“ La gran diferencia entre Foucault y Derrida - apunta Richard Rorty - es que Derrida es un escritor sentimental, esperanzado, románticamente idealista. Foucault, por su parte, parece estar siempre empeñándose en no tener esperanzas sociales ni sentimientos humanos”.
Un individuo sonriente y esperanzando, que confía en la amistad y cree que al final cabe la promesa del advenimiento de la libertad , seguro que es tildado de idiota, salvo que te llames Derrida y no te molestes – como hizo el francés – en destruir tu propia leyenda deconstruccionista. Un tipo frío como el acero, que lo mismo describe cámaras de tortura y analiza el recorrido de un asesino parricida que cita a los maestros romanos sin despeinarse, seguro que asusta en su inteligencia y tenderemos a considerarlo ya dotado de todas las razones ... salvo que seas calvo y poseas una mirada un tanto bufona que se desborde por las comisuras de los labios.
Tomemos a un pensador mediocre cualquiera - si no tienen ninguno a mano mírense al espejo siquiera de soslayo – y vistámosle con las ropitas del análisis despiadado, de la negación respecto a los posibles de sus congéneres y aún más a los logros de la civilización. Un poco de tono apocalíptico y bordamos el personaje. La “mala uva” es un plus de verdad y racionalidad; la ternura un minus. Sin embargo, ¿no podríamos sostener que existen asuntos que deben ser asaltados con la perspectiva sentimental y esperanzada o, al menos, ciertos momentos del abordaje de una cuestión precisan del temple tierno?
El sentimental rompe barreras y susceptibilidades y se abre a la presencia de lo otro sin mayor resistencia. La ternura intelectual es complemento de la sospecha porque nos rompe los prejuicios en la broma y nos enseña, con el culo dolorido por la caída bufona, que si de algo hay que desconfiar es de la desconfianza perpetua, de los tonos apocalípticos, agriados, profetas baratos de intereses mezquinos demasiado humanos.
Ahora bien: no cabe la sonrisa siempre abierta. El rigor de la navaja analítica y la distancia se impone en otros momentos .... para volver a toparnos con el duro suelo y mostrar que el trasero enrojecido es la mejor crítica de la razón pura.
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