"...Y puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa" (Albert Camus: La peste)
Dormido sólo a medias, acurrucado en el calor de la sobremesa que nos aleja de tanta felicidad retransmitida en directo, cerrado en la somnolencia y la baba que cae gozosa en la comisura como un río heraclitiano muy-muy perezoso, pienso en ella, hermana y amiga, Suzanne de Leonard Cohen y sofá cercano a un lago en el que me imagino que soy su cuerpo y que su cadera es mi cadera y con mi dedo acaricio el vientre justo debajo del ombligo, suave, primero relajando en la tersura de la piel la yema del dedo, luego marcando tatuaje invisible en semicírculo como de beso travestido en mano (mano tonta como dormida en el gozo e incapaz ya de mecánica masturbatoria).
Soy Otra y gozo en el silencio de la voz de Cohen, ahora sólo recordada.
Pero en la proximidad de su cadera el sueño se hunde abajo-más-abajo, empujado por la mano que arrastra nuestra cabeza al fondo del barreño que preparó con esmero el torturador. Y ahora no soy ella y pierdo su cadera en mi garganta asfixiada. Soy Alicia y estoy en Berlín 1945 siendo violada por un soldado rojo. Mi rostro mira el fondo vacío de la ruinas y erosiona la visión mi mejilla con tierra polaca que el soldado trae en su bota. Soy Alicia y el conejo que aparece al fondo incitando a la entrada no es conejo ni tampoco gato en la Luna y por su chillido agudo le reconozco en la especie. A lo lejos me llaman las ratas en manada que ya vienen y nos conducen muy lejos, por la senda de Job y la ciudad desolada.
Soy Alicia y no puedo seguir siendo su cadera. Mis manos, ahora sucias, marcarían con rayas de alquitrán figuras geométricas debajo de su ombligo (hasta quizás tapar su cuerpo con brea). Por eso soy Alicia. No quiero, amiga, que mis manos salgan del sueño que es fango y manchen el hermoso placer de la somnolencia en la ciudad feliz de tu cuerpo.
Hermana rata me guía en la maravilla de la tierra desolada (léase en agudo chillido de colmillo e impaciencia).
No entiendo la tranquilidad en el mundo que se desmorona pero la sufro en la gozosa agonía de la escritura. Soy una pieza especial y mi autor - la sagrada y borracha apuesta de dios y el diablo en el caso Job - merecería ganar el Premio Turner. Si tuviera quince años menos no fallaría. O si reinara el sentido común. Estoy iluminándome en la tristeza. Beso la Marilyn de la Sherman y muto en su cuerpo copia de copia de copia de copia de copia ....
Imágenes: Cindy Sherman: Untitled # 305 (Horros and Surrealist Pictures, 1994)
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