jueves, 11 de febrero de 2010

Judith (2) Artemisia Gentileschi


Holofernes conquista el mundo hacia el oeste y, como plaga de langosta, posa sus pies en el Mediterráneo sin haber agotado la fuerza de su ímpetu. Su corazón bombea excitado por la velocidad de la conquista. Operación tormenta del desierto: recaudar venganza y humillación para ofrecérsela a Nabucodonosor, monarca despechado, quizás justa su ira pues aquellos que se decían sus amigos en el momento del combate se hicieron el longui.

Holofernes, cuerpo de toro asirio. General que debe llegar a los pedregales una tarde del mes de julio y, en un par de semanas, dar escarmiento.

Abandona Babilonia para chupar polvo (o echarlo).

La soldadesca de Holofernes blasfema (tres veces) sobre el dios judío porque les va a tocar luchar en sábado y con el calor que hace. Los soldados soñaban con entrar a saco y disfrutar de vírgenes y cabritos en su jugo. Imaginaban la pasividad de la víctima. Nos tocará combate (dicen). En el otro lado, la chusma judía se niega a escuchar a los emisarios y cubre su cabeza de ceniza en los alrededores de templo. Los judíos se conjuran para la muerte - su muerte, claro - y danzan en la desolación del que que no quiere se humillado pero inevitablemente lo estará cuando baje el sol. Lo han dictado los sacerdotes. Y Dios. Amén.

Judith es viuda. Presumismos que joven para que excite bien al general pero, realmente, no sabemos el tamaño de su poder seductor porque es una mujer fría en la calle. No se pinta el ojo ni estira sus pestañas. Pero esto no importa. Digamos (no es broma) que el plan (¿hay plan?) es que Holofernes se enamore de su inteligencia o sienta piedad de su precariedad de joven viuda.

La viuda: la escoria social de la comunidad (¿no es la que ha sido salvada de la quema por no ser hindú? Ahora no es nada y se marca en negro riguoso la posibilidad de pactar con ella, olvidada en su sin-marido. Nadie la tomará por esposa salvo por compra o pena). La viuda: la reina de la conciencia ética , aquella que nos exige cuidado, atención, protección (como mujer huérfana). Pero sigue sin ser nada, sólo lo que debe ser cuidado. Pero ella, precisamente ella por ser la más débil (todo un clásico), será la que salve, será capitana o jefe de comando de operaciones especiales.

Al underground de la eticidad se le enconmienda el acto de la justicia: el tiranicidio que, para más gloria, evitará muertes. Limpia ejecución: la muerte de uno - y malo - salva a miles. Directo a la cabeza, descabezado el ejército de las circunstancias, llegará el invierno de la milicia y retornarán todos a sus tierras, añorando la grisalla de las tardes breves y las noches amplias como la capa de Holofernes. Judith, la debilitada viudita, aniquila al aniquilador y salva la vida de la soldadesca. Jerusalen se gana y cabe pensar en volver a pintar el templo.


.... Y, sin embargo, la representación plástica de la ejecución condena a Judith, nos la separa de la humanidad. Judith me asquea, me repugna e imagino que mi cuello inocente es el de Holofernes. Su dureza de matarife aterra. Todo crimen - especialmente éste, el más justo, el mejor argumentado, el que mereciera ser recordado por las generaciones (y matar cada año por estas fechas a un conquistador en lugar de cordero o cerdo) - se desarma ante la presencia del cuello rebanado y el chorro de sangre ----- chorro de sangre que aquí, en Artemisia, a diferencia del cuadro de Caravaggio, es erecto como pluma de ave o sombrero de señorita can-can. El sobresalto de la sangre que ya ha manchado, como vemos en el cuadro, la almohada y llega casi hasta el suelo. Sangre oscura y seca que, en un último bombeo, sale como hilo-geiser del cuerpo. Hilos rojos, la línea roja, la que nunca debe ser traspasada - y menos por una mujer que se aprovecha de la ceguera del hombre en el deseo. Injusta aunque todo nos remita a la justicia del acto. Judith carnicera - aunque heroina. Judith, hermana, nadie se casará contigo ni calentará tu cama. Da miedo tu puñal.

Repugna la representación de la justicia del tiranicidio. ¿Siempre? ¿Sólo en este caso por ser ella una tía y el reo un pobre hombre cegado por la excitación (o el amor)? Curiosa la cosa artística que, como decía Aristóteles, hace placentera la representación de la desgracia y muta en carnicería el acto más sublime de la justicia de un pueblo y de una mujer.

***

Querido Holofernes.

Sólo unas palabras para solidarizarme contigo en la locura del enamoramiento y del capricho, en la sinceridad de la entrega que, en asuntos de excitación y mujeres, sólo nos lleva a la tontuna, a la pérdida de la inteligencia práctica, al riesgo innecesario por una bobada (por una cena, por media sonrisa, por un juego de luces y sombras alrededor de los ojos, por la necesidad imperiosa - que nos impide tomar justa distancia - de bajar la mano desde el cuello a la espalda de aquella que se muestra esquiva y que, sabemos, tarde o temprano, nos cortará el cuello con saña de matarife.

Me identifico contigo aunque seas un cabrón y merecieras la muerte. Me molesta la simpatía por tu cuello que ya veo mío. Es tan extraña la sintonía que mantengo contigo, Holofernes, que pareciera que vivo en la fundamentación de una hermandad de machos. Y me jode, tío, de veras. Y la culpa es de estos malditos artistas que te representaron como inocente criatura, tierna en la fuerza que huía del cuerpo bajo el disfraz de sangre escupida por las venas y el semen que, perplejo, confundió el espasmo de la muerte con la orden de salida.

Una pena, Holofernes, una pena. Nada más patético que un hombre enamorado.




Imagen: Artemisia Gentileschi(1593-1653): Judith decapitando a Holofernes

2 comentarios:

PÁJARO DE CHINA dijo...

Mi espíritu vibra cada vez que tu espada corta el aire.

Te hundo en el pecho, vivo, la flor (exhausta de placer) que dio la orquídea que cuido, este verano. Cerró su sexo lentamente y pidió ser decapitada cortándole el cuello en diagonal, levemente más arriba del tercer brote, para intentar volver a florecer.

Solo estos líneas para decirte que estoy acá, poniéndome al día en plena noche. No hay derecho. Demasiados amores congregados en tan corto tiempo: Guido Reni en la carta a Mishima, Caravaggio, Artemisia ... ¿hasta dónde vamos a llegar?

La flor es preciosa también así, cerrada.

Luis González dijo...

Vibro en la sombra que deja el pájaro cuando acurruca su cabeza en la madrugada y llega el sueño. Esto es un hecho. Un hecho positivo de esos que fundan ciencia. Axioma de evidencia máxima en el corazón de las orquídeas.