miércoles, 23 de diciembre de 2009
CARTOGRAFÍA DEL GATITO MARRAMIAU(5) LENTITUD
mujeres libres que no temen mojarse bajo la lluvia
En la Navidad de 1937, Ernst L.K. se levantó temprano porque, en el duermevela, Fränzi y Marcella se presentaron como fantasmas risueños dispuestas a levantarle el ánimo y recordarle algunas travesuras del gatito marramiau. La mañana de la navidad, como muchos de ustedes ya saben, es una buena fecha para el suicidio. Y Ernst L.K., no podemos negar la evidencia, barajó la idea cuando se levantó y sintió el frío del suelo en los pies y, tras la ventana, contempló el paisaje nevado, la iglesia en la colina y el sol perezoso ocultando su jeta tras la nubes suizas. Pero el milagro de la navidad - milagro que no siempre se produce - es que puede disuadir del proyecto macabro o, al menos, diferirlo hasta el 15 de junio de 1938, si tenemos la suerte de soñar con ángeles pícaros que nos incitan a alguna travesura pequeñita, olvidándonos de las cosas tremendas que los poderosos desean por navidad a sus súbditos: conseguir la paz en el mundo, fomentar la actitud crítica de los ciudadanos o eliminar los últimos vestigios del arte degenerado. Marcella y Fränzi ponían cara de no entender el lenguaje de los monarcas y emperadores. Ellas, en 1937, se habían quedado colgadas en 1910. El artista reflexionaba sobre el juego de las fechas -- ¿qué hora es?¿en qué día vivo? ¿qué cuadros aún no he pintado?. Cuando un artista se vuelve tarado por confusión de fechas y espacios es probable que desista de lo tremendo del suicidio hasta el 15 de junio. Es así como son las cosas. Raras.
- Pero ¿qué hacéis, mis niñas, en la cesta del gato? ¿En qué maliciosas aventuras queréis meter a este viejo de cincuenta y siete años en esta fría mañana de diciembre?.
Las niñas reían y se sentaban - vestidas con calentitos pijamas de felpa - sobre cojines y banquetas.
- Ya basta de pintarnos a nosotras. Aunque en 1910 sólo tenemos diez años, en 1937 ya hemos cumplido más de treinta, y los licores y la mala baba de los hombres nos han rajado las carnes y cariado las muelas. Queremos que te sientes y no pienses más en nuestros retratos ni en meternos mano ni en hacernos hijos ni en pasearnos con gorritos llenos de flores silvestres por los ríos y las acequias. No. Coge el pincel y dibuja aquellas ovejas con las que nos entretenías en las largas tardes de estudio.
Ernst K.L. era pintor de pincel rápido y salvaje. Zas-zas. Todo era veloz en la edad de la electricidad inocente. Los colores saltaban, casi de inmediato, de los pequeños brillos de las cosas a la gravedad del lienzo y pintaban los rostros de metáforas increíbles que vibraban de bermellón, verde o azul caballo. Los filósofos pensaban en la durée y los físicos disparaban quantos y se inspiraban en cafetines exaltados sobre el espectro del fenómeno fotoeléctrico. Rápido creció Fränzi y aprendió a saltar charcos y olvidar el olor a berza y orina en los callejones proletarios. Deprisa, deprisa... Crecía. No hay que dormir salvo cuando el opio nos alcanza. Crecía. Sólo fructificarán nuestras flores los soles rojos de la furia romántica. Todo crecía... hasta el colapso nervioso de 1915.
Ahora, en 1936, todo ha cambiado. En España ya se matan.
- Lentitud. Queda tiempo, maestro, hasta el 15 de junio faltan 171 días y cabe ser lento porque ya nadie nos espera al otro lado del puente. Los caballitos azules han echado músculo fascista. Nadie aguarda, maestro, no hay gloria, ni parnaso. Sólo quedamos nosotras, pequeñas musas de extrarradio, encerradas en la cesta del gato, acariciando a Marramiau y dándole besitos para lograr que sonría y se encele. Hay tiempo para el deseo y para el pincel lento. Despacio, lagsam: "lentamente cicatrizan las heridas" (dice ella). Entramos en la era de la conversación.
