sábado, 6 de marzo de 2010

DEPREDACIÓN DE SÍ. PAYASOS (3)

1.- Desplazados por la Historia - palabra vacía llena de cabrones y pusilánimes - a una cuneta del extrarradio, los payasos y otras gentes de placer (para el placer de otros) se definen en la distorsión de sus estigmas-colorín. Son criaturas de la desgracia y la infelicidad que hacen gracia a los mayores y provocan sospechas en los niños. Los niños miran a los ahorcados con curiosidad forense y, por eso, no acaban de comprender que, en el caso del payaso, el ahorcado se mueva tanto. Sabe el niño que, en esencia, el payaso es un reo ajusticiado que se mueve por los vientos que agitan el cadalso con idéntica flojera, dejándose hacer en el disparate. Qué sabios son los jodios niños.

El payaso, decía, se delimita en la desgracia y la infelicidad. Por eso su caso es ejemplo de metafísica o teodicea (por desgraciado) y de ética (por infeliz). Sin embargo, sobre esa base de densa materia oscura, el payaso se nos aparece como asunto propio del negociado epistemológico, un ejemplo de teoría social del conocimiento. Cuando miramos al payaso contemplamos con visión clara y distinta la torpeza, la falta de técnica para hacer cosas sencillas como sentarse en una silla o ponerse una chaqueta. Somos extremadamente conscientes de lo que debía hacerse y, sin embargo, el payaso no hace. Nos confirmamos en la idea de que hay una manera - y sólo una - de hacer las cosas comme il faut Por eso nos deleitamos en la torpeza, en la caída, en las palabras mal dichas y en los sentidos deformados por la escasa comprensión del payaso, parece que sólo listo por casualidad.

En el payaso contrastamos nuestra lógica y nuestra belleza y muy difícilmente encajamos en su fantasía el sexo o el deseo ( ese impulso que todo distorsiona - dicen - y que se deja querer en todos los universos). Quizás la violencia del rostro deforme genere analogías de castración. No sé. El caso es que en el payaso la libido pierde protagonismo y todo se intelectualiza de un modo extraño y cruel. El bisturí no tiembla por ningún empalme inoportuno. La mirada fría no se deja diluir en sonrojos

Sólo dejamos que el payaso de colores, el payaso tonto, muestre inteligencia estratégica si es para engañar al payaso blanco y acabar hundiéndole también a él en la cuneta de la deformidad. El payaso blanco es muy poco querido.


2.- El payaso blanco es un freak que parece negar su frikismo. El payaso blanco - heredero del polichinela (o pagliaccio) de la Comedia del Arte - entra en escena ofreciendo grados diversos de crueldad hacia el payaso torpe. En ocasiones es descarado su intento de aprovecharse de él pero en otros casos manifiesta una actitud más caritativa. Se parece en eso a todos nosotros cuando nos enfrentamos a los pobres y deformados: les atizaríamos en la cabeza con un remo y les someteríamos a esclavitud ( si son así, algo habrán hecho) sólo un segundo antes de montar una ONG. El payaso blanco parece que buscara hacer méritos para conseguir estar al otro lado, en la cifra de la normalidad, y por eso se comporta en ocasiones con el payaso torpe como un jefe de recursos humanos amante de la racionalización. Si cerramos un poquito los ojos y vemos al payaso blanco en perspectiva, se nos ofrece un cuadro nítido del capitalismo.

El payaso blanco es una suerte de representante en la escena del muy amable público. Pero que no se confunda el cara pálida: él es también payaso y el espectador espera que, tras la mascarada del blanco y su conversación normalizada, acabe mostrando la patita de su estigma.

3.- A veces, el payaso blanco se hunde en la melancolía y actúa en sintonía simpática, con el payaso torpe. Si éste último nos ofrece una deformación del mundo y de las relaciones sociales, rompiendo la gramática y el lenguaje (en ocasiones no habla o sólo aúlla), el payaso blanco es un pico de oro y despliega un sentido común y una sana inteligencia práctica que asombra y que, a la postre, es revolucionaria en su simpleza (como aquél: ¡el rey está desnudo! del cuento de Andersen). Por ejemplo, el payaso blanco podría decirnos que si hay un niño que tiene diez caramelos y hay tres niños que no tienen ninguno pues sería correcto que el primero repartiera sus bienes con el otro para evitar la triste infancia de un niño sin caramelos. Hasta el payaso torpe lo comprende - no a la primera, claro, pero al final hay acrobacia redistribuidora. Bien.

¡¡Acabamos de descubrirel muñón del payaso blanco!!

¡¡ el sentido común!!

Así no vamos a ninguna parte, so monstruo. Si un niño tiene diez caramelos y otros ninguno debe invertir el capital acumulado para al final tener veinte caramelos (y los demás ninguno). Sólo así se incrementa la productividad.

Es bien sabido que el sentido común es freak. Y el payaso blanco, para mantener un poquito de dignidad, haría bien en amputarse la lengua y rodearse de color. Convertirse en payaso-torpe y casi áfono. Dar al público por perdido.

