jueves, 29 de abril de 2010

Hipo (segunda acepción)



hipo.

(Voz imit.).

1. m. Movimiento convulsivo del diafragma, que produce una respiración interrumpida y violenta y causa algún ruido. 2. m. Ansia, deseo intenso de algo. 3. m. Encono, enojo y rabia con alguien. (RAE)




Cecilia me enamoró con trece años y, zas, se murió. El Ser y la Nada.

"El 2 de agosto de 1976 , sobre las 5.40 horas de la madrugada, Cecilia falleció en un accidente de tráfico en la carretera N 525, en Colinas de Trasmonte, cerca de Benavente (Zamora). Regresaba tras un concierto esa misma noche en la Sala Nova Olympia de Vigo,Galicia, y su automóvil , un Seat 124 Matrícula M-2342-AX, se estrelló contra una carreta de bueyes sin luces, debido a que la carretera discurre por vía urbana y no había alumbrado público " (Wikipedia).

El dos de agosto es mi cumpleaños y Cecilia, que me enamoró a los trece, me regaló su muerte. Blancanieves nos enseñó que no es bueno aceptar regalos . La voluntad de poder carcamal de la carreta de bueyes venció el impulso de modernidad del seat 124.

El 124 era el coche de la pasma y un trofeo para los pequeños delincuentes robacoches en la edad de la primigenia inseguridad ciudadana (cuando ya los rojos no asustaban y florecían feministas con cigarrillos en los labios).

El seat 124 era norteamérica flotando en el espejismo del seiscientos.

Cecilia y los bueyes me llegaron por la televisión para mezclarse con la leche frita que hacía mamá si y sólo si ese día era mi cumpleaños. A esto se llama necesidad lógica y dio sentido a mi vida hasta que creí (estúpido adolescente) que mi libertad era incompatible con la necesidad lógica que enlaza la leche frita y el dos de agosto, la crucifixión de Cecilia en el yugo de los bueyes y la huida del Torete en un 124 perseguido por mil carros de bueyes disfrazados de policias alienígenas.

El carro de bueyes no tenía luces y, en su discreción, en nada se parecía a las naves extraterrestres de las que hablaba ayer. Si en lugar de un jodido carro zamorano Cecilia se hubiese encontrado con una nave hiperiluminada el valiente conductor hubiese esquivado el obstáculo existencial, la maldita precariedad existencialista cuyo oleaje yo percibía a los trece en mi alma bajo la forma de triste dulzura de domingo por la tarde ------- porque en mi país de infancia no se podía ser otra cosa dignamente que un niño existencialista enamorado de Cecilia, un grano de arena, una nota perdida, una brisa sin aire...

Cecilia y el 124 chocan en la narración de los años setenta con el carro de bueyes que aparecía siempre como la copa de coñac soberano y el humo del puro y la voz ronca que blasfemaba caguendios debajo del cartel de se prohíbe cantar y blasfemar.

Cecilia - y una de las niñas del grupo infantil La Pandilla - me demostraron que se podía ser amigo de las chicas y que eso molaba. Después vi que las chicas tienen más pliegues y ya flipé en colores sin saber nada de Derrida y su conceptualización para el caso. Enamorado de Cecilia con trece años el amor sólo podía ser secreto dado que ella, decía, tenía vocación de solterita. Me gustan las solteras. En cierto sentido, yo soy una soltera.



NOTA: Jó, me enamoraron las chicas progres - aunque fueran mayores que yo ---- En la rifa generacional me tocaron las niñas punk y algunas macarras rockeras, las hombreras new wave y los negros labios del afterpunk. Y las buenas chicas modernas. Ser pasota era el sonrojo cínico de un enamorado de la chica progre. Me hubiese gustado ser existencialista parisino y me disfracé de posmoderno berlinés. Uno siempre está fuera del tiempo y habita en un lugar distinto al de su alma).

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Él. ¿Tiene él su Cecilia? ¿Soy yo el carro de bueyes escasamente iluminado contra el que choca su amor secreto, ese amor/odio que se dice con palabras gruesas de humillación y quiebra de todo orgullo? Impacta la fuerza de la nada, de la negación (NO,NO,NO) en mi espalda de buey. Ser un soporte del yugo. Soy la patria profunda, la caspa, el coñac soberano, el macho-padre-falócrata. Uno se convierte en la madrastra aunque juegue un rato a ser Blancanieves.



«Un ser humano adulto no puede ni debe estar defendiendo sus defectos en hechos ocurridos durante su infancia, eso es mala fe y falta de madurez».(J.P. Sartre)

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