El artista degenerado tenía tiempo, todo el tiempo del ensueño navideño, para recordar a sus musas, esas musas con las que recorría las calles alemanas del Imperio subvirtiendo los colores de las cosas. Y llegaban empapadas a la taberna y se sentaban para fumar cigarrillos y beber cerveza caliente. En el recuerdo todo era color lento nostalgia. Lentamente pasaba el tiempo imperial ya muerto porque así lo ordenaba el Espíritu. Ellas ralentizan la biología para convertirse en musas, en amigas de charla con diez años, en sonrisas de colores aún no difamados y sonrojos provocados por la chispa de la creación osada. Osadía. La lentitud de la osadía. Ellos ya apostaron por la osadía antes de 1914, en el preámbulo del colapso nervioso y del exilio, cuando las calles eran trepidantes, rápidas, locas, siglo XX puro, siglo veinte de coche de carreras más bello que la Victoria de Samotracia, siglo viente de puñetazo y psicoanálisis y reducción fenomenológica. Antes de 1914 y antes de 1933. Antes, antes. Antes todo era rápido y ahora, derrotado y vencido, Ernst L. K, lienzo todo él degenerado, lienzo con heridas de bisturí a la altura del muslo, ahora, su tarea era lenta, lagsam...
- "lentamente cicatrizan las heridas" - dijo ella.
Y el gato tiro de la tela y con sus uñas afiladas arrancó unos cuantos hilos. Ejecutó el boceto como si de una voz de espíritu navideño se tratara y dejó la tarea pendiente al maestro, al amigo...
- Dejemos la faena para mañana. Hay tiempo. Faltan 171 días para mi muerte. Conversemos, amigas, conversemos.
Dormido quedó el pintor sobre el lienzo en la mañana navideña. Pasaron los días y cada hora era recuerdo del consejo: lento, más lento, hasta hacer imposible el salto del cuanto, expandiendo la duración un centímetro, un milímetro, la diezmillonésima parte de un milímetro...Como en la fábula de Aquiles y la tortuga aunque sabiendo que el 15 de junio estaba marcado. No hay regreso al infinito, sólo un largo y lento fundido en negro que nos da fuerzas para el disparo.
Las ovejitas amarillas fueron rodeando la cabaña de Ernst en los meses del invierno y la primavera. Cuando su número fue suficiente y la barrera del color blindaba el espíritu, el eco del disparo en el centro del corazón, a las diez de la mañana dicen, fue apagado musicalmente por el balido del rebaño.
Desde entonces, Fräncis y Marcella se aparecen como espíritus juguetones, animando a la lenta mirada y plantando cara a los señores del calendario y a los marchantes de arte. Se burlan de los que queremos ser románticos y expresionistas pero nos aman.
Marramiau sonríe y se sonroja en el brindis navideño. Chin chin. Burla y ternura que puede verse tras los cristales.
Imágenes:
Ernst Ludwig Kirchner:
Marcella y Fränzi en el estudio (1910)
Rebaño de Ovejas (1938)
Carta postal de Davos hacia 1931 (Davos Winterpracht beim Frauenkirch;fuente: ETH-Bibliothek Zürich, Bildarchiv).
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2 comentarios:
Fascinante y literario solo... espero.
Rebeca
Soberbio. Escrito con la temeridad del que sabe que puede. Relatar el reverso de la historia, rasgar el lienzo y acariciar al gato y a la niñas en la cesta.
Me fascina que tu inmersión en lo emocional parezca invariablemente una concesión de entómologo, un espasmo involuntario rápidamente obliterado por un humor lacerante o un realismo que golpea el estómago. A veces tu escritura me recuerda los cuadros de Mondrian. Tienen una asepsia quirúrgica que termina emocionándome, porque empiezo a perderme en las cuadrículas, a adentrarme en bucles de color como quien penetra la superficie plana y comienza a no hacer pie. O a la tipografía bolchevique, a Rodchenko.
Pareciera no haber nada ahí directo al corazón y sin embargo el corazón termina desarmado y tambaleante.
Tomás por asalto sesgadamente, en diagonal.
Es un movimiento irresistible.
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