miércoles, 16 de diciembre de 2009

CARTOGRAFÍA DEL GATITO MARRAMIAU (3) DESAMPARADA


Escena primera. Madrugada.

Las rosas en la cama. Un jardín(su jardín), ayer maravilla y hoy convertido en línea de muerte, fantasmagoría rota que queda extendida por el suelo, enredada en las sábanas como los pies muy- muy fríos de los amantes difuntos. Las raíces manchan de tierra la colcha y vomitan su lenta agonía por toda la estancia. Un sangrado de hojas y pétalos secos se acurrucan sobre tu vientre. Miras la hojarasca e intentas descifrar el significado de las cosas como aquellos que leen el futuro en los posos del café. No hay nada que entender, te dices, y sigues mirando las formas tristes de lo que fue un ramo de rosas sobre la cama.

Lejos queda aquel invierno de 1930 en Dresde, cuando ella se llamaba Franziska y recorría las calles buscando el color que faltaba para terminar un cuadro de Kirchner. Ahora estamos en el 2005 y es otra vez invierno. Ella, en camisón, tirita por dentro. Se duele. Su cabeza está envuelta en los ramajes de una selva de cartón piedra, pura nadería, puro estorbo. ¿Cuánto tiempo puede durar la sombra de los amores? El Tiempo del Desamparo.





Escena segunda. La madrugada.

Desamparo. No hay gato marramiau ni ángel custodio. Nadie cubre con su capa la desnudez de la mujer que se muestra incapacitada para coger una toalla o colocarse el albornoz. Se deja arrastrar por el frío que engulle a todos los desamparados. Hablamos de lo que nos han contado; hablamos de oídas porque nadie estaba allí. Nadie ha estado nunca dentro del desamparo de otro, en el centro de un vórtice, allí donde domina el abandono absoluto. Uno puede extraviarse en compañía de otros - como nuestra Franzis en Dresde, con el gato que acunaba en su vientre de raspadura y hemorragia. Pero el desamparo es siempre solito y triste. Bueno, puede ser menos triste pero siempre muy solito. El desamparo paraliza. Nuestra Franzis, ahora(en 2005), ha salido del baño convertida en una vieja. O casi. Una vieja como yo. Yo no tan viejo. Ella sí, desamparada en sus pocos años, vieja, pelleja, pellejuda, desamparada como un grito de Munch pero en silencio o como los androides de P K Dick. El desamparo siempre es silencioso y sólo se desvela en los signos de la vejez sobrevenida: un incierto gusto por dejar la comida desmontada en el plato y la sombra en el fondo del ojo.

Ella - cuerita en el centro del cuarto de baño - se aturulla con dos millones de fracasos encadenados. Y con las posibilidades de huida. Sólo hay una. Sólo una puerta. Sólo una vía ----- descartada las venas y el matrimonio de conveniencia con la borrachera. La única vía es la maleta. Esa maleta en la que construye el museo de su vida futura con algunos recortes del pasado. La ropa en el suelo nos puede confundir y creer que estamos en el momento de la llegada. No. Estamos en el preámbulo de la salida; en el momento decisivo, cuando ella vence( o no) su pasmo y violenta al frío con un golpe de voluntad (quiero salir). La única salida es el coraje, lo debilitado y herido que se deja arrastrar por la impronta de la maleta que nos lleva a una casa que debe estar en algún sitio -si es que existe dios. Un hogar: un café con un desconocido, aquella lejana luz en el interior del bosque. Pero no hay ángel ni gato ni norte de brújula que guíe. Sólo un golpe de voluntad, el ir a ningún sitio para buscar el sitio. Encontrar lo que salva en el desamparo. Sin fe. Como la bala en el tambor del revólver. Pero en este caso la bala que salva, que anula, que cierra.



Escena tercera. La madrugada

Ella llega a la casa cuando comienza el vecindario a ignorar las luces inútiles de las primeras horas, esas que se encienden por la inercia del sueño nocturno y que, finalmente, nadie apaga porque se ha olvidado su presencia, confundidas por la claridad de la mañana que poco a poco invade cocinas con olor a pan tostado, café o deseos de no acercar la comida a la boca. El día a día. Desde fuera, con toda esa nieve sucia y fría, la luz no signa hogar sino la amnesia,el fluido grisáceo de cotidianidad que tantas cosas oculta y que no permite presagiar la llegada de un forastero. Pero el forastero está ahí, en la encrucijada, intenta recordar lo que se oculta dentro. Llega nuestra niña con sombrerito azul klein-azul berlín - azul 1930. Pero se revela su avatar como mujer joven sin sombrero en el inicio del sigloXXI. Por lo demás, tampoco está el gato. La mujer mira, busca amparo en el hogar extraño. Le duele el vientre. Al otro lado de la calle ha dejado el coche mal aparcado, con las luces aún encendidas, sabiendo que no tiene claro si llamará al timbre.

