jueves, 9 de diciembre de 2010

CHAHUT Y OSADÍA (y 4)


 "Allí estaban y hubieran sido gratos a sus ojos, pero no tenía fuerza 
para relacionarlos entre sí o consigo mismo: no conseguía ponerlos en foco"
(Paul Bowles: El cielo protector)

Osadía.  Queda esa palabra como expectativa y sensación indefinida; sombra alargada de solsticio de invierno en un cuadro de Chirico.

¿Qué significa la osadía? Deriva o deslizamiento estratégico y arriesgado desde el ruido y la payasada para encontrar una figura. La osadía como ejercicio de clasicismo en el filo de una navaja.

Sobre el papel  el grafito-Seurat se extiende como universo de  virutas de hierro que un  imán  subterráneo ordena. La negritud y el  blanco espectro de la cantante con la que soñamos se aparecen en una atmósfera de casualidad, misterio o milagro. La osadía es el giro atrevido de muñeca que moviliza los campos magnéticos.


Estamos dentro de un edificio que se derrumba - los constructores no pusieron demasiado esmero a la hora de mezclar el hormigón ni definir las retículas de acero que lo (des)armaban - y, en esa situación extrema, uno trata de protegerse debajo de un mesa de formica, llorando y rezando al dios por el abandono cruel; o, por el contrario, inicia una coreografía inédita, salva a la chica del desastre y, en arriesgado (que no espectacular) salto de baile, se eleva lo suficiente como para ver la caída del edificio desde arriba, con la polvareda subiendo corintia y espesa hasta mostrar la imbecilidad del miedo, de la aprensión. El sentimiento de decepción se volatiliza y oímos la noche transfigurada de Schönberg o una milonga. En el salto incluso podemos tomar apuntes del natural para nuestra próxima exposición. Eso, supongo, es la osadía.

Ni que decir tiene que cuando yo he sentido edificios que se derrumban me he escondido debajo de la mesa de formica; pero nunca he llorado jeremiaco. Sí ,  he clamado por la decepción del mundo y los humanos (¡cómo me ha decepcionado la vida, Luis!); también  he sentido el gran hueco de la pena, repitiendo para mí el viejo mantra: no me lo merezco , no soy (in)digno de esta crueldad, por qué la malicia me embarga (y etcétera). Sin embargo tampoco he hecho ostentación pública de ello. Sonrío y en el fondo de mis sonrisa habita una luminaria de osadía.

Tal vez he sido osado sin saberlo --- lo cual (claro) anula la osadía hasta el día del reconocimiento.

La osadía es hiperconsciente.

(por eso era virtud surrealista)

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  El ruido me agota y hunde. La osadía salva si y sólo si puedo identificarla en alguno de mis gestos.  El puntillismo de Seurat me exige quietud asiria en la percepción  y  aceptar el miedo paralizante, la sospecha de que tal vez todos sean(seamos) autómatas. Las figuras de Seurat son el terror en medio de una orgía de taxidermistas: todos esperamos que llegue el ejecutor con sus tijeras y las esferas cristalinas que sustituirán a nuestros ojos. Nos excita la eternidad del disecado pero, inquietos por nuestras aprensiones sobre cómo será el ser ahuecados completamente y rellenados de serrín, nos quedamos inmovilizados en vida en la explanada de La Grande Jatte. Nos momificamos solitos. Un domingo por la tarde.

 La osadía es un ligero quiebro inesperado de la inteligencia en la mirada para romper el efecto de los puntitos asirios.

Por eso, la osadía en el La Grande Jatte de Seurat  la ejecuta un mono y un perro.





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La visión, la risa y el amor nos hacen oscilar como derviches....
Claroscuro  desnudo 
y el horror de los espectros.


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Osadía. Alternativa en la época en la que no hay dios que se la juegue a la prudencia. De qué poco sirve la inteligencia y la fuerza de voluntad clásicas.  La osadía implica la experimentación de la distancia; el riesgo ajustado que sobrepasa en un escorzo, en un punto o en un par de pasos, el límite del non plus ultra. Jinete de irracionalidad que la mesura no vence y que, antes bien, pone a la inteligencia a su servicio en nombre de algo (¿qués eñora gobierna al paladín osado?¿la inteligencia?).

.....Y todo el esfuerzo para que, en rondó, las figuras que hemos observamos en el anterior paso de danza (también osado) terminen por desvelar el granulado, la vacuidad de la interferencia sin decodificador, el mensaje secreto de la vieja lámpara de queroseno, la excitación del señor de la primera fila por un movimiento en el seno de la cantante.

En el límite de lo insólito, cerca ya de la temeridad o de la misma locura, la osadía es en el orden del ruido y la mutación de la figura en puntos. El frío movimiento que sabe colocarse en el palpitar de lo inteligible y su disolución....




.... y ahora pienso y dejo correr las teclas y los dedos y el alma hasta que me embarga el nerviosismo, la desazón , la ganas de la violencia, la violencia sí aplicada a aquellos que se ama, al objeto de la risa y la broma, a lo inesperado, a lo que decepciona y  a lo que esperanza. Corre, corre....


