TÚ. Tú estás allí, en ese concierto de música pop para jóvenes nostálgicos y personas de toda edad. Llegas demasiado pronto y miras a los técnicos, al público fanático que se agolpa junto al escenario o a algunas familias con niños. Porque temes larga la espera acabas por sentarte en el suelo, junto a la pared, en un bordillo granítico para el que ni tu espalda ni tus rodillas están ya preparadas. Estás solo, bebes una cerveza y fumas un cigarrillo como podría hacerlo cualquier ciudadano moderadamente tóxico. Unos minutos después a tu alrededor empiezan a sentarse mujeres jóvenes de singular belleza, maqueadas para la ocasión. Ni un solo hombre. Sólo tú. Guauuuu. Ves a esa cajera tan simpática contando confidencias al oído de la reponedora que amablemente te acompañó esta mañana desde la sección de lácteos a la de plásticos y ahora coge del brazo a la camarera de tu cafetería favorita. Bonito, oh. Las mujeres jóvenes que te rodean fuman y se muestran hermosas. Estás bien. Fantasearías un rato con las pieles morenas si no fuera porque esta mañana has escuchado una rueda de prensa de Silvio Berlusconi. Silvio ha mirado a su público y ha dicho: “¿a qué hombre no le gusta sentirse rodeado de bellas y jóvenes mujeres?”. Ha dicho esto delante del jefe de gobierno de tu país y tú te indignas patrióticamente por la pérdida de la cortesía y la diplomacia pero lo que te preocupa de verdad es que las declaraciones de Silvio te han hecho sentir culpable de pensar guarrerías, y te das cuenta que esos productos libidinosos de tu imaginación tienen una vertiente política, que no hay esteticismo puro y que, como en un rito hindú, podrías decir “eso soy yo”, “yo soy Silvio Berlusconi, patético en la imaginación, flácido de carnes y voluntad”. Lo que menos comprendes de tu función terrenal es esta identificación con todos los humanos, con aquellos indignos que te afean la conducta aunque tú te esfuerces por mantenerte en la virtud. No comprendes este lazo cuasimatrimonial (para lo bueno y lo malo, para la salud y la enfermedad) con la totalidad de los otros. En fin, menos mal que, alma de cántaro, luego te olvidas de Silvio y tarareas la canción de la Verbena de la Paloma que viene al caso
Una morena y una rubia,
hijas del pueblo de Madrid
me dan el opio con tal gracia,
que no las puedo resistir
Y es que las dos, ja ja ja já.
Y es que las dos se deshacen por verme contento,
esperando que llegue el momento
en que yo decida cuál de las dos me gusta más,
cuál - de - las - dos - me - gusta - más.
Es lo que tienen la gente como tú: en seguida se os pasan los ataques de dignidad y sustituís la ira patriótica o santa venganza por un poquito de chascarrillo y una pizca de sonrisa. Eso si no os deprimís, claro.
Anda, ve y pide otra cerveza.
ÉL. Estás mareando la perdiz con estos prolegómenos. Va siendo hora de que digas a estas personas que tu desvarío berlusconiano es irrelevante porque en esta historia tú no eres el eje de simetría. El centro de la gran esfera que forma la noche estrellada está metido en el barullo, lejos de ti y ahora es invisible en la marea humana. Sin embargo tú eres su ángel custodio y sabes que debes matar o morir por preservar su seguridad. Él es el sentido. Él que está allí, solo entre gente para la que es casi invisible, que no intercambiará palabras porque nadie le pasará un botella o un porro; él es tu target. Eres el ángel de la guarda de un ser que mira feliz el escenario y esa esfera de estrellas que, casi idéntica, desató la imaginación de los sabios babilonios y los físicos presocráticos. Por eso, aunque los humanos sólo le presten una atención tangencial (él es anormal, dicen; discapacitado, diagnostican; minusválido psíquico, sentencian) y se considere un logro civilizatorio que no le tiren piedras, tú crees que el cielo te ha encargado una misión difícil pero de primer nivel. Podías haber sido el ángel de Silvio B. y disfrutar con la visión de las bellas mujeres en la mesa del poder pero eres el cuidador de ÉL, él que lleva nervioso toda la semana por el concierto, hoy no ha comido y cuando regrese a casa sin duda vomitará de la excitación. Él que, a pesar de los rechazos y el silencio al que le someten los demás, sigue siendo el tipo más sociable que conoces. Él te ha convertido en ángel custodio y tú le esperarás a la salida, un poquito borracho como los mejores vigías, viendo pasar gente feliz pero anónima en su belleza. Sólo él se destaca como un tú. No añoras ahora la piel morena y tersa, ni la conversación amena de las simpáticas mujeres en la mesa de los poderosos o de los seducidos. Le coges de la mano y le preguntas:
- ¿Te lo has pasado bien?.¿Cómo te encuentras?.
Imágenes:
Mujer con Máscara de Gato (Wanda Wulz)
Ángel Caído ( Ricardo Bellver)
5 comentarios:
Bello y sentido.
Fantástico este acercamiento de doble dirección. Lo que uno parece ser en su dimensión múltiple, de tan similar al otro y determinantemente distinto. Dan ganas de tranquilizarlo por humano, de convertirse en uno de sus ajetreados ángeles y, a ratos, también de tirarle piedras en un ataque de incivilización. Todo eso en unos pocos párrafos, en que cobra gran importancia lo que no se dice más que lo que se dice.
Qué envidiable habilidad la tuya...
Un abrazo!
Bello, sentido, fantástico, envidiable... ¡qué cosas dicen!
Siga la rueda de esta misteriosa amistad distanciada y cibernética.
¡Salud y librepensamiento!
Nada más hermoso que salirse de uno mismo, que abandonar el "yo", para ser ángel vigía de otro (aunque lo ignore). Y sentarse en el concierto contra la pared (a mí también me duelen las rodillas cuando me levanto) viendo la gente pasar. Me encanta la recurrencia de las camareras en tu escritura. Ya son una marca de estilo. Nuestras guarrerías son íntimas e intransferibles. La mano de Il Cavaliere jamás las tocará. Con cierta gente no hay lazo posible (salvo para estrangularlos). Me emociona el "solo él se destaca como un tú"). Y me encanta, bueno, eso lo he dicho siempre, el desplazamiento natural de las partuzas de Villa Certosa a la canción popular de la Verbena.
Todas las mujeres tenemos máscaras de gato, salvo cuando nos despertamos a la mañana. Después, aunque andemos a cara lavada, la mugre del día nos la pone. Por eso yo me lavo la cara muchas veces (en serio).
Y todos somos ángeles caídos, por eso más nos vale estar juntos.
Tu muñeca se suelta y parece que no hubiera querido deternerse.
La espero en la esquina.
Salir del yo, sí, salir al otro, sí, pero uno se encuentra con Silvio B. Y ni el lazo que estrangula nos salva. Hay que tragarse el sapo de sí en ese otro. Eso eres tú.
La muñeca se suelta y recorre esquina tras esquina para tal vez encontrar en una, bajo la farola tintineante, a Lili Marleen.
Oh, cielos! La poética nos mata!
Publicar un comentario