domingo, 20 de septiembre de 2009

EL ÁNGEL CUSTODIO MECIDO POR EL ANIMAL


(CERO) El ángel custodio se ofrece doblemente dañado. Hacia fuera y hacia dentro dañado. Imposibilitado para el mandamiento del amor (
"Ama al prójimo como a ti mismo"), convierte este doble vínculo en marcas deontológicas y cortesía. "Cumple"; quiero decir, el ángel custodio vigila y atiende a su target con eficacia funcionarial . Gestiona tecnológicamente su colesterol y lee marcadores tumorales en los análisis propios y ajenos. Acompaña al otro al servicio sanitario o a la reunión de vecinos. Está ahí. Él sabe de su función y paga los impuestos pero siente nostalgia de la custodia del amor.

(UNO) Un larga cicatriz y, en paralelo, una herida. Me envuelvo en la manta de fieltro de Beuys. Cubro mi piel con grasa tártara. Me cuido para cuidar y para abrime al mundo me encierro.

(DOS) Cuando el ángel custodio piensa en su ángel custodio aparece la abuela. Y ahora se recuerda en la cama con ella, mecidos por mantas que poco calentaban y sobre el colchón de lana. Ella cantaba a primera hora de la mañana, antes de prepararle para ir al colegio, viejas canciones que exorcizaban el frío espeso del invierno. En su casa no había calefacción y por eso se cubrían con capas y capas de mantas. No había grasa tártara. Y dormían juntos en el cuarto pequeño. Y antes de levantarse le aconsejaba no ser bueno para evitar que los cuervos le arrancaran los ojos. La abuela entonaba las canciones de sabiduría ininteligible para un niño en un ritmo que venía de abajo, del pasado anterior a la guerra y de las sombras de la pobreza, de los jornaleros que abandonan el campo para acudir a las fábricas, esos a los que - decía la abuela - les habían prometido fuego de hogar y pan ("Ni un hogar sin lumbre; ni un hogar sin pan") y les dieron trabajo y miseria ... el trabajo infinito de conjugar en todos los tiempos la miseria.

Pero eso era pasado y el hoy ángel custodio era ya niño blando de bienestar obrero. Y sólo comprendía las cosas por el tacto, por el ritmo de las canciones. Sabiduría de tribu sin nombre.

(TRES) Y la abuela murió. Consumida. La vida no pudo matarla en combate y acabó derrotándola por agotamiento. Ella, pequeña y delgada, decía en los últimos años que no quería dormirse para que la muerte no la pillara en el sueño. La muerte volvería más tarde, claro, pero de momento huía. Sus últimos años no fueron buenos. No se dio compensación final por todos los años de penuria. Creo que sólo mueren felices los ricos y los cabrones. A veces los santos, claro, pero ¿tenemos derecho a pedir santidad a la abuela?.

(CUATRO) Ella se convierte en perro o zorro. Yo me envuelvo en mi daño, en mi escritura de capricho y exigencia y la abuela me envuelve con su movimiento, con su no parar o parar sólo para acurrucarme en la cama, darme calor en aquella habitación y cantarme viejas canciones. "No seas bueno, hijo". Me hundo en el fieltro como Beuys. El ángel custodio observa la extensión de su identidad dañada y quiebra su largo cuello de cisne hacia el hombro.


Imagen: Joseph Beuys Coyote, 1974. Galería René Block, Nueva York.

5 comentarios:

PÁJARO DE CHINA dijo...

perdón, pero leí el primer párrafo y me puse a llorar. ya venía con la estocada de dulzura de oscar en sopa de poetes y ahora ... ¿alguna vez leíste marcadores tumorales ajenos? sé lo que es eso. es bello lo que estás escribiendo. sé de qué va. amo la fotografía de Beuys envuelto en su manta de fieltro intentando ganarse al coyote, además. bicéfala, hoy voy a leerte en partes, ¿sí?

Luis González dijo...

No me llore, amiga, o llore con los marcadores o con la dulzura de la sopa. lea en partes o en aullido de coyote. lea envuelta en fieltro. mi reino por un coyote

@SusVersiva dijo...

Una abuela que arrope del frío y de la bondad. En eso debiera sumergirme estos días... Para que los cuervos no me tapen la vista, que eso pasa. Para no ver a Mariel llorando. ¿El dolor sólo hará mella en los que no aprendimos la lección? Una abuela o un animal que nos pueda mecer, por favor... Mendigo hoy.

Abrazos...

Luis González dijo...

¿Cuál es la lección que no se aprendió? ¿ Dónde está el déficit curricular? ¿Donde fracasó la balanza comercial con el mundo? Quizás no haya lección, ni déficit ni fracaso. Quizás el espejismo del dolor sea estupidez desvelada y aún no desmontada (nos puede la nostalgia de la tontería de la tribu),superávit del alma, un éxito que por modestia no quiere expandir sus alas de fuego.

O no.

¡Maldita duda! ¡Maldita semilla del escepticismo!

PÁJARO DE CHINA dijo...

Beuys fue trasladado en camilla desde el avión hasta la galería donde lo esperaba el coyote. El extraño, el otro, la amenaza. Días y noches seduciéndolo. Días y noches murmurándole. Días y noches. Hasta ganar su confianza. Me envuelvo en una manta de fieltro, tomo la grasa que me ofrecen los tártaros imaginarios a los pies de mi avión estrellado en el desierto, empuño la linterna e ilumino los ojos del coyote. En los ojos del coyote estoy yo. Puedo verme. Le ofrezco mis ojos, para que se reconozca. Hasta ganar su confianza. Una y otra vez. Una y otra vez. Perseverar. Hay belleza y ternura en la perseverancia.