Chahut como golpe seco, espectáculo burlesco en el que un enano castrado presenta las virtudes terapéuticas de la violencia sobre el deseo y su objeto: ella, la bailarina, la acróbata, la soprano opiómana. Kung fu entre Pierrot y Colombina.

Imágenes: 

Seurat: Dibujos (MOMA)
          :Un dimanche après-midi à l'Île de la Grande Jatte (detalles)
Giorgio de Chirico: melancolía y misterio de una calle (detalle)

7 comentarios:

Stalker dijo...

Bicéfalo:

¿a qué hora del día sueles escribir los textos? ¿El día avanza o declina?

¿Hay alguna temperatura anímica que rija el pulso, el ritmo, el tránsito?

Sigue afilado el estilete, LUG,

salve!

Luis González dijo...

Stalker:

no hay hora (aunque no soy animal de noche). La madrugada, sí; ahora Schumann y té, viejo rito de soledad. La luz se inicia al otro lado de la ventana. Las letras como hormigas en tregua (es decir, no me devoran las piernas).

Escribo desde / en la provocación de las cosas bellas.

¿Temperatura anímica? En lo que tiene de terapéutica (que es mucho), la escritura se cosnrtruye forzada en ocasiones para salir de agujeros y espirales de grisalla. Es violencia para alcanzar un cierto entusiasmo, un choque adrenalínico. En otros momentos es juego mecano en el que combino palabras y matices para ver si sale alguna idea. Me gusta ver salir ideas de la mezcolanza y trabajar un poco al modo escultor. Me gusta dar vueltas a las frases. A veces las ideas me gustan (y otras no)lo cual no significa que no sean "buenas" en tanto ideas; en ocasiones las adopto como mías y en otros casos las observo, sorprendido, porque no sé lo que significan.

En todo caso, mi escritura "no es sólo" es terapéutica. Las ideas que me inyecto en la cura pueden estar fraguándose en la cabeza durante largos ratos, días, años. Y - lo que no es clásico es plagio - las ideas nacen del fondo brutal de las tribus de espíritu vario por las que me he dejado caer. Soy tam tam de una tribu que aún no conozco.

Salud!!

Stalker dijo...

Sensacional, LUG.

Ahora me gustaría saber qué tribus de espíritu vario has frecuentado.

¡Esto parece un cuestionario, pero no lo es!

Tu escritura me despierta curiosidad, por eso el deseo de interrogar su génesis y condiciones,

salve!

Luis González dijo...

"...me gustaría saber qué tribus de espíritu vario has frecuentado" (dice STLKR):

"He aquí los ídolos que nosotros llamamos de la tribu, que tienen su origen o en la regularidad inherente a la esencia del humano espíritu, en sus prejuicios, en su limitado alcance, en su continua inestabilidad, en su comercio con las pasiones, en la imbecilidad de los sentidos, o en el modo modo de impresión que recibimos de las cosas" (Francis Bacon: Novum Organum, I, 52).

Cuando usé antes la expresión "tribus de espíritu vario" no usaba la palabra "tribu" en el sentido que le da Bacon en este fragmento (la tribu es la especie en tanto creadora de "una experiencia común") sino en referencia a lo diferencial(las escuelas, los grupúsculos, las tradiciones etc., esos "cuartos o cubículos" a los que , por lo que recuerdo, son tan aficionados los poetas). Sin embargo, ante la pregunta que me haces, la respuesta ha sido el texto de Bacon. Esos misterios de la casualidad y el lenguaje son mi tribu - además de la imbecilidad, los prejuicios, la inestabilidad de mis pasiones o las impresiones de las cosas del ahí fuera, según decía Bacon.

Por lo demás, como es obvio, me inspiro en ideas de filósofos y en el impacto de los artistas plásticos. La poesía me atrae pero me confunde y me resulta complejísima. La mística - religiosa o no tanto - me suena, es decir, tengo un cierto oído para ella, pero la bicefalia me la llena de borrones.

Por lo demás, estoy solo ante el peligro.

O algo así, querido STLKR.

Stalker dijo...

Brillante respuesta, LUG,

en realidad quería preguntarte en qué autores (filósofos, narradores o poetas) abrevas tu bicefalia o encuentras un simulacro de saciedad,

me ha gustado especialmente lo de tener oído para la mística pero que la bicefalia te la llena de borrones. Me recordó (disculpa la insistencia) al "sfumato existencial" del que hablaba Maillard en un artículo: irse borrando las ideas, los perfiles, todo lo que pretende erguirnos o dibujarnos (hacernos narrables o sujetos de tarjeta postal). Borrar el oído, en definitiva.

Y borrar la letra: agradezco que me borres las vocales. Así voy a entrar mejor en la Zona...

salve, hermano

Década dijo...

Nosotros también, humildemente, manifestamos nuestro entusiasmo por lo que das.
Nos despierta e inquieta, oui.


Saludos.

Luis González dijo...

Un honor, Década, poder salirles al paso.