Imágenes: Cindy Sherman, serie payasos. Cartel de los Hermanos Tonetti (¡ay, mi infancia!). Vídeo: Charlie Rivel ante un excelso público


3 comentarios:

PÁJARO DE CHINA dijo...

Sí, los niños y nosotros (niños aun más deformados que cuando fuimos niños) miramos al ahorcado, yo diría, con un perverso regocijo forense. "Vos sos así, yo no". La vieja línea divisoria entre "ellos" y "nosotros".

También es posible que el payaso nos entregue algo del ridículo que no nos atrevemos a hacer. O nos devuelva la torpeza básica que parecen haber devorado las nuevas tecnologías, los autos de lujo y las grandes marcas, pero en la que caemos invariablemente cuando nos confunde el tire/empuje de las puertas, por ejemplo.

Uno podría seguir tirando de la soga de tu texto varios días. A veces ahorca, a veces abriga como un pañuelo de seda (Bicephalous Literature ...).

Este sábado a la noche quisiera visitar a la Alice de Burton, pero tengo miedo. Miedo de que Disney la haya embadurnado de azúcar ... (prefiero imaginarme al reverendo Dogson mirando enigmáticamente a las pequeñas Liddell en un botecito sobre el lago, mientras se le confunden, como a un payaso torpe, todos sus impecables cálculos matemáticos ...).

Te abrazo muy fuerte.

Luis González dijo...

Me gusta tu referencia a un "torpeza básica" o a la "entrega del ridículo"(alienado por nuestros miedos a hacer el ridículo) que nos ofrece el payaso. Quiero decir: en la serie he insistido hasta ahora en subrayar los aspectos estigmáticos del payaso y la actitud sádica del espectador ante él. La crueldad que nos habita los ojos-bisturí. Pero cabe otra lectura en la que el payaso - si somos capaces de mirar - nos entrega la fragilidad gozosa, la "torpeza básica" que nos lleva a que cada acción tenga varias resultantes posibles )todas inútiles y por ello bellas en su chapuza). Con el payaso nos manchamos la cara de lápiz de labios y entonamos canciones en las que las Alicias desmoronan el cálculo de los "numerati" y pintamos monigotes en la calva de Franklin en los billetes de cien. Las mil posibilidades liberadoras del hombre ridículo cuando deja de mirarse con serio semblante y relaja el esfinter del espíritu.

Una apuesta chiquita de revuelta en este mundo pre-post -apocalíptico (Mariel, ¿el apocalipsis ya ha tenido lugar o se le espera en las inmediaciones?)

Abrazo fuerte-fuerte

PÁJARO DE CHINA dijo...

El apocalipsis sucede todos los días. Esa es su estrategia. No hace ruido como en el cine-catástrofe. Demuele silenciosamente.

Me confundo la canilla del agua fría con la de la caliente. No logré aprender a encender el horno. Dejo las llaves de la casa del lado de afuera. He llegado a salir a la calle con una braga sucia en la mano (en argento es más power: la "bombacha" o, mejor aun, la "chabomba"). Cuando tenía auto, podía pasarme una noche entera intentando recordar dónde lo había dejado. Cuando tenía auto confundía calle y acera y he llegado a salir de un centro comercial manejando por la acera (en argento: vereda) porque estaba más despejada que la calle y me pareció la más natural del mundo. No sé abrir las latas de mermelada. Creo que, además de payaso, soy tarada. Tarada, de verdad.

Que las "Alicias desmoronen el cálculo de los numerati" y "pintemos monigotes en la calva de Franklin en los billetes" son dos de tus numerosos apocalipsis (pero de gloria narrativo-visual).

Yo quiero billetes con la cara de Alicia (y el reverendo intentando meterle mano) y billetes en los que Franklin haga caca o una paloma haga caca en la calva de Franklin.

Sí, cómo nos gustan las depredaciones, las deformaciones .. Por eso Orlane se desfigura en vivo y en directo.

También podría pensarse en el efecto-clown producido por la perspectiva histórica. ¿No te da risa ver a Adolf H. arengando al pueblo? Hay estudios (ay, sí, esta introducción es siempre muy confiable ...) con universitarios que se descostillan cuando ven hoy los videos de sus espásticas apariciones públicas. Lástima que sea tarde.

Y también en el efecto-clown propio, que molesta al prójimo. Si me hago la payasa en la calle, mucha gente se molesta (la misma que aplaudiría al clown bajo la carpa pagando entrada). Ok, no soy precisamente apta para el Cirque du Soleil, pero algunas muecas están buenas. Hacerse el payaso en la calle hace la vida mucho más agradable y es gratis.

Otro "también": del payaso al monstruo hay un paso. Pensemos en The Joker y su sonrisa-tajo.

O del cadáver al payaso. Pensemos en los cadáveres maquillados, en los mal malquillados, en los que a la maquilladora de la funeraria se le fue la mano. A mí me gustaría algo así. Que los deudos de ocasión, en lugar de fingir que lloran por mí viéndome en el sobretodo de madera, se mueran de risa.

Siempre me hacés pensar e intersectar y entusiasmar.

Gracias-Gracias.