sábado, 31 de octubre de 2009

Viernes. Ayer.

La literatura y el arte nos muestran la enorme aventura del viaje y nos incita provocadoramente al mismo. Don Quijote salió a dar una vuelta por una tierra llena de princesitas encantadas y abencerrajes para dar envidia al más sendentario Alonso Quijano y a sus amigos, evidentemente apalancados en tertulias de botica y partidas de naipes.

La literatura y el arte nos enseña que todo viaje es tontería pues las más grandes aventuras tienen lugar en habitaciones cerradas (Samsa), subiendo o bajando una escalera (Cortazar) o mirando a la bendita Alicia en algún parquecillo de la primavera londinense. Con los cronopios aprendimos a ser cosmopolitas en la provincia y alcanzar las más altas cumbres del exotismo en el patio trasero de una vivienda sin ascensor ni vistas.



Viernes. Ayer.

Visito una exposición en la que muestran las Tablas Hispanoflamencas de la Iglesia de San Esteban de los Balbases. Me cuentan, en bonitos carteles anexos, cómo han procedido a la restauración de estas obras --------- y me entusiasmo con la explicación; pienso que me gustaría mancharme las manos limpiando tablas hispanoflamencas y defendiendo este legado del ataque de los xilófagos (¡Muerte al xilófago!) "combinando microproyección e inyeccion de insecticida". Una vez resuelta la batalla, cansado, me sentaría en una esquina - con un té o un vino - y dejaría que una bella (aunque madura) mujer siguiera el proceso de restauración. Allí sentado, quizás con música de fondo, mi hermosa restauradora procedería a la "reintegración cromática de las pérdidas de la película pictórica mediante técnica impresionista de tratteggio (realización de una red de trazos de color yuxtapuestos que permite la visualización de las zonas reintegradas a corta distancia, integrándose totalmente en el conjunto)". Ser capaz de aplicar la técnica de tratteggio me parece más erotizante que toda la imaginería de Newton (Helmut, claro, no Isaac). De lejos.

Embelesado por estas imágenes de restauración, sigo la senda de las tablas y me divierto con la Leyenda Áurea de Santiago de la Vorágine - eso sí es un viaje - y las tablas deliciosamente restauradas. Hago fotos con el móvil a algunos demonios. Reflexiono sobre lo que significa ser artista hispanoflamenco en los Balbases. Es decir, ser artista de pueblo. Del maestro que realiza estas obras se dice parece evidente que posee una formación nórdica - por eso de ser hispanoblamenco, marca registrada, y que o es "un artista extranjero radicado en Castilla o bien un pintor español buen conocedor de la pintura flamenca". Flipo con la conclusión (o es o no es español) y pienso que se les olvida la posibilidad de que fuera un lugareño sin más estudios que los del mortero y el adobe y que por inspiración de las musas o dios - como el zapatero Böhme - desarrollara un estilo hispanoflamenco en la meseta (es decir, en la nada que nadea). Nadie cree ya en la magia. Una pena.

Pienso en lo que significa ser escritor de pueblo. O mejor: escritor posmoderno de pueblo. Y siento una profunda simpatía por el maestro de los Balbases y me identifico con él en los largos veranos de la meseta. Siento que viajo. Concluyo que, en virtud del multicentralismo posmoderno y la glocalización, no tiene sentido hablar de posmoderno de pueblo. Soy tan provinciano como un chico de Nueva York

Día de los difuntos. Recorro un mercado de flores. Me detengo en los puestos y veo criaturas tan hermosas que estoy en un tris-tras de ser infiel a mi orquídea. Sobre todo cuando me llega su perfume. La tentación es grande. Doy gracias a los que se acuerdan de los muertos y todas las flores, al maravilloso otoño y... caigo en la tentación con un centro de a veinticinco euros (y sigo sin saber el nombre de esas flores).

2 comentarios:

PÁJARO DE CHINA dijo...

Viajar sin salir de casa. Viajar mirando. Viajar leyendo. Flipo con vos.

La glocalización ... mmmm ... ¿cuántos niños en India toman Coca-Cola?

Tus reflexiones frente a las tablas son epifánicas, con Helmut incluido. Newton es un embole.

Y las flores de la que no sabés es el nombre ... bueno, creo que por eso las elegiste. Tendrás que investigarlas o quererlas sin hacer preguntas.

Abrazo tus dos testas.

Luis González dijo...

"¿Querer sin hacer preguntas?" Eso dicen que era virtud de mujeres. Quizás antaño, no sé si ahora cabe la cosa. En todo caso la bicéfala pregunta y enreda las cosas hasta el exceso, hasta romper la bonita figura. A veces la bicéfala es así de cabezona (por dos partes)y destroza encantos (muerde los labios que quieren besarla).

No sé como explicarme. De hecho no compré flores y es mentira que me haya enamorado de una orquídea. Y mucho más falso que me lo hiciera con ella en el asiento trasero de un coche blanco. Es pura mentira, invención para fardar en los billares. En verdad pasé de largo cuando el vendedor me ofertaba la rebaja del lindo centro floral porque no tenía un muerto al que llevar las flores (o sí lo tenía, o tenía varios y como soy un desagradecido, no fui a ver a la abuelita, la que me enseñó a cantar bajo las mantas en las mañanas de invierno). Es mentira, no compré las flores aunque pude. Preferí pasar de largo y no responder al perfume que me excitó más de lo que conviene en una ceremonia de difuntos. Y es mentira que me enamorara de la orquídea. En realidad ella me violentó y me arrancó la ropa. Y se fue sin consumir-me ni consumar-me. Me dejó plantado y como trasvestido. Todo muy mierda (entendés, pajarito).

Digo mentiras, y muy gordas. Tan gordas que revientan como morcillas en el puchero y exparcen la sangre coagulada por el caldo.

Ante vos me confieso. Y en el maldito silencio de mi abandono floral.