miércoles, 7 de marzo de 2007

ORWELL (IV):JULIETA O EL INFORTUNIO DEL IDEALISMO

"Mi único enemigo es tu nombre. Tú eres tú, aunque seas un Montesco. ¿Qué es «Montesco» ? Ni mano, ni pie, ni brazo, ni cara, ni parte del cuerpo. ¡Ah, ponte otro nombre! ¿Qué tiene un nombre? Lo que llamamos rosa sería tan fragante con cualquier otro nombre. Si Romeo no se llamase Romeo, conservaría su propia perfección sin ese nombre. Romeo, quítate el nombre y, a cambio de él, que es parte de ti, ¡tómame entera! (Romeo y Julieta, acto II)

Desde que la historia y la subjetividad han entrado en el pensamiento no se levanta cabeza. Incluso aunque supongamos que no cabe hacer otra cosa si se quiere mantener la dignidad y sea imprescindible acometer la tarea de tintar eso que se ha dado en llamar la realidad (y sus riesgos, sobre todo: el peligro de lo inevitable) con los perfumes del devenir y de los intereses de aquel que lo piensa. Desde esa pérdida del virgo vendimos el alma al idealismo de un modo u otro y, como señala Reyes Mate en la cita de la nota anterior, ¿cómo podemos sacudir el embrujo del espíritu – la historia o el lenguaje - y lograr que la conciencia refleje la realidad?. Porque la realidad, aún negada por las huestes de nuestros vocabularios, aparece como personaje de fondo, un bajo continuo que sólo en ocasiones se escucha --- pero, a los postres, se escucha. La gran Julieta, el gran amor que hace perder el nombre al dislocado Romeo, reverbera en todos los lances amorosos que pudiera tener el joven, detrás de los mil revolcones con otras tantas doncellas que, por tiernas y calientes, no son ella, Julieta, la que nos hace perder el nombre.

¿Puede, pues, vivirse sin Julieta? ¿Cabe, como pretende Rorty, prescindir completamente de la pretensión de verdad (sin un vocabulario privilegiado) e interpretar el sucederse de las filosofías como mera pluralidad de discursos en el supermercado de la conversación democrática? Quizás sí, pero sólo si el peligro desaparece, sólo bajo la adormidera de la paz y el bienestar que convierte toda diferencia alternativa en un producto más (¿no es eso lo que sospecha Reyes Mate?¿No es esa la tesis de Huxley en Mundo feliz?) o sólo en la movilización de las conciencias en un peligro(falso) constante que aterroriza permanentemente (¿Es esa la tesis de Orwell?¿ es esta la realidad de la gran lucha contra el terror?) --- Romeo olvida a aquella que le quita el nombre, la que no se deja describir con palabras, mientras goza del cuerpo de sus amores contingentes (dixit Sartre), todos nominados, aunque en sueños aún se desvela ocasionalmente con espasmos y gritos: ¡Oh Julieta, Julieta!.

Se dice que no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. Orwell lo pone en duda: en circunstancias especiales cabe no sólo el engaño continuo sino, incluso, la ruptura del doblez engaño-veracidad, verdad mentira --- No otra cosa es el doble pensar. Fijémonos : la supresión del dualismo verdad-mentira, realidad – apariencia, palabras – cosas etc. que para autores como Rorty supondría una genuina liberación democrática es, para Orwell, la raíz de toda negación de la libertad. Sin negar a nadie: quizás lo que nos cura nos mata.¡Ah, tiempos aquellos en los que se podía vindicar ser un buen aristotélico!

Sólo el peligro nos salva del embrujo: la guerra, el riesgo encarnado terroríficamente... ¿Sólo en los proles(¿quiénes?) está la solución? Leamos el fragmentito de Eagleton: ningún discurso de poder puede permitirse no meter sus garras en el espacio de lo otro que al parecer se escapa (el concepto y la materia pasional). Por tanto: ¿y si también el embrujo de nuestros maravillosos vocabularios del supermercado idealista – todo el pensar – se infiltrara, como penúltimo límite, en aquello peligroso que nos puede salvar? ¿Y si la hermosa Julieta fuera como las otras, en sentido estricto “una cualquiera”?.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡Cuanto tiempo sin pasearme por este rincón querido amigo!! Pero la obligación no me ha brindado la oportunidad ni el tiempo para hacer una visita por este lugar. Espero que no haya sufrido mi ausencia con pena mi querido amigo, verse sin sombra debe ser terrible, es como verse sin uno mismo, pero no se preocupe no le he dejado, sigo aquí. Referido a su último articulo, ¿sería la misma si conociera mi identidad? o ¿quedaría perdido el placer?. Debo decirle mi querido amigo que si conociera mi identidad jamás volvería a contestar a ninguno de los comentarios que pudiera escribirle.
Quizás pueda extrañarle pero ahora mismo no me encuentro con ánimo para escribir por lo que me despido hasta que me encuentre en un mejor momento, pero usted escriba, pues yo recibiré sus palbras con gran afecto.
Un beso.

Anónimo dijo...

Es curioso que tras el nombre "anónimo" pretenda esconderse un ser concreto, siempre el mismo o la misma y manifestando un estilo. Si apareciesen más firmantes que se autodenominen "anónimo" sólo en el estilo podríamos reconocer una continuidad con otros anteriores que pretenden ser las sombras genuinas de tal LGS que escribe en esta blog. Si un ejército de anónimos -todos diversos en su origen ignoto(como la cosa en sí kantiana, mera X) - se esforzara en imitar el estilo de "el anónimo favorito", su identidad se desvanecería en un desierto de espejos... pero el sueño de una continuidad se mantendría: el supuesto autor de la BLog imaginaría a su anónimo favorito cuando EN REALIDAD eran decenas los anónimos que jugaban a imitar a "su anónimo" y, apoderados de él o de ella, podrían articular a placer sus pretensiones. Usted, la sombra,el que quier ser el anónimo especial, perdería la identidad diseminada en múltiples imitadores cargados de perversas intenciones... Para seguir siendo debería desvelar su identidad, cambiar de nombre como Romeo frente a Julieta.Pero los cientos de imitadores seguirían sus pasos. En fin, no podría ser nada. Cuidado con la identidad y recuerde que, en el fondo, no somos nada -- salvo cuerpos frágiles más allá de estas fantasmagorías. Salud y un beso a todos.