lunes, 8 de junio de 2009

UNA SEMANA CON NATHANAEL I

Cuando Harry inició su carrera artística, probablemente reservaba sus payasadas para el escenario, pero ahora las hacía continuamente. Era su único método de defensa. Había descubierto que la mayor parte de la gente no se molesta en vengarse de un payaso” (Nathanael West: El día de la langosta)

Centra, entra, calla, escucha. Escribe aún más pequeño, anúlate en un mínimo de tinta o haz que el mensaje sea ininteligible. Balbucea. Hazte querer por idiota, por perrito, por niñitino.... Tacha la signatura, desgarra tu nombre en una operación mal diseñada, en la esquina de un error de cálculo (sin intención de falacia o persuasión) Húndete con Winston Smith en el púrpurado dos más dos es cinco, o tres, o nada. Sabes que el amor exige estos pequeños sacrificios.


Nota para filósofos: el gran macarra de Hipona, Agustín, cuánto sabía de la verdad de todo esto. El amor es más fuerte que la escritura aunque la escritura sea más fuerte que la verdad. El portero de discoteca milanesa, el rey de la retórica, sabía que el amor que había encontrado podía anular su soberbio porte. A veces para mantener la postura erguida el llamado por el amor debe anular a millones. Para unirlos al compás. El amor nos hace torturadores porque no quiere hilos sueltos. Es fuerza cósmica, como reiteraba Empédocles, cuya única esperanza reside en que lleva en su seno la futura promesa de la disgregación.

La única manera de vencer a la fuerza del amor es la caída en el ridículo, la voltereta payasa, el hablar trastabillado del impotente. Como dice Nathanael, la mayoría perdona con gusto al payaso. Quizás sólo le orinen encima. Pero se salva de las garras del amor y puede seguir hablando)

Imagen: Ary Scheffer (1795- 1858)
San Agustín y Santa Mónica
El espíritu de Paolo y Francesca se aparece a Dante y Virgilio.

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