martes, 9 de junio de 2009

UNA SEMANA CON NATHANAEL II


“Sus emociones se alzaban formando una enorme ola que se curvaba y encabritaba, cada vez más alta, hasta que parecía ir a llevárselo todo por delante. Pero nunca llegaba a romper. Siempre pasaba algo en la cresta de la ola que la deshacía como agua que escapa por un sumidero, dejando tan sólo, a lo sumo, el rechazo a sentir” (...)

“ Cuando pasaron los días sin que pudiera olvidar a Faye, empezó a asustarse. De algún modo sabía que su única defensa era la castidad, que le servía, como el caparazón de una tortuga, de columna vertebral y de armadura. No podía ni pensar en desprenderse de ella. Si lo hacía acabarían con él.

Tenía razón. Hay hombres que pueden desear con partes de sí mismos. Sólo su cerebro o su corazón arden, y ni siquiera del todo. Hay otros, aún más afortunados, que son como los filamentos de una lámpara incandescente. Arden intensamente, pero nada se quema. Pero en el caso de Homer sería como dejar caer una chispa en un granero lleno de heno”
(Nathanael West: El día de la langosta).


Decálogo de síntomas o signos del hundimiento del alma:

1.- La dicción de la cita sin argumento, entonando o cantando un blues silencioso.


2.- Soñar la huida. Siempre el mismo sueño y la huella del cansancio en el cuarenta y siete.


3.- Soñar la tristeza como quien sueña princesas lascivas.


4.- Identificarse con una tortuga.


5.- Desear no sentir o que alguien te impida sentir por la fuerza de un disparo: una bala de hielo que, al fundirse, oculte su presencia o la enmascare de incidente cardiovascular.


6.- El hielo y la castidad. La castidad como bala.


7.- La enunciación de la cita sin dicción, argumentando como un jesuita.


8.- Tachar la realidad de la lista de bodas.


9.- “La realidad es laberinto” – dijo él.


10.- La imposibilidad de un distanciamiento crítico por fusión en la herida (con otro).


Escucho mientras escribo: Elvis Costello Secret, Profane & Sugarcane

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