viernes, 22 de febrero de 2008

AMORES PERROS Y LA FARSA DEL NIÑO PERDIDO CON UNIFORME DE SABIO OCCIDENTAL


AMORES PERROS(2000) . El viejo guerrillero y hoy asesino a sueldo se transforma; dialécticamente, un salto cualitativo en su regreso hacia el destino: los infiernos. La metamorfosis que convirtió al amoroso padre en terrorista y más tarde en viejo trapero, nos conduce ahora hacia el dios incitador de odios cainitas. Deja a los hombres el dios negro como a los perros en medio de la pelea o como aquellos otros españoles del grabado de Goya: Fijados al suelo y matándose a garrotazos.

Acaba el film adentrándose el viejo en la tierra quemada con su perro al fin nominado Negro ( el perro luchador herido por malas artes, paga cura y cuidado con holocausto de chuchos, viejos camaradas del chatarrero).


El amor perro es el amor veteado por la lujuria más peligrosa : la del poder ------ sobre todo la del poder frustrado en su contingencia. El amor perro convierte todo en grumo vomitado por los espasmos de la dialéctica -- concebida como método y visión del mundo en la frontera.



¿Cuánto tiene la dialéctica – como instrumento de pensamiento o modo y estilo – de lujuria mal curada? Aunque la virtud se ubique en la mesura (amor, eros platónico o método) siempre se deja tentar más por el exceso(la lujuria, la avaricia, la temeridad, la diletancia) que por el defecto ( la castración, la miseria, la cobardía o la callada).


JIM MORRISON presentaba en cierta ocasión su proyecto con la siguiente imagen. En el futuro posnuclear, un grupo de niños que recorre el país como auténtica massa perditionis - los únicos supervivientes de la barbarie bélica - encuentran entre la chatarra un viejo aparato de televisión. Los niños se acercan al cacharro y, sonriendo, hacen un alto en su peregrinaje. En torno al televisor algunos de los muchachos mayores (los que más recuerdos tienen del mundo anterior a la guerra) imitan lo que vieron en los antiguos programas, siendo ellos aún muy niños. Se improvisa una farsa en la que vuelve a aparecer ante los ojos humanos los programas de variedades y los telediarios, el concurso y los dibujos animados. Todo, desde luego, filtrado por la corta memoria de un niño que presenció hace tiempo aquello y que, posteriormente, ha sufrido el choque más brutal que puede soportar un hombre y un niño: la caída total del mundo, la fractura del espíritu. Sin embargo, este acto teatral es el inicio de un nuevo brote de la cultura. Imitación de algo apenas recordado y sin sentido, sólo reiterado por una vaga sensación de extrañeza (o sacralidad, si fuera el caso) y, a la vez, "aire de familia".

CODA. El asesino-chatarrero de la película de González Iñárritu dice, intentando explicar a su hija por qué la abandonó para integrarse en la guerrilla: “Papá quiso recomponer el mundo para poder ofrecérselo a su niñita y a la mamá. Como puedes imaginar no conseguí mi propósito”(la cita no es literal) . Ofrecemos el mundo a nuestros hijos en la escuela y la televisión. Seguramente les conducimos a la catástrofe siguiendo la estela de nuestros padres. Nuestros amores a los hijos son amores perros, veteados de lujuria por miedo a la miseria y, quizás, convertidos en grumos por la vieja dialéctica que más tarde los niños imitarán en su farsa (reinventando la gramática que no pudieron heredar, montándola sobre fragmentos, harapos y chatarra).

CODA. En ese espectáculo de los niños, en el cabaret de los niños peregrinos, ¿cómo representarían a la escuela?¿ Y a los profesores? ¿Y a la filosofía?.


Ejercicio para casa: represéntese la farsa en la que unos niños abandonados por la historia rememoran el rito filosófico y, desde ella, renázcase al saber dialéctico trufado de ironía. (Interrogante: ¿conseguirán esos jóvenes desterrar a los amores perros?)

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