"Cómo explicar los cuadros a una liebre muerta". Joseph Beuys. 1965.
DISCURSO:
Joseph es el ángel custodio de la liebre muerta. Explica cubierto de miel un cuadro - ¡el arte todo! - a la bestia.
La Virgen Piadosa en silencio y haciéndose cargo del hijo muerto, susurra su fracaso.
En ambos casos nuestra mirada es perversa y la exhibición impostura; ese puede ser el secreto del arte. La participación simulada de un tercero (el espectador) en un acto íntimo, en la conversación cerrada en la que sólo dos caben: la manzana sobre el plato, el líquido en la botella, los labios sobre los labios. Ni el chamán-Beuys con su liebre y ni la Virgen con su hijo admiten tercero: Ni ojo, ni oído, ni mano. Pero aquí estamos metiendo la lengua en el hueco de la piedad y el cuidado de la "naturaleza muerta".
El ángel custodio abandona la vigilia; se duerme. Y despierta con la liebre muerta entre sus brazos.
No caben explicaciones de última hora ni el recurso a la Naturaleza que siempre nos saca de entuertos con su constelación de leyes físicas, fenómenos genéticos, anomalías fisiológicas, designios y filosofía de la historia.
Imito a Beuys y cubro mi cuerpo de miel o de grasa. Pero el que necesita explicación y resurrección soy yo. Ahora el par es sólo uno, el yo dañado que (se) incita y (se) excita en la autognosis. Como un coche ahogado que no arranca. El yo dañado se ha de sentir muerto para poder iniciar el proceso. La escritura es la miel y el polvo de oro que cubre el cuerpo de Beuys; la escritura es la mano de la virgen piadosa. Nada más difícil que la autobiografía. Ninguna apuesta más arriesgada que asumir que uno es el ángel custodio de sí mismo. Mística ilustrada.
EXPLICACIÓN:
Renuncio a la reflexión y al argumentario. Arrojo el algoritmo a la turbulencia de las fuerzas. Me dejo arrastrar por las palabras y todos sus azares. Se abren claros; se cierran los cielos con nubes negras. Me gusta porque me salva en esta noche. He cumplido como un machote con mi frustración frente a la letra impresa.
Tengo piedad de mí por lo mucho que tengo prohibido. No puedo resucitar liebres ni enamorar princesas - ¿quién puede amar al hombre cubierto de miel y polvo de oro?. No puedo elaborar la gran Tesis. Me dejo arrastrar por el capricho.
Cancel my subscription to the resurrectionDISCURSO:
Joseph es el ángel custodio de la liebre muerta. Explica cubierto de miel un cuadro - ¡el arte todo! - a la bestia.
La Virgen Piadosa en silencio y haciéndose cargo del hijo muerto, susurra su fracaso.
En ambos casos nuestra mirada es perversa y la exhibición impostura; ese puede ser el secreto del arte. La participación simulada de un tercero (el espectador) en un acto íntimo, en la conversación cerrada en la que sólo dos caben: la manzana sobre el plato, el líquido en la botella, los labios sobre los labios. Ni el chamán-Beuys con su liebre y ni la Virgen con su hijo admiten tercero: Ni ojo, ni oído, ni mano. Pero aquí estamos metiendo la lengua en el hueco de la piedad y el cuidado de la "naturaleza muerta".
El ángel custodio abandona la vigilia; se duerme. Y despierta con la liebre muerta entre sus brazos.
Fracaso.
Duelo.
Duelo.
No caben explicaciones de última hora ni el recurso a la Naturaleza que siempre nos saca de entuertos con su constelación de leyes físicas, fenómenos genéticos, anomalías fisiológicas, designios y filosofía de la historia.
Imito a Beuys y cubro mi cuerpo de miel o de grasa. Pero el que necesita explicación y resurrección soy yo. Ahora el par es sólo uno, el yo dañado que (se) incita y (se) excita en la autognosis. Como un coche ahogado que no arranca. El yo dañado se ha de sentir muerto para poder iniciar el proceso. La escritura es la miel y el polvo de oro que cubre el cuerpo de Beuys; la escritura es la mano de la virgen piadosa. Nada más difícil que la autobiografía. Ninguna apuesta más arriesgada que asumir que uno es el ángel custodio de sí mismo. Mística ilustrada.
EXPLICACIÓN:
Renuncio a la reflexión y al argumentario. Arrojo el algoritmo a la turbulencia de las fuerzas. Me dejo arrastrar por las palabras y todos sus azares. Se abren claros; se cierran los cielos con nubes negras. Me gusta porque me salva en esta noche. He cumplido como un machote con mi frustración frente a la letra impresa.
Tengo piedad de mí por lo mucho que tengo prohibido. No puedo resucitar liebres ni enamorar princesas - ¿quién puede amar al hombre cubierto de miel y polvo de oro?. No puedo elaborar la gran Tesis. Me dejo arrastrar por el capricho.
3 comentarios:
Querido ángel custodio (a estas alturas, y con estas dosis de cerveza circulando por mis venas, casi que tanto da si eres piadoso o despiadado), la miel, fabricada hábilmente por animales sabios, y el oro, fabricado igualmente con habilidad por la tierra, se parecen más a tu laboriosa tarea de proteger al humano que bulle por ahí abajo que a la escritura. Hubo miel en la conciencia extrema y primigenia del hecho literario. Oro, en la voluntad sagrada de ese arte vertido como una suerte de bien. Pero después, ángel, hay tanto de nubes negras cerrando cielos a cal y canto, que para qué preguntarse... La respuesta es apenas ese murmullo como de anécdota (puede que lo alcances a oír: viene de muy abajo): salva esa noche. Muchas otras. A veces transmutará, como la vieja alquimia; o sea, como más de sueño que como realidad. O como en mi noche estas tantas cervezas. Mi ángel permitió que no me bebiera hoy dosis de literatura. Porque hay noches que las salva pero otras que la condena.
Sigue posando tu mano mágica sobre ese mortal al que iluminas. No cojas una sola baja ni enfermes (aléjate de las "A" del abecedario, por lo que pueda ser, que los alfabetos no son buenos), que si salvas sus noches, nos resucitas...
Abrazos!
Querida Susana: es tan agradable oír eso que dices en la noche que el silencio es buena respuesta. El ángel custodio, soplando infructuosamente nubes negras, se siente cuidado por tus letras.¡Y es tan necesario cuidar al ángel que nos custodia en las largas noches!
Así que, amiga, susurros y saludos a sus cervezas y bendigan a sus manos que escriben la miel y el oro que no lograron resucitar a la liebre
"Como un coche ahogado que no arranca". Desolador y hermoso. Las palabras de Susú son tan exactas y certeras que poco puedo sumar.
Amo a Beuys, aunque nos mienta. Amo las cosas en las que creía, o decía creer. Tengo una conexión intensa con Beuys. Mi único acto de indulgencia con el rechazo a visibilizarme en el pajarito chino es una foto de su trineo, porque es "mi" trineo, mi kit de supervivencia, desde hace muchos años.
Soy la liebre (femenina, lunar, subterránea ...). No estoy muerta. Quiero que me cuenten cuentos para poder dormir.
Contando cuentos sobreviviré, pienso, como Scherezade.
Te leo a las seis menos cuarto de la mañana, sin poder dormir, y siento que ahora sí podré conciliar el sueño.
El diálogo entre tus imágenes es de una potencia arrasadora.
Yo tampoco quiero resucitar. Quiero que cada noche me salve.
En el fondo sos tan frágil, como todos, pero un poco más.
Besos acunados.
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