En algún sitio tienes que curar el desamparo y reencontrarte con el gatito marramiau que te lamerá las cicatrices. Aunque es tarea tuya - en la soledad del desamparo, lejos de dioses y hombres - el cauterizar la herida en un primer paso. Cortar el flujo de pétalos secos de rosa. Llama a la puerta, mujer, sorprénde-te en el desayuno con aquellos desconocidos, comprueba si tras esa puerta está el hogar. Verifica si es tu única puerta dado que el movimiento sin rumbo ni norte te ha traído hasta aquí.

Amanece sobre la nieve como si brotara una pequeña metafísica portátil, esa que traes en los bolsillos de tu gabardina mezclada con monedas, alguna horquilla y los pétalos convertidos en polvo. Una metafísica que dice: "sólo hay lo que hay".

Llama. ¿Aparecerá el gato?

Imágenes:

Gregory Crewdson:

a) Untitled, Winter 2005

b) Untitled, Winter 2005 .Blue Period from Beneath the Roses.

c) Untitled. Winter 2005. Bed of Roses from Beneath the Roses

3 comentarios:

PÁJARO DE CHINA dijo...

Para la cartografía (1): el gato marramiau es adorable. cuidado: las gatas lindas y blancas, adineradas y burguesas, pueden resultar guerrilleras auténticas. no hay como tenerlo todo para dejarlo a un lado y jugarse la vida en triple salto mortal. "te has jugado la vida tantas veces, que tienes un olor a barajas usadas" (¿Oliverio Girondo?).

Para la cartografía (2): la niña pintada de cebra con sombrerito berlinés blue-klein lo ha visto todo. es un tibio animal, una mujer anticipada, una belleza enferma con perfume a Venecia, con los zapatos (¿que le quedan demasiado grandes?) manchados por la sangre de los fascistas.

Si todos explicaran así la historia del arte. Si todos rescataran a sus protagonistas, para ponerlos a vivir, a temblar, a interpelarnos y decir: "¿y vos, qué estás haciendo ahora, cómo podrás cuidar de mí?"

PÁJARO DE CHINA dijo...

Para la cartografía (3): Hay tantas líneas-latigazo acá ... "los amantes difuntos tienen los pies muy fríos" ... "se duele" ... "el gato que acunaba en su vientre de raspadura y hemorragia" ... "el desamparo es siempre muy solito" (sí, sì, por eso hay que andar mínimamente equipados ... "una pequeña metafísica portátil" (y un módico inventario de cosas chiquitas) ... "la única vía es la maleta" ... "el golpe de voluntad" ... "es tarea tuya cauterizar la herida, lejos de dioses y hombres".

Solo hay lo que hay. ¿Pero qué es lo que hay? ¿Depende de nosotros?

Sí, siento que sí. Elegimos qué guardar en el bolsillo de la gabardina: monedas, horquillas, pétalos convertidos en polvo - una manera de no olvidar la rosa, que no es lo mismo que recordarla.

¿Lamerá la herida el gatito marramiau?

No lo sé. No sé si importa.

Lo que importa es haber hecho el equipaje y salido a la calle y atreverse al golpear la puerta. Si no es en esta casa, será en otra. Si no es en ninguna casa, será en un bar. O en una calle oscura.

Habrá que parir el gato marramiau, desde un vientre raspado y hemorrágico, desde un vientre sin útero.

En ese acto Franzis asume su condición de guerrera y su dulce determinación infatigable.

Te digo: la escritura te asedia. No va a dejarte.

Mejor para mí, que no pienso prescindir de tus niños, tus desamparos, tus bestiarios.

P.S.: el matrimonio Blogger me pide "cocina". ¿no es la cocina el pequeño refugio íntimo donde nos ponemos a salvo? en una hora empezará a bajar desde las ventanas el aroma al nuevo pan, tostado ...

Luis González dijo...

Anoto subrayados:
(1) No tiene nada el gatito marrramiau contra las gatitas burguesas.

(2) Lisa(¿lina?) Franzis Fehrman me cuida a mí. Yo no sé explicar la historia del arte- soy ignorante - sólo me automedico con ella dejándome llevar por el color de las píldoras de colores.

(3) La escritura me asedia.