domingo, 14 de febrero de 2010

Judith(3). Franz von Stuck


No me gusta demasiado von Stuck. Tampoco su interpretación de la historia de Judith. No veo en la mujer del cuadro a una viuda que ajusticia al tirano sino a una adolescente toxicómana que va a robar a un tipo que se ha dejado narcotizar con el mito de la droga en la bebida. Tú no eres Judith - te delatan, querida, esos pechos pequeños - y te sabe la boca a láudano. Lo sé porque te he besado mientras te despertabas del flash de la droga. Me has manchado la boca de negro. Tu lengua era dura como la de un muerto. Dicen que los vampiros, en las tradiciones populares eslavas, no mordían a sus víctimas con los colmillos sino con la lengua - que tenían dura, en pleno rigor cadavérico - y no sajaban el cuello sino, ¡para qué demorar el festín!, directamente el corazón. Judith es adolescente vampiro (mucho más insana que los modernos personajes de las películas de moda). Judith no escucha. Despluma y no tiene inconveniente en no dejar testigos.

De Holofernes no sabemos si ha logrado satisfacer su lujuria o se quedó dormido en el primer envite. Ella le abordó en plena calle y él no tuvo inconveniente en dejarse hacer en un callejón. Parece que le gustó el primer acto y quiso más. Al fin y al cabo tenía la tarde libre y el plan imperial de conquistar y castigar iba por buen camino. Había que echar a los yonquis de ciertas calles una vez comprados los viejos solares. Especular y mandar en diáspora a los judíos (o a los yonquis y las prostitutas). Limpiar las calles para crear apartamentos de lujo en pleno centro para profesionales modernos. Pero no nos perdamos en el proyecto porque no fue la conquista imperial de las calles lo que llevó a Holofernes a aquella cama. Fue la lujuria. Al jefazo parece que le gustó el placer del primer encuentro en un callejón con olor a vómito y quiso probar infusiones más placenteras en un hotel con baño y sauna. Relax de monarca con desecho humano. Delicatessen. Judith no tiene esclava, sólo un chulo que aguarda al otro lado de la puerta.

Está claro que ni un hombre casado, ni un general, pueden acomodarse con la bella adolescente sin castigo. Da igual que ella sea yonqui y ramera o viuda y agente especial. Hay riesgos. Sífilis- en la época de von Stuck - o SIDA en nuestros días. En la época de Holofernes el peligro era que la hermosa viuda a la que se intenta seducir (o que nos ha seducido) sea una agente secreto del Mosad y nos corte el cuello con hábil traza de matarife. Y los riesgos de siempre: vecinas tontas que van con el cuento a tu mujer o a Nabuco, solteras exaltadas como las de atracción fatal, embarazos, regalos que disparan la ViSA o, lo peor de todo, que aparezca un nuevo hombre enamorado. ¡Qué fuerte es todo!.

No hay quien se relaje. Stuck nos dice que mejor dedicarse al onanismo o salir de caza siempre con escolta. O la vida monacal. O hacerse carca y apoyar al Reich.

Ya he dicho que no me gusta demasiado von Stuck. Sólo un poquito cuando estoy malito del alma (y odio al mundo que se comporta tan sano y espontáneo)



Querido Franz Von Stuck:

no me gusta demasiado tu obra. Me desazona la manera que tienes de diluir las imágenes en una atmósfera de oscuro vicio. Desgarras el lienzo, conviertes los fondos de tus cuadros en amenazas de siniestros primeros planos en el minuto siguiente, cuando "algo" salga de detrás de las cortinas ("algo" que está gestándose inquieto ahora mismo en la oscuridad). En el fondo de tus cuadros pareciera que suena un tam tam de salvajes (negrísimos y lujuriosos, dispuestos a tirarse lo que sea y después comérselo) y que el temblor que viene de lo más hueco es lo que hace diluirse a las figuras en una distorsión casi expresionista (no lo es del todo pues el símbolo es más que evidente, aunque sea de neorreligión neopagana)

Franz: eres brutalmente injusto con las mujeres. Seguro que en algún lugar debe existir alguna con la que podamos convivir sin perder serenidad y don de palabra. Pero si la mujer queda echa unos zorros (o zorras, para el caso) en tu parada freak de Lulús enfermas y vengativas , los hombres no quedan en mejor puesto. Idiotizados por unos labios y una sonrisa, burrancos por un pecho que descubre su corona, perdemos al parecer la cabeza con más alegría que el virgo la novicia ex-claustrada. Tontilocos que acabarán cornudos y apaleados. Gilipollas.

No es justo tu relato. No respetas ni la Biblia ni la historia original. No es que yo sea ejemplo, Franz. También ficciono sobre historias de otros y, por un sonrojo en el rostro de sus personajes, muto las historias. Pero creo que lo hago desde el cariño y todo para divertir el alma. Tú, por el contrario, disfrutas tensándonos. Parece que sólo quieres fastidiarnos.

¡Sólo un rentista puede ser tan cruel con el género humano!

Imágenes: Fran von Stuck: Judith (1927); Judith y Holofernes (1927)
Vídeo: Der blaue engel (1930)

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