos al “carpe diem” viven su eterna juventud mientras dura y sin pensar en el futuro; antihegelianos de tomo y lomo, los eloi han encontrado una felicidad en la intuición de la belleza sin compromisos y el cultivo de la filosofía complaciente. Los morlocks, por su parte, se los imagina uno entre el cálculo positivista y una filosofía poshobbesiana. Los morlocks son la expresión despiadada y un punto cínica de la hipercrítica ilustrada: las creaciones espirituales del mundo eloi son espejos trucados del mundo de la vida, lobo y ganadero de sí (¡cuán lejos el pastor del ser!), necesitado de un pacto con el mal y la fealdad.

Dicen que Wells se hizo eco en su novela de los miedos de las clases privilegiadas inglesas por el ascenso de las clases populares – ese miedo que dio lugar a las sociedades eugenésicas. Los eloi serían los vástagos de las clases altas que no se atrevieron con una preclara eugenesia y han visto triunfar a los morlocks, hijos del proletariado. No niego la interpretación. Lo que hoy subrayo es la inversión que respecto a Platón se nos propone. El mundo de la verdad y la ciencia, del bien y de la belleza no son sino simulaciones para obtener una carne más selecta (hoy ponemos a los animales estabulados música de Bach; producen más leche). Uno no puede dejar de sospechar que el cultivo de estos saberes tan inútiles como la filosofía oculta un secreto de vísceras y tierra.

Post- it:

Bien pensado, quizás estemos exagerando la oposición entre Platón y Wells. Solemos creer que el mito de la caverna nos ofrece una marco filosófico optimista sobre la posibilidad de conocimiento de la realidad en sí. Sin embargo olvidamos el recibimiento que los hombres de las sombras hacen al preso liberado en el mito. No veo que haya esperanza, aún en la perspectiva interpretativa platónica, si el hombre que excepcionalmente salió del hueco oscuro, fue “condenado” por los otros al día de su regreso. Forzando la máquina especulativa y ficcional, ¿no podríamos concluir que los cavernícolas se comen al hombre liberado, por su impertinencia?


Por otro lado, queda siempre pendiente en Platón la cuestión de quién libera al prisionero y le permite salir al exterior. Se habla de impulsos innatos al saber y hasta de “daimon” providente. Yo digo: ¿Y si el relato platónico es la descripción de un primer intento de los morlocks por crear un almacén de proteínas humanas mejoradas por el cultivo metafísico, el primer crimen de la infraestructura en la superestructura? La rebelión de los esclavos.

Decostrucción: desmóntese el entramado cultural como herramienta para el incremento de la producción de humanos, que serán alimento de los morlocks --- o del Gran Dios Molok, ese dios del sacrificio (que, por cierto, aparece en la película de Fritz Lang Metrópolis, otra re- visitación del mito cavernario, en este caso mucho más esperanzado: Mittler zwischen Hirn und Hand muss das Herz sein" (mediador entre el cerebro y la mano ha de ser el corazón).





¿Y si el que libera al cautivo platónico no fuera sino el sin par Sócrates, ese que se autodefinía como feo – el más feo – tan parecido a los morlocks, el primer morlock devorador de poetas juveniles y filósofos en ciernes, como sospechó Nietzsche?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿El mito de la caverna no puede ser interpretado como un intento etnocentrista?, donde la verdad y el conocimiento ya estan listos para usar (como la comida rápida macpato, o la cultura de otros con mayor poder de dominación y capacidad para imponer una única vía de civilización).
Cuando releo el mito de la caverna me sucede lo mísmo que me sucedió cuando lo leí por primera vez (cosa que no me sucede con otros textos). Es la dude sobre:
El intento de una verdad única creo que va de a poco empezando a echar olor a podrido. Si en verdad no hay una verdad única, no hay cavernarios o nesecidad de pensar que los podría haber, ya que eso nos colocaría del lado del etnocentrico que ve como miserables a todos los diferentes a sí mísmo

Luis González dijo...

Asumiendo la lectura etnocentrista - el exterior luminoso se impone civilizador a las tinieblas del interior como el terapéuta al paciente o el hombre blanco al negro o al amarillo. Sin embargo, la negación de la que llama "verdad única" no creo que suponga la desaparición de las cavernas. Antes bien: las multiplica o, a lo sumo, las redecora convirtiéndolas en clubes en las que cada cual se une con los suyos y, quiera que no, no deja de ver a los otros como "raros". ¿Preferimos el mito de los clubes o las tertulias o las sociedades recretativas - todo ello imagen de la diferencia y la epistemología democrática - al mito de la caverna? No me parece necesario terminar con Platón. El mito es fecundo: habla de la superación de los prejuicios. Incluso en el modelo pluralista-relativista- o-como-sea cabe asumir el carácter cavernario de ciertas actuaciones, aunque las cubramos de respeto y tolerancia..