"Los comprachicos poseían el talento de desfigurar al que les recomendaba la política; desfigurar vale más que matar. Podían utilizar también la máscara de hierro, pero éste era un mal medio, porque no se puede poblar la Europa de máscaras de hierro, mientras que volatineros deformes recorren las calles verosímilmente: además la máscara de hierro se puede arrancar, la de carne no; os enmascaran para siempre con el propio semblante, y eso es ingenioso"(Victor Hugo: El hombre que ríe)
1.- Las cortes y las calles se llenaban en los tiempos anteriores al progreso de pequeños deformes que hacían las delicias de las buenas gentes. Cuando yo era niño - supongo que viví en algún punto del salvajismo preilustrado - recuerdo que aún llegaban a la feria espectáculos de anormalidades de diverso tipo: la mujer serpiente, el niño lagarto, el enano forzudo... Desde luego, estas atracciones (!) eran fraudes descarados, disfraces de factura ridícula, residuos en plástico chino o huella protoposmoderna de aquellos otros espectáculos de variedades en los que sí se ofrecían la deformación como gancho para atraer a las gentes que, en general, habitan las casas y parlamentan en los mercadillos. En esto, como en tantas otras cosas, las ferias populares eran para el pueblo llano simulacros de vida palaciega o del Panteón Olímpico de los Dioses. Los reyes y las grandes familias disponían de su propia camarilla de deformes (gigantas, enanos, entes que parecían fusionar lo animal y lo humano, mujeres barbudas con tetas desbordantes). En el gran siglo del Imperio Español a esta corte milagrosa que pululaba por la corte real se la llamaba la gente de placer (algunos fueron modelos velazqueños y pasaron a la historia).
Los deformes satisfacían al común y a la aristocracia porque permitían subrayar la belleza de su dientes - belleza censurable desde los parámetros de la totalitaria higienización científica actual , pero collares de perlas en el contraste con la deformidad apenas nombrable del bufón. Yo no soy eso (dicen/decimos). Ni de bromas. El deforme es un otro y nosotros jugamos en la mirada con él como el niño toma un palito y juguetea con el cadáver que ha encontrado tendido en la charca. Mitad como forense amateur, mitad perverso que puede lucir su insania a cara descubierta.
2.- Por lo demás, Victor Hugo nos da otra clave:
" Nos es agradable ver desfilar ante nuestra vista todas las variedades de la domesticación ..."
El payaso tiene algo de reo que ha terminado por aceptar su rol de ser domesticado y expuesto, de ser para el placer insano de otro. Algo así como el progre ateo que lleva a su niñita vestida de blanco al altar de la primera comunión o al parque disney. El payaso es un tipo deformado por el color ----- El color, en tantos sentidos signo de libertad y placer, sentido de la vida, en el payaso se torna cadena, hierro y óxido que conduce a la sumisión extrema, la pérdida del rostro, la imposibilidad de expresar la lágrima... El color, en la gramática gestual del payaso, impide que lágrima signifique lágrima.
Por eso cuando el payaso se nos ofrece insolente y serio en el retrato nos genera extrañeza y anuncia la presencia del terror. El payaso debería estar ahí, a la mano, para ser vapuleado por la mirada, subrayando nuestros ojos limpios y nuestro bello rostro. Al ser fijado en la imagen el payaso se nos anuncia como espejo y comienza a delatarnos como uno de los suyos. Y lo hace en la forma de juicio inquisitorial en el cual, como se sabe, no había que demostrar la culpabilidad del reo sino que éste debía mostrar su inocencia - cosa imposible: estar allí sentenciaba ya la culpabilidad - bajo la forma de arrepentimiento y a través de la delación de otros deformes. La imagen del payaso nos muestra el arquetipo del hombre humillado por la hipoteca, por la ensoñación del veraneo en la playa y el turismo, el rostro falso del que dice saber de vinos y de mujeres, el tipo interesante, el hombre culto, el que sabe, el que escribe, yo, mi mentira, toda la mentira de la fantasmagoría, la enorme llaga del rostro que me cubre como infelicidad. Grito deformado por la vibración del color:no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy yo, no soy
Imágenes: Cindy Sherman, serie Payasos
3 comentarios:
Sí, soy yo. Yo también soy el freak de carromato trashumante, el fenómeno de barraca medieval, la atracción de feria. Mi deformidad es interna pero eso ... es un dato menor. El límite entre el "nosotros" y el "ellos" está desfigurado.
No me sorprende a esta altura que yo esté, a las seis de la mañana, pegando fotos en un librito de poemas que se llamará Rehenes y que esas fotos sean de la peli Freaks, de Todd Browning, que acabo de ver, otra vez, solo para confirmar que yo también califico para el casting circense de monstruosidades.
Que yo sea parte de ese club de parias y que de repente se me ocurra algo que quiero contarte y entre a leerte y encuentre estas palabras tuyas, con mi venerada Cindy en el umbral.
Lo que quiero decirte es que creo que sos un animal óptimo para meterle mano clínica a Erzsébet Báthory y resucitar a La Condesa Sangrienta en estos tiempos "posmodernos". Muchos hablan de ese magma oscuro de Pizarnik, a muchos los seduce, pero solo alguien que puede operar con un bisturí implacable y ver la belleza en el crimen y viceversa sería capaz de aventurarse en ese castillo trastornado desde el S. XXI.
Esa es para mí la perturbadora ambigüedad de tu escritura, algo como el ruido insidioso de una puerta que se mueve en la noche del cuento de hadas y no te deja dormir. Tu oscilación constante entre las dos orillas y tu elección de las peligrosas vibraciones intermedias. La piedra en el zapato. El síntoma de una patología subterránea que no permite disfrutar las vacaciones en la costa.
A mí no me seduce el malditismo ni los jóvenes cadáveres hermosos (que tanto atraen a las chicas supuestamente "malas"). Lo que me fascina de Pizarnik es su capacidad instintiva para deslumbrarte con una cámara de torturas, narrada con el pulso de una clarividente ante la que se esfuman los límites.
Porque, ¿cuántas Báthory hay en Báthory? Tantas como todas las Judith que viste en Judith. Es como cuando miro el interior de una mis piedras de amatista y no ceso de descubrir todas las piedras que lleva adentro, todas las ciudades y naufragios y nudos que hay adentro de una sola piedra.
Yo también soy una criatura invernal y agradezco que cada vez amanezca más tarde y que empiecen las lluvias y los días grises. Además, en Buenos Aires son preciosos. Al menos para mí.
Hoy se me acabó el chocolate así que tengo un bowl con cereales y semillas de chia, que supuestamente me mantendrán sana y fuerte por muchos años. Eso dicen. Por las dudas, almaceno semillas en el carromato.
Besos pre-otoñales.
P.S. El matrimonio Blogger pide "fanfla". Esta noche están poco serios. Al fin.
No me seducen, dices y digo, los cadáveres hermosos ni el malditismo. Quizás porque de una manera extraña desde el inicio - ¿las niñez?¿la adolescencia? - me he sentido hermoso (salvo en las fotos), cadáver(pre-cadáver) e involuntario miembro de una peregrinación de malditos. No me atrae la disfiguración pero supongo que hay una cierta honradez de base que exige aplicar el bisturí incluso allí donde no no gustaría habitar.
Me delito en tus comentarios.
Te doy, anticipadamente, la enhorabuena por tu nuevo libro.
Yo te doy y me doy la enhorabuena por ese libro tuyo que ya veo, que sé que existirá y que necesito no solo leer, sino tocar.
Va de suyo que en nosotros ya habita nuestro cadáver. Y que sos hermoso, naturalmente.
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