Perder el rostro. Arrancar aquello que nos identifica como quien borra el número de serie de una pistola o dobla una matrícula antes de perpetrar un atentado. Peor que partir la cara. Nunca me han perdonado el pecado ni mi trato con los demonios.
"Le acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido curadas de enfermedades y espíritus malignos: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios"(Lucas 8:2)
Nunca es suficiente el arrepentimiento. La lágrima, nacida de la vergüenza, acaba incitando la sensualidad del verdugo. El buen tendero se coloca la máscara del Marqués de Sade (violencia hueca por dentro propia de los hombres de serrín). Me gritan cuando paso (sobre todo las mujeres):
“Puta la madre; puta la hija;
puta la manta que las cobija”.
A la prostituta y a la adúltera la turba desnudó en la plaza para hacer aún más público su oficio o pecado. Una buena lapidación antes de la cena abre el apetito de los varones y las hembras mejor que el viagra. Dicen. Creo. Pero Él me salvó anunciando la universalidad de la culpa:
“Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.
Yo fui fiel a Él hasta la muerte, cuando todos huyeron y la agonía se convirtió - como siempre - en cosa de mujeres. Yo anuncié que no cabía la rendición y que estuvieran prestos para el combate del Espíritu. Pero pronto se olvida el consejo y el amor. Se impone la humillación. Me quitan la cara; me la roban y me convierten en cuerpo, sólo cuerpo. No hay perdón (salvo en Él). Por eso debí abandonar el mundo, refugi
arme en el desierto y en la gruta. Hacerme respetar por las sombras. En todo caso ellos siguieron trabajándose mi imagen. Me llenaron de vello o de lágrimas; dejaron que mis ropas se hicieran jirones para que se descubriera mi pecho. El deseo de muchos se cubrió con una pátina dorada de santidad.
Con Pedro, el que negó tres veces, la cosa fue distinta. En su caso las lágrimas le labraron un hermoso trono en la ciudad eterna. A Mariham la de Magdala las lágrimas desnudan y abonan el crecimiento de los cabellos. Dice ella:
"Mi piel se alimentaba sólo de llagas que la sal hacían insoportables".
Dolor extremo de calavera y perfume
Dice Mariham:
Por eso en la imagen que de mí hizo Tiziano miro hacia el cielo. Mi faz sólo existe para Él y le imploro. Él me otorga ese pelo que me cubre, que desvela la inmundicia de los que miran y lapidan con la voz. Sin embargo, hasta el pelo lo pervierten.
Lefevre me sitúa ya envuelta por la foresta, con el rostro anulado y enmarcado el hueco por el rojo pelo. Aquí el cabello ya no cubre ni dignifica. Ahora la pelambrera ignea anuncia lujurias de Music Hall. ¿Me libera el cuerpo Lefevre? No, me humilla porque me quita la cara. Y el pelo es raíz infecta que me ata a la cueva, escenario en el que bailo can-can sin lágrimas(no tengo ojos) ante un público de machos y burgueses.
Barro el suelo con mi melena que busca la salvación en un retorno a la tierra – son raíces de orquídea. Los ramajes empiezan a cubrirme en el cuadro de Lefevre. Me asilvestro como cuando huí de la ciudad al ascetismo. Pero ahora Él no llega y me salva .... ¿Dónde está el amado? Silencio.
Me torno mujer salvaje.
Me convierto en mujer-mono e inicio una lucha en la que las lágrimas de la Magdalena se metamorfosean en risas y carcajadas. Me corto el pelo. Descubro la cara y os miro a los ojos. Me apunto a las Guerrilla Girls.
Imágenes:
Marina Abramovic: Balkan Erotic Epic Banging the Skull 2005
Tiziano: Maria Magdalena 1565
Jules Lefevre: Maria Magdalena en la gruta 1876
Artemisia Gentileschi, Guerrilla and the Elders, 1610
( The Guerrilla Girls' Bedside Companion to the History of Western Art.)
1 comentario:
Hola de nuevo.
Gracias por su ayuda.
Al final lo encontré. La obra en si supongo que si que fue catalogada en 1982, peró no fue hasta el 1992 que se expuso, junto a muchas otras obras con la apertura del Museo Thyssen. El museo, fue de hecho la antigua colección del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza (se ve que durante los años 60 había empezado a col·leccionar obras expresionistas).
En fin...
Felicidades por su última entrada.
Saludos des de Barcelona.
De una extraña llamada Júlia, ahora un poco menos extraña.
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