martes, 24 de noviembre de 2009

EL OJO (1)

El ojo

No es símbolo ni cifra de nada porque define en su recorrido aquello que merece ser mostrado como real y antecede a todo signo (Así el dibujante en el momento infinitamente previo al trazo, cuando el gesto de su maestría está aún por delimitar el ángulo, la violencia frente al papel y su blancura, el subrayado preciso de la sombra).

O puede ser símbolo de casi todo. De Dios y del abismo, de la ceguera y de la videncia. Los que en verdad ven son ciegos (Tiresias) y pueden predecir futuros tan cercanos que nos ahogan sin darnos cuenta (¿no es eso siempre la esencia de la tragedia: la escandalosa cercanía de los monstruoso que sólo los ciegos ven?).

A veces los ojos se transmutan simbólicamente en órganos diversos. Así, en El Corazón Delator de Poe, el ojo con cataratas del viejo asesinado se convierte en latido de difunto. Los ojos palpitan: pam,pam, pam... Trasunto del estómago y otras vísceras, los ojos segregan jugos bajo la forma de lágrimas que disuelven todo intento de la inteligencia de imponer orden y civilización. Una lágrima es como un tortazo. El ojo se transforma en mano.


El ojo del meditante, el ojo filosófico, suele definirse por la mesura y la paz de espíritu. Es un ojo que lleva incorporado - a modo de vocabulario básico de referencia - su propio eje de ordenadas y abscisas. Es un ojo robótico avant la lettre, acostumbrado a abrir y cerrar sus párpados para lubricar las lentes. Duda de lo que ve tanto como de lo que no aunque nunca deja de mirar (como la lechuza del chiste: no logra aprender a hablar pero presta mucha atención). Si no fuera porque aparece cubierto de una brillante armadura de acero, como un San Jorge medieval o un Arcángel, sería un buen destino para mis ojos. Ojo blindado, ojo cobarde.



El ojo del voyeur es tentación fácil. A la chita callando asesina a sus víctimas sin levantar el arma. Las congela, bien porque las ve a través del cortinaje mientras él se oculta (violentando el secreto de lo íntimo) ,bien porque están dormidas (Endimión) o muertas (Ofelia, Jacinto, el Bautista). El ojo mirón descuartiza, fragmenta, cuadricula movido por el siempre caprichoso mundo de la excitación. Ser mirón sería un buen destino para mis ojos si no fuera porque yo ya fui voyeur en mi juventud y a pesar de que lo disimulo muy bien yo no quiero retornar a mi juventud. Ahora cuando quiero mirar a alguien suelo decírselo para así poder entablar una conversación que es lo que, en principio, más me apetece.



El ojo irritado del profeta es un ojo exigente. Ser ojo sin párpado( el profeta se mueve en la pan-visión ) y arrastrarse hasta el desierto demanda, más que valor, temeridad. Por eso está el ojo visionario más allá de la filosofía y del arte aunque dé cuenta de ambos como raíz extraña, extravagante. El ojo del profeta es un ojo cargado de ética. No se limita a mirar sino que juzga y condena y ejecuta en un mismo trazo. Como Cristo en el templo. Ojo de ira, a través de las pasiones fuertes - amor, odio, venganza...- entabla un diálogo destructivo con las formas y los símbolos. Como un cuadro de Pollock al que le quitáramos la ternura que le es propia.
Mi ojo mira sus opciones y se cierra.

Imágenes:

La ventana Indiscreta (James Stewart; Alfred Hitchcock1954)
Giotto: Expulsión de los mercaderes del templo (1302-5)
Gerard Lairesse: Selene(o Diana) y Endimión(1680)





1 comentario:

PÁJARO DE CHINA dijo...

"El ojo se transforma en mano". "No es símbolo ni cifra de nada ... O puede símbolo de casi todo". "¿No es eso siempre la esencia de la tragedia: la escandalosa cercanía de lo monstruoso que sólo los ciegos ven?".

Sí, eso es. La potencia y la ternura de tus palabras son demoledoras. A mí me dan en el centro, bicéfala.

En el centro del sereno ojo filosófico, para sacudirlo; en el centro del furioso ojo del profeta, para desconcertarlo; en el centro de mi ojo de voyeur, para que me descuartice a mí misma.

Y me hipnotiza la coloquialidad del lenguaje, que sin embargo está impregnado de una enciclopedia inmensa, para quien quiera aventurarse más allá de lo dicho.

Te lo dije muchas veces, ya. No puedo no seguirte. Leerte es una de las formas, para mí, de suspender "la insoportable tortura del sentido".

Como un viento (fresco) que me pega en la cara.

Te abrazo fuerte.